Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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La forma

No fue un encuentro sensacional, como proclama la euforia madrileña (sobre todo la merengue), pero contuvo goles, ocasiones al por mayor, fallos tremendos, aciertos sublimes, alternativas dramáticas, emoción… y asunto. Hay partidos que tienen asunto. El de anteayer era la crisis latente, sorda, del Barça frente al hundimiento explícito, escandaloso, del Atleti. El primero confiaba en que el segundo se ahogaría en la inquietud que no deja de manar de su podrida estructura, de su falso carácter de club deportivo, de las fechorías del dúo de okupas... Un plan en apariencia sensato, pero el equipo de Guardiola está fundido. En diciembre era imbatible; hoy no halla un enemigo suficientemente pequeño. Es un púgil groggy que lanza reojos angustiados a la campana. Su defensa es un clon de la del Atleti: insegura, torpe, fallona, tímida…; su medio del campo corretea hastiado del fútbol y en su vanguardia echa los bofes un pichichi decadente. Y el Atleti percibió tanta flojera desde el pitido inicial.

La palanca que mueve a todo equipo de cualquier disciplina deportiva es la buena forma (vale incluso más que la buena suerte). Los equipos son estados de forma (no tanto de ánimo, como declaman los poetas). El modo de preservar la buena forma a lo largo de todo el año es una piedra filosofal que ningún entrenador posee. No hace tanto tiempo, las cosas eran más sencillas; los cuadros carburaban o no desde agosto hasta junio. Hoy todo es más gaseoso, más inestable, más lábil.

Debe de ser el Barcelona el equipo al que el Atleti ha derrotado más veces desde que volvió a Primera. (De hecho, cuando los salmodiadores de tópicos aseguran que el Atleti es capaz de lo mejor y de lo peor, se refieren exclusivamente a su toma y daca con el Barça.) Y esto ha sido en parte gracias a la velocidad de Torres y al duende de Agüero, y en parte a cierta blandura intrínseca del conjunto culé, una mandíbula de cristal cuyo diseño guardan los técnicos blaugranas en una caja fuerte para que nadie se lo copie. No sabe el Barcelona abrigarse; no sabe pelear por un punto; no sabe hacer (casi siempre lo desdeñó) lo que el combinado de Luis en la Eurocopa en los momentos en que no había modo de imponer el ágil fútbol del toque y el desmarque: resistir, apretar los dientes.

Sensible a los lánguidos lugares comunes (o la pelota es mía o no juego, ¡ea!), que lo condenan a un estilo algo artificioso y demasiado pirotécnico en ocasiones, a los culés les falta un trocito del gen de Italia. (El entrenador que se lo inocule habrá triunfado. Rikjaard lo intentó y lo logró, pero sólo a ratos.) Por si fuera poco, Guardiola se comportó como un espectador más. ¿Qué le costaba quitar al inoperante E’too, situar en su puesto a Henry y colocar a Messi por la zona que vigilaban, es un decir, los demudados gendarmes Heitinga y Pablo? Era de cajón, pero la del cajón es una sabiduría ruda que inspira un absoluto desprecio a los exquisitos entrenadores del Barça Además, habría sido traicionar las esencias más puras, peor aún: un gesto cobarde, etc., etc.

Tampoco me gustó el Atleti porque no es un equipo equilibrado, porque su defensa sigue siendo de mantequilla, porque su centro del campo no construye y porque algunos de sus presuntos astros son demasiado individualistas y chupones (aunque reconozco que la ausencia de grandes medios les obliga a multiplicarse). Y niego que el Atleti saliese el domingo al campo con otra actitud (salvo la que dicta la importancia de esta clase de enfrentamientos, donde hasta las figuras se vacían en labores subalternas; pero no se pueden disputar 50 partidos como si cada uno fuese la final de la Copa de Europa); tampoco tuvo el conjunto local más compromiso que otras tardes o menos mercenarios. Pero supo sacar fruto del caos promovido por el bajón físico del Barça y por el empecinamiento de su mister en fingir que nada ocurre y todo está bajo control. Y Agüero se asemejó un poco al Agüero de la temporada pasada. Ojalá que empiece ahora su recital.

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