Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Atraco a las diez

Lo he dicho en alguna ocasión: mil veces peor que perder es ganar con trampa. Por ende, usar la mano (cuando no eres el portero) es lo más contrario al espíritu del fútbol que podamos concebir. Por consiguiente, resulta capcioso el intento de remitir la acción de Agüero al estatuto mitad cursi mitad mitológico de la "mano de Dios". La mano de Dios fue una trampa de Maradona que un avispado (quizá él mismo o algún locutor) sacralizó para de algún modo rebajar su carácter de fechoría y disimular la vergüenza bajo un exceso verbal. No fue un milagro; fue una pequeña golfada.

Previsiblemente, ha sido el imbécil Gatti el primero en apuntarse al parangón. Hay cineastas que plagian a un colega y le llaman al asunto "homenaje". Según el imbécil Gatti, Agüero homenajeó a Maradona. Para colmo, asegura que el "Kun" lo había premeditado; de ahí que se pusiese unos guantes azules (sic). (Sugiero al imbécil Gatti que done su cadáver a la medicina; hay mucha curiosidad por saber la materia de que se compone su cerebro.)

Lo cierto y verdad es que, ateniéndonos a los códigos del deporte, marcar un gol con la mano es más vituperable en el caso de Maradona, porque el Pelusa era el jugador más hábil de su generación. (Él merecía menos indulgencia que los demás.) Por desgracia, se diría que, cuanto más importante es un personaje, más se nos invita a hacer la vista gorda con respecto a su quehacer. (El éxito deber ser de la naturaleza del delito porque, no bien se produce, exuda atenuantes, eximentes…)

El imbécil Gatti, no contento con homologar la trastada del "Kun" hace votos para que se multipliquen los goles como ese, síntoma a su juicio (a su nulo juicio) de la viveza de los futbolistas. Confunde al vivo con el bribonzuelo. Si prosperase el criterio del imbécil Gatti, volverían a ponerse de moda las triquiñuelas de los forajidos del Estudiantes de la Plata (los pincharratas), cuyos zagueros alternaban el insulto, la amenaza y el alfiler para intimidar a sus contrarios.

Si los críticos lo fuesen de verdad, la picaresca malviviría en los estadios porque los comités de competición obrarían de oficio, y todo el mundo se esforzaría en preservar el fair play. Agüero no es digno de una cerrada ovación sino de un castigo ejemplar y, en todo caso, de la censura de los comentaristas.

‘Pillo’ y ‘pícaro’ son vocablos que evocan a golfillos haciendo trastadas para comer caliente esa noche. Pero Agüero ya no está en el potrero o en la favela, sino en un club de fútbol de la primera división de la liga española. Cobra un salario enorme y se debe a un público que no desea ser estafado y, sobre todo, a sus compañeros y a sus rivales, esos otros compañeros.

(Posdata). El archicretino que fatiga las páginas del mismo periódico que el imbécil Gatti escribe (por decir algo): "Que el Calderón se comience a parecer al Bernabéu en el tratamiento arbitral es una señal más que positiva". La falta de luces a menudo degenera en pura malignidad. Raro es el tonto buena gente.

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