La lección de anatomía
La cosa empezó esta vez con un lloriqueo /
reproche de Gil Marín: "¡No protestabais el año pasado, ingratos!".
Le sobraba la razón, aunque no por lo que él creía, pues lo cierto es que el
año pasado hubo motivos más que suficientes para increpar a los directivos del
Atleti. Sin embargo, los pocos que protestamos fuimos reducidos al silencio por
la euforia que urdieron los bribones y sus plumíferos, secundados por la alegre
muchachada de los forofos. Y protestábamos porque nos parecía intolerable que
el Atleti quedara a 52 puntos del campeón de liga o que perdiese el único
partido de nivel que disputó en la Copa (la final), o que fuese incapaz de
ganar un solo encuentro en la Champions; por tanto, no había nada que celebrar
y sí mucho que deplorar. Para Gil Marín, estos resultados cochambrosos se
convirtieron en un "éxito sin precedentes" por obra y gracia de la
Euro League. Pero la numerosa tropa que coadyuvó a celebrar por todo lo alto ese
trofeucho de deleznable peltre trajo agua al molino de los okupas, que estaba sin gota, y ese agua sigue fluyendo. (Escribí
hace un montón de años que de los Gil yo no quería ni la Copa de Europa, en el
supuesto de que pudiese un Atlético de Madrid gobernado por semejante patulea
ganar dicho campeonato, quizá por muerte súbita de todos sus rivales y ni así).
Desde el descenso y la permanencia en Segunda,
ningún Gil o Cerezo tiene derecho deportivo a permanecer al frente del Atlético
de Madrid, ni siquiera a poner los pies en el estadio (los derechos estético,
ético y económico, por no hablar del que regula la propiedad nunca los
tuvieron). Pero quien debió recordárselo (la afición) calló; en realidad hizo cosas
mucho peores: agotar las existencias de confeti, tragarse la propaganda del
Infierno, suscribir todas y cada una de las majaderías de los demagogos y de la
Señora Rushmore; ejercer, en fin, de "mejor afición del mundo", eso
que tanta gente encuentra admirable y yo, repulsivo.
Generalmente el miedo atrae el peligro, y asombra
que el temor histérico de Gil Marín no consiga imantar la ira de la afición.
Esto da una idea de las cotas de inercia alcanzadas por el seguidor colchonero,
lo a gusto que se ha sentido en su papel de eterno fracasado sublime, al que
todos elogian y nadie imita. Claro
que los periódicos ayudan todo lo que pueden. Así, el director (o lo que sea)
de un diario (o lo que sea) deportivo (o lo que sea) de Madrid firmó semanas
atrás un suelto acerca de Gil Marín que era todo un espaldarazo. Por ejemplo, recomendaba
a los impacientes (¡sic!) la tediosa loyolada: "En tiempos de tribulación
no hacer mudanza". Total los impacientes
sólo llevan aguantando un cuarto de
siglo. También profería cosas como éstas: "No hace tanto era (el Atlético)
el mejor equipo de Europa" (¡sic!), un embuste que hay que sostener porque
forma parte del tinglado; "su problema (el del Atlético) no es de organización
sino psicológico" (¡sic!). "No todo va mal; ahí está la cantera" (¡sic!). En
fin, sus patéticas e hipócritas apelaciones a la recuperación del orgullo, como
si el problema fuera la actitud de los jugadores en el campo y los males del
Atleti, el producto de una alucinación, rayaban en la absoluta desfachatez,
como el desafío a que los hinchas probasen que los okupas siguen delinquiendo. El primero que tuviera algo más que una
sospecha bien fundada de que prosiguen las viejas fechorías habría corrido al
juzgado de guardia, no a los periódicos y menos al dirigido por tamaño tunante.
¿Y qué pensar de la cerrada ovación a Cerezo "se ha dejado un ojo de la cara"
(¡sic!)? Pues que para caras la de este individuo y la del tuerto al que defiende.
Después vino la traca del informe de Cremades
& Calvo Sotelo, un bufete pijo que se retractó, pasados unos días y sin que
nadie sepa muy bien por qué, del demoledor papel que le llevó 15 meses elaborar.
Primero los periódicos y las emisoras de radio se habían apresurado a difundir
la réplica de los okupas al informe, cuando
casi todos y todas habían omitido publicar el original que había suscitado el
enojo de la parejita. ¿No era de rigor subsanar el olvido primitivo divulgando tanto el estudio como la réplica? De lo
contrario, la noticia (el cabreo ficticio
y las bravatas querellantes de Gil Marín) quedaban sin contextualizar. (Y no
bastaba con anotar: hay por ahí unos tipos que dicen que el Atleti debe 780
millones de euros, extremo que algunos no habían podido silenciar completamente
porque que de lo contrario corrían el riesgo de que el lector se preguntase con
cara de bobo: ¿de qué deuda hablan estos del ...?)
Según Gil Marín, cuya elástica desvergüenza
rebota contra la de quienes dan pábulo a sus infundios, el fútbol es un negocio
ruinoso únicamente cuando el Atleti se clasifica para la Champions (o sea, casi
nunca). Cuando fracasa con todo lujo de desastres (lo habitual bajo giles y
cerezos), el fútbol es tan rentable que la colosal deuda desaparece o encoje
hasta extremos inverosímiles. Es la vida al revés contada por un desahogado
ante un coro de idiotas babeantes.
El rocambolesco affaire produjo otro ejemplo de mala praxis periodística: "Gil
Marín demandará a Señales de Humo". Debió escribir el pésimo profesional: Gil
Marín dice que demandará... No es lo
mismo anunciar que hacer, pero el periodista deportivo no es hoy más que un
médium o, si se prefiere, un superconductor, de la chaladura.
Por último, la Audiencia sentenciaba que la
ampliación de capital del año 2003 no era tal sino un tocomocho más de los okupas.
Pocos medios divulgaron la mala nueva y esos pocos, con sordina.
El asunto es que, como siempre, el madridismo
se ha vuelto a movilizar para defender a Gil Marín y a Cerezo. (En realidad los
okupas les dan lo mismo, y, cuando
dejen de ser útiles, se apresurarán a echar la última palada sobre sus tumbas,
robándose la pala unos a otros.) Pero lo que sucede con el Atleti (la impunidad
con la que actúan sus parásitos y
tergiversan la realidad quienes los apoyan incondicionalmente) ya no es un
episodio más del esfuerzo mancomunado para fortalecer al equipo predilecto de
Madrid y debilitar al otro; trasciende incluso el hundimiento del deporte y sus
relatos, que es un fenómeno general. (En efecto, no hay deporte, ni prensa deportiva
digna de tal nombre.) Se trata de algo mucho peor: se trata del servilismo universal
hacia los magnates, hacia el poder del dinero (y ya no hay otro). Resulta que
los golfos especuladores y adictos a la patraña merecen más crédito que sus
detractores, cuya palabra respaldan los hechos. Hemos autorizado al millonario
a hacer lo que le parezca, como si allí donde anida o parece anidar la fortuna
residiese la razón o (lo que es peor) su ausencia no importase. Es inevitable
que acuda a la memoria el título de Valle Inclán: "¡Viva mi dueño!"
Verbigracia: los medios se apresuran a airear
las tonterías pro okupas de las leyendas vivas, esos abuelos que se
pirran por los canapés y el whiskito on
the rocks al abrigo del palco. Adelardo no es una excepción. De todos los
veteranos del Atleti, ¿cuántos han abierto la boca para decir algo respecto al
club que no produjera sonrojo? ¿Setién? ¿Arteche? Adelardo, que no figura en
tan exigua nómina, fue yerno de Calderón y el hijo de Calderón está en la
plataforma "Atléticos por el cambio", que se opone al caos, la
incompetencia y el delito. Es inexplicable que el estupendo mediocentro de la
época gloriosa se haga el loco, ¿o estuvo en coma hasta ayer?
Pero a los menos veteranos tampoco les sobran
el valor y las luces. Ahí está Kiko, quien regaña a la afición a través de su
micrófono: "Las protestas, cuando termine la temporada". ¿Dónde, tío listo, en
los merenderos de Las Vistillas, en las playas de El Caribe? ¡Qué ni Torres haya
dejado de aportar su granito de arena! Dijo no hace nada: "Cada año se da
un paso adelante" (¡sic!) ¿En qué dirección?, si puede saberse; lo más
probable es que sea hacia el abismo.
Pocos cuentan lo que de verdad pasa, y no deja
de ser irónico que quien mejor resumiera el asunto fuese un outsider refractario a las mentiras,
Luismi "Cochise", aficionado cabal, valiéndose del famoso cuadro de
Rembrandt que encabeza mi escrito de hoy. Tonifica, en medio de tal aluvión de tergiversaciones,
dislates y memeces, esta lección de
anatomía que también lo es de periodismo, aunque el cadáver sea el Atleti y
su disecador, el okupa en jefe.