Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Debacle

El ciclista Fuente (estupendo escalador), la víspera de correr aquel Tour que a la postre ganaría Ocaña (en pugna con el propio Fuente y el francés Thévenet), declaró que, si subiendo el Galibier veía a su rueda a Poulidor (el gran "Poupou" tenía ya 40 años), se bajaba de la bici. Cuando se produce un resultado como el de la selección de fútbol esta semana, es obligatorio bajarse de la bici. Hay que dimitir por respeto a uno mismo y a las cosas, para poner un límite al desbarajuste, para no confraternizar con la dejadez, por pundonor, por dignidad…

Una cosa es perder y otra refocilarse en la incompetencia. Lo peor del batacazo en Irlanda es que todo el mundo consiguió jugar mal y los que hicieron algo útil en el campo cometieron errores pueriles, como si tuvieran la mente en otra cosa. Hasta puntales como Pujol y Casillas semejaban borrachos en un bailongo.

¿Por qué Luis cambió de procedimiento después de la Copa del Mundo? Antes de Alemania, su estrategia había consistido en reunir un nutrido grupo de jugadores, a fin de estimular la competencia y repartir el trabajo. No parecía dispuesto a casarse con nadie y las ganas de luchar y la ambición eran un atributo imprescindible para ser de la partida. Pero resulta que del revés teutón salió con un plantel definido, cerrado; éstos eran los suyos. Pues bien, los suyos desertaron en masa el miércoles.

Como los periodistas deportivos son los meros representantes del forofo en los medios de comunicación, se han puesto a escenificar el berrinche y a proferir insensateces: "¡Qué asco de figuritas!"; "Yo pondría a los sub-21". La noche de la derrota un locutor exigió, más rutinario que histérico, "revolucionar" el combinado, pero el propio Luis le recordó que "para revolución la de Zapata". En efecto, casi todo el mundo concuerda en que llevó a Belfast a los mejores jugadores de que disponemos (por ende, en la flor de la edad). Pues quizá se equivocase: tenía que haber elegido a los más rodados, porque en el fútbol actual el mejor es el que está en mejor forma, no el que se limita a exhibir palmarés. Si, por ejemplo, Navas o Cani destacan ahora mismo por su velocidad y su hambre de balón, ¿por qué no contar con ellos? Y, a la inversa, ¿qué hacía en la convocatoria Reyes, una oreja a un teléfono móvil pegada?

¿Qué clase de pretemporada han hecho los jugadores del Madrid, del Barcelona y del Atleti? ¿Son las giras (pródigas en viajes y rácanas en entrenamientos) una manera eficaz de poner a punto a los futbolistas? Y si los clubes se empeñan en hacer el tonto, ¿ha de solidarizarse con ellos el seleccionador? "Es que Luis tenía que enviar un mensaje de confianza a los hombres que habían pinchado en la Copa del Mundo", arguyen los ingenuos. Se da demasiada importancia a esas ridiculeces, con una consecuencia previsible: la infantilización de los ases del balompié, otro de los motivos por los cuales no carburan. A devolverlos a la edad del chupete coopera la pseudocrítica, mostrándoles la zanahoria o blandiendo contra ellos el palo. Los analistas se mueven entre la idolatría y la iconoclastia. Un día toca la alabanza excesiva y al siguiente el vituperio exagerado. Penúltima enormidad: "El baloncesto traumatiza al fútbol". En los últimos años, el deporte de la canasta apenas había conseguido captar la atención de los mass media. ¿De dónde provenía la frialdad? De las desgracias de los grandes: Madrid y Barça (cuando los megaclubes no triunfan, la competición es peor y no merece el interés de los aficionados) y también de un hecho irrebatible: el principal referente del basket es hoy la NBA. A la sombra de esa relativa indiferencia ha crecido la virtud de los Calderón, Garbajosa, Sergio Rodríguez, Jiménez…

El fútbol de aquí es una grillera: está podrido de mentiras; lo cuentan chalados y lo presencian tuertos de ambos ojos. Por eso es vital que el seleccionador (al menos él) tenga la cabeza muy fría y no se confíe. Dicen los entendidos que Aragonés no ha superado aún la decepción del Mundial. Pues que enjugue sus lágrimas y vuelva en sí. No le pagan para meter la cabeza entre las manos. Que los melancólicos son esos tipos que pasean gratis junto al estadio del Atleti.

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