Anatomía de una barrabasada
La víspera de un Madrid-Atleti, que terminó con empate a dos, me
entrevistaron en un café próximo al Hotel Villamagna. Sería un jueves, y los
del periódico pensaban editar un resumen de la conversación el sábado o el
domingo, coincidiendo con el match. Cuando abrí el ejemplar y comprobé
el desaguisado, reaccioné con el lógico disgusto: ¡No hay derecho! ¡No hay
derecho! Mis amigos y conocidos me felicitaban -¡Enhorabuena, has salido en
el…!-, pero yo no dejaba de murmurar: ¡No hay derecho! ¡No hay derecho!
Pensé en redactar una carta de protesta y enviársela al director del
diario. Luego dejé correr las cosas. “He aquí un dilema bicornuto -me
dije-, pues parece tan inútil protestar como encogerse de hombros”. Al cabo del tiempo, encontré en Internet una
versión del desaguisado y me puse casi instintivamente a corregirlo.
Fingiré que ignoro la razón por la cual ocurren estas cosas (así quizá
tenga más eficacia mi exposición), pero el ingenuo que vive en alguna parte
retirada de mí aún se asombra de que un periodista que redacta semejante texto
no sea objeto de inmediato despido.
19-1-2003
GIL ES EL TONTO MÁS ÚTIL DEL REAL MADRID"
Severino Lorences, periodista, es el autor del libro "El rojo y el
blanco". Presume de ser colchonero y sostiene convencido y razona que el
Real Madrid es tan fuerte que envilece el fútbol y que Jesús Gil sobra en el
Atlético de Madrid.
En el As apareció la misma entrevista sólo que con otro titular: “El Real
Madrid envilece el fútbol”. En esta versión por Internet, el sedicente
informador rescata, aunque contrahecha, parte de la frase que le confié escrita
a máquina, para que no hubiese dudas (el tipo compareció, en plena era de las
grabadoras digitales, con una pluma y unas cuartillas). Yo puse: “El poder del
Real Madrid envilece la Liga”. Parece lo mismo, pero no lo es. Al suprimir el
vocablo ‘poder’ y al sustituir ‘Liga’ por ‘fútbol’, el aserto queda rebajado a
mero desatino más propio de un hooligan que de una persona en sus cabales.
Es como si, emulando a Evaristo Carriego y su fobia contra los estadounidenses,
yo necesitara no sólo criticar al Real Madrid sino también calumniarlo.
En la entradilla de Internet, que es muy floja e inexacta (por ejemplo,
jamás presumí de ser colchonero, qué bobada), asegura que le dije: “el Madrid
es tan fuerte que envilece el fútbol”. Nunca dije ‘fuerte’. ‘Fuerte’ no es
sinónimo de ‘poderoso’. El fuerte lo es por sí mismo; el poderoso, gracias a su
dominio sobre los demás. O sea: entre el poderoso y sus adversarios hay una
estructura favorecedora del dominio. Él, que es madridista, utiliza el adjetivo
‘fuerte’ para lisonjear al Real Madrid. O sea, me utiliza para echarle una flor
al club merengue. No es la última vez que lo hará, como veremos no tardando
mucho.
-¿Empezamos por el partido?
-¿Ah es que hay partido?
-Eso dicen.
- Éste es
el derby en que la diferencia es mayor. El Atlético de hoy (el club y no los
jugadores), está más lejos del Madrid que incluso en la época de Di Stéfano.
Que la buena redacción es algo que escapa por entero a la capacidad de mi
interlocutor se echa de ver en el desaliño con el que refleja mis palabras.
Ensayaré unas ligeras modificaciones.
-¿Empezamos por el derbi?
-Ah, ¿pero va a haber un derbi?
-Eso dicen.
-Este es el Madrid-Atleti en que la diferencia entre un equipo y otro se
antoja mayor. El Atlético de hoy (y me refiero sobre todo al club, a la
institución, no tanto a los jugadores o al entrenador) está más lejos del
Madrid que incluso en la época de Di Stéfano.
¡Con qué poco gana el texto en verdad y belleza! Ahora bien, ¿no consiste
el deber de un entrevistador en reflejar del modo más exacto y elegante lo que
el entrevistado declara? Continúo.
-Que usted
no vivió.
-Pero me
la conozco. Llegué a Madrid en 1966, el año que el Atlético conquistó su quinta
Liga en Sarriá. Nosotros, asturianos, veníamos de Barcelona. Mi familia no era
muy futbolera y mi padre simpatizaba con el Barça. Llegué a Madrid y percibí el
predominio del Real, un corsé que me molestaba. Me fijé en el Atlético y, entre
otras cosas, descubrí que tenía jugadores negros y para un niño, aquello era
una maravilla. Pensaba: “Estos deben jugar muy bien, pues tienen futbolistas
negros”. Y me hice de Mendonça, de Jones, de Cardona, que era muy moreno.
Jamás
utilizo expresiones tan vulgarmente coloquiales como “me la conozco”.
Seguramente dije: “Pero estoy al tanto de lo que aquella época fue y significó
para el Madrid y sus rivales”.
Después, y
sin la más mínima transición, pasa a referir pequeñas notas de mi biografía,
tergiversándolas. Así hubiese consignado mis palabras alguien más escrupuloso y
menos torpe.
-Nací en
Asturias en 1956 y viví en la Ciudad Condal desde los tres hasta los siete
años. En el 63 mi familia se trasladó a Madrid. En casa no había nadie muy
futbolero, aunque mi padre simpatizaba con el Barcelona. Me hice del Atleti por
los negros (me gustaba en especial Mendoza). Para un niño aldeano como yo, que
no había visto jamás ninguno, los negros eran una maravilla (¡por fuerza tenían
que ser los mejores jugadores!). Además, en Madrid casi todo el mundo era del
Real y, desde muy pequeño, me han incomodado las mayorías aplastantes.
(Diré de
paso que yo no me hice del Atleti en el 66, sino en el 64 o el 65, pero el amigo
se inventa otra fecha para poder enlazar con la siguiente pregunta).
-En el 66,
el Madrid ganó la Sexta con once españoles. ¿También la robó?
-Aquel
título tuvo mucho que ver con la Sexta: si el Madrid no la gana, tampoco
hubiésemos ganado nosotros la Liga.
-¿Quién se
lo ha dicho?
-Las
pruebas circunstanciales sobre las ayudas de todo tipo recibidas por el Madrid
son tan abrumadoras que hacen ociosa la prueba material.
-¡Olé!
-Gracias.
El buen
hombre se come las palabras e ignora que escribe para gentes que no han
presenciado la entrevista. De hecho, hay un trozo que resulta ininteligible.
Reharé la pregunta y la respuesta.
-¿De dónde
saca usted que se ayuda al Real Madrid?
-Es algo
evidente para todo el que no sea madridista. Además, como partidario del
Atleti, he visto mucho. Mire usted, el Atleti, al menos desde que yo lo
sigo, sólo triunfó en los años en que
el Madrid no carburaba. Con una excepción: ganó la Liga del 66 luchando codo a
codo con el Real, pero es que antes los blancos ya habían ganado la Copa de
Europa y su participación en la edición del año siguiente no corría peligro.
Sostengo que si el Madrid hubiese caído contra el Partizan, el Atleti habría
perdido aquella Liga. Habría sido víctima de algún descuido, de algún
percance inesperado; habría vuelto a fallar en el momento más inoportuno…
Supongo que conoce usted la leyenda de El Pupas.
Pero
entonces, se preguntará el lector, ¿qué ha pasado con esa cláusula tan redonda
que empieza: “Las pruebas circunstanciales…”? ¿Acaso se la inventó él? No tiene
tanta prosa. Es otra de las frases de efecto que le preparé para que las
usara en los entrecomillados.
Por
supuesto, ni hubo ‘Olé’ ni hubo ‘gracias’.
-Dice
usted en su libro que el poder del Madrid envilece el fútbol.
-Me gustan
muchas cosas del Madrid: jugadores, entrenadores... Hablamos de cien años de
historia, sería ridículo negarlo todo. Figo, Zidane, el propio Raúl, ¿quién
puede negarles? Pero el poder absoluto corrompe y aquí lo monopoliza el Madrid,
y ello se traduce en una necesidad de que gane y gane.
¡De nuevo
la frase de la discordia, esta vez transcrita de un modo casi fidedigno!
(Sólo hace falta cambiar ‘fútbol’ por ‘liga’, como indiqué antes.) ¿Necesito
afirmar que no figura en “El Rojo y el Blanco”? ¿Qué revela este lapsus? Falta de profesionalidad y de honradez.
Mi interlocutor no había leído el libro y recibió la frase al término de la
entrevista. Ergo: el diálogo de marras no se produjo. ¿Simple negligencia? No,
o no tan sólo. Creo que él pretendía mantener la conversación en un tono de
festiva chaladura, para que resaltase mejor mi supuesta arbitrariedad,
mi fanatismo. ¿Qué es que lo insinúa con semejante actitud? Pues que si él
-merengue que escribe para merengues- se rebaja a hablar de estas cosas, es porque
en la vida hay de todo, hasta iluminados que van por ahí hablando mal
del Real Madrid. Ahora bien, ¿no se
entrevista a los locos en los manicomios? Tanto más motivo para dialogar con
los que andan sueltos. La finalidad no es otra que la vieja y cazurra diversión
a costa del infeliz o del majadero.
El
fragmento quedaría más o menos así:
-¿En que
funda usted su acérrimo antimadridismo?
-No es
acérrimo. En mi libro hablo bien de muchas cosas del Real Madrid. Para empezar
de sus jugadores o entrenadores. Por ejemplo, me encantan Roberto Carlos, Figo
o Zidane, como en su día admiré a Pirri o Amancio. Pero en la prosperidad del
Madrid han influido, tanto o más que sus dirigentes y futbolistas, otros
factores que poco o nada tienen que ver con el deporte. Para que la utopía del
triunfo eviterno sea posible en una actividad tan patrocinadora de imprevistos,
tan enemiga de las monarquías absolutas, como es el deporte, hay que adulterar
la competición. Muchas de las victorias merengues han venido jalonadas por
enormes ayudas arbitrales y envueltas en una propaganda brutal. Interesa que
gane el Madrid porque es el club que tiene más seguidores, según el principio:
“La felicidad para el mayor número”. A
este respecto me hacen gracia los presidentes del Coruña o del Valencia cuando
afirman que hay una campaña arbitral contra sus equipos. La campaña no es
contra ellos sino a favor del Madrid.
-Su última
esperanza se fue con el Barça de Cruyff, claro.
-Sí, en
aquel momento pareció que el Madrid se tambaleaba pues, a los exitos
deportivos, añadió el Barça el dominio económico a su conocida fuerza social.
Tuve la esperanza de asistir a la llegada de un grande que ganara el corazón de
todos esos españoles que sueñan con una alternativa seria, sólida.
-Pero fue
un plis-plas: lo normal en la historia de nuestro fútbol es que si el Barça ha
dominado cuatro años, el Madrid, cuarenta.
-El Barça
cometió el error de considerar que el Madrid era el pasado y que como ellos
tenían la llave del dinero, lo irían aplastando poco a poco. No. El Barça es
Cataluña, pero periferia de España; el Madrid siempre tuvo más poder y acabó
emergiendo en la misma proporción que el Barça se fue debilitando. Hay un hecho
irrefutable: los grandes futbolistas los tuvo siempre el Barça y ya no. Un día
se demostrará lo malo que fue Núñez: no supo retener a Maradona, a Ronaldo, que
sentó las primeras bases para perder a Figo... Despreciar a Maradona es tan
necio como regalarle a Raúl al Madrid. El Madrid tiene las Copas de Europa
nuevas... El Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid le han devuelto a una
posición de privilegio extraordinaria.
Este
fragmento es pura ficción en su inicio y luego degenera en un colage
burdamente amalgamado. Jamás dije que “mi última esperanza se fuera con
Cruyff”. En el transcurso de la conversación hablamos de lo que habían
representado Di Stéfano y Cruyff, dos figuras homólogas, para el Madrid y el
Barça, respectivamente. Sostuve que Di Stéfano en el Barça no habría ganado
tantas Copas de Europa y que si la estancia de Cruyff en el club blaugrana no
logró acabar con la hegemonía merengue, es porque el poder es más importante
que el talento.
También
expliqué que, en mi opinión, el Barça, por culpa de alguno de sus dirigentes
más celebrados (en especial, Núñez), que no supieron retener a los
extraordinarios cracks que el club fichó en los 80 y 90, desperdició una
gran oportunidad para invertir la relación de fuerzas en nuestro campeonato, y
que la tacada exitosa de los culés en los 90 había sido contrarrestada por los
recientes triunfos en la Champions del Real.
Cuando
llegamos a la época actual, señalé que los blancos eran muy poderosos y muy
ricos (gracias al Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid) y que el Barça siempre
había sido menos poderoso, pero ahora también era menos rico, una situación
inédita.
Renuncio
de buena gana a enderezar el entuerto estilístico de la gran parrafada que pone
en mi boca, porque no me pagan para enseñar al que no sabe y hoy no estoy para
obras de misericordia.
-¿Y lo de
los árbitros? Porque no se va a ir usted sin que hablemos de eso.
-El
arbitraje nunca favoreció al Atlético. Pero hay que contarlo bien: se trata de
proteger los intereses del Madrid, no de perjudicar al Atlético. Me hacen
gracia esos presidentes de Depor y Valencia que salen de vez en cuando con que
hay campañas en su contra. No es así. Hay campaña para ayudar al Madrid.
-Mande la
derecha, la izquierda o resucite Mao Tse Tung.
-El Real
Madrid es club interclasista muy superior al régimen del momento.
-¡Es usted
un fenómeno!
-Observador.
Contésteme usted ahora, pregunta: ¿qué árbitro se hizo famoso la pasada
temporada?
-¿Pino
Zamorano?
-¡Por
supuesto! Tuvo una infeliz tarde en el Bernabéu y estuvo un mes en los papeles.
Eso no lo aguanta nadie.
¿No es
incongruente que nos pongamos a hablar de los árbitros, como si fuese la
primera vez, cuando ya lo hemos hecho líneas arriba? Tampoco califiqué de
‘superior’ al Real Madrid. Esta es otra
licencia nada poética del individuo (iba a decir ‘indiviudo’) que en mala hora
charló con un servidor. Lo del ‘fenómeno’ y lo del ‘observador’ son cosecha
suya. Me hace aparecer como un chuleta zarzuelero de los que hubiese
pronunciado la palabra ‘observador’ tirando hacia abajo de la piel del pómulo
con el dedo índice.
Otra expresión
que pone gratuitamente en mi boca: “Contésteme usted ahora, pregunta…” , como
si uno fuese por el mundo sobrado.
-Por si un
madridista ha llegado hasta aquí, échele una flor.
-En mi
libro me refiero a las buenas cosas del Madrid. ¿Cómo no voy a hablar bien de
Pirri y Amancio? Fueron mucho mejores que los de la Quinta del Buitre. El
Madrid se organizó muy bien tras hacerse con Di Stéfano, que Bernabéu tuvo una
visión fenomenal al construir el Bernabéu como gran succionador de pasiones, de
encuentros... ¿Florentino? Está muy por encima de los demás presidentes.
Gracias a sus mayores contactos en la política fue capaz de concretar lo que
quería Lorenzo Sanz: especular con el patrimonio del club y sacar dinero a
patadas.
Todo es
aproximadamente falso. Es verdad que dije -y lo sigo creyendo- que Pirri y
Amancio fueron mejores que Butragueño, Michel, etc., pero no que Florentino
esté por muy por encima de los demás presidentes. Entre paréntesis: me
avergonzaría que alguien pensase que manejo el castellano con tanta zafiedad.
¿Qué es un estadio ‘succionador’ de pasiones o de ‘encuentros’? Y “sacar dinero
a patadas” es un idiotismo en el que tampoco incurrí.
Mis
palabras fueron:
-Bernabéu
tuvo dos grandes aciertos: construir el estadio y fichar a Di Stéfano, y
Florentino no ha cometido ni un solo error como hombre público (es un espejo en
el que deberían mirarse muchos otros presidentes), pero no ha salvado al
Madrid, pues, en lo que respecta a la gestión del club, no ha hecho nada
distinto de lo que propugnaba Sanz.
-Florentino
dice que quien ha vuelto a salvar al Madrid ha sido Bernabéu, que compró la
Ciudad Deportiva.
-Al Madrid
lo salva su poder, el gran lobby madridista, el que hace posible que otras
veces hayan ganado Ligas con Macanás y Ángel o jugado una final de Copa de
Europa con los García.
-¿Pecamos
pues si consideramos eso un mérito?
-Lo hay,
pero el lobby, ese conjunto de fuerzas vivas de Madrid y de España, colabora
decisivamente. ¡Si tenemos el Gobierno más madridista de la historia de la
democracia! Hubo un momento en que tuvimos: gobierno madridista, seleccionador
Camacho madridista, presidente de la Comunidad madridista, Consejo Superior de
Deportes madridista, a Samper-Liga Profesional...
Decididamente,
no era el día de mi interlocutor, aunque temo que nunca los haya tenido
mejores. Yo lo hubiese escrito del siguiente modo:
-Al Madrid
lo salva siempre el poder tremendo de su lobby, gracias al cual ha sido
capaz de ganar ligas con equipos mediocres o jugar finales de la Copa de Europa
con futbolistas como Ángel, Chendo, Tendillo, etc. En otras épocas, la
Federación y el Madrid intercambiaban directivos (Borrachero, Agustín
Domínguez, Paunero…). Porta fue un conspicuo madridista, como también el jefe
de sus árbitros, Plaza. Hoy tenemos un Gobierno paladinamente merengue (eso sí,
con un blaugrana cuota: el ministro Piqué). Blancos muy blancos son así
mismo: el seleccionador de hasta hace poco, Camacho, el director general de
Deportes, la prensa, las autoridades locales… El único club que es más que un
club es el Madrid y no el Barça, como pretenden candorosamente los seguidores
culés.
-Hábleme
del régimen de Franco y el Madrid: me excita.
-Fue el
régimen el que se subió al carro del Madrid, no al revés.
-¡Coñe!
Esto es nuevo.
-Hasta Di
Stéfano, ganaban el Barça y el Athletic, y el Atlético no estaba mal. Bernabéu
los adelantó y el régimen se encontró con lo que necesitaba: un equipo de
Madrid ganador, fuerte.
Asistió a
la entrevista mi amigo Bernardo Salazar, que es un erudito del fútbol, y fue él
quien tomó la palabra para referirse a las relaciones entre el régimen
franquista y el Madrid. En mi opinión la entidad blanca y la dictadura hicieron
muy buenas migas después de que aquella emergiese como gran potencia del balompié
internacional. Nunca hubiese empleado el tópico “subirse al carro”, porque es
operación que denota un aprovechamiento exclusivo, sin contrapartida, por parte
del que se sube y el régimen ayudó al Madrid tanto o más que éste al régimen.
-Hoy no
espera un 1-3.
-La
diferencia no está en el campo. El Atlético, como institución, no existe.
-Gil.
-Debe irse
del club. De todos los tontos útiles del Madrid, Gil es el más tonto y el más
útil.
-¿Incluso
más que Gaspart?
-Más. Los
Gil han devenido en unos okupas del Atlético.
-¿Con qué
Atlético sueña usted?
-Con una
SAD, un club presidido por gente normal y no como ahora.
-Eso ya me
lo supongo.
-Es que el Madrid no juega para competir, juega para presumir.
¡Qué inmenso chapucero! Ha dejado para el final algunas de las frases
resultonas que le facilité escritas (como he repetido hasta la saciedad) y las
junta sin ton ni son en una suerte de diálogo de besugos.
Ítem más:
nunca dije que soñara con una SAD -¡el Atlético ya es una SAD!-, ni que el
Madrid jugara para presumir. Dije que el Madrid era un equipo hecho no para
competir sino para presumir. Etc, etc.