El niño que nunca vio a los suyos ganar un derbi
(Perdedores,
lo-lo-lo-ló, lo-lo-lo-ló, lo-lo-lo-ló.)
Es
difícil saber qué espera, o a qué aspira, la afición del Atleti.
Probablemente no espera nada ni aspira a nada, porque de lo contrario
tendríamos que preguntarnos a qué espera. La inacción, la resignación,
no permiten concluir otra cosa: está muy contento con el papel que desempeña el
club, no ya de segundón, sino de perdedor contumaz. A nadie en Madrid le
indigna, molesta o produce la menor incomodidad la situación de la entidad
colchonera. Entre sus incondicionales, por cada dos mil que despiertan un rato,
cuarenta mil le hacen "sangre a la cama", como dice mi querida T. López
Augustin.
(El
chupito.)
Han vuelto a reaparecer del
brazo, el mequetrefe y el golfo, para presumir de que los dos primeros de la
Liga doblen en puntos al Atleti (otro récord de la era Gil, tan fecunda en
bochornos) y dar por conquistadas las copas que no proporcionan ni honor ni
riquezas, pero cuya obtención complacería tanto a grandes y chicos. (El mequetrefe y el
golfo han escogido incluso rival para las supercopas: el Barça, pero ¿jugará
contra el Atleti?) Ese chute de victoria (o de
metadona) echaría tierra encima de la gestión calamitosa del club, pero qué más
da; todo el mundo, con el sector crítico a la cabeza, está encantado de ver
cómo la hiedra de la gloria trepa por las leprosas paredes de una institución medio
demolida. (La foto que muestra el renovado idilio -unas bodas de plata con el
expolio y la miseria del Atleti como telón de fondo- es única en su género: al
mequetrefe, que también es un poco granuja, se le cae la baba; es un bobo de
baba; el golfo, que es bastante mequetrefe, se deja encimar por su arrobado compadre
y sonríe con la doblez condescendiente que le caracteriza. El día en que
desaparezca el golfo, el mequetrefe se quedará huérfano; pero si el mequetrefe
fuera el primero en ausentarse, el golfo únicamente perdería un valedor y un cheerleader, no importa, hay tantos que
asumirían felices el papel; cuesta tan poco amaestrar una cacatúa, hacer de un
mequetrefe un instrumentum vocale... El
mequetrefe lo intuye y se apresura a redoblar la pleitesía. En fin, es la
conexión entre el lumpen de la cultura y el lumpen de las finanzas y los
negocios.)
Esos
perros de aguas que escriben en los periódicos y peroran en las radios y las
televisiones han convertido el fútbol en materia de Bretaña, eso sí con
arturos, lancelotes y percevales de pantalón corto y sin ginebras (o con
ginebras de garrafón) y practican el triunfalismo con una desfachatez sin
límites. Pero mientras los merengues se empeñan en presentar a C. Ronaldo como
si fuera un héroe cuando agrede a un rival y un villano cuando cobra a final de
mes, y piden la selección para Guti, los colchoneros no les van a la zaga;
mucho peor, se aferran al nada Santo Grial de la Copa. Como los adversarios y
los choques son anecdóticos, el negocio de la megafonía estentórea prospera. Ya
denuncié en mi libro "El Rojo y el Blanco", que entre los comentaristas y los
forofos no hay ninguna diferencia: idéntica ignorancia del deporte, idéntica
propensión a la chaladura, idéntica falta de escrúpulos y de gramática. (Así,
el enfrentamiento entre el Atleti y el Celta pudo ser tratado por los medios
afines a los okupas como la formidable
colisión de dos clubes de parecido nivel. Y quizá tuviesen razón, pero no por
lo que ellos creen; a lo mejor el Atleti es más un equipo de Segunda que de
Primera).
El
Atlético de Madrid ha conseguido (¡sic!)
la final, clamó un cretino que altoparla en la SER. Ahora bien, ¿cómo ha
llegado hasta aquí? Pues tras eliminar a un equipo de Segunda B, a dos equipos
de Segunda A y a toda una potencia del fútbol mundial: el Racing de Santander,
hazaña como no vieran los siglos, a la que contribuyó y no poco el referee del encuentro de ida. Y si al
equipo de Segunda B lo despachó sin mayores apuros, las agonías para deshacerse
de los dos adversarios siguientes evocan el parto de los montes, que como nadie
ignora dieron a luz un ratón. (Los que afirman a la ligera que el Atleti vive
en una montaña rusa se equivocan de imagen porque ¿dónde están los picos?; ¿o acaso
eran altas cumbres las victorias contra Huelva o el Valladolid?) A uno, que ha
visto al Atleti ganar y perder en campeonatos importantes contra adversarios
como el Bayern, al Ajax, el Independiente de Avellaneda, el Barça el Madrid, el
Celtic, etc., le pone fuera de sí el cinismo con el que los perros de aguas de
la maldita prensa del ramo se obstinan en que la Copa salvará la temporada del
Atleti. En el hipotético caso de que la lograse, ¿no sería un chupito?
Ítem
más: ¿qué hubiese dicho la gente del Atlético si el Real se hubiera clasificado
antes semejantes oponentes y con el árbitro a favor? Los gritos habrían llegado cielo, y con
razón. Ahora bien, ¿no presumíamos de odiar el abuso y la prepotencia? No,
ahora hemos preferido tildar a la afición cantabra de hatajo de paletos y a la
del Sevilla de escoria; Canales es un paquetito
desde que firmó por el Madrid y Munitis, un tipo con una figura y un nombre
¡que lo condenan al cabreo!, grandes
verdades que merecen ser escritas con un alfiler en el "ángulo interior del
ojo", como recomiendan los redactores de las "Las Mil y Una Noches". He ahí cómo la visión del otro, de lo que el
otro anhela (que es lo mismo que desea uno: divertirse con un espectáculo y que
ganen sus colores), enturbiada por la sed de prestigio, degenera en cataratas; son
ya innúmeros los ejércitos de los invidentes. Y así, algunos aficionados
críticos con la situación del club, que es terminal, han enarbolado la bandera
de la ilusión, pero no la suya sino la de ¡los niños colchoneros! (Me recuerdan
a esos padres que se compran un tren eléctrico, pretextando que lo quieren sus
hijos, para disfrutarlo ellos a su sabor y sin que nadie pueda reprocharles un retroceso
a la infancia.) Antes de que se consumara el doblete, escuché de labios del
locutor de Tele 5, José Ribagorda, muy colchonero él y muy pelota de los okupas, la siguiente oración: "Sólo pido
ganar esta liga; lo que venga después no importa. Una plegaria atendida. Pues
bien, tanta gente se ha puesto a rebañar un plato de lentejas, que me pregunto
si lo que pretenden es legar a su progenie una escudilla roñosa y vacía, junto
con los amargos posos de un chupito.
Yo creo que una
afición que no logra apartar los ojos de la Copa, aun reconociendo que el
Atleti bajo Gil y Cerezo está sentenciado, se engaña doblemente, pues ningún éxito
y ningún fracaso se antoja ya capaz de modificar la trayectoria del club, esa
piedra caída en un pozo olvidado. Hace lustros que el Atleti juega por jugar,
por cubrir las apariencias; perfecto y risible comparsa, milita sin más en las
competiciones, y los resultados que obtiene al término de cada campaña oscilan
entre lo pobre y lo paupérrimo. De ahí que aferrarse a un chupito, como si del
eventual triunfo dependiese la salud y de la eventual derrota, la enfermedad de
la institución, sea vano y en vano. No habrá un antes y un después del chupito,
mientras los golfos sigan okupando el
Atleti. Los cadáveres no se curan.
Y lo peor del asunto
es que todo el esfuerzo opositor del ejercicio, esos mil duros de saludable enojo
que tanto costó reunir, ha sido dilapidado en un santiamén en el absurdo
festejo de la clasificación para esa birria de final. Es increíble que haya
estallado la paz (que no será la de dios, sino la del diablo) en un campo de
batalla que más parece un cementerio. El subterfugio esta vez han sido los niños;
¿cuál será la próxima?, y, sobre todo, ¿habrá una próxima vez? Escribí hace
muchos años que ni la Copa de Europa redimiría a los Gil de sus latrocinios y
torpezas. Bueno, no ha sido la Copa de Europa sino un vulgar chupito (aún por
ingerir). Con semejante afición (sin duda la peor de las que infestan los
estadios, convirtiendo el fútbol en el juego menos deportivo del orbe) la
suerte del club está echada... a la bartola. Y mientras los hinchas prodigan las
fanfarronadas (ellos no juegan aunque son muy ganadores), los okupas se frotan las manos. ¡Mira que si
un triunfo contra el Sevilla nos extendiese otro cheque en blanco!
(Internacionales de Vulgaria.)
Es lo de siempre y lo de siempre induce una fatiga crónica. Algunos
aficionados del Atleti piensan que uno de los problemas del club es una
variante de la baja autoestima que nos lleva a tirar por tierra a nuestros
jugadores y a ensalzar a los de otros clubes. Discrepo. Valgan las líneas que
siguen, tanto da haberlas escrito o no, como un cansino encogerse de hombros.
Los nulos comentaristas de hoy, que no saben una palabra de fútbol porque su
cometido no consiste propiamente en informar sino en intoxicar y difundir la
chaladura más espesa, se equivocan o mienten a propósito del valor de todos los
futbolistas, sobremanera de los colchoneros. No obstante, a falta de críticos,
buenos son los forofos, los cuales, con su trastorno mental, ejercen de
lazarillos de los okupas y los
orientan ¿Queréis cantera? Pues cantera. ¿Queréis fichajes? Marchando.
Catorce o quince equipos desde que empezase la vigente temporada
demostraron que el Atleti de hoy es una banda sin orden, con una defensa de
cristal y una medular sin pulso, extremos que rara vez profundizan y delanteros
aburridos y desmoralizados. La penuria deportiva es tan patente y clamorosa que
la llegada en el mercado de invierno del cuarto o quinto centrocampista de la
Juve fue saludada con grandes muestras de alborozo. No me extraña: Tiago, aun
lejos de su mejor forma y siendo lento como un carromato del Oeste, conoce el
oficio y no es directa e incurablemente tonto, al revés que el setenta y cinco
por ciento de los componentes de la plantilla colchonera. Si acudimos a la
cantera con el siguiente pedido: "Póngame, s'il
vous plait, dos laterales, y un medio de enlace", nos responderán: "Qué
lástima, de eso no tenemos". De la cantera se han instalado en el primer equipo
De Gea y Domínguez. A De Gea da gusto verlo moverse, coger con una mano el
balón, como si fuera un huevo o un higo, pero falla en las salidas, defecto
subsanable, y en otros aspectos de su complicada labor; ahora bien, el primer
equipo del Atleti no está para curtir guardametas prometedores. (El cirio de la
portería es, por desgracia, característico de este club, que busca problemas
donde no los hay para después fingir que les pone remedio). En cuanto a
Domínguez, ¿nadie lo ha visto caerse de culo en el campo sin que mediase ni
siquiera un amago del oponente?, ¿nadie lo ha visto despejar al aire?, ¿nadie
lo ha visto marcar con los dos bracitos apoyados en el cuerpo del rival, como
si fuera un ciego de cupón?, ¿nadie lo ha visto pasar el balón al pie (lo
correcto es un metro por delante) al lateral que sube, entorpeciendo el ritmo
de la jugada?, ¿nadie lo ha visto despejar de cabeza en globo y hacia el
medio?, ¿nadie se ha percatado de su inconfundible trajín de jugador de
Segunda? No, nadie. Y se diría que el Atleti es Domínguez y diez más, criterio
que se han apresurado a suscribir los okupas.
(Ojalá se vaya arriba y acabe triunfando, pero de momento no está arriba y yo
no daría por descontada su ascensión).
El resto de los defensas es una gemebunda cuerda de fracasados
reincidentes. Valera no sirve; Antonio López, si acaso para las suplencias.
Ujfalusi posee una cintura de madera, aunque es él único central que sabe
arrancar con el balón pegado al pie, habilidad que sería inútil exigir de
Perea, de Pablo, o del citado Domínguez. Hablando de Perea, M. A. Ruiz, que ha
vuelto al micrófono en TVM (siempre contratan a los peores), afirmó en el
partido contra el Celta: "Es una lástima que la gente pueda hablar mal de este
chaval cuando hoy ha jugado muy bien". El chaval
había regalado un par de balones a los delanteros rivales más francos que el que
disfrutó Higuaín en el primer derby. El chaval
había, como siempre, competido con el mejor jugador del otro once (en este
caso, Trashorras) a ver cuál de los dos suministraba más esféricos a los
componentes del otro once (en este caso, el Celta). Tengo para mí que cuando la
pelota es de Perea cuenta como posesión del contrario. Es tan malo, que no es
un misterio que lleve cinco años en el Manzanares (en un partido incluso heredó
de A. López el brazalete de capitán). Pero los estúpidos locutores, cuando
despeja sin ton ni son la pelota, sentencian aprobatorios: "No se ha complicado
la vida" (sic).
El
medio del campo es impropio de un equipo de la división de honor. Relegado
Camacho (ese crack inconmensurable) por todos los
entrenadores (¡qué injusticia, Señor!), nos queda un brasileño sin chut (y mira que es difícil), Assunçao,
convertido en el pilar de un edificio sin vigas y sin tabiques; por ahí también
pululan el cedido de la Juve (adoptado sobre la marcha por los forofos, hambrientos
de ídolos, auque tengan los pies de barro), Raúl García (acaso una de las
peores inversiones de este club, por lo mucho que costó y lo poco que ha
rendido) y Jurado, tan flojo, tan bobo, tan osá
(pronúnciese esta versión pija del ‘o
sea' sin apenas abrir la boca y alargando la ‘s'), y del que todo cuanto puede
afirmarse es que inventó el pase a medio metro. (¿Qué da taconazos y hace
rabonas y sombreros? Bien, pero no hay buenos guisos a base exclusivamente de
pimienta o nuez moscada. La especia no es el manjar.)
Simao
y Reyes no tienen fuelle para trabajar y para crear; les falta cuerpo; les
sobra individualismo y cartel. Y así llegamos a los delanteros: Agüero y Forlán,
dos náufragos en el mar del sinsentido, dejémoslo así. Salvio, Ibrahim y Borja
completan la nómina. Del primero se habla maravillas, pero no tardará en
recibir improperios; pues carece de cualidades visibles (¿otro botijo?); el
segundo es un cero a la izquierda con el balón en los pies; y el tercero conserva intacto el cartel de
los que no han debutado aún.
Los
mantas absolutos en diciembre eran Cléber y Sinama, y Maxi estaba acabado.
Emigraron los tres. Ahora le toca el papel de penúltimo zoquete a Jurado, en
estrecha pugna con Valera. ¡Qué pronto han desaparecido de la memoria los otros
cánceres que el tiempo sajó! En
breve, tampoco estarán los que ahora ponen plomo en las alas del equipo y el
club seguirá igual de gallináceo porque está en poder de dos bípedos implumes
que lo despluman con fruición desde hace 23 años. Cara a la temporada que
viene, Cerezo y Gil Marín han prometido otra revolución (la vigésimo tercera o cuarta), y dicen que el club ha
apalabrado el fichaje de Fran Mérida, y piensa recuperar a Diego Costa, Mario
Suárez y De las Cuevas. (Bromas las mínimas. Diego Costa es irrecuperable;
menos ágil que un paquidermo, chupón e irascible, su titularidad lastra al
Valladolid; los otros dos tampoco son precisamente unos cracks.)
En
resumen, el tiempo de los extremos puros periclita, y, hartos ya de la
experiencia, hemos virado hacia la juventud, lo cual se parece más a la media
vuelta del baldado en su lecho que a un cambio de política. Vendrán otros
rostros, y antes de que el olvido se haga con ellos un sándwich, disfrutarán de
un breve romance con los seguidores del Atleti, gracias al cual llegarán a
internacionales... de Vulgaria, claro.
(Colillas
del último derby.)
(Chalado.) Soy antimadridista porque
detesto el triunfalismo y las injusticias. Por eso la eliminación del Madrid en
la Copa de Europa me produjo alivio; tanto como alegría la hazaña del Alcorcón.
"Al Alcorcón le vamos a meter seis", había vaticinado el gran Guti (el hombre que, ¡oh cielos!, un día dio un taconazo),
quien también creyó llegado el momento de "pegar un puñetazo en la mesa" cuando
la noche del Olympique de Lyon. Encima de una loma, los enanos se agigantan.
Pero
¿cómo calificar el triunfalismo de los perdedores? El archi-idiota ante el
Altísimo habló de una hora de miedo en el Bernabéu (¡miedo que habrían
experimentado los aficionados del Madrid!), ponderó la táctica del entrenador
del Atleti y adjudicó el resultado final a las lesiones (¡de Valera! y Reyes) y
a los fallos de los zagueros. Según él, el primer periodo del conjunto de
Quique fue inolvidable (¡sic!). Hay que ser muy imbécil y muy embustero. Pero
así los buscan y encuentran los periódicos deportivos: sin luces e ignorantes,
aunque también con una incorregible tendencia a falsificar la realidad.
(Ambiente.) La ovación a Perea y la
pancarta: "El derby, vuestra peor pesadilla" reciben en el lenguaje taurino una
denominación: banderillas de fuego. Y la afición del Atleti reaccionará como
los mansos: unas coces al aire y a trotar en plan cabestro.
(Imparcialidad.) Con arbitrajes como los
de Undiano, el Atleti hubiese vencido dos o tres veces al Madrid desde que
regresó a Primera, bagaje vergonzoso, del que se hubiesen sentido muy ufanos
los okupas, el archi-idiota y quizá
buena parte de la afición. Un único reproche a Undiano: consintió, como hace el
resto de sus colegas, las desvergonzadas y continuas protestas de los jugadores
merengues, a los que, por lo visto, el ominoso
villarato no amilana. ¿Por qué será?
(Ya podrán.) Ningún equipo (sobre todo si
es muy principal y juega en casa) vence ya sin
épica. Para los triunfalistas, cualquier equipo que marca dos goles en su
campo después de haber encajado uno perpetra una heroicidad digna de figurar en
los anales. El propio locutor insistía encantado de la vida en el coraje del
Madrid. Confunden la buena forma y la capacidad física con el valor, cualidad
anímica. El caso es presumir de valientes, aunque en el fondo prefieran saberse
y sentirse poderosos.
(Lacra.) Una de los estigmas (que no
enigmas) de la época es lo formidablemente bien que se llevan los directivos de
ambos clubes. Hasta Valdano, gastando una cortesía propia de los antiguos
caballeros con las antiguas damas: "Por favor, usted primero", declaró avant match envidiar la suerte del
Atleti que, al parecer y según dicen, está inmerso en tres competiciones. Los
ideólogos del Madrid protegen a los okupas
del Atleti. Los cortes del vídeo del almuerzo entre ambas directivas revelan
mucho más que una cordialidad más o menos fingida; allí reinaban la complicidad
y una no disimulada devoción mutua. Como que las dos juntas "están
comprometidas" y "reman en la misma dirección". El Atleti es ya como el
Castilla, sólo que con otra indumentaria.
(Ricos y pobres.)
El
Madrid ha fichado al carísimo C. Ronaldo y al baratísimo Arbeloa. El primero se
perdió en estériles regates y acribilló las nubes con sus erráticos tiros; el
segundo ejerció de Garrincha ante Domínguez en el tercer gol merengue.
(Prólogo que es un epílogo.) El niño, de unos
diez años, llegó al bar de la mano de su padre, se sentó al lado de unos
vejetes y rechazó un bocadillo que le ofreció la dueña del establecimiento ("No
tengo hambre", explicó). Uno de los abuelos quiso animarlo: "Ya verás como hoy
ganamos". El niño, colchonero que no ha visto triunfar al Atleti en un partido
de la máxima, repuso con naturalidad: "No creo; vamos a ver cuántos nos meten".