Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Amigo Javi de Lugo:

Son muchas las cosas que me pregunta usted, y últimamente no ando sobrado de tiempo ni de ánimo para ponerme a escribir. No obstante, no quisiera parecer altanero o desagradecido; así que me esforzaré en romper un silencio que cada día que me siento más inclinado a observar. Me pregunta usted si colaboro en otra parte. No, sólo lo hago aquí. Y si me prodigo menos y mis monsergas se espacian es porque estoy perdiendo capacidad de indignación (a menudo me digo que no conviene malgastar energías en estas bobadas). Hace mucho tiempo que no me siento seguidor del Atleti, un equipo usurpado por unos malhechores de pacotilla, a los que encubren y protegen unos granujas indocumentados; y a duras penas logro disimular ese desapego ante mí mismo. Muchas veces me he prometido cerrar el blog. Si continúo, aunque a regañadientes, es por simpatía hacia Señales de Humo, hacia su causa perdida sin remedio. Nietzsche llamaba a Dante: “la hiena que ronda los sepulcros”.  Pues bien, estoy harto de hacer de hiena que ronda el cadáver maloliente de lo que fue una institución deportiva entre otras y hoy no es más que un tugurio en avanzado estado de descomposición. Además, al revés que el poeta, no podré bajar al Infierno porque es un lugar que promocionó el club (“Un añito en el Infierno”; luego fueron dos, por el precio de uno) y, por tanto, la morada de Satanás ha dejado de ser un antro respetable.
Como usted sabe publiqué un libro donde el futuro ha pasado ya o, si usted lo prefiere, donde se comentaban cosas de un ayer y un hoy entonces miserables que no dejarían de ocurrir mañana, corregidas y aumentadas, como así sucedió, en efecto. Puedo envanecerme (es un triunfo amargo, no lo dude usted) de haberme equivocado muy poco. Tan es así, que mi denostado pesimismo está cundiendo hasta entre los antiguos gilistas, que son como los antiguos nazis después de la caída del búnker: unos ciudadanos modélicos que conservan en el desván de su casa un retrato del führer. Sin embargo, únicamente profeticé males (¿qué otra cosa se puede profetizar?) para que éstos fuesen conjurados, eludidos. Créame, no soy un morboso de la calamidad, y preferiría que los acontecimientos no me hubiesen dado la razón.

Buena parte del disgusto que causan mis columnas provienen de un hecho simplicísimo: mido la temperatura en grados Celsius; los demás prefieren la escala Fahrenheit. Abomino de la exageración y mucho más cuando se trata del Atleti, entidad que es una fosa séptica de mentiras. Pero si hay algo que no soporto es ese lenguaje de la grandeur para consumo de perdedores que, disculpe la brusquedad, no tienen ni media hostia, usado por algunos ideólogos colchoneros que aspiran a liderar a la afición (y no necesito dar ejemplos). Yo no respeto el sentimentalismo vano y perezoso y me burlo de la historia. Para mí el Atleti es lo que es hoy, ahora mismo: un montón de cascotes de los que algunos majaderos hablan como si fuesen la Acrópolis de Atenas.

La vida, al menos la relacionada con el deporte de masas, es ya un fenómeno friqui. Si un Cerezo puede hollar el Congreso de los Diputados, (¿por qué no llevan monos o cacatúas?), sin que ninguna radio, periódico o televisión proteste con toda la energía que exige el asunto y, para colmo, sus señorías escuchan atentos la faramalla ininteligible de semejante mamarracho, es que el Parlamento y los medios de comunicación están infestados de bribones o ignorantes (y no sé lo que es peor). Quejarse de las SAD o imputarles el despilfarro y la bancarrota de los clubes es, creo yo, injusto. Estos males preexistieron a las SAD y hoy los padecen hasta los señoritos cuyas prerrogativas fueron gentilmente salvaguardadas. El deporte profesional de club es en sus nueve décimas partes una actividad a cargo de empresas. (Los equipos de la Premier o de la NBA tienen dueño, no socios.) Vicente Calderón se quejaba en su tiempo de la rácana estructura de los clubes de fútbol, del corsé de un estatuto anticuado que les impedía allegar fondos. No se equivocaba. Lo que ocurre es que en el Atleti desembarcaron unos malhechores y la gente les dio su voto y les rió las groserías y las patanadas. Las SAD y la ley Bosman fueron buenas para quien las aprovechó, aunque no para las instituciones en poder de los codiciosos maleantes que atienden por Lopera, Gil, Cerezo... De ahí que produzca nauseas contemplar cómo esa canalla pide ahora igualdad de oportunidades (¡sic!), cuando ha gozado del beneficio de no tener que afrontar elecciones ni rendir cuentas y cuando el sistema le ha dejado hacer a su antojo con entera impunidad. (Nota bene: las sociedades anónimas vinieron al mundo para consagrar la irresponsabilidad de los que hacen dinero. Cualquier auditoría hecha por una entidad medianamente independiente del auditado sería suficiente para declarar fuera de la ley al 60% de los grandes hombres de finanzas, y quizá me quedo corto. No obstante, por cada Maddof que entra en prisión, se escapan doscientos Villalongas organizadores de timos como el de Terra.)

No, lo que promueve el derroche y conduce a los clubes al desastre no es el régimen de las SAD sino la drogodependencia de las masas, cuyo estupefaciente predilecto no es el soma de Huxley sino el prestigio. El deporte de masas en la actualidad sirve ante todo para asignar prestigio a muchedumbres de aficionados. Esta sed de pavoneo (a la que ya no basta con el triunfo en un juego banal -perdón por el pleonasmo-, sino que aspira a secretar historia), azuzada por los mercaderes, es una chaladura totalitaria que alienta y favorece el crimen organizado. Es el afán colectivo de presunción el que está convirtiendo el deporte en una religión del éxito. Las masas únicamente desean darse charol y dan por bueno cualquier despilfarro o golfada, con tal de fardar sin límite.

Y nadie encarna mejor el espíritu de la chaladura que el sumo pontífice Florentino Pérez, que vuelve al solio del Real Madrid, de donde huyó una vez vituperado y no precisamente en olor de santidad. La clave de este retorno ha sido la grandeur. Como dice Valdano: “Florentino piensa a lo grande”.  Escribí en su día, que desde el punto de vista público, Florentino no había cometido un solo error. Claro que yo ignoraba la compra del voto, gracias a la cual derrotó al anterior hombre providencial de la casa. Y es curioso que la manipulación de una Asamblea le costase el cargo a Ramón Calderón y que el regalo de miles de entradas para el parque de atracciones a cambio de sendas firmitas aquí, sí aquí, que luego irían a parar al correo transformadas en sufragios, nunca le pasase la más mínima factura al ser superior. Tampoco sabía uno de la afición de Florentino a manipular la prensa (pero ¿qué se puede a esperar de esos peleles?) y quitar redactores para reemplazarlos por besugos con un toque hooligan. La crítica para Florentino es siempre destructiva; él exige trompetistas nuncios de la buena nueva: “El mundo nos está aguardando” (sic), que recuerda al exceso napoleónico: “¡Soldados, 4.000 años de historia nos contemplan!”. Por mucho que el presidente del Madrid se nos aparezca como un Aladino que masturbase una lámpara maravillosa, su legado ha sido la perversión del voto por correo y esa vuelta de tuerca a la grandeur que denominamos ‘Galaxia’. Como en la prensa deportiva ya no queda un adarme de probidad o de sensatez, los mismos que lo cubrieron de denuestos cuando se fue compiten ahora por empuñar la brida del corcel blanco a lomos del cual vuelve. A Florentino no lo han traído una mala campaña del Madrid o las maniobras turbias de Calderón, sino el deseo de presumir por todo lo alto, junto con la intolerable nueva prosperidad del Barça.

La economía de la que alardea Florentino es ilusoria; se trata más bien de saltar la banca, de hundir la competición practicando un desaforado dumping y provocando una inflación galopante. Él confía en sobrevivir mientras los demás se ahogan o quedan extenuados. Madrid no va a permitir nunca que el Real se vaya al garete. De modo que, si el golpe falla, se volverá a recurrir a las autoridades. Pero Florentino habla de inversión y no de gasto no sólo para encubrir su demencial derroche, sino para tranquilizar a los tímidos y melindrosos que, encaramados a la noria (y fueron los primeros en subirse), experimentan cierto vértigo o escrúpulo. El Madrid no es un equipo que aspire a ganar de determinada manera (más noble o más fina), como proclaman sus ideólogos; aspira al chorreo more Boluda; más aún: aspira a vencer sin jugar.
Florentino, que se tiene a sí mismo por un segundo Bernabéu, es un fatuo místico con un toque kitch. Hay gente que lo acusa de hipócrita; es la que admiraba el cinismo del ‘Gordo’ bañándose en público en un jaccuzzi, boxeando con Caneda o tildando de prostitutas a las hijas de los socios del Atleti. Si me dan a escoger, me quedo con los hipócritas.

¿Representa Florentino para el Atlético una gran amenaza? Bueno, las hormigas no suelen perecer pisoteadas por los elefantes; es más probable que acaben en el estómago de los osos hormigueros. Y me hace gracia que se diga que Florentino no quiere desestabilizar al Atleti. Seamos sinceros: no quiere desestabilizar a Gil Marín y a Cerezo, quienes de hecho perviven y mangonean con el apoyo tácito y explícito merengue y de la muy granuja y blanca prensa del “Foro”. Los Gil, los Cerezo y toda la patulea que los sostiene (son, en efecto, los sostenes talla king size del delito y de la ineptitud), han sido y son estupendos… para el Madrid. Por eso se llevan tan bien con Florentino (uno de los patrocinadores de los homenajes al Difunto), como en su día fueron intimísimos de Sanz o de Calderón. Los okupas del Atleti sólo podrían ser expulsados por la afición, pero la afición es un público anormal (tanto como los de los otros equipos, aunque con ciertas características propias y más graves), al que han lavado el cerebro para ensuciárselo después con promesas, embustes y dosis masivas de fatalismo. Lo dije una vez y lo repito: los aficionados del Atleti son una manada de ovejas en el cuarto de estar del matadero. Allí entretienen la dulce espera degustando el brebaje gaseoso que despachan el ‘As’ o el ‘Marca’.

Por su propio pie, Gil y Cerezo no se irán porque el que viniera a sustituirlos los llevaría ante los tribunales. Pero existe una posibilidad de que arrojen la toalla: volverles la vida imposible en el estadio. Y la cosa urge porque, si no salen pronto, el Atleti desaparecerá. Sin embargo, cuando esté a punto de fenecer, los matarifes escurrirán el bulto. (Ya pasó con el balonmano: arrojaron en brazos de unos pocos aficionados un fiambre, que éstos recogieron como si fuera un ser vivo, sólo para certificar su defunción y darle sepultura poco después.)
Volviendo al Madrid, amigo Javi de Lugo, la fantasmada de Florentino no es sostenible a medio plazo con los niveles actuales de ingresos; el Real Madrid (salvo que el ser superior, el alcalde y la presidenta de la Comunidad urdan una nueva especulación inmobiliaria) requiere para sufragar su fastuoso tren de vida otra clase de competición. Si usted recuerda, en el “Rojo y el Blanco” (libro escrito en sus tres cuartas partes hace 10 años y publicado íntegramente hace siete) me referí ya a la posibilidad de que antes o después el fútbol del Viejo Continente alumbrase un torneo parecido a la NBA y ofrecí el esquema de una liga europea más justa que la ensoñada por los clubes poderosos, quienes ambicionan un torneo exclusivo, cerrado, pero sin tope salarial y sin draft. Tarde o temprano, la gente se aburrirá de las competiciones nacionales (un síntoma: muchos aficionados ya son de varios equipos, algunos de ellos extranjeros; es decir: han sacado algunos huevos de la primitiva cesta). Es verdad que aún estamos en la etapa de la familiarización, previa a la segunda, que consistirá en adherirse, pero el marketing no cejará hasta que consiga que las aficiones pasen por el aro. El único problema es que crear una NBA del balompié con 18 o 20 equipos no sólo arruinaría los campeonatos nacionales sino que además dejaría sin trabajo a multitud de jugadores de buen nivel (de los que cobran un millón o dos, para entendernos) que no cabrían en los planteles de los grandes. Esta es la dificultad práctica de la operación. No en vano hay millones de futbolistas y sólo unos miles de jugadores de basket o de hockey sobre hielo.

En fin, amigo Javi de Lugo, estamos en un mundo en que los mercaderes del templo se han travestido de mesías, en el que un jugador de fútbol puede ser presentado en medio de una cargada atmósfera de fervor rociero (¿qué otra cosa podía crecer en la “aldea global” sino paletos universales?). Un mundo en el que un futbolista multimillonario, que acaba de renovar por el club que le paga, y muy bien por cierto, languidece y sufre “bucho” porque no le dejan ir a otro a cobrar un poco más. No me negará usted que es asaz indecente esta versión de los ricos también lloran.

(Colilla a medio apagar.) Un amigo mío me riñe porque en uno de mis últimos artículos usé el lema de una pancarta que alguien sacó en el Manzanares no hace mucho: “84 años de gloria; 22 de escoria”. Según él no todos los años del “Gilato” fueron ominosos y alega los títulos. A mi amigo le molesta, sobre todo, que la ignominia de la gestión recubra a Futre, a Vieri, a Kiko, a Caminero, a Pantic, a Torres o a los trofeos. Pero yo le digo que se deja cegar por el brillo de la chatarra. Además, el futuro reobra sobre el pasado (arrojando luz sobre él) y en los fastos del doblete se insinuaba ya el descenso a Segunda; y en el estilo de Gil, la intervención judicial. Cuando Gil proclamó: “La Liga era mi asignatura pendiente”, comprendimos, al menos los que tenemos alguna consciencia, que daba por amortizado el club. Y díganme un solo jugador o técnico que haya salido del Atleti por la puerta principal o, peor aún, que no haya regresado años más tarde para apuntalar a los mafiosos.

Amigo Javi de Lugo, me ha quedado un testamento. Prometo estarme calladito una buena temporada.
 

Comentarios

Javidelugo ha opinado:

Muchas gracias por comentar algunos temas por los que le había preguntado.

Voy por el mismo camino que usted, porque por desgracia cada día me siento menos seguidor de este club. Conociendo un poco la mafia que lo ha ocupado, la impunidad con la que actúan, el silencio cómplice de los medios de (in)comunicación, los eternos engaños a sus seguidores... han hecho que se cree en mí una sensación de asco y repulsa. Quizás debiese hacer como muchos otros y preocuparme sólo por los últimos fichajes. Pero como estoy ya cansado del mismo ritual perdedor y que año a año nos tomem por estúpidos, preferí en su día investigar cuáles son los males de este club. ¿Porqué se ha vuelto un simpático perdedor?

Y tras ver lo que este club esconde detrás, a veces tengo inquietantes tentaciones que me hacen dudar de que siga siendo aficionado a este equipo.

Sólo aspiro a ver al Atlético que siendo niño conocí (con los Futre, Manolo, aquella Copa de 1992...) en manos de unos dueños que por lo menos no sean corruptos ni hayan sido condenados por la Justicia. En definitiva, que se recupere algo de dignidad y de orgullo.

Saludos y que pase un buen verano.

# julio 12, 2009 9:46