Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Knock Out

Sobre el papel había partido, no en vano se enfrentaban un Barcelona con varias bajas y alguna figura lejos de su plenitud y el mejor Atleti que podáis aspirar a ver. Pues bien, el primero despachó al segundo casi con displicencia. Salió el equipo de Aguirre en plan estiloso, pero también lento y sin profundidad, y durante 20 minutos pareció a la altura de su afamado oponente. Luego vino la cantata en do mayor de Abbiati, que puso punto y final al encuentro (¡y eso que aún quedaban 70 minutos!) Desde hace dos Giles (propongo esta forma de medir la ciénaga de tiempo muerto en que chapotea el Atleti), la fe del equipo rojiblanco no mueve ni una vaina de altramuz, y la menor adversidad lo pone fuera de combate.

Al cuadro de Rikjaard le bastaron su trabajo en la zaga, la viveza de sus diminutos medios y una fulgurante intervención de Messi para noquear a un contrario premioso, sin vigor y convicto de su absoluta inferioridad. (Y eso que Henry está fondón y el Ronaldinho de ahora no regatea ni a una silla. Un Barça pletórico hubiera aplastado al Atleti sin despeinarse.)

¿Qué es un crack? El que destaca en este tipo de encuentros, no el que se pavonea ante el Erciyesspor. En el Atleti nadie fue nadie, pero Aguirre identificó en la masa informe de su conjunto dos garbanzos negros: Reyes y el "Kun", y los envió a la ducha mediado el segundo periodo (incomprensible rigor que absolvía, por ejemplo, la vagancia de Forlán y la insoportable liviandad de Simao).

La contumaz propaganda de los okupas fantasea un Atleti incrustado entre los grandes. En tardes como la de hoy, el spot se cae de la valla; los operarios de los okupas no tardan en colocarlo de nuevo, pero es inútil. Evocad esos carteles electorales que, meses o años después de la votación, aún perduran, en los que el candidato derrotado de una formación desconocida nos sonríe muy seguro de sí. Los maliciosos niños le han puesto un ojo a la funerala y careado un diente con tinta de bolígrafo, y él sigue impertérrito mirándonos desde la eternidad de su jactancia fofa. ¡Pobre iluso!

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