Regreso al Futuro
En realidad, casi todas las probabilidades de que el Atleti triunfara
en el Bernabéu se habían ido al garete con las lesiones de “El Caño” y
Maxi Rodríguez. Pero la prensa deportiva -que no es ni una cosa
ni la otra- adjudicó avant match, con su habitual cara dura, el
papel de favoritos a los colchoneros. (Esto lo hacen mitad por
ignorancia, mitad para mejor celebrar después la victoria del hombre
blanco, exagerándola hasta convertirla en una proeza descomunal). Y es
raro que fuesen de víctimas porque una semana antes de dimitir el ser superior,
el Real había recuperado el espíritu de Juanito (aquel matasiete que,
según confesión propia, hubiese sido ultrasur de no haber sido
extremo.)
Pero, como el caprichoso numen del infortunado Juanito hizo pellas en
Mallorca, se trataba de impetrar su ayuda otra vez. (Cosas de los
tarados que infestan los medios de comunicación, aunque es justo
reconocer que, en el duelo de bocazas que antecede a los derbis, los
más cretinos con diferencia son los del Atlético.) No obstante,
barrunto que no harán falta en lo porvenir más misas blancas o negras
porque el alma del héroe -espécimen que nunca falta en el Bernabéu- se reencarnó por fin, y luego de muchos intentos, en esa suerte de tröll fumado que se llama Gravesen.
Así pues, el presunto morbo del match casi se reducía a saber si
un equipo mediocre y con dos bajas importantes (el mejor chutador y el
mejor pasador de que dispone) era capaz de amargar la rutinaria cita
con la victoria de un conjunto senil, en horas bajas y más preocupado
de sus enemigos en la Champions que del sedicente eterno rival. (La víspera, timoratos ideólogos tachaban de inoportuno el castigo de López Caro a los brasileños, pero tengo para mí que el mister del Real decidió reservarlos, habida cuenta de la flojedad hodierna del Atleti.)
Pues sí, hubo derbi, aunque el que hubo fuera de mínimos. Y ganó el
Madrid, no porque fallase otra vez su oponente -la tesis de los
periódicos-, sino porque lo normal es que triunfe el once con más
recursos (plantilla, chequera, poder y propaganda, eso sin contar las
viejas glorias finadas que moran en el Olimpo o el Hades y aún regatean
o empujan). Un dato: cualquiera de las tres grandes adquisiciones del
Real durante este año (Robinho, Sergio Ramos y Batista) costó más que
toda la varia tropa con la que se reforzó o debilitó, según se mire, el
Atleti a principios de la actual campaña. (A orillas del Manzanares, el
único de los nuevos que rinde es “La Fiera”.)
Por cierto, ¿dónde habrá encontrado Toni Muñoz gangas como
Kezman y Petrov? El búlgaro no saca mal los córners, es verdad, pero
tiende al absentismo y los zagueros adversarios le producen alergia. No
sabe regatear y se ha especializado en los centros a lo que salga.
Si militase en un equipo como el Madrid o el Barcelona, brillaría un
día y se eclipsaría ciento, igual que Beckham. Pero el Atleti no puede
permitirse tales derroches y necesita bastante más que un falso duro
para dejar de ser el equipo pelagatos que Gil Marín y compañía sufragan
generosamente con el dinero del prójimo.
¿Y Kezman? Es un pequeño merodeador, sin la clase ni las facultades de
un ariete a la moderna usanza. Lo he dicho más de una vez: los
delanteros no se dividen en egoístas y generosos, sino en buenos y
malos. El serbio es una especie de francotirador sin puntería y su
solipsismo no anuncia al depredador del área, sino al as de parvo
talento y farruca pose. ¡Pero -diréis- si marcó un gol a lo Di
Stéfano! Hay quien piensa que los taconazos son lo sublime del
fútbol. Yo prefiero la pulcritud en el mano a mano con el
guardameta. ¿Cuántas situaciones pintiparadas ha arruinado el ex del
Chelsea desde que viste nuestros colores? Las suficientes como para que
lo pongan en el escaparate no bien finalice el curso.
Sí, el secretario técnico del Atleti ejemplifica dos tristes máximas de
mi puño y letra: “Si amén de pobre eres idiota, te puedes ahorrar la
mala suerte” y “No hay peor gafe que la ineptitud”.
No, no me olvido de Torres. Su fracaso (los diarios merengues no cesan de subrayar la impotencia del
“Niño” para batir a Casillas, al objeto de desmoralizarlo y hundirlo)
es una leyenda urbana, porque el otro día nadie lo buscó, salvo Raúl
Bravo, que le hizo falta en casi todas los balones por arriba, con el
plácet del trío arbitral. El sustituto de Ibagaza, un tal Gabi que
merece el nombre de Fofó, era el encargado de distribuir el correo
entre la trinchera y el frente. Apocado y sin sentido de la
orientación, se extravió en la tierra de nadie. (¡Y pensar en la tinta
vertida a propósito de las cualidades de este jugador gris pero de
lengua muy larga!)
En resumen, Madrid y Atlético juegan dos ligas diferentes. El primero,
en mejor o peor forma, lucha por el título. El segundo, siendo
indulgentes con él, compite por la cuarta plaza con otros clubes de
similar tamaño y condición. Ha de estar muy mal el Madrid y muy bien el
Atleti para que el match parezca equilibrado, pero en el desenlace de los derbis parejos pesan también -y mucho- los otros factores a que antes aludí.
Tras la hazaña, los blancos regresan a sus virginales
aspiraciones de siempre y el Atleti a ese extraño limbo llamado
‘Futuro’, edén cuya propiedad nadie le disputa desde que se convirtió
en el primer ciudadano de Jauja. Se dice de los carnavales que atesoran
el poder de trastornar el mundo, aunque sólo por unos días. Los
atléticos han inventado un carnaval invulnerable al tiempo, en el que
los mendigos son reyes, los reos, verdugos y los gorriones, aves de
presa, pero no únicamente durante unas horas, sino ¡in aeternum!; no en vano (o sí) lo teje la fantasía.
Allí disfrutan del estadio más hermoso, de la más espléndida ciudad
deportiva y de un once colosal que bate a los merengues en casa y a
domicilio. Y si no se atreven a pedir más es porque abrigan un temor:
que sus deseos, hasta los menores, se cumplan. ¡Qué raza tan feliz!