Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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El Atlético de Shangai

Y mira que Ancelotti hizo todo lo posible para perder el match. Alineó a los suplentes de los suplentes, y estaba tan contrariado después del gol de los suyos que encendió un pitillo para que se le pasase el malhumor. ("¡Hay que joderse, tengo que ir a Belgrado el martes, y estos mantas del Atleti me obligan a luchar por el Teresa Herrera sobre un césped con hongos!")

Otro gol idiota, si hemos de ser francos. El Atleti ha encontrado en Seitaridis a ese artillero en propia puerta que nunca le faltó en las últimas temporadas. (Sotto voce: es un futbolista malo; no tímido, malo.)

Permitidme una pequeña digresión. El año en que al Atleti de Alfonso Cabeza le impidieron ganar la Liga, entrenaba al Barça un Helenio Herrera ya muy mayor. Aún así, durante buena parte del campeonato parecía que los culés eran los únicos que podían atrapar a los colchoneros, hasta que, en el último tramo de la competición, los árbitros izaron a pulso al Madrid, sin fijarse en la Real Sociedad (acaso creyeran que con despojar al Atleti bastaba), y el título voló a San Sebastián. A lo que voy: el Barcelona, en la jornada equis tropezó en San Mamés; al término del encuentro, el Mago echaba humo por las orejas: "¡Cómo podemos sucumbir contra un equipo que tiene un futbolista tan malo que se lesiona solo!" (¿Sarabia? No lo recuerdo con exactitud.)

Seitaridis es malo porque regala goles y se lesiona solo. Y Valera, su sustituto, más que desmelenarse, se despelurcia cuando sube por la banda y pone cara de estupor no bien le hacen una finta. Es bobo. Y Pernía, gris. Petrov no sabe jugar al fútbol. La leyenda de Mista la hilvanaron los bardos merengues (ni Jurados, ni Gutis, por favor; no son mejores que Ibagaza). Y los del medio (Gabi, Fofó, Miliki y familia) bailaron al compás del personal de banquillo rossonero, porque el Milán no tiene jugadores bobos.

Ocho fichajes después, el Atleti sigue tumbado al sol en la playa, pero no como la grácil Pauline de Rohmer, sino como un cachalote agonizante. Dicen que le falta la guinda, y algunos proponen escoltar a los dos delanteros y a los dos exteriores con un mediapunta. (No están en su sano juicio, porque la acumulación de gente en la vanguardia no garantiza un buen ataque, pero sí una mala defensa.) Yo opino que al Atleti le falta el pastel entero y que el presunto chef (Gil Marín) es un cocinillas que ignora lo que se trae entre manos.

Sí, Ancelotti hizo lo que pudo. Comprendió que había cometido un error en el primer tiempo al formar el once con los suplentes y sacó a los titulares ("No metáis la pierna, ¡coño!"). Puso a Kaká, un astro definitivamente frígido, que sólo se desperezaría para engañar a Valera de tacón. Puso a Gatusso, a Gilardino y al abuelo Cafú. Ni por esas consiguió perder con el Atlético de Shangai. Ajo y agua.

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