Lo he dicho en más de una oportunidad:
el Atleti es el mejor equipo del mundo entre campeonatos. Si fuese un
ejército, ganaría todas las batallas… en tiempo de paz. La valía de los
jugadores destaca sobre todo cuando no hay competición; entonces (ay,
pero sólo entonces) se antoja indiscutible. Más tarde, surgen los
problemas derivados de la necesidad de competir, maldito sea el fútbol.
Vuelven las presentaciones a la
americana, al objeto de que los hinchas corran a renovar sus abonos.
¿No es una temeridad hacer de Agüero un as antes de que empiece el
campeonato? ¿No es peligroso rodearlo prematuramente del aura que emana
del crack? ¿Es que acaso no hemos aprendido nada de
Torres y de su forcejeo casi angustioso para romper el cascarón y
eclosionar como gran figura? ¿No es un contrasentido asegurar que
queremos proteger al "Kun", dada su tierna edad, mientras organizamos
numeritos hollywoodienses en torno suyo. (Y si es así de bueno, ¿quién ha sido el simple que le ha puesto una cláusula de rescisión tan baja?)
Por desgracia, el fichaje de Agüero
(jugador sobre cuya calidad no me pronunciaré porque no lo conozco) no
inauguró una época de contrataciones veloces y discretas. Poco ha
tardado el club en retomar su táctica desiderativa: deseo a éste, deseo
al otro, deseo al de más allá. Raúl García, Silva, el Lucero del Alba…
Mientras, se importuna a preparadores
que han tenido alguna relación con Costinha y Seitaridis para que
encomien su adquisición. Costinha y Seitaridis son cualquier cosa menos
"impresionantes", como dicen que ha comentado el míster del
Zaragoza. El lateral griego destaca por su físico y el medio portugués
por su disciplina y sentido del orden. Son hombres de club, no
estrellas, y ojalá sigan en el estado de forma que exhibieron en la
Eurocopa de 2004, extremo del que me permito dudar.
Creo que con Costinha se pretende el desquite de lo que sucedió con Donato, al que, algún listo colocó en el Coruña porque, con 30 primaveras, los técnicos del Atleti lo consideraban viejo. En Riazor permanecería nueve ejercicios, de largo su mejor etapa como futbolista.
La retórica del gran esfuerzo que
Gil Marín estaría realizando para reforzar el conjunto del Calderón es
otro podrido embuste que denota pequeñez. Nadie va por ahí presumiendo
de haberse gastado 30 kilos de nada en divos del deporte rey.
El Chelsea acaba de pagar casi 50 por un "nueve" y, cuando terminen las
elecciones en el Madrid, lo normal es que el vencedor saque la
billetera e irrumpa en el mercado sin demasiados aspavientos. (Además,
no son 30 millones sino bastantes menos, porque las condiciones de pago
del fichaje del "Kun" distan de ser tan duras como las que el Dortmund
exigía para vender a Rosicki. Por eso, los que contabilizan el montante
del traspaso del "Kun", como si el Atleti lo tuviera que satisfacer
íntegramente ahora, faltan a la verdad, según su costumbre.) Por
último, el dinero del gran esfuerzo a buen seguro que no ha salido de las cuentas corrientes de los esforzados. ¿O sí?
De modo que el culebrón Raúl
García es inaceptable. Gil Marín dice que no tirará "la casa por la
ventana" (o sea, va a contentarse con amagar la compra del mediocentro
del Osasuna). Pues es justo lo que debería hacer: tirar la casa por la
ventana. Si Aguirre ha pedido a García, traigan a García. El Atleti
necesita poner toda la carne en el asador, jugarse el todo por el todo.
(Y si esperan a que los merengues elijan nuevo hombre providencial,
otra suerte de vicario de Bernabéu en la Tierra, les quitarán al
prometedor junior delante de sus narices.)
Claro que si el objetivo es quedar sexto para entrar en Europa,
como el secretario técnico de la entidad, Julián Muñoz, ha proclamado
con negligente desfachatez (en sintonía con las consejas de su patrón),
quizá no haga falta reforzar el centro del campo del Atleti, tanto más
cuanto que, según el tal Muñoz, "cualquier jugador del "B" está
perfectamente capacitado para actuar en el primer equipo" (sic). (La
fanfarronada tiene como finalidad ahorrarle parte del gran esfuerzo prometido al heroico Gil Marín, no vaya a ser que se hernie.)
El objetivo de la institución, señores
míos, debe ser ganar la liga. Y no hay tiempo para resignaciones
disfrazadas de paciencia, ni para veleidades a costa del emputecido
porvenir. El año que viene, el Atleti será, por séptima temporada
consecutiva, un conjunto confinado en el torneo nacional. ¿Por qué no
aprovecha tan indeseable prisión para despegar como un cohete en la
liga? El calendario le favorece (menos encuentros, menos distracciones,
menos necesidad de dividir las fuerzas…). Es bastante sólito, que los
grandes clubes, cuyos jugadores regresarán del Mundial ahítos de
fútbol, y que afrontan una agenda muy cargada, comiencen a competir
titubeantes. El Atleti debe acumular talento y hambre de balón. Si
disponer de un cuadro con posibilidades de triunfo supone gastar 10 ó
12 millones más de lo previsto, háganlo y se los ahorrarán a la campaña
siguiente. Permitan que los colchoneros comparezcan armados, seguros de
sí mismos, intrépidos y con moral de victoria. Jueguen a ganar el
premio gordo y no a fijarse listones tan bajos que los pueda superar un
rengo sin muletas.
Lo demás es ruido y ganas de confundir a
la afición: la vieja retahíla de vetustas y depravadas sandeces, que
configurarían un eterno retorno de la idiotez si no fuera porque la
idiotez quizá nunca se haya ido.