Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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¡Son los zurdos, estúpido!

Como el listón estaba por los suelos, costaba muy poco rebasarlo. Aun así, era de prever que las holgadas, rotundas, aparatosas, victorias contra el Schalke 04 y el Málaga, debilitado conjunto el primero y endeble el segundo, desatasen la euforia de los profesionales de la rentable industria de hinchar perros y también de la afición menos avisada. Las baterías de los idiotas de la prensa han vuelto a tronar. Son cuatro cañones herrumbrosos y emplazados de cualquier manera, pero hacen ruido, mucho ruido y producen humo, mucho humo.

Y eso que la pretemporada había sido un desastre, para ludibrio del club y delicia del periodismo friqui. Y no me refiero a las giras y a los bolos, sino a las gestiones encaminadas a armar el proyecto 2008-2009. Se ha vacilado a los seguidores colchoneros con la indecencia habitual. Han sido aireadas disyuntivas de equipo minúsculo (o hay Champions, o no hay fichajes; al final hubo Champions y sólo un fichaje: el de Banega, cedido por el Valencia muy a última hora); se ha llorado de todas las formas habidas y por haber, con preferencia por las más grimosas, desvergonzadas e hirientes para la afición: no hay dinero, Agüero se irá tarde o temprano, la Champions puede ser una ruina, etc.

Es curioso: este año, en que el club vuelve a la elite, siquiera de visita, y se avecinan los aireados millones de Telemadrid, los okupas han invertido menos que en cualquiera de los precedentes desde el retorno a la división de honor. Pero no es la primera vez que sucede algo similar. De hecho, ya pasó algo por el estilo cuando el Atleti asomó la gaita por la Copa de Europa después del doblete, qué coincidencia, ¿verdad? Ya sé que gastar mucho no significa gastar mejor, pero admira que los fondos escaseen justo cuando el regreso al mejor fútbol internacional promete una pingüe caja. (Llamadme suspicaz si queréis, pero todo indica que los okupas se han tomado un respiro en el engorde de la deuda y que el drenaje de las arcas del club será durante este ejercicio a costa de los ingresos extra.)

No obstante las inopinadas penurias y su cínica divulgación, el verano también fue pródigo en faroladas y amagos de adquisiciones fastuosas, pero como Heitinga y Ujfalusi habían sido contratados antes de que terminase el curso precedente, todo quedó en un parto de los montes, con el affaire de Assunçao y el Oporto, el regateo al céntimo por Coupet y la contratación de Sinama como grandes hitos. Incluso si los futbolistas que han ingresado en el club rindieran (ojalá), tanto vaivén en pos de jugadores que se fueron a otros equipos o se quedaron en el que estaban, trasciende a improvisación, a oportunismo, a demagogia; nadie puede ignorar ya que a los okupas les da lo mismo que el Atleti quede primero o cuarto, que gane la Copa del Rey o la Champions, (¡lo ha declarado su indigno presidente!) Lo suyo es una permanente huida hacia delante, sin otro propósito que exprimir el limón un año más.

Y si no, ahí tenéis el caso Motta, otro bluff marca de la casa, pues revela la ausencia de toda política deportiva o su subordinación a los enjuagues del clan Gil. Se trajo, contra lo que aconsejaba la prudencia más elemental, a un hombre con un expediente médico alarmante, peor aun: inasumible. (De hecho, ni el Sutherland, ni el Racing se han atrevido a lo que se atrevió Gil Marín.) ¿Beneficiarios de la operación? Todos menos el Atleti. El Barça se embolsó 1,5 millones de euros o quizá 1,3 + 0,2 (si usamos la esclarecedora contabilidad de Villalonga; la rebaba, el sablazo, de los 200.000 euros se habrá quedado entre las uñas del adquiriente de la joya, off course) y el jugador cobró íntegramente su sueldo y apenas intervino. Para engañar a los crédulos aficionados (y qué fácil es con la ausencia de toda información relevante y veraz), se dijo que Motta iba a renovar pero con una cláusula que habría exigido el propio jugador, en virtud de la cual renunciaba a su ficha en caso de no ser alineado en determinada cantidad de encuentros. Los forofos más panolis exultaron con la nueva. ¡Qué detalle!, ¡que profesional!..., etc. Al final, no hubo contrato, ni cláusula, ni niño muerto. Pero Motta ya está amortizado: dejó un Atleti más pobre del que encontró, pero fue útil para enriquecer un poco más a Gil Marín (el muy caradura le espetó al fiscal del "Caso Negritos" durante el proceso tras el que fue condenado: "¡Jamás he perdido dinero con ningún futbolista!". ¡Gran verdad!, él jamás perdió dinero, lo perdió el club, al que docenas de operaciones como la de Motta han llevado al borde de suspensión de pagos, y la única razón por la que aún no se ha acogido a un concurso de acreedores es porque una parte de la deuda es artificial y contraída con los okupas, que firman los pagarés en nombre del Atleti y luego pasan por la ventanilla a cobrarlos.)

Sí, los irresponsables que rigen los destinos de esta malhadada institución han estado más diligentes a la hora de pasaportar a los hombres que no eran útiles (todos los cuales les deben el haberse puesto la camiseta rojiblanca), que de redondear el plantel. Y si bien hay indicios de que varios de los nuevos pudieran servir para fortalecer el once rojiblanco (¡albricias, zapatetas en el aire y pan de Madagascar!), los okupas han racaneado y mentido como de costumbre y, sobre todo, no se han estirado lo suficiente; a poco que lo hubieran hecho, habrían conseguido una plantilla bastante apañada.

Como las bondades de los recién incorporados han sido ya proclamadas por los vocingleros mercaderes del zoco (yo, más prudente, hubiese aguardado el inapelable veredicto de la competición), me ceñiré a lo que a priori le falta en el campo al Atlético de Madrid para poder aspirar a un papel protagonista en la Liga y en la Copa de Europa.

La mayor parte de la prensa y de los aficionados querían un mediapunta; incluso el entrenador, muy preocupado por sintonizar con la corriente de la opinión mayoritaria, no tuvo empacho en sumar su voz a la del coro. Las preferencias se decantaban por Riquelme y Diego. He visto a Diego en dos ocasiones: una con el Werder frente al Barça y otra en el Brasil-Argentina de los últimos JJOO. En ninguno de los dos partidos justificó la devoción que le profesan muchos aficionados y gran parte de la crítica. Y quienes leen este blog saben que tampoco soy un fan de Riquelme. Razonaré mi gusto. Para muchos aficionados el mediapunta es el pasador del último pase. Para mí no es ni carne ni pescado, ni medio ni delantero, y podría ser definido como el jugador que espera a que el centrocampista le dé la pelota para enviársela a su vez al ariete. El último pase es responsabilidad del penúltimo jugador en tocar el cuero (o sea, de cualquiera que transite por la vanguardia.) El día del Málaga dieron últimos pases: Agüero, Maniche, Simao, Luis García… Hasta Assunçao proporcionó un último pase que no acertó a rematar Maxi Rodríguez. Y el día del Schalke uno de los asistentes fue nada menos que el gran Perea. No hace falta, por tanto, ningún especialista.

Hay equipos como el Milán (o como la selección española en el match contra Alemania) que prefieren actuar con un solo delantero y liberar de todo trabajo defensivo a uno de los centrocampistas. Kaká, Cesc, pero no hay ningún equipo en el mundo que juegue hoy con un mediapunta y dos delanteros, y ni siquiera hay practicantes del 4-3-3 a base de tres pivotes y tres puntas moviéndose a su albedrío. (La Argentina de los JJOO optó por dos medios defensivos y dos medios ofensivos, su dibujo fue algo así como un 4-2-2-2, en el que, por cierto, el famoso y añorado Riquelme no desempeñó ningún papel estelar. Dunga creyó que la clave de la clasificación de Brasil se reducía a anular a Riquelme, como en anteriores oportunidades, pero a la albiceleste han llegado tipos como Messi, Agüero o Di María, que descongestionan el cuello de botella provocado por la parsimonia de Riquelme, pues, al ser autónomos con respecto al hiperlento crack del Boca, pueden fabricar jugadas sin su concurso. El ostracismo de Riquelme, quien nunca rindió más (ni siquiera en el citado partido contra Brasil) que el Ronaldiho irreconocible de los últimos tiempos, ilustra esa ley no escrita del fútbol actual que proscribe los cuerpos poco ágiles.

La pregunta es si el Atlético ha logrado solucionar los problemas de distribución, de fluidez combinatoria, que tuvo en las campañas anteriores. En parte, la cosa dependerá de la labor de los centrales y del mediocentro; y en parte de lo que ofrezcan Maniche y Banega, ayudados por los interiores. Pero el actual talón de Aquiles de la plantilla del Atleti es, a mi juicio, la ausencia casi total de zurdos (hay tres y dos no juegan, al menos desde el inicio). Los seis hombres que evolucionan principalmente por la franja central del campo: los dos centrales, los dos medios y los dos delanteros, son diestros. También, la pareja de interiores. Esto provoca un desequilibrio estructural importante. Es un misterio por qué se ha prescindido de Reyes (el criterio del descarte ha debido de ser el ahorro de una ficha) o por qué no se ha cubierto su baja con otro zocato Por la banda izquierda actúan Simao, que es diestro, y Pernía o A. López, dos laterales no muy altos y algo fallones cuando se trata de defender. Por la derecha, Maxi escoltado por Seitaridis o Perea. (El problema de Perea es que carece de la comprensión intuitiva del juego que tienen los futbolistas de los que decimos que saben jugar. Es duro y rápido, pero la pelota le causa muchos quebraderos de cabeza. Malo con el cuero en los pies, tampoco sabe jugar sin balón. O sea, desde el punto de vista táctico, deja mucho que desear. Por su parte, Seitaridis nunca ha vuelto a ser el espléndido dos de la Eurocopa de Portugal, ignoro los motivos.) ¡Ah!, se me olvidaba: desde el punto de vista físico, los jugadores recién llegados son fuertes (salvo Banega) pero no muy altos, con la excepción de Sinama que tampoco es una torre.

En resumen: el Atlético no parece tener un once irreprochable, tanto menos una plantilla compensada y suficiente para abordar la Liga, la Champions y la Copa (soy de los que creen que ningún profesional del fútbol debería disputar con su club más de 40 ó 45 partidos de alta competición por temporada, y, si yo fuera Aguirre, este sábado dejaría en el vestuario a los internacionales). Los laterales suscitan dudas, no hay apenas zurdos, etc. Tampoco sabemos todavía si los centrales son tan solventes defendiendo como manejando el balón. (En el blog propuse días atrás, el refuerzo de la banda izquierda, y di los nombres de Di María y Grosso; aquél porque pensaba en la sinergia que podría depararle al Atleti la alineación simultánea de Agüero, Banega y Di María: tres pequeños mosqueteros de la misma edad, amigos y compatriotas, y éste porque es un tres cabal. Esas dos operaciones no hubiesen sido muy onerosas, pero se ha preferido regalar una plaza de extranjero.)

Total, ni aun en los supuestos de que Banega responda a las nada absurdas expectativas creadas y las lesiones respeten a sus principales figuras, hay garantías de que se vayan a cumplir los modestos objetivos firmados por el club y acatados con entusiasmo por los palmeros de Gil Marín. De títulos mejor no hablar, y no creo que los deseen los okupas, ya que la afición podría malacostumbrarse. El nivel de exigencia crece después de cada trofeo, una victoria abre el apetito de otras, etc. Lo que menos querría Gil Marín, creedme, es que ningún inopinado triunfo perturbe el placentero calendario de sus expolios.

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