Heroicos villanos
1.-Inferioridad absoluta.
Los
gritos de "¡Messi muérete!" en el último y ya remoto Atleti - Barça definen el
nivel de bellaquería alcanzado por algunos aficionados (bueno, no tan algunos, pues cada vez hay más). El
único equipo que entonces jugó al fútbol fue el visitante, y vituperar a los
que son mejores o a los que aplauden el buen juego adversario constituye un
acto estúpido y suicida. A Messi, Iniesta, Xavi, Alves, Piqué y compañía debió
agradecerles el público del Calderón dos cosas: el espectáculo, que dependió
por completo de ellos, y el haber desmontado la farsa del supercampeón de
Europa, tan perjudicial para los verdaderos intereses del Atlético de Madrid,
que divergen de los intereses de los okupas
y de los intereses de los hinchas (enfrascados los primeros en un latrocinio
incesante a costa del club y consagrados los segundos a fardar vanilocamente de
títulos de segundo orden). El Atleti no jugó porque su medular es mediocre, su
defensa está apenas zurcida, su delantera, muy mermado Agüero, se reduce a
Forlán (y después al limitadísimo Diego Costa). Otros años, la guerrilla de
Torres o de Agüero, algún chut inopinado
del ariete uruguayo y cierto barullo inherente a las bajas, al exceso de
confianza o al cansancio blaugrana lograban compensar el enorme déficit de
clase. El Atleti de hoy, que juega en otro campeonato, ha de encomendarse al
brío, procurar que el Barcelona se despiste y rogar al árbitro que se inmute.
Desde luego no lo hizo Álvarez Borbalán, el cual tampoco perjudicó al Atleti
(dicen los forofos colchoneros que le escamoteó un penalti a Ujfalusi; fue personal, pero también les perdonó la
segunda tarjeta a Domínguez y a Assunçao, por ejemplo).
Es
increíble que Ujfalusi sea un ídolo (y que lo sea más aun después de haber
lesionado a un adversario), pues ha fracasado reiteradamente como central y
como lateral. Pero claro, imposta un aire fiero, que pasa por carácter. (No es un
desastre con la pelota en los pies, pero, torpe de cintura, está en la cuesta
abajo.) La tarde del Barça fue el responsable del amargor con el que terminó el
choque, porque es una desgracia que un jugador acabe saliendo en camilla. Y
aquí siento decepcionar a los paranoicos, a quienes les encanta sentirse
eternamente perseguidos: nadie ha demonizado a Ujfalusi. No voy a enredarme en
empeñosas logomaquias sobre si fue intencionada o no la falta del "dos" checo
(la intención, por su naturaleza, nunca es prueba material, pero las hay
circunstanciales; yo, por ejemplo, sospecho que fue intencionada porque Messi
acababa de ridiculizar a Perea con un driblling
de los suyos); pero invito al forofo colchonero a que, en la espeluznante foto
de la entrada que los diarios publicaron después, imagine al Kun en el lugar de
Messi y a Sergio Ramos en el lugar de Ujfalusi. Me sorprendería que su
raciocinio diera para algo más que para un inapelable: ¡hijo de tal, asesino!
2.- El yo del otro.
"Al
enemigo, pisalo" puede antojarse un
eslogan ganador y como de superhombre, pero no es más que una crudité grosera de rufián pobre de
espíritu. (Un amigo mío suele decir: "Hay tipos tan duros, tan duros, tan
duros, que se asemejan a los gusanos".) Nunca sobra recordar a la claque de chalados
rabiosos, en cuyas cabezas de nuez se aloja un nazi como en el intestino de
otros la tenia o solitaria, que el rival es la mitad de este negocio llamado fútbol y que es como uno:
está hecho de la misma pasta o barro y abriga idénticos anhelos y temores. Por
eso, y porque hablamos de un deporte y no de la guerra, hay que deplorar las
bajas propias y las ajenas; y no considerar, como sí hacen el cien por cien de
los cretinos de los periódicos, que, ante la ausencia de tal o cual jugador del
cuadro oponente, es punto menos que obligatorio frotarse las manos de
satisfacción. Vencer a un enemigo
diezmado no tiene mérito; lo saben hasta los niños de la escuela primaria.
Aprovecho
la oportunidad para protestar por el enfoque torticeramente economicista que se
le ha dado al asunto: no se debe proteger
a los artistas más que a los zotes (sabemos muy bien lo que se oculta, en
realidad, detrás del humanitario
llamamiento en defensa del arte: la impunidad para los zagueros de los equipos
poderosos y la persecución con perros y escopetas para los de los equipos sin lobby protector). El reglamento es uno e
igual para todos. Además, el superior bien económico que entraña la figura,
argumento muy de moda que pretende ser incontestable, convierte al jugador en
mercancía. Pero los seguros ya sirven para eso, y el seguro de un Messi no es
el de un Valera, off course.
3.- Acompañantes solitarios.
Los
locutores de la TV y los comentaristas dedican buena parte de la retrasmisión
de los partidos a las gansadas y al palique insustancial y, de pronto, se despiertan
en mitad de una jugada, valga decir en Vietnam (¡***!) Acababa Raúl García de
regalar el vigésimo balón a un contrario, la noche del Valencia- Atleti, cuando
uno de ellos comentó: "Ha progresado mucho Raúl García". Terminaba Domínguez de
tragarse el cuero que dio origen al choque entre Mata y De Gea, cuando otra de
las cotorras, bostezando, afirmó: ¡Qué partido están haciendo Godín y
Domínguez!. Godín, que contra el Barça regaló un gol, frente al Valencia estuvo
bien. ¡Pero Domínguez! (No me extraña que tanto él como R. García sean diana de
las broncas de Quique Sánchez Flores. Bueno, sí me extraña, porque les hace un
inmerecido honor. Él cree que pueden mejorar; yo soy bastante escéptico.)
El
Valencia, conjunto al que no le sobra la materia gris, empató porque en el
medio del campo del Atleti nadie juzgó necesario interpretar el juego, administrar
la pelota (ahora en corto, ahora en largo) justo la tarea que Quique le exige
liderar a R. García, pero el navarrico no asume su cometido y alterna cosas
buenas con otras malas, impropias de un medio eficiente. Tres son los hombres
objeto de debate por parte de la afición, por lo que respecta a la zona ancha
del equipo rojiblanco: uno es más fino y quiere mandar, otro es más recio y
bravo; el tercero es más ágil y devora kilómetros; pero en realidad, ¿qué son
Tiago, García y Assunçao? Acompañantes. ¿De quién? De un buen mediocentro, de
los del metrónomo en la cabeza y el cañón en la pierna, que el equipo no acaba
de buscar. Como tampoco busca un medio de enlace y dos interiores que no abusen
del balón y un lateral diestro y... en fin.
4.- Listos o preferiblemente
bobos.
En Sevilla el árbitro estuvo calamitoso y el Atleti lo pagó muy
caro, pero también hay algo que decir sobre la alineación y el dibujo. Poner en
estos momentos a Forlán (hecho unos zorros y desanimado; lo segundo quizá a
consecuencia de lo primero) es jugar con diez. El delantero en forma es Costa,
al que el cuadro técnico ha logrado extraer una velocidad de la que yo no le
creía capaz. (No estaba muerto; estaba de parranda y gordo; el siguiente hito
será conseguir que no se desorganice ni desintegre en plena carrera; no me cabe
duda de que Quique y sus adláteres lo lograrán.) Luego debe jugar Costa. Ya el
ejemplo de Agüero sirvió para demostrar que el Cid, por muchas batallas que
hubiese ganado después de muerto, habría perdido al balompié con los moros de
Valencia o de Sevilla. ¿De qué sirve Forlán si ahora mismo es un guiñapo?
Y el esquema. Si juegas con tres centrocampistas, ¿a qué ordenarle
a tu portero que saque de fuerte patadón? Además, el faro de los misiles de De
Gea era Forlán, cuya parte superior del cuerpo está para poco más que soportar
los rizos, las rubias guedejas. El menester de disputar el esférico por alto lo
desempeña mejor Costa. Soy de los que opina que el Atleti no tiene fútbol para
alimentar a dos puntas (aunque la llegada de Godín y de Filipe Luis le
proporciona cierta fluidez atrás y desde atrás), pero, si prescindes de uno de
los dos atacantes, procura controlar el partido, especula con la prisa del otro
y la amenaza del empate, siempre ominosilla
para el equipo local; intenta cansar y aburrir a los oponentes. Ni siquiera se
exigía una intensidad como la del segundo tiempo contra el Bayern Leverkusen.
Bien es verdad que para ese trabajo hacen falta jugadores que no sean bobos ni
regalen el balón, y el Atleti superabunda en bobos con irremediable tendencia
al donativo. (Incluso Simao y Reyes pertenecen a una especie no nueva de
jugador, aunque sí poco descrita: la del listo bobo. Fran Mérida es aún tierno
y doncello, pero ya apunta maneras.)
Como también estaba fatigado Assunçao, Quique pudo y debió darle bola
a Camacho. El Atleti hubiese perdido de todos modos, quizá incluso de manera
más rotunda. Bien, pero habría ahorrado salud y combustible para la ardua rentrée de octubre.
5.- El que no se refuerza es porque no
quiere.
La
estrategia de los Gil siempre fue la de mantener semi-arruinado y de capa caída
al Atleti. Y ha prosperado la falacia autocomplaciente de que la liga es cosa
de dos por culpa de los privilegios de los grandes. Se argüirá que, con las
sociedades anónimas, el Atleti no puede permitirse el lujo de fichar a un
Cristiano Ronaldo, a un Kaká o a un Ibrahimovic. Ni falta que le hace. No es
ningún inconveniente; al revés, constituye una ventaja. Esas operaciones son de
prestigio: trucos mercadotécnicos, que únicamente obedecen al móvil
irrefrenable de presumir y cuya rentabilidad es más que discutible. Es bueno
que las hagan el Madrid y el Barcelona, porque así se debilitan. El gran
negocio del Barça ha sido la cantera, no el exclusivo mercado de cracks. Por su parte, el Madrid puede
haber acertado adquiriendo a un Özil por 15 millones. Una cantera bien administrada
y un ojo infalible para las gangas son mucho más vitales para la prosperidad de
un club que cualquier alarde de poderío ¿Cuánto han costado Iniesta, Xavi,
Piqué y Messi? Nada. Pues son el alma del Barça y de sus respectivas selecciones.
Hay
aficionados del Atleti que mendigan a los golfos el fichaje de un cerebro, pero hacen falta seis. En
realidad no se puede jugar con futbolistas sin cerebro, como el tal Perea, ni
ensalzar más allá de toda medida a defensas corrientitos como Domínguez (que
suele perder de vista el balón y cuyo quehacer se reduce a que no pase el
rival; que carece por completo de recursos técnicos, que cuando tiene la pelota
y entre él y el primer oponente hay veinte metros se la da al otro central o a
un centrocampista marcado, cuando lo que pide la jugada es subir con el balón
hasta que el secante del centrocampista comience a dudar de la oportunidad de
seguir cubriendo al hombre que le han asignado). No se puede invertir todo un
verano en contratar a un "tres", suspirando encima por un medio que nadie
quiere. Y si el Atleti no tiene tesorería para adquirir buenos jugadores, la
culpa no es del duopolio, sino del derroche de los Gil, Cerezos y demás patulea.
¿O no fue un Gil quien se gastó 3.000 millones de pesetas en los negritos
jardineros? ¿No pagó 2.000 millones por Njegus, 1.400 por Frascarelli, 3.000
por Bogdanovic y 1.200 por Hibic? Que los grandes tiren con pólvora del rey
nada tiene que ver con que a ti te hayan colocado un cargamento de dinamita
mojada y sin mecha. Para colmo están las recientes y relucientes copas: cazalla
de garrafón con la vitola de un elixir de larga vida.