Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Pésimo perder

Nos hemos acostumbrado al turbio y estólido narcisismo de las hinchadas, que se sienten más importantes que el juego, olvidando que ningún jugador número doce ha ganado jamás un partido. Y aunque así fuera, sin los profesionales no habría espectáculo, salvo que consideremos que agitar una bufanda y proferir groserías es lo sustancial del choque y éste, un pretexto para que hierva el graderío. Pero los forofos y sus aduladores fingen creer que, antes de que existieran los frentes y los ultras, las barras bravas y los megáfonos, los campos de fútbol eran un cementerio con sus mudas lápidas, sus cipreses y sus sauces llorones y no había emoción, ni los aficionados animaban a los suyos o silbaban y abucheaban a los contrarios.

Siempre sostuve que el eterno rival del Atleti RIP (descanse en paz el Atleti, no el eterno rival) era el inventor del mal ganar y del mal perder, o que, al menos, los había perfeccionado hasta rozar el virtuosismo. Pero me equivocaba, como de costumbre. La banda de alegres botarates (sólo saben botar) que saludó la enésima derrota de su equipo favorito con atronadores vítores y berreando el himno a pleno pulmón (prestándose a la consigna demagógica del club, que conoce muy bien a su gente) demostró no ya que el deporte le importa un bledo, no ya que carece de la más mínima dignidad y decoro públicos, sino que, en el fondo, el Atleti y sus símbolos le dan igual; peor aún: prefiere que sucumba y, si es de forma aplastante, tanto mejor. Esa masa informe, sustancialmente la misma que repetía gozoso las agresiones de Gil al idioma y coreaba el inteligentísimo "Y tal y tal y tal", se ama sobre todo a sí misma (es un odio inverso, no nos engañemos), por lo cual los fracasos del equipo la nutren y engordan. Y ha elegido la peor forma de perder de todas las posibles. Pero a eso, a perder, ya no hay quien le gane. Por fin es la primera en algo, o la última, según se mire.


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