Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Ni zorra idea

Es ocioso que se dediquen a ver partidos de fútbol. No aprenderán así los asen al carbón en la parrilla de San Lorenzo. Ahora han dado en repetir (extraña coincidencia) que Luccin es un figura. Lo más probable es que hayan sucumbido a la prédica del gran Ruiz, ex - secretario técnico del Atleti y comentarista de una televisión. (Un día habrá que hacer el catálogo de los jugadores que descubrió cuando trabajaba para sus antiguos patronos; apuesto a que no resultará muy arduo enumerar la lista de los servibles).

Ruiz es como la tortura del gota a gota, que acaba por perforar el cráneo y la materia blanda que el cráneo protege (como Michel, otro barrilero). Tiene, como todos los aficionados, sus futbolistas favoritos, pero los suele defender hagan lo que hagan en el campo. Por ejemplo, a Valera (el cual, entre vosotros y yo, está muy verde) o a Luccin, que lleva dos temporadas vagando sin rumbo por los estadios de la liga española. Tácticamente hablando, el francés es muy deficiente y tampoco es un pasador infalible. Carece de equilibrio, se cabrea a menudo, pega patadas sin ton ni son (usa artes marciales y se hace amonestar hasta cuando el oponente le sacude a él). Dicen que chuta una barbaridad, pero con el Atleti habrá marcado tres o cuatro goles, a lo sumo.

¿Y qué podemos decir del murciano? Sus pases (telegrafiados: ¡atentos, que va!) casi nunca encuentran a un amigo y como defensa es blandiblue y se aturde, no sabe interpretar las situaciones… Ruiz lo defiende por su activismo, pero ¿de qué vale multiplicarse si uno falla nueve veces de cada diez? Kosecki (por cierto, ¿alguien recuerda quién lo fichó?) era un as del desmarque y corría como un gamo, pero, obtuso, chupón y con la pierna torcida, estropeaba multitud de combinaciones.

Sí, escuchar a los analistas televisivos es un dolor de muelas. Aparece Torres en la demarcación del siete y salta el listo de turno (Ruiz, sin ir más lejos): "Ese no es su sitio; él es un delantero y claro ahí pierde"). Se descuelga el "Kun" hacia el medio del campo y sentencia el mismo inepto: "Es que esa no es su posición". Pero, si se quedan ambos en punta, les echa la regañina: "¿Por qué no baja uno de los dos a recibir?"

En realidad, Ruiz y sus imitadores no tienen criterio. El lateral domina la pelota y centra; sólo hay un atacante en el área; ellos exclaman: "¡Hace falta otro delantero!" Sale el segundo atacante y se produce un pase en profundidad que es interceptado por la defensa contraria. Ellos rezongan: "¡Hacen falta extremos!" El mister les complace: el siete o el once desbordan y envían el balón al carajo. Ellos dan un respingo: "¡Hace falta un mediapunta!".

Es decir, proceden por contagio situacional. Si se les hiciera caso, los equipos alinearían a dos delanteros, dos extremos puros, dos laterales ofensivos y al famoso mediapunta. ¿Qué selección o club practica un sistema tan temerario? Nadie en el ancho mundo porque los equipos adelgazarían por detrás sin robustecerse por delante.

A ver si el que le lleva los cafés al cámara o la señora de la limpieza le explican al tal Ruiz que en el fútbol moderno no hay posiciones o, al menos, éstas no se ocupan como las trincheras. Hay funciones y se transita por todos los lugares del campo. El juego es dinámico, no estático. A ver si alguien le dice que los extremos de toda la vida están de más, porque los delanteros y los interiores han absorbido su tarea, y que un delantero de hoy tiene que fabricar jugadas y golear. Por eso no valen ni Kezman ni Mista. Ambos le gustan a Ruiz, aunque reconoce que el serbio fuera del área ni la huele y dentro no es frío (¡sic!). Y para poner juntos a Mista (el archimediapunta), Torres y Agüero, es menester un sistema 4-3-3, en el que a los interiores se les prohíba profundizar demasiado para que la defensa no quede desamparada (de ahí que algún entrenador, cuando adopta dicho dibujo, sacrifique al ocho y al diez para jugar con dos o tres pivotes).

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