1) Rabiosamente freaky.
Cuando no hay nada de qué informar, llega la troupe de los freakies para
amenizarnos la canícula. Sus cerebros juntos no reúnen neurona o
neurona y media. Alguno de ellos serviría incluso para suplantar a
"Indi" y no le haría falta disfrazarse —oh sí, sabéis a quién me
refiero—.
Han
discurrido una política muy a propósito para enervar al seguidor del
Atleti y desmoralizarlo. Se basa en tres premisas: el traslado a la
Peineta, la venta de Torres (o de cualquier otro futbolista útil y con
caché) y la subida de los abonos. ¿Que no es original? Tal vez, pero no
me negaréis que los flecos son bastante sabrosos. Para cubrir la hipotética baja del "Niño", nos proponen a Saviola, un bigardo
que obligará a corregir la altura de las puertas del Calderón y que,
como todo el mundo sabe, ha triunfado en el Barça y en el Sevilla. (Con
él y Agüero podemos aspirar al título de la delantera de bolsillo más
chula de la Primera división.)
Se ha
dicho también que perseguimos la contratación de un portero mexicano y
de un central. Claro, el meta nos permitiría ocupar la plaza de
extranjero que nos sobra, y el central, deshacernos de Pablo.
(Lo del portero es un síntoma de que las furias vuelven a cernirse
sobre nuestras cabezas. Cada vez que hemos tenido uno decente, Gil
Marín se ha empeñado en comprar otro: Toni Giménez, Aragoneses…)
Ahora
bien, me extraña que el pandemónium imperante no adquiera un matiz más
halagüeño. Nadie sugiere, por ejemplo, cambiar a Torres por Carvalho,
Essien y Drogba, ni insinúa que el Milán propone el trueque de Maxi por
Kaká, o que un tal o cual club desea a Kezman con frenesí, etc., etc.
Eso sería vender
ilusión (la mercancía más averiada del puesto), pero ya no estamos en
esa fase risueña y bobalicona. Ahora toca el escalofrío, la película de
terror. Ya no se nos prometen bienes, por muy inalcanzables que se nos
antojen, sino verosímiles males sin cuento. Los tontos susurran en la
oscuridad: "¡Uuuuuh, todo puede resultar mucho peor de lo que
imagináis, uuuuuuh!". A falta de la cervecita y el aire acondicionado,
combaten el calor con sudores fríos.
2) Quite
Un
profesional del fútbol es del equipo que le paga. El periodista que ha
escrito que Pablo sobra en el Atleti, porque es un desertor que quiere
cambiar de club, se pone la bufanda del forofo. Lo hace para respaldar
a Gil Marín, cuya estrategia consiste en que Pablo se marche por la
puerta de atrás como un transfuga.
El ruido
que Gil Marín hace ahora en las radios y los periódicos es pura
comedia. Él trata de que pase inadvertida su maniobra, pero los
representantes de Pablo han explicado el asunto en términos que no
dejan lugar a la duda. Gil Marín no le pagó a Pablo lo que Pablo pedía
por renovar. Para que estampase su firma, le prometió a cambio que le
permitiría irse si traía 15 milloncitos.
Le sobra
la razón a Camaño cuando se pregunta: si era obligatorio que Pablo se
fuese, ¿qué más da que sea al Real? En efecto, ya es hora de acabar de
una vez por todas con esa pordiosería rastrera consistente en que
cuatro idiotas le ruegan a los dioses que el buen jugador del Atleti se
vaya a donde le plazca, excepto al Madrid. El hecho significativo es
que los buenos jugadores no duran en el Manzanares porque el dueño del
Atleti, esa nulidad con piernas, no vale para retenerlos.
De modo que la presunta deserción
del defensa es una especie de capote con el cual un lamentable
subalterno, infiltrado en un medio de comunicación, ha acudido al
quite, y os apuesto lo que queráis a que Gil Marín saldrá del charco en
el que lo ha introducido su inveterada torpeza sin una mácula en el
traje. La blancura de Pablo, merecedora de que lo echen,
es un subterfugio para poder traspasar al jugador sin que el abonado se
digne a indignarse. A Gil Marín le ha fallado, por el momento, Torres y
Maxi (según dicen) tampoco colabora. Pero Gil Marín necesita que alguno
de los tres futbolistas mencionados salga club, aunque no lo pueda
confesar porque entraría en contradicción con la monserga de que la
base del equipo es intocable. Como siempre, está preso de sus propias
fanfarronadas y miserias.
3) Farolito rojo.
El club
débil apenas dispone de una baza para retener a sus futbolistas
cotizados: una cláusula de rescisión disuasoria. El fuerte le brinda,
además de un mejor salario, un marco tranquilo para que desempeñe su
actividad. El Atlético paga menos, paga mal y destroza los nervios y la
reputación de sus profesionales. Sobre el papel, es un grande; bajo el
papel, un pequeño incorregible. Y Gil Marín es el individuo que menos
derecho tiene a acusar a los representantes de prostituir el fútbol.
Desde que él y su progenitor y maestro comenzaron a manejar los
destinos del Atleti, los representantes pululan alrededor de la
entidad. Los Gil le han colgado un farolito rojo al Calderón; los Gil
han forjado el Atleti de hoy. ¿Y qué es el Atleti de hoy? Un furciclub, por inventar un eufemismo.
Por
cierto, el que Tomás Reñones haya ingresado en la cárcel no es algo
anecdótico y me extraña que ningún analista, comentarista o
editorialista haya parado mientes en la coincidencia. Hombre de confianza y testaferro del caos marbellí, Tomás era el empleado ejemplar sobre el que recaían todos los elogios de la familia de okupas. ¿Y ahora? Carne de presidio.
4) Ultrapanoli
El caso es
presumir, venga o no a cuento, sobre todo cuando no viene. Una de esas
plumas (de avestruz) que se han cosido los párpados con bramante para
no ver ni a tres a caballo de un burro y que tanto daño le hacen al
Atleti ocultando el que otros le infieren o achacando los males de la
institución a la fatalidad, se atreve a sostener que el Mundial ha
relanzado a los jugadores colchoneros (¡sic!). No sabe una palabra de
fútbol, el pobre, y por eso insiste en que la botella está no ya medio
llena sino rebosante, cuando a lo sumo le queda un dedo de turbios e
imbebibles posos.
De los
ocho rojiblancos que viajaron a Alemania: Torres, Maxi, Kezman, Antonio
López, Pernía, Pablo, Leo Franco y Costinha, sólo los dos primeros han
dejado alguna impronta, sin consagrarse. Antonio López o Leo Franco
fueron suplentes, Pernía tuvo una actuación discreta, Kezman hizo el
asno (es su costumbre), Pablo se limitó a cumplir…
5) La indumentaria.
La UEFA
quiere suprimir las rayas en las camisetas de los equipos. Seguramente
obra así instigada por los anunciantes, que son el verdadero poder hoy.
Pues bien, el Atleti ha mandado diseñar unas elásticas que no convencen
ni a los más forofos. (A muchos atléticos, entre los que me incluyo, no
les gusta del Atleti actual ni la indumentaria.) Y es raro que, en
trance de perder el colchón, nadie se haya inspirado en las segundas
equipaciones del club durante los 60 y 70. Hubo dos bastante
conseguidas: una a base de pantalón blanco y camiseta roja, con
delgadas cenefas blancas en el cuello y los bordes de las mangas. La
otra, toda azul salvo las medias. Pero la sobriedad en el atuendo de
entonces se avenía muy bien con la seriedad del conjunto en los campos
que visitaba y su carácter de once difícil de batir. Hoy lo tumba
cualquiera y se disfraza de payaso.
6) Profecía.
Un día
lloverá y un alud de agua y lodo barrerá a los que se entretienen
organizando fritangas borrachuzas en el cauce seco del río. Sus cuerpos
quedarán flotando boca abajo y nadie podrá decir que ha sido un ajuste
de cuentas.