Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Granizado de limón

Antes de que nos arrollen los JJOO, la nueva Liga o la Champions, estas notas sobre acontecimientos de un ayer tan remoto como el país del olvido.

1.-(Amnesia y torpeza.)

Algunos comentaristas (y el propio segundo de Luis en la selección, Ufarte) han rendido tributo a Cruyff y al Barça por el juego del combinado español en el último europeo. Al parecer, el holandés habría sido el padre indirecto del buen fútbol de España, al haber fomentado un tipo de jugador hoy muy común en nuestra medular: Xavi, Iniesta, Silva, Cesc,… Es natural que nadie haya reparado en el desempeño del Atleti de principios de los 70 (en el que Luis y Ufarte militaron), que se midió de tú a tú con el Ajax y el Bayern Munich, el mejor Ajax y el mejor Bayern Munich de que se tenga noticia. Aquel equipo jugaba a un toque (en triángulos) sobre la base de una defensa excelente. Y podía aceptar cualquier tipo de match (incluso la guerra, si el rival pretendía intimidarlo).

Y digo que es natural la amnesia porque el Atleti de hoy no ha coadyuvado ni una pizca a la hazaña, otro signo de los tiempos que nos ha tocado vivir. Sin embargo, algunos aficionados rojiblancos se consuelan (el consuelo es un veneno dulce) pensando que Torres, Luis y Ufarte son del Atleti. Digamos que la filiación de éstos profesionales es meramente sentimental, no operativa, pues en nada aprovecha al club su talento. Peor aún, a la pregunta de ¿por qué no están aquí?, sólo se puede responder de una manera, quizá de dos, ambas dolorosas: porque valen y porque son del Atleti.

No obstante, Gil Marín y Cerezo, cortos y perezosos, han ideado un modo barato (su especialidad) de subirse a la carroza de los vencedores, en la que no habían reservado asiento, y les han otorgado a los tres la insignia de oro y brillantes del club que okupan, igual que a los fenomenales deportistas Halle Berry y Harrison Ford (éste creo que se la dejó muerta de risa en un cenicero).

La selección de Luis, que le debe menos a la suerte que las últimas campeonas (Italia y Grecia, sin ir más lejos), dará paso a la selección de Del Bosque, entrenador, hasta ahora al menos, de un solo equipo: el Real Madrid.. Comprendo que da un poco de rabia que los señoritos hereden la tierra (pero siempre fue así), y que la llegada de Del Bosque, precedida por la del palurdo e irascible Hierro, haya irritado a más de un antimadridista. Sin embargo, Del Bosque no tiene la culpa, y los que lo han insultado y desean que fracase calcan el comportamiento de los que hicieron la vida imposible a Luis, con una diferencia (siempre hubo clases): a éstos se les oyó más y a aquellos se les oirá menos, bastante menos. Mejor para Del Bosque y para la Selección, y me sumo a quienes alegraría que España se trajera la Copa Mundial.

2.-(Juegan dos; mira el resto.)

Se ha dicho que la pasada Liga terminó con el triunfo del mejor conjunto, que se habría impuesto a sus rivales con extraordinaria facilidad; y lo cierto es que la corta memoria de la gente ha convalidado como minucias irrelevantes algunas de las circunstancias y vicisitudes del campeonato, pese a que las cosas no transcurrieron con tanta placidez como afirma la propaganda. Por ejemplo, hubo momentos en que el Madrid fue bastante zaherido por sus adoradores e incondicionales, que la tomaron con Schuster, y también hubo una ardorosa polémica arbitral, bien que circunscrita al género: ¿ayudan más los colegiados al Madrid o al Barça? Los ideólogos del Madrid, que suelen dictaminar que los árbitros son muy malos para de ese modo ocultar que son parciales, perdieron la compostura en más de una ocasión. Empero quien captó perfectamente el cinismo que envuelve y protege al club para el que trabaja fue Schuster, quien después del Sevilla-Real Madrid en el Sánchez Pizjuán compareció en la rueda de prensa para quejarse del árbitro, ¡que le había perdonado un penalti a su equipo! Schuster, ante el estupor de los presentes, insinuó, cuando lo interpelaron por las causas de la derrota, que el árbitro ¡era catalán! Pero hay que entender a este andaluz de Baviera. Se trata de quejarse, no cuando nos causan un perjuicio, sino cuando recibimos un beneficio, donde resuena el infantil "¡quiero más!", pero así mismo un disimulo y una amenaza; un disimulo porque, quejándose, desvía uno la atención del regalo, y una amenaza porque ¡ay del que ose interrumpir el avituallamiento! La táctica de Schuster se antojó burda (le acusaron de negar la realidad, pero él está perfectamente entrenado para tal menester), aunque los periódicos no le fueron a la zaga. Otro día apareció este artículo en un periódico: "Ya no chinchan al Madrid [los árbitros], porque Calderón le pasa la mano por el lomo a Villar y éste es capaz hasta de ponerse la camiseta blanca. Pero esto no es sólo Madrid-Barça. Hay más clubes que asisten atónitos o indignados a este vicio tan característico del villarato, que consiste en que equivocarse a favor del Barça no importa". (¡Sic!) ¡Qué breviario de la desfachatez! ¡Antes los árbitros chinchaban al Madrid! (¿A qué época se referirá este buen hombre?) ¡Y ahora se limitan a no chincharlo, que tampoco le dan nada! No obstante, lo lindo viene a continuación: ¡oh prodigio, hay más clubes! El ideólogo merengue extiende una fe de vida a los otros participantes (meros comparsas, no nos engañemos), pero lo hace de modo provisional, para esconderse detrás de ellos un ratito, y desde ese parapeto disparar contra el Barcelona y el presidente de la FEF (lo que menos le apetecería a él es una competición abierta de la que surgiesen otros candidatos a la victoria). Estos clubes espectrales, distintos del Madrid y del Barça, son convocados como testigos mudos en el proceso abierto contra el vicioso villarato, para que manifiesten sin palabras y sin gestos (que el fiscal lo pone el Madrid), su indignación no con la parcialidad de los jueces, sino con el hecho de que las tropelías irrogadas en provecho del Barça no maculen su imagen, al revés de lo que ocurre con las que impulsan a su rival merengue. (En el fondo, Relaño se conformaría con que los triunfos no limpios del Barça fuesen coreados por un "¡Así, así, el Barça gana así!", pero como tal cosa está fuera del alcance de Villar, ¿qué pide o pretende Relaño? Dar rienda suelta a su disgusto. Los ideólogos del Madrid nunca han digerido la pérdida del monopolio (antes el derecho de pernada era suyo en exclusiva), pérdida coetánea de la presidencia de Villar. Por eso y no por ningún otro motivo es el villarato vicioso. Porta y Roca se volcaban con un club. Villar, más versátil o más rengo, usa dos muletas. (El mismo ideólogo barbudo, que ejerció de locutor en la TV durante la Eurocopa, se atrevió a decir el día de la final, acosado por sus aprensiones como Macbeth por los fantasmas de Duncan y Banquo: "Es que Alemania tiene enchufe…" ¡Temía al referee el muy caradura!). Menos mal que Eto’o, lúcido por una vez, tuvo el coraje de cancelar la falsa polémica con las siguientes palabras: "Barcelona y Madrid son los que menos derecho tienen a quejarse de los árbitros".

El triunfo del Madrid fue justo sólo si reducimos la disputa a dos contendientes: el cuadro del Bernabéu y el del Nou Camp. Pero si hubiésemos inflado al Villarreal con los puntos sustraídos por el mejor equipo de la HISTOOORIA a conjuntos como el Mallorca, el Almería, el Español, el Murcia, etc. (hubo una semana en que de domingo a miércoles, le regalaron dos penaltis, los cuales transformó en goles el crack que después no fue a la Eurocopa), nadie dude de que el Villarreal hubiese rentabilizado el generoso obsequio. Pero para participar en cualquier rifa (amañada o no) hay que existir previamente, claro.

3.-(Diálogo de dos aficionados.)

—¿Qué habrá hecho Soler para que los valencianistas se suban por las paredes?

—Los valencianistas, la Diputación Provincial, el Cabildo Catedralicio, patronos y obreros, las contratas de la limpieza e incluso, pásmate, los periódicos, las radios y las televisiones.

—Hombre, el equipo, esa es la verdad, hizo una temporada desastrosa.

—Pues ganó la Copa y quedó a 13 puntos del Atlético de Madrid, gran animador del campeonato, que consiguió la cuarta plaza y cuyos seguidores, que no cabían en sí de gozo, corrieron a chapuzarse en Neptuno. El año pasado, con Soler al frente, el Valencia se clasificó para jugar la Champions, ambiciosa meta que perseguía (que aún persigue) desde la anterior glaciación ese equipo a rayas del Foro. Otro dato: mientras el conjunto ché ganaba un par de Ligas, la Copa, la UEFA y llegaba dos veces a la final de la Copa de Europa, su homólogo del colchón desaparecía del mapamundi.

—Se comenta que a Soler el fútbol le trae sin cuidado y que compró las acciones engolosinado por la inminente recalificación del solar de Paterna.

—Cosa, a lo que parece, jamás vista ni oída, si no fuera porque hubo un tal Gil que llegó a jactarse de haber comprado un estadio por 400 millones de pesetas (los que pagó por Futre, maniobra que le permitiría in extremis acceder a la presidencia de un club de fútbol). Eso sí: el Valencia tiene campo propio, patrimonio del que no puede ufanarse el Atlético de Madrid.

—Dicen que Soler llegó a demandar a no sé quién con el dinero del club. No me negarás que es una golfada.

—Sí, pero escasamente original. Conozco una entidad que ha tenido la avilantez de utilizar no sólo fondos del club sino a sus jugadores para interponer querellas espurias (hueras de todo fundamento) contra un grupo opositor.

—Soler, por lo visto, ha ordenado a los empleados de la entidad que quiten (¡agárrate!) las pancartas contrarias a su gestión.

—Intolerable abuso contra la libertad de expresión que se viene cometiendo en el Manzanares desde el año 94, si no recuerdo mal.

—¡Bah! Si así fuera, lo hubiesen denunciado los medios de comunicación.

—Alguno lo hizo pero con la boca muy pequeña (la clásica boquita de piñón), y, si algún comentarista lo escribió, fue con tinta simpática para que sus lectores no lo advirtiesen.

—Vamos que según tú, Soler, el enemigo público número uno, es un aprendiz de los Gil.

—Y nada aventajado, por cierto.

4.-(Pobrecitos golfos.)

Mucha gente piensa, y desde luego los magnates futboleros proclaman, que el balompié es deficitario porque nada garantiza que entre la bola. ¿Es rentable la venta de bolsos? Para algunos de los fabricantes lo será, para otros no. ¿O acaso te garantiza alguien que, si haces un bolso, lo vas a vender? Por otro lado, el deporte se parece más a la lotería, que no toca a casi nadie y, sin embargo, es un negocio muy proficuo porque todo el mundo juega. (La expectativa de un premio enorme combinada con lo modesto de la apuesta justifica el éxito de los juegos de azar.) El producto, en el caso del balompié, no es un bien tangible, como el bolso; pero es algo que ejerce seductora tracción sobre algunas facultades y potencias del espíritu. Ofrece emoción, diversión, pugna, espectáculo, etc.

Ahora bien, ¿es creíble que mientras los que pierden dinero vendiendo bolsos abandonan la actividad y cierran sus empresas, los magnates del fútbol, que blasonan de perder millones, sigan impertérritos avalando, poniendo de su bolsillo, sacrificándose y bla, bla, bla? Se nos miente de un modo desvergonzado, pero, al no haber información, los embustes proliferan como las bacterias en un caldo de cultivo. He aquí la última sandez bendecida por los que desinforman a la opinión pública: mientras que jugar la Copa de Europa enriquece al Manchester, al Atleti, lo abocaría a la ruina.

5.-(Siempre hay uno más idiota.)

Cada vez que alguien se obstina en proporcionar al Atleti una cita a ciegas con la HISTOOORIA (los asnos de los periódicos, sin ir más lejos), el Atleti va y no acude. Del Bolton se dijo que era el clásico equipo inglés que no podía sino darle más lustre al triunfo. Pero el Bolton era el clásico equipo honrado con jugadores que no dan una patada a un bote; no obstante, el pseudocomentarista vio la oportunidad de presumir a bajo coste. Tenía preparado, el muy besugo, un cartel con la palabra ‘proeza’, como sus amos y mentores, los okupas del club (el pollo atiende por F.J. Díaz, uno de los dos o tres hombres más brutos de Europa).

6.-(La gloria prêt à porter.)

Un tal Gary Megson, entrenador del Bolton, tras el partido de ida de no sé qué ronda de la UEFA: "Ganarle al Atlético nos puso en el mapa europeo". El mismo Gary Megson una semana después (partido de vuelta): "No me esperaba más de este Atlético". Ergo, para colocar en el mapa europeo a un club de poca monta, nada mejor que un triunfo sobre otro de poca monta pero con apellido famoso. Lo que no deja de maravillar es que el tal Gary Megson supiera lo fácil que era hacer HISTOOORIA a costa del prehistórico Atleti (una especie de neandertal entre cromañones).

7.-(Incompatibilidad.)

En vista de la performance de Torres en la Premiere League, las lumbreras que lo vendieron estarán lamentándose: "¡Lástima que esos goles nos los hubiera conseguido aquí; habríamos sacado el doble por él!". Pero en ningún caso se les habrá pasado por la cabeza que también hubiese multiplicado el dolor de la afición el tener que despedirse de un Torres victorioso (aparte de que hubiese sido cien veces más difícil). En realidad, este club no admite a los grandes jugadores; los vomita. Para su régimen, el estricto que le prescriben los doctores Tirteafuera del club, el gran jugador es un manjar demasiado suculento. No lo puede digerir. Vaya haciendo las maletas, señor "Kun".

8.-(La esclavitud según Blatter)

Ya había sucedido más veces: que yo recuerde, una cuando Zidane estaba en la Juve y lo quería el Madrid; y otra cuando Ronaldo jugaba en el Inter y también, qué casualidad, lo codiciaban los merengues. Los ideólogos blancos denunciaron en ambos casos la, a su entender, esclavitud inherente a no poder abandonar por las buenas el club que te paga para ir a otro, y lo hicieron con profusión de gemidos, jadeos y amargos toques existencialistas: ¿cómo es posible, ¡oh dioses!, que en los tiempos que corren el mejor futbolista del mundo no pueda jugar donde anhela (o sea, en el Madrid)? Después de recabar la ayuda de Amnistía Internacional y de una colecta privada sustanciosa, Ronaldo y Zidane pudieron finalmente huir de las buidas garras de sus torvos amos.

Ahora es Blatter el que se ha propuesto manumitir al codiciado "siete", el cual no hace un año había renovado por el Manchester United y ahora ansía desvincularse del club que lo tiene en su nómina. Como el Manchester se opone, Blatter, que obliga a los clubes a ceder a sus futbolistas para los JJOO bajo amenaza de graves sanciones (siempre ejerció la extorsión sin disimulo ese granuja), considera que Ronaldo tiene derecho a hacer lo que le venga en gana y los que no se lo reconocen lo esclavizan. Fuera del mundo pijo donde moran Cristiano Ronaldo, Blatter y el Real Madrid, las reglas son otras.

En el deporte actual, el ejemplo de los EEUU es paradigmático. En la tierra del despido libre, donde el empresario puede con un simple gesto fulminar al trabajador ("Mr. Jones, you are fired") y éste no tiene que molestarse en comunicar a su empresa que no piensa volver al curro, se impide que los deportistas profesionales rescindan sus contratos a voluntad, más aún: ni siquiera está permitido que los suscriban por el tiempo que ellos quieran. (Gasol ha vegetado las últimas temporadas en Menphis, franquicia a la que tuvo que ligarse a la fuerza por cinco años; Jordan hizo toda su carrera en Chicago, etc. En contrapartida, los clubes tampoco pueden dejar en la calle a un deportista sin abonarle hasta el último centavo de su sueldo.) En los EEUU comprenden que la competición exige cierta estabilidad y que, como la igualdad tiende a resquebrajarse, no sólo constituye un punto de partida sino que es preciso rehacerla al principio de cada campaña; de lo contrario los poderosos arruinarían los torneos. (No es inimaginable que, si pudieran y la ley o su defecto los ampararan, se atreviesen a tentar a las figuras del adversario justo antes de enfrentarse a él.) El draft, el tope salarial y la obligación de cumplir ciertos compromisos son otras tantas instituciones ideadas para tutelar el vigor de la competición, el bien en sí, no lo olvidemos.

En el fútbol, un deporte que quiere dejar de serlo, algunos clubes sobrados, que encima no son empresas, practican el dumping salarial. Y como nadie les obliga a rendir cuentas, viven muy a su sabor del cuento. ¿Quién obligó a Cristiano Ronaldo a firmar por un lustro con el United? Nadie. Podía haber elegido una o dos temporadas, o ninguna. Verá usted, don Ferguson, intuyo que su cara escocesa terminará por aburrirme o serme odiosa; así que me abro. Pero no, ha preferido, después de rubricar el contrato de su vida, irse a la playa y desde allí, prodigando arrumacos a su ligue y sorbos al martini, este moderno siervo de la gleba nos ha dicho que no es feliz, que la vida es muy dura, que su sueño es… casarse de blanco y por la iglesia.

Hemos convenido en que los semidioses del fútbol son unos niños de pecho a los que no se puede negar nada porque, al menor sinsabor, estallan en un llanto incontenible y, lo que es peor, su disgusto se abate sobre los hinchas, deprimente como la más ominosa de las maldiciones. Este miedo histérico al enfado o a la murria del crack encaja con los bombásticos titulares del tipo: "¡Son felices!", a que nos acostumbran los cursis periódicos de Madrid, cuando su equipo encadena tres o cuatro triunfos. (Y para que no pensemos que se trata de una afirmación tan gratuita y falsa como el resto de las que expectoran, suelen ofrecer en primer plano la sonrisa medio imbécil de un par de jugadores haciendo el oso en el entrenamiento. Robinho, con su palmo de lengua fuera, es ahora el icono de la felicidad merengue). Sin embargo, nadie se hace esta pregunta: ¿quién va a indemnizar a los que han renovado el abono con el Manchester creyendo que el divo permanecería en Inglaterra, si finalmente se larga?

9.-(El indomable.)

Nadal, ¿quién si no? Por encima de su generosa dotación física y técnica, de su ambición y de su capacidad de trabajo, hay dos cosas en las que Nadal es insuperable: el ánimo y la deportividad. Tiene un carácter perfecto para competir y es un deportista como el deporte manda. Ni las victorias lo engríen ni las derrotas lo hunden y sabe eso tan difícil: ganar y perder, ponerle un digno rostro a la derrota y otro de ingenua felicidad a la victoria. Creo que su principal admirador es Roger Federer, y no me extraña.

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