Esperando a Godín
La del Atleti es una tragifarsa con un mal
planteamiento, un flojo nudo y un previsible desenlace, y sus figurantes la
representarán hasta que los empresarios de las varietés huyan con la última recaudación. Perdón por el exordio,
que juzgo tan indispensable como otros las preces antes de irse a la cama o
ingerir algún alimento.
En la obra de Samuel Beckett "Esperando a
Godot", uno de los personajes inquiere: "¿Cómo se llama ese tipo al que
esperamos, Godot, Godet, Godin?" Era Godín, sin duda, y al final vino (ojálá
sea para bien), pero temo que la salud del Atleti requiere bastante más que un
par de retoques en el primer equipo.
Si nos limitamos a lo comprobado sobre el
tapete durante lo que va de pretemporada, hay más motivos para arrugar el ceño
que para sonreír de oreja a oreja. Antaño, el Atleti contendía con grandes oponentes
y triunfaba en el Carranza, el Costa del Sol, el Teresa Herrera, etc. Hoy
pierde con el Español, el Mallorca, etc., onces
honrados a los que debería batir con diez y sin portero. Por lo cual, si las
victorias no hubiesen autorizado el entusiasmo, las derrotas (y el modo en que
estas se produjeron) nos abocan al escepticismo.
El cuerpo técnico del Atlético de Madrid no ha
sabido o no ha podido afrontar una reestructuración a fondo de la plantilla. La
incorporación de los defensas Filipe Luis y Godín no es vituperable, sobre el
papel. El primero no es un gran defensor, pero sube y maneja la pelota. El
central tampoco es un zote y tiene estatura y buena colocación; su llegada le
ahorra a Quique la alineación de Perea, esa calamidad. Sin embargo, la ausencia
de un lateral derecho específico, unida a las dudas en torno a la consolidación
de De Gea y Domínguez (a veces el segundo año de titularidad es más difícil que
el primero porque se acaba la indulgencia y comienza la exigencia) aconsejan
ser prudentes.
Poco o nada se ha hecho para reforzar las otras
líneas. Mérida, que viene de no jugar en la Premier tres años, es una incógnita
y Suárez, dos. La continuidad de Tiago, que es listo pero a 10 por hora, el
sempiterno quiero y no puedo de Raúl García (o mediocentro o mediometro fuera del campo, por favor) y
la falta de disparo y en ocasiones de luces de Assunçao, junto con el
inaceptable desempeño de los interiores (Reyes no aprende a jugar al fútbol
asociación y Simao se desliza vertiginosamente por la cuesta abajo de su
carrera) multiplican la inquietud.
En la vanguardia, el alta de Costa se antoja un
error, otro más. El brasileño es toda una joya:
lento y sin aguante (y ya no habría que seguir enumerando lacras, porque un
punta al que no se puede enviar el balón en profundidad constituye una rémora;
me remito al gran Esnáider), carece
además de puntería, chupa y es bastante irascible, aunque hay gente que
confunde las malas pulgas son el carácter y alaba las intemperancias de Costa.
En fin, debieron traspasar a Valera, L. Perea y
Simao, meditar las bajas de R. García y Reyes, no incorporar a Tiago, a Mario
Suárez, a Costa, etc. ¿Por qué no incluyo en el lote de prescindibles a Jurado?
Contra lo que muchos suponen, lo peor de Jurado no es provenir del Madrid. No
obstante, lo que no acaba de dar Jurado, no lo puede dar ningún otro hombre de
la plantilla, pues el insuficiente, anémico y cursi futbolista de Cádiz es el
único medio de enlace con que cuenta el Atleti (razón por la cual Quique tiene
tanta paciencia con él). Debería fortalecer su cuerpo (para eso están los
gimnasios y las dietas) y cambiar de mentalidad. Jurado se cree un mediapunta
artista, y hay que dejarle las cosas muy claras: joven, de eso no queremos; aprenda
a medir las distancias, ofrézcase, mire y pase, y no le irá mal. Ah, entrene el
tiro a puerta y olvídese de las bicicletas, que son para el verano.
Queda el asunto de la cantera. Como persona que
no ve los partidos de los chavales rojiblancos, me gustaría que alguien me
informase objetivamente de las habilidades y características de las nuevas
hornadas. Yo quiero un aficionado al fútbol que haga lo que haría un asiduo del
turf: decirme si el potro vale para correr
el derby de Epson, el más ínfimo premio
de la cría caballar en el hipódromo de Pineda o se trata de un penco sin
solución. Pero son hinchas los que nos traen las nuevas, y los hinchas no paran
de ver cracks en jugadores mediocres (el
fanatismo es alucinógeno). El año pasado, después del resonante triunfo del
Atleti B en Valdebebas, Bernardo Salazar me dijo: "O mucho me equivoco o no he
visto un solo jugador del B que sirva para el A". Yo, que también había
presenciado el encuentro, no pude menos que concordar en el dictamen. Por
ejemplo, los tres aclamados sub 19 del Atleti, integrantes del conjunto que
perdió la final contra Francia en el reciente europeo y para los que tantos seguidores
colchoneros exigen la titularidad o un puesto en el plantel, no me inspiran
ninguna confianza. Los buenos jugadores destacan en una o dos facetas y en las
demás no desentonan. Keko no hace nada mal, pero tampoco muy bien. Posee
criterio y madurez y se mueve con soltura, pero le falta físico y gol y su
técnica no es deslumbrante. Koke intervino en las semifinales; su desempeño fue
vulgar; se limitó a cumplir el papel de escudero de Oriol (a propósito: Oriol y
el defensa Bartra, aunque todavía muy verdes, son los dos únicos jugadores del
combinado sub 19 que, a mi parecer, podrían llegar a figuras). En cuanto a
Pulido, es bajo y no muy rápido (mala combinación para un central), y carece de
fundamentos tácticos (el segundo gol de Francia fue un balón que ingresó en el
área española por el slot -según la
terminología de la aviación civil- de Pulido, sin que supiésemos dónde se
hallaba a la sazón la criatura; antes había cometido un par de faltas al borde
de la frontal totalmente gratuitas). Su única virtud, por el momento, es que
maneja la pelota decentemente; de modo que Pulido está, en el mejor de los
casos, por pulir.
Así las cosas, me incluyo entre los aficionados
que no le acaban de ver el queso a la tostada y que, por consiguiente, nada
esperan del ejercicio, que hará el número 24 de la infame era Gil. Pronto se
cumplirán las bodas de plata de aquel colosal estupro. Bueno, por no ser tan negativo, quizá la nueva hierba del
Calderón nos permita disfrutar otra vez del mejor Agüero, siquiera durante un
rato. El césped habría sido entonces el mejor fichaje.