Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Thanksgiving day (o el despertar de la afición en un escenario de pesadilla)

1.- Maniobras a pleno sol.

Pues sí, el Día de Acción de Gracias, convocado por el club, fue celebrado con alborozo por varios miles de aficionados. ¡Son tantas las mercedes recibidas! Por ejemplo, el récord mundial de jugadores fichados y entrenadores despedidos, o el descenso a Segunda y el crucero de lujo por el Infierno (duró dos años), o aquellas tres temporadas en que se rozó la promoción, o la ausencia de Europa durante casi una década, o el eficaz tratamiento de la deuda heredada, que ha permitido su multiplicación por cincuenta en veintidós años, o la destrucción del patrimonio y de las secciones, o los mil y un proyectos "saqueo", como demuestra la famosa sentencia del Tribunal Supremo…

Cerezo razona que, si no hay dinero, no hace falta un director técnico. Con mayor motivo podría ahorrarse el club un presidente que se jacta de no saber nada y de carecer del más mínimo poder de decisión. (Cerezo no es un analfabeto secundario, por emplear la terminología de H. M. Enzensberger, más quisiera él, sino uno primario, cuya cabeza funciona como la cinta de las tragaperras de los bares. Sus frases, perforadas por el azar, pueden significar cualquier cosa. Esta es mi favorita: "La verdad es lo que yo digo, cuando yo lo digo". Es una definición bastante pasable del embuste. Cerezo es un genio al revés.

Pues bien, el presidente que no sabe ni decide y cobra por ello no menos de 170.000 euros al año, dietas y viajes aparte, hizo un llamamiento y la afición respondió.

El otro okupa, Gil Marín, también contribuyó lo suyo a que los aficionados no se quedasen en casa. Gil Marín es como esas criaturas que viven bajo las piedras a quienes desconcierta la luz del sol. Mitad por miedo, mitad por pura incapacidad, vive escondido, y, para distraer la soledad en el cuarto oscuro, redacta misivas a los abonados. En el juicio contra Oscar Wilde salió a relucir una carta dirigida al escritor, que lo incriminaba; el fiscal le preguntó: ¿no la cree usted infame? Wilde replicó: "Es mucho peor; está muy mal escrita". Pues bien, la pésima e infame carta de Gil Marín ha tenido la inesperada virtud de recordarle a los atléticos lo pequeño que es el Atleti de hoy, pero sobre todo (¡nota bene!) lo pequeño que será en el futuro. Lo que sublevó a la gente fue que quienes hasta ahora le habían prometido un mañana espléndida a cambio de un presente miserable, de pronto le anunciaran un porvenir de la couleur de la merde, por decirlo de un modo educado, o sea: tan desastroso como el presente o quizá peor. Según Gil Marín, el Atleti no puede competir. ¿Y de lo dicho otras veces? Nada de nada.

¡Cómo le gustaría al redomado bribón que el Atleti pudiese encoger de la noche a la mañana y transformarse en un Puerta Bonita con 40.000 abonados. De ese modo serían compatibles una exigencia nula y una máxima recaudación. Ahora resulta que, cuando Gil Marín peroraba sobre el inminente "ciclo bonito", la gente debió entender y asumir que se trata de una mera forma de hablar. Pero la buena nueva que ese imbécil farfulla no es de recibo por parte de los seguidores colchoneros, porque, no obstante y pese a su catastrófica gestión, sus trapicheos y latrocinios, el club sigue teniendo demasiado tamaño para caber por el ojo de una aguja (el camello del Nuevo Testamento) y subir a los cielos de una vez por todas, previo paso por el limbo. De ahí que el ‘Sed felices, aunque no podamos competir’, lo ha traducido la afición por un ‘Conmigo al mando, no competiréis jamás’. Lo que ambiciona este hermano zorro es desembarazarse de todas las promesas incumplidas y de sus pestilentes cadáveres e introducir la resignación como rasgo característico de la idiosincrasia atlética, ser invisible para los aficionados y continuar a lo suyo, que no es precisamente el aeromodelismo o el tuneo de porsches. A estas horas se estará preguntando de qué han servido los solícitos cuidados de la Sra. Rushmore, puesto que el bebé, o el anciano que regresó a la infancia, se despiertan reclamando furiosamente: "¡Teta!", y no la mustia ubre con que les engañaba el hambre la Sra. Rushmore, que, por lo demás, se había ido.

-No hay ni para un triste biberón.

-Pues prepárate, amigo.

-¡Por amor de Dios, que alguien llame a la Sra. Rushmore!

Otros ideólogos que orbitan en torno a los okupas, como los perros husmean las merendolas campestres, y por las mismas razones, son los de la Agrupación de Peñas, los cuales soliviantaron a la afición ofreciéndole una disyuntiva genial. (Transcribo el diálogo de sordos.)

-¿Qué preferís, fichar mal o no fichar?

-"¡Preferimos a Barrabás, idiotas!"

-"¿Y entonces a quién crucificamos?"

-"A don Jesús del Gran Joder (in absentia) y a su heredero y diadoco (en efigie)".

-"¿Y la cruz?"

-"De madera de cerezo, off course".

Hay quien no distingue un club de fútbol de una castaña (o de un melón). Esta ignorancia de la dimensión pública del deporte de masas está detrás del aserto: "No se van a ir porque el club es suyo", el cual, ¡qué casualidad!, suele figurar en los sermones de los medios afines a los okupas. Según ellos es inútil todo lo que no sea un cheque. Colegas, si no se puede hacer nada, ¿a qué tanto celo en reprimir el enojo?; dejad que los cabreados se desahoguen. ¿O acaso pretendéis que accedan al Calderón entonando el Hare Krishna?

Pero claro que se pueden hacer cosas; por ejemplo, se puede solmenar el peral hasta que caigan las peras. A lo mejor baja el precio. Si tan a salvo se sintiesen los okupas detrás de sus robadas acciones, no utilizarían como sacos terreros a los veteranos. Por cierto, ¿para qué sirve esa caterva de ex de toda laya, pelaje y condición? Oh, para mucho; que se lo digan a Gil Marín. Me aseguran que Gárate dejó de presidir la Fundación y no renovó su abono; si es así, debió decirlo con voz alta y clara; debió irse dando un portazo. Su silencio sólo aprovecha a los que, con sus fechorías y gilideces, motivaron el hastío del gran delantero de las medias caídas que no celebraba los goles. Pero el silencio de Gárate al menos, no constituye un apoyo explícito a los okupas. Es increíble que los cabecillas de la movida carca pro Cerezo y Gil Marín sean los que vivieron la presidencia de Vicente Calderón (Rivilla, Reina, Collar, incluso Adelardo, ¡el yerno de Don Vicente!, –¿¡tú también, Bruto!? –). ¡Que estos fulanos pidan paciencia y suscriban punto por punto la sarta de trolas cínicas vertidas por Gil Marín! En esas viejas glorias va ganando la vejez y perdiendo la gloria; es ley de vida. Pero jamás hubiésemos creído que llegarían a chochear de un modo tan indigno. No obstante, ¿qué podíamos esperar de todas esas cursis metáforas marítimas: la nave, el remo, la singladura…? ¡Pobres aprendices de cómitre! Mira que atreverse a denunciar oscuros "intereses particulares" en la protesta. Mira que atreverse a declarar que el club pudiera caer en manos de alguien ajeno al Atleti.( ¡Pero si ya lo está, cretinos! ¿No os parece que la advertencia llega con un cuarto de siglo de retraso?) Mira que atreverse a invitar a los abonados a una sesión de remo al unísono. (¡Pero si llevamos veintidós años remando juntos hacia ninguna parte, como no sea el Maelström de Poe! Ítem más: los asientos de los remeros está sucios y percudidos, y una amiga presente en la jornada de la manifestación me aseguró que los inmundos mingitorios para señoras del Manzanares han de ser la verdadera causa de que le nieguen los JJOO a Madrid.)

Pero, ay, todo se pega salvo la hermosura. Y quizá sea oportuno recordar que esas gentes de orden, que siempre van con el que manda y detestan las algaradas callejeras, salieron en procesión cuando a los Gil les intervinieron el club. ¡Rogaban que se lo devolviesen! (El sábado, haciendo cola para exigir el inmediato desahucio de los okupas, vi a Don Enrique Collar camino de la zona innoble del Calderón. Nadie importunó al ilustre veterano, que ahora lustra los zapatos de Gil Marín y de Cerezo. Aun así, el hombre, cabizbajo y pesaroso, enfiló con su señora el estrecho pasillo hasta la puerta "0", que dejaban libre los airados seguidores. ¡Lo que tiene uno que sufrir para el ganar el palco, el whiskito y los canapés!)

Pero determinados ex no fueron los únicos apóstoles de la indignidad. Hubo quien sugirió que se manifestase la tropa en la Carrera de San Jerónimo. (¡sic!) ¡Ah, vamos!, ahora resulta que son los padres de la patria los culpables de que Gil sea un chorizo y un incompetente. Este mismo military adviser de los okupas, se atreve a sostener que "la crítica nace del general sentir atlético, no tanto por la equivocada confección de la plantilla como ante la ausencia de un mensaje certero que empalme con la historia de este club y la ambición que le ha caracterizado. El desencanto atlético se hace grande por la falta de un mensaje atlético" (¡¡Sic!!). De modo que no se trata de la quiebra técnica, ni de los continuos fracasos deportivos, ni de los hurtos y apropiaciones indebidas, ni de las condenas judiciales, sino de los SMS’s. ¿Y a qué número habría que enviarlos, si puede saberse, al 091 o al 112? Bueno, en esto coincide con el caradura de Abasolo, quien ha venido a decir: ¡joder!, hay que seguir engañando a esos panolis, incluso diciéndoles la verdad, sobre todo diciéndoles la verdad. (Y Gil Marín, con la diligencia que le caracteriza, no ha tardado en tomar nota. De ahí que le confiase en la SER al locutor de la risa floja el siguiente mensaje atlético: si le conceden los JJOO a Madrid, hará un estadio en Alcorcón para 15.000 espectadores, estadio al que él, con sus propias manitas, añadirá gradas supletorias para otros ¡35.000 aficionados! Por suerte para la integridad de las personas físicas, el Ayuntamiento impedirá abrir semejante tinglado: ¿acaso persigue usted, Don Gil Marín, que se mate la gente entre un amasijo de hierros y tubos de plástico?; ¿considera usted, Don Gil Marín, factibles las plazas portátiles para 45.000 personas? Y él rezongará: "Bueno, yo lo prometí por dar un mensaje atlético: ¡Antes muertos y en Alcorcón, que vivos en el Bernabéu!, pero si no se puede…").

2.- Reflexiones post festum

Estas luchas deben ser libradas de palabra, aunque sea gruesa, y en el estadio. La calle, que fue de Fraga, ahora es de todos, y sólo en ocasiones verdaderamente excepcionales es legítimo utilizar lo que, siendo de todos, no es de nadie (característica singular del bien público) y, en cualquier caso, para un fin de interés netamente general. Con ocasión de las grandes ceremonias civiles, también de las disensiones ritualizadas, o incluso de las fiestas patronales, la calle (un tramo de la misma) deja de ser un espacio neutro y abierto a casi cualquier actividad para someterse, por unas horas, a un propósito concreto, y esto es así porque se sobreentiende que la mayoría de la población o una parte muy significativa de la misma querría y podría hacer virtualmente y durante un tiempo ese uso tan especial de la calle. Y, aunque pudiera entenderse que la zona que rodea el estadio de fútbol, en razón de su inmediatez, le pertenece, bajo ningún concepto es así. Por contra, el interior del campo es, desde el punto de vista público, del que paga por asistir a un partido (que es un acontecimiento público), mientras dure éste, y el lugar donde puede expresarse el que paga con entera libertad. Es ahí y no extramuros donde el aficionado al fútbol debe exteriorizar su alegría, su desagrado o manifestar su opinión (alegría, desagrado u opinión manifiesta relativos al balompié, ocioso insistir en ello).

Espero que Camuñas (o el que eventualmente se disponga a pujar por el accionariado del club), haya entendido lo que no entendió Camba, a saber: no basta con tener dinero para comprar el Atleti, hay que emerger como cabeza de una alternativa posible (señalar los males, proponer los remedios, en definitiva: convencer a los aficionados contrarrestando las patrañas de los bribones y plantándoles cara en público.)

No concuerdo con los que abordaron la protesta en términos de "ahora o nunca". Emplazarse a derribar a los okupas mediante una única embestida es de ilusos y sólo puede servir para exponerse a una sensación de fracaso prematura y gratuita. (Les ha pasado a los seguidores del Betis por contentarse con una jornada de lucha y luego volver a sestear; el resultado es un Lopera débil y refugiado entre las cuatro paredes de su casa, sí, pero todavía vivo). El aliento debe ser largo, no corto. Esta es una batalla de desgaste, una guerra de material, por lo que el desmoronamiento del frente pudiera ocurrir de la noche a la mañana, pero no conviene contar con ello. (El derrumbe es producto, por lo común, de docenas de fracturas invisibles).

Hasta ahora el mayor enemigo de los okupas había sido la realidad, esa plancha de acero contra la que rebotaban todas sus elásticas mentiras. (Pero ahora las mentiras no son pelotas golpeadas por una raqueta de tenis; son balas disparadas por un revólver, y el rebote es más peligroso.) La oposición realmente existente se circunscribía a unos centenares de aficionados lúcidos, rodeados por el silencio hostil de los demás y la indiferencia burlona de los periódicos. El sábado esos centenares se convirtieron en miles. Y hay más, muchos más, que meditan pasarse al bando opositor, abandonado las filas de la mayoría silenciosa. En la concentración del sábado hubo participantes y curiosos. El grupo que disgregó la policía volvió a reunirse y dio la vuelta al estadio. Hacia las seis menos cuarto, dicho grupo debió de superar las 5.000 personas. Es la columna de un ejército que ha cruzado el Rubicón. (Cuando se habla de los ‘organizadores’ de la manifestación se incurre en una deliberada falsedad. No hubo tales organizadores; fue una ocurrencia surgida en Intenet y abrazada espontáneamente por varios miles de aficionados. De hecho no hubo una pancarta principal, ni nadie que impartiera consignas. Es más, los rabadanes del único grupo organizado que se reúne en el Calderón intentaron, sin conseguirlo, diluir la protesta.)

Eso es lo portentoso: la afición colchonera disidente, que no encuentra a nadie que consienta en representarla en público, y cuyos esporádicos e improvisados portavoces son ninguneados o utilizados por la prensa con su habitual falta de escrúpulos, ha sabido alumbrar por sí sola y sin ayuda de ningún partero un germen de genuina rebelión. La mayoría silenciosa (¿y quién no ha formado alguna vez parte de ella?) prefiere por comodidad una mentira en tecnicolor a una verdad en blanco y negro, pero es tan grave lo sucedido durante todos estos años en el Atleti que muchos aficionados no tienen más remedio que afrontar los hechos; quienes durante casi un cuarto de siglo se han limitado a vivir torpemente del club, no van a transformarse nunca en personas honestas y capaces. Jamás cambiarán, ni cambiará el destino del club con Gil Marín y Cerezo al frente.

Pero imaginemos que la batalla está perdida. ¿Y qué? Incluso las batallas perdidas deben ser libradas. La expulsión de los okupas es un objetivo irrenunciable y merece la pena. Ahora bien, la única probabilidad de alcanzarlo –lo he defendido hasta la saciedad– es lograr que cada encuentro en el Calderón contenga una jornada de huracanada repulsa, un thanksgiving day inequívoco y atronador. Hay que amargar la vida a Gil Marín y a Cerezo en el estadio. No son el embalse de la Serena, sino un dique chapucero, y antes o después se vendrán abajo, a condición de que aumente el agua. Procuremos que sea antes.

(Colilla a medio apagar.)

"Si me demuestran que mi familia y la de Cerezo no han puesto 48 millones en el Atleti, me voy mañana". Por encima o al margen de la inaudita desfachatez que entraña la afirmación y del vano gesto del mentiroso compulsivo que ha de recurrir a teatrales y capciosas fórmulas: "¡Que ciego me vea!", "¡Que me quede en el sitio ahora mismo!", para inyectar una convicción imposible en sus palmarias falsedades, se impone la pregunta: ¿le están poniendo precio al club?

(Fe de errores.) Aunque ya está corregido, pido disculpas por haber puesto coloir de la merde, en vez de couleur de la merde. Aunque gramaticalmente incorrecto, quizá pensé en un couloir de la mort (corredor de la muerte). En fin, no está uno pa na.

Comentarios

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# septiembre 17, 2009 2:31

Javidelugo ha opinado:

Ojalá le pongan precio de una vez al club y se marchen para siempre.

Dejando a un lado que unos propietarios lo puedan hacer mejor o peor dentro de la infame leyde S.A,D., aquí el tema va más allá y es una cuestión de dignidad. Estos sujetos se apropiaron del club y no son los legítimos dueños. Por tanto, lo normal es que estuviesen inhabilitados para ejercer cargo alguno en las instituciones deportivas de España.

Son unos mangantes que nos tienen secuestrados.

# septiembre 17, 2009 3:36

Madder ha opinado:

Javi, según la Ley de SA a la que remite la ley del deporte en esste aspecto, no puede ser administrador no ya de una SAD sino de cualquier SA, alguien con condena firme que acarrée inhabilitación para el ejercicio de cargo público. Gil Marín está condenado en firme por estafa lo que acarrea la citada inhabilitación. En una Junta de Accionistas solicitamos su cese, el consejo se negó. Así que como siempre sólo quedó la vía judicial que decidimos guardar para otros casos que no sólo le quiten el puesto de Consejero Delegado sino que le quiten lo importante que es la nmayoría accionarial.

# septiembre 19, 2009 8:24

Javidelugo ha opinado:

Señor Lorences, ¿para cuándo un nuevo artículo?

Y no será porque en la S.A.D. no se hayan cometido disparates en estos últimos tiempos. Para variar.

La carta del veterinario, lo de Abel, las mamarrachadas de Cerezo....

El circo continúa.

Saludos.

# noviembre 18, 2009 7:38