Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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La derrota os hará lúcidos (o no, ¿quién sabe?)

(Peregrinando al ridículo.) Habrá que empezar por el final. Celoso de que el Madrid acaparase esta semana el fracaso y sus liturgias, el Atleti exclamó: "¡Bajo ningún concepto!" y se las arregló para perder contra el sexto de la liga griega. Es el primer club de España que tiene el honor de caer en casa ante un equipo de aquellos pagos. Otra muesca en la culata de los okupas, que no perdonan ningún récord bochornoso. Esta vez fue la cantera la protagonista del enésimo hundimiento, que no será percibido como tal porque el Atleti hace la tira que llegó a lo más bajo y sus reveses son como las réplicas del seísmo que lo destruyó hace casi un cuarto de siglo. Pero sería injusto salvar a la parejita Reyes-Simao, incapaz de asimilar las técnicas más elementales del fútbol-asociación, a los anodinos Tiago y Antonio López, a Forlán, candidato al Tuercebotas de Oro, al mister, etc. Salvo Agüero, una colección de mamarrachos.

(On tactics.) Sea cual sea la combinación elegida, y pese a las afirmaciones de los locutores, los cuales insisten en que al Atleti le sobran en la parcela ancha futbolistas de postín, la medular rojiblanca no funciona. Y no lo hace porque ni Tiago, ni Raúl García, ni Assunçao, ni Mario Suárez reúnen en sus personas las virtudes de equilibro, criterio, agilidad y disparo de los buenos medios (de enlace y de ataque). Pero es que además el sistema impuesto por los fichajes cuyo principal objetivo era encubrir la baja de Torres (y tapar la boca de una afición sordomuda, dimisionaria e indiferente, que no sabe expresarse ni por señas), induce el desorden y descompensa el cuadro titular. Las bandas, en el fútbol moderno, no se ocupan; son una tierra de nadie por la que transitan ocasionalmente los delanteros y los laterales, no los interiores y mucho menos los extremos, posición que ha languidecido al evolucionar el deporte rey. (El extremo siempre fue un especialista cojo, y el fútbol de hoy exige polivalencia y dos pies.)

Desde Aguirre el Atleti se aferra al 4-2-2-2 que fácilmente degenera en un 4-2-4. Tan audaz dispositivo sólo promueve pases aventurados a los delanteros y acometidas embarulladas. Se espera que la enorme calidad de los atacantes supla las carencias del Atleti como conjunto. Pero no hay tal enormidad o ésta puede ser fácilmente desactivada por los oponentes, cuya estrategia se reduce a aislar a los puntas rojiblancos. Los dos interiores abusan de la pelota (en realidad son delanteros o extremos que hacen en el campo propio lo que únicamente deberían permitirse en el área rival: a saber, regates y pases definitivos). Y los dos medios se limitan a obstruir y a no perder el sitio, nerviosos ante su manifiesta inferioridad en número, que el esquema agrava. El portero saca de fuerte voleón y los laterales (grises el actual Luis Filipe y su teórico suplente A. López y desubicado el cuerpitocho Ujfalusi) suben un poco a la buena de Dios. La decadencia de Simao debería servir para ensayar otro dibujo: el 4-3-3, con Reyes, Agüero y Forlán arriba (que se alternarían en el remate, la mediapunta y el juego por las alas), y con otro hombre en mitad del campo. No sería la panacea, pero tal vez confiriese algo de solidez al equipo, tal vez.

(Un derbi vulgar.) El hábito de perder da para lo que da: el seguidor del Atleti, sin proponérselo, compara los fiascos,  buscando en el último un rasgo diferente, característico. Son melancólicos trabajos de amor perdidos, pues el seguidor colchonero sólo halló los mismos ingredientes de tantas tardes y noches en el último partido de la mínima (antes de la máxima): el farruco Madrid (que nunca es para tanto), la propia incapacidad, el arbitraje (adverso hasta que el desenlace no ofrecía dudas y favorable a partir de entonces...) Tengo para mí que Lahoz dejó sin castigo la cobarde agresión de Diego Costa a Carvalho porque antes había escamoteado un penalti imposible de ignorar en el área merengue. Aunque quizá le pasase desapercibido el atentado, pues fue cometido por el método Tassotti; o sea, aprovechando que el balón no rondaba por allí, aunque podía llegar en cualquier instante.

Lástima lo de Diego Costa porque quizá la única sorpresa agradable deparada por el Atleti en este inicio de temporada había sido el desempeño del joven ariete. De ser o parecer un jugador lento, vago, chupón e irascible, se había convertido en otro con una velocidad aceptable, buenas maneras, capacidad de trabajo y nada pendenciero. Y debió seguir contando con la confianza de Quique, pues en aquel momento estaba por encima de Forlán. Costa, hasta entonces, había bregado con alguna eficacia, tanto de espaldas a la portería rival como también frente a ella. Poco egoísta (eufemismo de "malo"), aguantaba las tarascadas de los oponentes sin inmutarse. Al principio corría por dos; después lo hizo con más cabeza, como si comprendiera que un delantero tiene más obligaciones que la de perseguir a los defensas adversarios y se sintiese con bastante calidad para asumirlas. El aliciente de ser titular había obrado maravillas. Pero Quique lo desterró al banquillo, y la pócima perdió toda su virtud.

(Fanfarrones y timoratos.) A ver si lo entiendo. ¿El vigente supercampeón de Europa acude sin ninguna moral de victoria al Bernabéu? ¿Un conjunto que, según su presidente, es especialista en dobletes (¡sic!) da por perdido el derby y se conforma con que la derrota no sea de bulto? ¿Qué clase de supercampeón puede ser ese? Uno de pacotilla, sin duda. Y por eso, el supercampeón de pacotilla, una vez consumida la cuarta parte del torneo liguero, viaja confortablemente a catorce de puntos del líder. Una proyección pesimista (o quizá sensata) de estos resultados nada envidiables autoriza a temer que el citado supercampeón acabe la temporada a unos 40 puntos del campeón a secas.

(Low expectations.) Algunos idiotas de la prensa antideportiva me recuerdan poderosamente a los payasos de mi infancia, sobre quienes llovían las tartas y las bofetadas en las funciones de circo. Por muchos tortazos y tartazos que recibiesen, ellos reincidían en sus torpes travesuras. (Y eran los más populares entre los niños porque la primera risa es la que provoca el prójimo rebelde y desmañado, al que castigan sus semejantes y del que se vengan las cosas.) Los pelotas de Cerezo (el dirigente deportivo más botarate del panorama internacional) salen de fábrica a prueba de realidad, como los payasos, a prueba de tartas, y describen indesmayables el mundo feliz urbanizado por los okupas. Uno de los más fanfarrones y timoratos sólo lamentó de la última derrota en el Bernabéu que el Atleti no hubiera podido dar un susto al Madrid (¡sic!) Dentro de poco se conformará con que los suyos saquen de centro.

(Pequeños de ego.) En el cuento de Kipling "Bimi" un orangután premedita y comete un asesinato atroz. El dictamen del narrador es inapelable: "Demasiado ego". Pues es lo contrario. Bimi, el orangután, no tiene demasiado ego sino demasiado poco. Mutatis mutandis, es lo que le pasa a Mourinho: en su ego minúsculo sólo cabe él; no hay ningún lugar para los demás, y si lo hay, es un lugar angosto donde los demás empequeñecen y caben pero miniaturizados. Así pues, se equivoca cuando afirma de sí mismo: "Gracias a Dios no soy modesto". Es modesto, muy modesto; tanto, que en verdad actúa como un entrenador de equipo pobre (y se permite las paranoias, malhumores y quejumbres de los pobres) aunque sólo haya entrenado a equipos ricos (incluso fue segundo en el Barça).

A este modo de conducirse otros lo llamarán desvergüenza; yo, modestia. En el Madrid triunfará, como cualquier otro antes que él, pero conviene recordar que cuando se fue del Chelsea, el millonario equipo de Londres había dejado de ganar (con Ancelotti regresaron los triunfos), y, cuando llegó al Ínter, éste ya ganaba. En el Madrid, eterno ganador hasta cuando pierde, seguirá ganando. Mourinho se jacta de no ser querido en Barcelona, cuyos hinchas nunca le perdonarán, según él, haber evitado o impedido que el Barça jugase la final del Bernabéu. Todavía cree que los partidos los gana él y no los jugadores o el club poderoso que lo contrata. Aquí, nada más llegar, difamó a los rivales del once culé (que son los mismos que se descomponen contra el Madrid y con harto menos fundamento); y se hizo expulsar en un partido de Copa ya resuelto (¡contra un Segunda B!) para seguir sintiéndose perseguido, envidiado, incomprendido... Los entrenadores merengues suelen quejarse hasta cuando los benefician, y Mourinho sigue la estela, sin apartarse un dedo del guión. Maradona, astuto adulador, y el director general del Real Madrid, otro que tal, sostienen que Mou es respetuoso y educado, y que el grosero y el demagogo es el coach del Sporting. Pequeñas argucias de egos pequeños.

(El listo.) Admitimos las triquiñuelas antideportivas porque somos unos adictos a la victoria, bien, más que supremo, único, ante el cual los otros no ya palidecen sino que se antojan males. Pero en la triquiñuela también hay clases y comportamientos. Así Ramos, digno heredero de Hierro, provocó al árbitro en un reciente Ajax-Madrid, y el director de la contienda lo envió a las duchas. Al marcharse se acercó al juez para darle la mano con gesto chulo. Yo quería que me expulsases y me expulsas, pero, en vez irme con serenidad, finjo un cabreo condescendiente, como si me hubieses robado, y salgo del campo casi perdonándote la vida, pobre gilipollas. Ramos, que se cree Pelé, merece tirar las faltas en la selección de Del Bosque, pues hasta el afable coach de la roja aclamó la artimaña del mayúsculo estratega Mou.

En efecto, el número lo había organizado el entrenador portugués; ahora bien, si éste juró sobre la Biblia en la rueda de prensa posterior al choque, y sin que nadie le hubiera pedido explicaciones al respecto, que no había instruido a Ramos y a Xavi Alonso para que los echaran, era para que se supiese que sí lo había hecho, a fin de que ni el más lerdo ignorase que el gran Mou piensa en todo, lo controla todo y es un conductor de hombres y un pastor de pueblos. Al Madrid le ha salido un poco caro encontrar un Clemente que no ha jugado al fútbol.

(Elemental querido Carlin.) El artículo de John Carlin en "El País" ha levantado alguna polvareda. No obstante, lo que él denuncia es todo menos novedoso. La diferencia es que los que venimos señalando los males de la liga española desde hace ocho o diez años hemos sido tachados de envidiosos o simplemente ignorados. Además, tal y como lo cuenta Carlin, se diría que es un fenómeno no previsto, cuando en realidad se trata de una meta a la que ha tendido nuestro balompié de un modo consciente y deliberado desde hace evos. Aquí ha habido y hay una colusión estrecha entre las autoridades, los medios de comunicación, los organismos deportivos, los hinchas, etc. Pero los otros campeonatos no están libres de todo mal. En la Inglaterra idílica de Carlin, el Manchester y el Chelsea prevalecen, una vez desinflados el Arsenal y el Liverpool. Y si de vez en cuando surge un outsider que logra intercalar su ambición entre los apetitos de los dos poderosos y medio, es a causa del dinero fresco de Oriente Próximo. En Italia no hay alternativa a las dos potencias de Milán (y de haberla sería la Juve, que no acaba de regresar a su estatura); en Portugal perviven el Oporto y un Benfica comparsa. En Holanda, la debilidad es general; aun así no hay otros candidatos a los títulos que el Ajax y el PSV. En Francia, después de los fraudulentos esplendores del Olympique de Marsella, advino la hegemonía del Lyon. Los derbis locales hace tiempo que no dan ningún juego: Liverpool-Everton; Juve-Torino; Madrid-Atleti..., vanos simulacros de una rivalidad inexistente. Esto es lo que pasa en Europa, y sería muy fácil de corregir. Pero nadie lo hará porque nadie ama la competición, sino levantar copas con el menor esfuerzo posible y presumir. El gusto bellaco, cuyo predominio es abrumador, consiste en ver a Goliat detentar y ostentar. Los forofos quieren leyendas, mitos, héroes imbatibles, y  la industria del triunfo ha hecho todo lo posible por reducir las tallas de los competidores a dos tamaños: el colosal y el insignificante. Se ha trabajado con ahínco en la selección artificial de los poderosos y de los impotentes. Estamos maduros para los Globetrotters, algo mucho peor y menos bello que el deporte, pero cómo mola.

 

Comentarios

Javidelugo ha opinado:

Coincido en que Mourinho tiene un ego pequeño porque él mismo es un tipo de talla pequeña,en todos los sentidos.

Lo que ha sido una gozada (supongo que menos para los ulras merengues) es haber salido goleado y humillado del Camp Nou.

El segundo gol del Barcelona viene precedido de un rondo y un baño escandaloso.

Puede haberse topado con el club al que las bravuconadas y desaires del portugués se retroalimentan para luego humillar a sus propios jugadores. En el Barcelona nadie contesta en los medios, lo hacen en el campo.

Repasando la trayectoria de José Mourinho, destaca que ha triunfado en clubes segundones o de nuevos ricos. En clubes de una dimensión más grande no.

Tenía entendido que el Madrid era un club de quedar más un 4-2, o un 5-3 que amrrar un 1-0. Y en lo segundo el porugués en un maestro.

Porto, Chelsea e Inter antes de llegar al club de la excelencia. Por ahora sólo se le recordará por llevarse 5 de Barcelona. Veremos.

Daría para un artículo cómo los medios nacionales se encabronan con Guardiola (Ni tan elegante ni tan modesto y sí muy astuto) porque no se rinde a darles entrevistas a altas horas de la madrugada.

El Atlético en su línea. Haciendo el ridículo y sus okupas siendo el hazmerreir de media Europa.

Ayer se quedaron sin Mundial y en consecuencia sin el chollo del negocio del Calderón, por ahora. A poco que apriete Hacienda y la S.S. concurso de acreedores y a buscar otro negocio que parasitar.

Lo del fútbol Europeo hasta que no haya una U.E. con poder real cada liga será un feudo cada vez más desigual. O eso o que los 5 o 6 ricachones de Europa tengan la valentía de montar su negocio al margen de la UEFA.

Otro tema es cómo se han vendido por un plato de lentejas clubes que antes optaban a la liga: El Atlético y el Valencia en los derechos de TV. ¿a qué aspiran? ¿a salir únicamente en la foto de los dos novios?

Se echan de menos artículos más regulares. Aunque fuesen más cortos. Saludos.

# diciembre 3, 2010 8:51