Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Alquimista cenizo

Hasta tal punto estará obligado quien escriba sobre el Atleti a indagar en el idioma, para referirse con palabras ligeramente distintas a la monótona reiteración de los mismos fenómenos (decepción, desilusión, petardo, fiasco, fraude, estafa, ceguera, chaladura, necedad, obcecación, estupidez...),  que, al cabo de unas pocas semanas, se hallará en disposición de elaborar un tratado completo de la sinonimia.

 

El comentarista que se ocupa del Atleti corre el riesgo de aburrir porque la realidad que describe es aburrida y porque es muy difícil que un especialista en el tedio no acabe bostezando él y haciendo bostezar a sus lectores. Por fortuna uno puede invocar el ilustre precedente de Voltaire: "Me repetiré hasta que me escuchen". Pues bien, escuchad porque no tengo nada diferente que deciros.

En el terreno de juego, el Atleti de hoy (infiel a su historia y fiel al rumbo que han trazado Giles y Cerezos) defrauda con avaricia porque no tiene grandes jugadores. Y no los tiene porque quienes confeccionan el equipo saben más de chanchullos, marrullerías y dineros opacos que de balompié. De la entidad deportiva que fue in hilo témpore, el club sólo conserva la fachada. Por dentro es un mercadillo de baja estofa; sus administradores no administran: especulan, trapichean. 

 

Pero el público y los periódicos condenan a los futbolistas y absuelven a los mandamases; son como un jurado que indultara al asesino en serie y mandara a la cárcel al pequeño timador. Quiero decir: aquí no hay inocentes, pero los menos culpables son los jugadores y el mister.

 

Ni Kezman ni Petrov (sobre el papel, los grandes refuerzos del presente ejercicio) valen ni por asomo los millones que costaron. Hace un par de meses Gil Marín todavía fardaba de haber adquirido a Petrov, Kezman y Maxi por una cantidad inferior a la que el Madrid había invertido en la compra de Sergio Ramos, pero Ramos pronto será una de las figuras de la Liga (ya lo sería si en vez de ponerlo de central -¡qué ignorancia!- lo hubiesen incorporado a la media), mientras que el Atleti tendrá suerte si logra resarcirse de lo despilfarrado en el búlgaro y el serbio.

 

Esos dos cracks, ni rodeados del aura que sólo despiden las estrellas al uso y fabrican críticos ignaros, han sabido venirse arriba. Pero que conste que hacen lo que pueden; únicamente ocurre que incluso el Calderón actual les viene grande.

En el balompié de hoy, los menos sospechosos de escurrir el bulto son los profesionales porque se juegan mucho en poco tiempo. Es más, en las pobres actuaciones de Kezman y Petrov cualquiera advertirá una circunstancia: el nerviosismo de que ambos son víctimas. Quieren regatear hasta a su sombra y marcar goles antológicos y, como no lo consiguen, los devora la ansiedad. Parecen peores de lo que son, algo que, para desgracia del Atleti, se ha convertido en la marca más acreditativa de la casa.

 

El Atleti de los Giles y Cerezos es un alquimista cenizo, que trasmuta, no ya el oro en hierro y la plata en plomo, sino el cobre en canto rodado. ¿Alguien da menos?

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