Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Oscurantismo

El PSOE de Madrid acusa a Gallardón de haber actuado con oscurantismo (sic) en el vidrioso asunto de la Peineta y el Calderón. Quiso decir "opacidad" o "falta de transparencia". El oscurantismo es una doctrina social y política que propugna la baja o nula instrucción de las masas. Como la teoría no excluye la praxis, oscurantistas de facto son, por ejemplo, los medios de comunicación deportivos, cuyo principal afán consiste en mantener a la gente en la inopia. En su denodado esfuerzo por analfabetizar al público del balompié, no retroceden ante nada. (¿Quién no recuerda el espectáculo estomagante, grimoso, que tuvimos la desdicha de contemplar con ocasión del último derbi madrileño? Me refiero a aquellos dos especímenes de gorila que gandulean en el "As" dando la nota hooligan, para delicia de los descerebrados.)

Y así, los mismos periódicos que titularon "Gil absuelto", ¡cuando había sido condenado por los jueces!, son los que ahora omiten esta nadería sin importancia: el acuerdo para la demolición del estadio del Manzanares y el traslado del Atleti a la Peineta no sólo lo rubrican el Ayuntamiento, Mahou y el club rojiblanco, sino también una cuarta y misteriosa entidad: División Inmobiliaria del Atlético de Madrid. ¿Es que acaso el Atlético firma dos veces? No, es que el Atlético de Madrid y División Inmobiliaria no son la misma cosa, aunque lo parezca por culpa de los desinformadores que han desinformado a mansalva desde que este timo echó a rodar con su feo aspecto de bola de nieve incontenible. En efecto, División Inmobiliaria del Atlético de Madrid es tan del Atlético de Madrid como lo sería de Marbella una cafetería que se llamase precisamente así, "Marbella", sita en San Sebastián o Pamplona. Los Gil se han apropiado también de los nombres y símbolos de la entidad que okupan, y han conseguido camuflar bajo los colores del Atleti el expolio del Atleti. Aquí se ha escamoteado a la opinión pública el hecho escandaloso de que el Atleti carece de estadio y juega de alquiler en el suyo. El avispado casero es División Inmobiliaria, que gestionará la Peineta (los negocios que en ella se perpetren) y se embolsará los beneficios, manteniendo al club en coma.

O sea, el Atleti va a jugar en San Blas, pero no en calidad de propietario, ni siquiera de inquilino, sino más bien de asilado, de vagabundo sin techo. Que el club no va a recibir ni la propina debida a los mozos de cuerda por una mudanza que le ocasionará múltiples quebrantos era algo que algunos intuíamos. Y, en comparación con lo expuesto hasta aquí, todas las demás consideraciones (favorables o contrarias al traslado) son, me atrevería a afirmar, de segundo orden, incluso la relativa a la titularidad del suelo. Repasaré algunas. El aforo, nos aseguran, será de 74.000 espectadores. Con las pistas de Atletismo, dicho aforo disminuiría ostensiblemente (quedaría por debajo de las 50.000 localidades). ¿Acaso piensa organizar Madrid unos JJOO en un estadio incapaz de acoger 50.000 almas, cuando no ha bajado de 75.000 el número de asientos de los coliseos que albergaron acontecimientos similares (Montjuïch, La Cartuja, etc.)? Para el Atlético el nuevo aforo sería ligeramente superior al que una vez tuvo el Manzanares (70.000 plazas) y que los okupas redujeron, incapaces de llenar las gradas y temerosos de que en ese vacío leyesen los abonados su rapacidad y su pésima administración.

Pero los cínicos oscurantistas no se conforman con la impotencia de los aficionados: quieren su asentimiento, su complicidad. De ese modo podrá exclamar el hipócrita de Cerezo cuando llegue el día del juicio: "Todo el mundo opinaba que irse del Calderón era bueno para el Atleti". Ese "todo el mundo", que excluye las voces discordantes, es un totalitario tapabocas.

Sin embargo, la conspiración oscurantista no se ciñe a la chusma de los periódicos. Oscurantistas son, por ejemplo, los representantes de las peñas. "Es que el estadio tenía ya 40 años y hacía frío", ha argumentado su portavoz; se diría que el Bernabéu o el Camp Nou acaban de ser inaugurados y poseen calefacción central, como las termas de Caracalla; oscurantista es el Senado (sic) de los ex - jugadores, que también ha bendecido (y con hisopo) la operación. Pero así como la alusión a "las grandes comunicaciones de que gozará el nuevo recinto" constituye una patraña común y corriente, la especie de que el Atleti, antes que jugar en el Bernabéu, preferiría reforzar el miniestadio que planea construir en un sitio de Alcorcón, donde aún no prosperan más que los cardos borriqueros, refuerzo que consistiría en unas gradas portátiles para 35.000 personas, adosadas a la instalación original, se comenta por sí sola: hay que ser muy cretino y muy granuja para jugar a la dignidad habiendo claudicado tan rastreramente.

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