Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Maletas vacías

El señor Cerezo dice que está muy satisfecho y orgullecido de que Pablo, Torres y Antonio López vayan a la selección. El señor Cerezo, al mismo tiempo, está fastidiado, decepcionado, enojado y todas esas cosas, por culpa del ridículo que ha hecho el Atleti durante temporada 2005-2006 (omite pronunciarse sobre las anteriores).

El señor Cerezo no cabe en sí de gozo porque la convocatoria de Luis y la de otros seleccionadores, que han incluido en sus combinados a hombres del tercer conjunto de la capital de España (en efecto, se clasificó por detrás del Real y del Getafe), demuestra que el Atleti es ¡uno de los mejores clubes del mundo! (sic).

Pero a continuación, el señor Cerezo cae en un profundo estado de melancolía y confiesa que no quiere futbolistas perdedores, por lo cual anuncia que, cara a la próxima temporada, los va a traer ganadores y aconseja a los que no lo son que renuncien a vestir la zamarra del Atleti. (Una de dos: o sabía que los adquiridos durante todos estos años eran perdedores, ¡pero aún así los compraba!, o ha hallado el método infalible para distinguir los paquetes de los cracks.)

Rosicki ha debido de escuchar la recomendación de Cerezo porque se ha ido al Arsenal, un club que da refugio y asilo a los falsos ases, no como el Atleti, que los repudia. (Rosicki, por obra y gracia de una prensa hecha por zoquetes para zoquetes, llevaba aquí desde enero; era como de la familia, pensábamos que incluso había cobrado alguna mensualidad.)

Rosicki se suma a la lista bastante tonta de pseudo-figuras que Cerezo desdeñó fichar cuando la prensa los daba ya por fichados: Piojo López, Riquelme, Eto’o, Robinho… Ahora bien, notad que estos disloques siempre ocurren cuando el telón de la temporada ha caído (qué curioso, ¿verdad?) y no hay ocasión para organizar un tiberio en el estadio.

Por su parte, al señor Gil Marín no se le pasa el disgusto y sería dichoso si pudiese poner a los jugadores banderillas de fuego. (Habéis sido muy malos y os voy a pegar unos azotes en las posaderas, para que aprendáis.)

Ahora bien, a fin de llevar a término su demagógica vendetta, Gil Marín confiaba en que la UEFA otorgase a los equipos españoles dos plazas en la Intertontos y que el Coruña renunciara a la suya. ¡Cómo, uno de los mejores clubes del mundo mendigando un lugar en tan formidable torneo a otro que, apenas hace dos o tres lustros, era un cuadro ascensor! (No me sorprendería que Gil Marín le hubiese rogado a Aguirre que se opusiera al castigo porque, en cuanto el mexicano aterrizó en Barajas, la primera medida que tomó fue cegar esa fuente de ingresos y renombre que, como nadie ignora, es la Intertontos.)

El señor Cerezo y el señor Gil Marín no temen que podamos pensar que sus cerebros no rigen bien. Todo les da igual, excepto el momio del Atleti, al que pretenden seguir aferrados, clavados, como gatos muertos de miedo a una techumbre de madera. Su extraordinario disgusto es tan de boquilla como su fenomenal satisfacción. Ellos tratan de sintonizar con el forofo para engañarlo y que les deje vivir en paz. Y el forofo lo que quiere es presumir y pegar. Presumir de club histórico con miles de proyectos por delante y tres internacionales en el once de Luis y pegar a los miembros de la plantilla que acaban de hacer otro papelón (y van ciento).

Periodistas y dirigentes, cómplices en la fabricación de superequipos que luego no pasan de la mitad de la tabla, se refugian detrás de los poco avispados seguidores colchoneros y disparan contra los futbolistas: ¡vosotros sois los culpables! Unas veces los acusan de no sentir los colores (¡los muy mercenarios!) y otras de mera ineptitud (¡no valen un pimiento!), y ni siquiera reparan en la incompatibilidad de ambos pareceres.

Aunque no sé si es peor leer sus análisis o tragarse sus notibulos (mezcla desproporcionada de noticia y bulo). Por ejemplo, ¿sabíais que Abramovich y Ferguson pugnan por Torres? Ofrecen 20 kilitos y de regalo a Drogba o a Van Nistelrooy (¿Y por qué no al ludópata de Rooney?)

Y luego están los idiotas de profesión. Sin ir más lejos, el que aún le reza a Jesús Gil, santo patrón y mártir de los indios que siguen empecinados en hacer el indio. ¡Echa de menos su coraje! (¿De qué loquería se habrá fugado tan prodigioso psicólogo?) En realidad el muy asno siente nostalgia del "tal y tal y tal", de la bronca perpetua, de los alardes de chabacanería y mala educación y de las bravatas que inflaban las primeras de los rotativos. (Los mosqueos quedaban entonces más convincentes y resultaba más fácil aturdir a los abonados.)

Ahora no se lleva el aire Borsalino o Capone, sino una cierta bonhomía de angelote tarado, una credulidad rayana en la mera descomposición cerebral. Así, uno de estos ceporros terminales felicita a Cerezo y Gil Marín por haber logrado, en una partida de póker, sacarle a Ruiz Gallardón ¡la propiedad de la Peineta! ¡Menudo pardillo el alcalde!, ¿eh? (Pasado mañana es el "Día del orgullo freaky". Sugiero a los periódicos que aporten a la celebración sus redacciones deportivas al completo.)

Sí, queridos, éstos son los mandamases y comentaristas que los dioses nos han deparado, y me pregunto si no es hora de que los maletas hagan la maleta para irse a la playa a roncar el próximo sueñiproyecto. Con un poco de suerte podría extraviarse el avión y aparecer ellos en Timbuctú. En este caso todos saldríamos ganando. ¿Quién iba a echar de menos unas pocas maletas vacías?

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