Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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¡A por ellos!

Me atrevería a recomendar un par de cosas a los inversores que lidera el señor Camuñas y cuya intención es comprar el Atleti: hagan pública su oferta (para que Gil Marín y Cerezo no osen negarla) y, cuando los otros la rechacen, quédense entre la afición en un lugar bien visible; no regresen al anonimato; no se vayan por donde vinieron; eríjanse en un punto de referencia para los detractores de Gil Marín y Cerezo. No imiten a Alfonso Camba, quien, después de lanzar Iniciativa Atlética, para que lo arropase en su propósito de adquirir el club, la disolvió ante la negativa a vender de los okupas. Obró así porque a su juicio el asunto crucial era la titularidad de las acciones. Él creía que, puesto que el Atleti es una sociedad anónima, todo cuanto no se ajustase a una eventual transacción mercantil sobraba; reducía así la entidad a un bien tangible como otro cualquiera, con sus dos dimensiones privadas: el valor de uso y valor de cambio. En tiempos normales, Camba habría tenido razón, al menos en parte, ya que se hubiese tratado casi de un negocio como otro cualquiera (es lo que ha sucedido con las compraventas del Manchester o del Liverpool, actos estrictamente privados, aunque de cierta repercusión social). Pero los tiempos que corren en el Atleti son asaz anormales y difíciles: el club bordea el abismo; está en las últimas; de ahí el error estratégico de Camba.

El Atleti, dado el momento tan delicado por el que atraviesa, concierne más que nunca a la totalidad de sus seguidores, a la afición colchonera en su conjunto, y quienes aspiren a reemplazar a Gil Marín y Cerezo deberán convencer a los abonados y simpatizantes de que su entrada en el club es tan necesaria como funesta la continuidad de aquellos. Camuñas y los suyos nunca constituirán una alternativa sin el visto bueno de la opinión pública, pero jamás lograrán que les cedan las acciones si no se constituyen previamente en alternativa a los actuales propietarios.

Ahora bien, si fuesen capaces de explicar ante todos lo que piensan del Atleti de hoy, exponiendo su plan para rescatarlo del caos y la ruina, se ganarían el corazón de la masa social y sus posibilidades de éxito aumentarían, pues, por mucho que los okupas se aferren a la entidad, nadie puede administrar un club de fútbol con los aficionados de uñas. Hasta ahora la gente no se ha sublevado, pero quizá esa mansedumbre se deba, entre otros motivos, a que, al mirar alrededor, no ha visto a nadie lo suficientemente conspicuo como para depositar en él la confianza que no merecen los okupas. Gil Marín y Cerezo temen (no pueden no temer) que tarde o temprano surja alguien con fondos, ideas y ambición, una figura que aglutine el descontento rojiblanco y lo use como un ariete contra ellos. Prueba directa de que mi afirmación no es un dislate es el trabajo que se toman los dos compinches para acallar -o sofocar antes de que estallen- las tibias protestas, cuando la realidad del nuevo fracaso perfora la mentirosa propaganda que envuelve al club, para no hablar del nerviosismo que se apodera de ambos cuando perciben la más leve pancarta hostil en el Calderón. Saben que, el día en que el público se harte de sus argucias y les haga frente, sus horas como saqueadores del Atlético de Madrid estarán contadas. Ya veréis como entonces se avienen a firmar los documentos requeridos en la soledad de un despacho.

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