Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Imitadores

El aficionado dio un respingo, se levantó como si tuviera muelles en las piernas, pagó su chispazo y se fue dándole fuertes caladas a un puro, mientras mascullaba reniegos y blasfemias. A esa hora el bar era ya de los merengues, que silenciosamente lo habían tomado para ver al Madrid trotar hacia el título. En las mesas se desató un pequeño debate: ¿merecía el Valladolid perder un match que había dominado durante una hora, como poco? Seguramente no, pero también era lógico que el empate al final, justo después de haber marrado Forlán una buena ocasión para remachar el triunfo de su equipo, y cuando cada contragolpe de los de Aguirre parecía medio gol, exasperara al hombre del café, la copa y el puro.

Se diría que, envidiosos del áureo infortunio del Getafe, varios equipos de la Liga se habían propuesto este fin de semana imitar las cuitas azulonas. Entre ellos el Atleti, que obtuvo en la tómbola la papeleta en la que ponía: "Encajarás el gol del empate en el descuento, y lo harás a tu manera: el gol será ilegal"; pero también había comprado la otra suerte adversa, de moda desde el jueves: "Expulsarán pronto a uno de tus hombres". Dócil médium del destino, el árbitro perdonó la segunda tarjeta al Camacho del Atleti y concedió el tanto del Valladolid en off side.

"De donde no hay nada se puede sacar", decían los abuelos de la posguerra, y el conjunto que entrena el "Vasco" es lo que es: un cuadro corriente, sin mucha clase física o técnica, que está para jugar la UEFA, aunque pudiera quedar cuarto y también séptimo. Aguirre repite todos los días el mismo once; de entrada alinea a Camacho (para que se faje, junto a Raúl García) y en la segunda mitad, a Cléber, cuando el rival empieza a abrir la boca. Antonio López, sin convencer del todo, es un parche olvidado sobre la herida que abrieron Seitaridis y Valera; Maxi y Simao actúan en sus demarcaciones, y, cuando ingresa en el campo Reyes, lo hace con órdenes de evolucionar por el ala para el que la naturaleza lo dotó. Sin embargo, no entendí la sustitución de Agüero por Luís García. Quizá estuviese griposo, pero no gripado. ¡Si incluso había colaborado en el gol de Maxi, arrastrando a su marcador, anticipándose a él y dándole a Forlán dos obsequios en uno: una devolución de esférico maravillosa y una cañada real por la que infiltrarse hacia el área de Asenjo! Ningún equipo se reduce a fulano y diez más, pero el Atleti sin Agüero parece desamparado y a merced de cualquiera, aunque el cualquiera tenga el nivel del Bolton. (En el primer tiempo el "Kun" apenas pudo hacer nada, pero aún así consiguió domesticar, rodeado de oponentes, varios balones cúbicos –las célebres sandías de Dirceu– que no eran de nadie y de él mucho menos, presentes envenenados de los defensas de su equipo.)

Pues bien, Luís García estrelló contra la estación espacial un centro de Reyes (gran internada la suya). Eran los tres puntos, pero Luís García se dejó el cuerpo atrás en el instante del chut, como si un invisible enemigo le hubiese agarrado del pescuezo. Luego vendría la oportunidad de Forlán, ya reseñada, y en el contragolpe, el gol de Valladolid.

Los de Pucela son pegajosos, veloces, trabajan como los aprendices de la fragua de Vulcano o como los gregarios de Armstrong en el Tour. Alrededor de los eternos García Calvo y Víctor, pululan Sisi, Llorente, Sesma… Tienen su central expeditivo, su portero decente. Nada del otro mundo, pero el Atleti es un colega o una madre de alquiler.

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