Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Punto y final

Dominaba Francia y él era el mejor hombre sobre el campo. El marcador registraba un empate de los llamados engañosos. En cualquier momento el fortín italiano podía desmoronarse, aunque apenas quedaban unos minutos para perforar la última muralla. Pero entonces sería vital su presencia para chutar el primer o el último penalti de su equipo. Y de pronto Zidane le propinó un cabezazo a Materazzi y abandonó la final y el balompié.

Unos minutos antes había estado a punto de culminar dos gestas: la del combinado francés y la suya propia. ¿Quién antes se había retirado ganando la Copa del Mundo? ¿A quién le había sido dado en el último partido de su carrera izar la copa de las copas después de conseguir los dos goles del triunfo? Pero el cabezazo al balón encontró la manopla del portero transalpino y lo pudimos ver blasfemar contra los dioses del fútbol. ¡Cabrones, me vais a dejar sin trofeo, lo presiento!

Italia ganó porque resistió y a Francia se le soltó uno de los cables de acero en plena ofensiva: Zidane, el veterano, el jefe, la figura del match. Italia que, a partir del segundo periodo, estuvo a merced de la superior capacidad física francesa, ganó la tanda de penaltis como un náufrago la costa de los caníbales, pues aquella playa prometía poco, salvo un aplazamiento de la sentencia. Pero allí, donde otras veces había perdido, esta vez ganó. Sucede a menudo: quien menos ha hecho en el encuentro tira confiado los penaltis porque se siente protegido por la fortuna, que es una hieródula, o sea: mitad diosa, mitad ramera.

La nueva bola de cristal se llama "estadística". Soban los números para extraer de ellos la cifra del porvenir. Es una superstición, pero nos complace acaso porque ignoramos otros modos de exaltar la cantidad a calidad.

El peor penalti lo lanzó Pirlo, pero Barthez ya no estaba en la portería. Los metas no se lucieron precisamente en las penas máximas. Nunca he comprendido por qué los porteros no aguardan (no digo siempre, pero sí a veces) a que el chutador dispare.

A Pirlo lo eligieron tercer mejor jugador del campeonato y el más destacado de la final. Es una prueba de ignorancia. Pirlo, antiguo delantero reciclado hoy en medio-centro, no corta ningún balón y, lo que es peor, los pierde en zonas comprometidas. Nuestro Guardiola tampoco recuperaba mucho cuero, pero su tobillo era una muñeca y rara vez se dejaba interceptar un pase.

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