O cuarto o nada
El extraño síndrome que sufre Gil Marín, el cual le impide presenciar en directo los partidos de fútbol que disputa el Atleti, remite asombrosamente no bien el equipo parece capaz de algo. Entonces, ¡oh milagro!, el heredero y líder de la okupación se olvida de las pastillas y de su porsche. Incluso concede declaraciones y se deja ver en las gradas. Como es un gafe (¿hubo alguna vez granujas e incompetentes que no resultaran aciagos?), en cuanto vuelve a asomar la jeta, el equipo se hunde. Es un auténtico "Capitán derrota".
El Villarreal nos vendió a Forlán y prescindió de Riquelme, y la gente del fútbol pronosticó: se toma un año sabático. Nada de eso; los cambios le han sentado de perlas, y ayer se subió al AVE de la liga y nos dejó clavados en el andén y con la cara algo triste de los que nunca viajan. Todos pudimos oír la cariñosa despedida: "Ha sido un placer jugar con vosotros, pero nos tenemos que ir; ambicionamos darle un disgusto al Madrid o al Barcelona".
Apoyado en un buen Senna (más convincente en su equipo que en la selección), en un inteligente Pires, en dos centrales comme il faut y en dos delanteros dinámicos y goleadores, el Villarreal mostró, además, una condición física envidiable. Es un conjunto que recuerda al Arsenal: muy armónico, muy trabajado, que maniobra con fluidez y naturalidad.
Ahora vendrá la pavisosería resignada de que el "Atleti es así", o la monserga del mal de altura, que prodigan los críticos sin imaginación, olvidando que el Atleti va cuarto y que mal puede sentir vértigo el que se encarama a una banqueta. El cuadro del Manzanares, que había descubierto en Sevilla las ventajas de comenzar la presión en el terreno del oponente, que había asignado a Forlán el papel de chico para todo y que parecía haber restañado la sangría de los goles absurdos en la meta que ahora defiende Abbiati, retrocedió a la trinchera abandonada hace un mes, se condujo con torpeza y sin energía y perdió por knock out. Forlán y Agüero desaparecieron en la espesura de la defensa rival y, como el medio del campo es incapaz de fabricar una jugada, después del gran pase de Perea a Cazorla, el once de Aguirre capituló.
El Atleti es como esos alpinistas que resbalan por la ladera de una montaña. El instinto les lleva a aferrarse a un matojo o a un pequeño saliente (la victoria en Sevilla), pero la rama del arbusto termina por romperse o el saliente, que era de tierra, se desmorona bajo el peso del montañero, y la caída continúa. César Borgia mandó grabar en su escudo de armas un lema; "O César o nada". El "Capitán derrota", que tantas veces ha querido ser tercero, ahora podría escribir en el capó de su automóvil: "O cuarto o nada". No lo hará por si acaso.