Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Atrapados

Como la mosca del vinagre en su palangana de ácido acético y con análogas expectativas de volver a volar. El Atleti es, en efecto, un lío morrocotudo, una madeja inextricable. El desenredador que la desenrede buen desenredador será. Yo la tiraría a la basura y me compraría otra nueva, o la resolvería de un tajo, como hizo Alejandro de Macedonia con el sofisma de nudos que le pusieron enfrente.

¿Hay algo salvable en el Atleti? Dentro y fuera uno no ve más que incompetencia, chaladura, dejadez, marrullería, sentimentalismo de ocasión…

A las pruebas me remito. Comencemos por Gil Marín y Cerezo, que están pletóricos. Cuanto más se esfuerzan en parecer unos dirigentes cabales y comprometidos con el club, más palmaria resulta su catastrófica gestión y sus nulas dotes públicas. Pero aman las declaraciones y, en días de vino y rosas, como los presentes, incluso regalan ¡consejos al Madrid!

Cerezo, a propósito de los blancos (es un vicio pretender codearse con quien está mil codos por encima), filosofa: "El dinero no hace buenos equipos". Lo dirá por experiencia, ya que está acostumbrado a hacerlos extraordinarios con cuatro perras gordas. ¿O lo dirá para que no lo tachemos de roñoso la próxima vez que le pidan 10 millones por un buen jugador y él mire para otra parte?

Cerezo afirmó una vez que no quería pasar a la Historia como el presidente que había vendido el Calderón -¡no obstante es lo que desea y no lo oculta!-. Pero ya ha pasado como el vicepresidente del descenso y de la permanencia en la Categoría de Plata. No es poco honor.

Su colega de diunvirato, Gil Marín, al rebufo de la buena racha que atraviesa el club, ha emprendido una tournée por los periódicos afines (dícese de los que, en vez de informar, le sirven de altavoz) para sacar pecho, meterse con el Madrid (¡qué desfachatez!) y augurar la felicidad eterna para pasado mañana. Gil Marín se ufana de haber comprado a Petrov, Kezman y Maxi por menos dinero del que invirtió el Real en Sergio Ramos. Ahora bien, ¿es digno de elogio el fichaje de un delantero que no ve puerta? ¿Y es admisible cacarear como una gallina ponedora cuando se va noveno en la tabla?

Según Gil Marín, habrá 30 millones para fichajes, ocurra lo que ocurra de aquí al final del campeonato. Si recordáis, en ejercicios anteriores el montante del gasto cara al año siguiente dependía de la clasificación al final de la campaña en curso. Ahora no. ¿No se estarán puliendo el Calderón a 30 millones por temporada?

Habrá ciudad deportiva, habrá nuevo coliseo, habrá innúmeras secciones… Que todo lo que dice es un bla, bla, bla rutinario -grabado y enlatado para consumo de los que se nutren de ilusión basura- se echa de ver en detalles groseros, groseros para todo aquel que no tenga la vista de un topo. Por ejemplo, dice que, mientras él continúe en el club, no quitará del campo el nombre de Vicente Calderón. Y no miente. Lo que anhela es cargarse el estadio; esto es: que muera el perro para que se termine la rabia. (Meses atrás Gil Marín añadió a los consabidos pretextos para vender el Manzanares uno en verdad sesudo: la gente no acude por culpa de las obras de la M-30. Pues la gente ha vuelto al Calderón, aunque prosigan las dichosas obras. Y ha vuelto porque el equipo gana, pues, por mucho que insistan en que los seguidores del Atleti son la fidelidad en persona, hasta los más incondicionales se cansan de ver malos partidos y derrotas al por mayor.

Y es Gil Marín quien improvisó el eslogan: "Hay que devolver al Atleti al tercer lugar del fútbol español". ¿Y por qué al tercero? Es justamente en esa modestia, que contrasta a lo vivo con el hábito irreprimible de fanfarronear, cultivado por él y su compadre, donde se nota que tan bello propósito no es más que una monserga.

Pero ¿quién contradice a los diunviros (diunvirus, pondría yo y no sería un lapsus calami)?; ¿quién levanta contra ellos el índice acusador? Y siempre encuentran a un rematado imbécil que avala sus averiados proyectos.

Empero, viven sin vivir en sí. ¿Intranquilidad? Claro, aunque no la de los que tienen mala conciencia, sino la de los que temen ser descubiertos in fraganti. De ahí que acusen a los pocos contestatarios que les plantan cara de no querer que el Atleti prospere, cuando lo único que no quieren esos malos atléticos -y a mucha honra- es más prosperidad a lo Gil Marín y Cerezo.

Como diría el siux de las películas del Oeste, tienen dos lenguas y dos corazones (ninguno de los dos mayor que una canica, añado por mi cuenta.)

Dijeron que el Atleti era inviable en Segunda y que no podía bajar sin desaparecer. Bajó y sobrevivió (¡menudo negocio no hicieron aquel año con la venta de jugadores y el ahorro en las fichas!); dijeron que no podía permanecer en el "Infierno" sin que lo consumieran las llamas, y salió incólume. Dijeron que necesitaba volver a Europa urgentemente y no se ha clasificado ni a través de la Intertontos.

Han acostumbrado a los seguidores a que nada de lo que anuncian suceda. Pero la institución está herida de muerte, aunque siga abriendo al público, como el chiringuito medio derrumbado del Tío Penurias. Y si abre es porque, de otro modo, los dineros no circularían según un patrón de flujo riguroso: los ingresos, en contante y sonante (en cash) y los pagos, en letras fiduciarias. (¡Pero si cuando el Centenario dejaron a deber la paella de las mil personas! ¡Pero si la enorme sábana de aquel tifo la costearon unos cuantos hinchas!)

Además de los 30 millones -¡viva el rumbo!-, está la cantera, en la que Gil Marín confía ahora ciegamente (es el género de confianza que les acomoda a ellos y exigen de los demás), la cual cantera, según él, ha dado excelentes resultados en los últimos tiempos. Pues bien, de las increíblemente fecundas categorías párvulas del Atleti han brotado en tres lustros apenas un as internacional (Raúl), un as nacional (Torres) y un buen futbolista de club recriado en Pamplona, Antonio López. Y sanseacabó.

A Raúl lo donó papá, que era un hacha para los asuntos balompédicos y tenía un ojo de halcón para descubrir figuras; eso sí, amaba tanto la cantera que la cerró; la mató porque era suya.

Nos queda Torres -mientras Petón no disponga lo contrario-, que es una flor silvestre, pues nadie ha pulido sus defectos. A lo que voy: Raúl, Torres y Antonio López surgieron por generación espontánea y la cantera del Atleti no es una fábrica de cracks sino un descampado inculto donde de Pascuas a Ramos estalla una flor. (Que pagan poco y mal a los responsables de las secciones inferiores lo prueba el hecho de que el célebre Abraham García, el míster de algún cuadro juvenil del Atleti que salió campeón, se haya ido al Madrid.)

Pero si los dirigentes nos ruborizan con su incapacidad y su demagógica desvergüenza, ¡qué decir de sus aliados en los medios de comunicación! Al parecer no es precipitado juzgar a un equipo por media docena de partidos más o menos felices; pero sí examinar con detenimiento los últimos 18 años de su trayectoria. Por eso algún archiasno, cuya falta de luces es de por sí maligna, se apresura a decretar el fin de los malos tiempos, no bien su señorito escupe futuro por una esquina de la boca con la desenvoltura de un mascador de tabaco. (Al Atlético -¡oh animal de bellota!- le está vedado el futuro; no es que no lo posea por toneladas, como pretendéis tú y los superestafadores que te hipnotizan; es que no le queda un céntimo de tal cosa).

Dicho sea de paso: cuando se lleva casi dos décadas al frente de una institución, no hay ningún derecho a hablar del futuro. ¿Qué pensaríais de alguien que se acercara a vosotros para deciros: "Deposito en el porvenir mi esperanza de un futuro mejor". Pues algo tan pleonásmico y vacío se ha convertido en la jaculatoria preferida por los dos procónsules del Atleti y sus obsecuentes voceros.

¡Ah esos simples de la prensa, meros baffles, meros megáfonos, de los Gil! (Con motivo del último derbi, uno de los más torpes tituló su crónica avant match: "El ocaso de la Galaxia". He aquí un pedazo de atún tan triunfalista como cualquier merengue, pero con una pequeña diferencia: los merengues triunfan y los atléticos no. (Esa actitud de necio entusiasmo me recuerda un eslogan que, en tiempos del primer Gil, se coreaba en el Manzanares: "Se va a acabar la dictadura del Real". Un día Raúl canturreó: "Y va a seguir, la dictadura del Madrid". Y hasta hoy.)

Y luego viene el denominado ‘entorno’. Por ejemplo, los notables, esos seres vip a los que reúnen Gil Marín y Cerezo para que respalden con su asistencia la cháchara futurista… "¿Pero hubo alguna vez 11.000 vírgenes?", se preguntaba Jardiel Poncela. ¿Y cien notables atléticos?

Al entorno pertenecen esos colchoneros hasta la médula (¿espinal?, ¿ósea?) que firman clasificarse para la próxima Copa de la UEFA. Con criaturas tan exigentes, constituye un éxito todo lo que no sea el farolillo rojo.

Al entorno se apuntan también algunos sentimentales para entrecerrar los párpados y evocar la leyenda de ¡Monchín Triana! (Malos tiempos para la lírica, Petón.) ¿Por qué no sopesáis la relación entre los jugadores y la entidad en épocas más recientes?

Haced memoria. ¿Qué futbolistas han dejado alguna huella en el club a lo largo de las casi dos décadas -insisto- que llevan en su interior los Gil y la compaña? Muy pocos: Futre, Baltazar, Manolo, Donato, Caminero, Kiko, Simeone, Molina, Pantic, Juninho, Vieri, Valerón, Hasselbaink y Torres. ¡Poco más de una docena, cuando el club adquirió en tan dilatado periodo más de 200 profesionales! Y aun así habría mucho de qué hablar, porque la mayoría de los que destacaron salieron del club por la puerta de servicio, malhumorados o tristes.

Futre tarifó con la casa y se fue en el mejor momento de su carrera deportiva; Baltazar rindió un año; a Donato lo echaron ¡por viejo! no bien cumplidos los 30 (luego iría a pasar ocho magníficas temporadas en el Coruña); a Caminero y Kiko los devoraron las lesiones (la salida del gaditano estuvo jalonada de cánticos soeces, en especial aquel inaudito y repugnante: "Kiko cojo muérete"); Simeone fue traspasado al Lazio, donde completó tres o cuatro años estupendos. Más tarde retornó, fané y descangallao, para enterrar su nombradía aquí. Pantic y Juninho fueron estrellas fugaces; Valerón pasó sin pena ni gloria; Vieri dejó el club 48 horas antes de que empezase la Liga; Hasselbaink estuvo una temporada -la del descenso-, y después tomó el portante…

Petón refiere que un dirigente blanco le confesó que al Real le convenía que el Atlético estuviera en Segunda. ¡Alma de cántaro! Cualquiera con dos dedos de frente sabe lo que le vendría bien al Madrid y éste desea en lo más profundo de su corazón: que el Atleti desaparezca de una maldita vez, posibilidad nada descabellada y que aún acarician en secreto los medios de comunicación y los que son alguien en esta ciudad. A unos y otros el Atleti les importa la cáscara de un pistacho, pero en esto coinciden con Gil Marín y Cerezo, razón por la cual se llevan todos la mar de bien: el Madrid, el Atleti, las autoridades, la prensa… Y no es de extrañar que la buena sociedad del Foro se volcara en el homenaje al Difunto. ¡Como que gracias al Difunto el Atleti es hoy un perfecto guiñapo y camina con paso firme hacia la tumba!

No, Gil Marín y su cuate no quieren al Atleti; andorrean porque necesitan más tiempo para culminar algún niquiscocio y luego desaparecer. Y todos se lo van -se lo vamos- a dar de mil amores, porque ¿cuánto tardan las moscas en ahogarse en el vinagre? En su escala de dípteros, una hora dura un evo.

(Larga posdata a propósito de un revés.)

El Atleti, exigido por la ocasión, volvió a fallar. Y eso que sus adversarios de hoy no son el Madrid, el Ajax o el Bayern de Munich, sino el Osasuna, el Sevilla, el Villarreal, el Zaragoza… El Sevilla, sin ir más lejos, es un conjunto modesto, vendedor, pero que sabe contender. Con menos dinero que el Atleti forma buenos onces y, si el partido se pone bronco, nadie le gana a triquiñuelas.

La malas pulgas no son el carácter. Petrov es un miedica histérico que se desquicia con facilidad; y Luccin peca de bobo; y Velasco es poca y turbulenta cosa; y Perea no comprende el fútbol y tiende a abusar de su físico: e Ibagaza ha sacado una vena irascible que no le sospechábamos; y Torres gusta de sumarse al follón…

En momentos así es cuando se comprueba si el mister tiene mano y es inteligente. Murcia se descompuso, lideró el pandemonium, regresó a las trifulcas de la Segunda B y, con su tremendismo, convocó a la parte peor del público, a los hooligans del fondo sur, esos gamberros que sólo se excitan reventando los acontecimientos y a los que el club ampara, subvenciona y alienta.

Diga lo que diga Luis Aragonés (mi admirado Luis Aragonés), los partidos se ganan por lo civil, nunca por lo criminal. (Y si se ganasen por lo criminal, la victoria no valdría, en el sentido enfáticamente deportivo del término). El match es una fiesta de la competición, no la guerra del 14.

¿Alguien creyó que bastaba con tocar a rebato, exagerar el anhelo y poner a hervir la grada para doblegar al Sevilla? Pues ese hipotético alguien olvidó que el fútbol es un juego y nada puede sustituir al juego.

El Atleti -todo el Atleti y no sólo los futbolistas- no sabe comparecer en este tipo de encuentros; le vienen grandes. Es un club menor, no le deis más vueltas.

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