Fiebre del miércoles noche
A veces sabe uno lo que va a ocurrir
desde el primer momento. Es el caso de la final del otro día porque el Athletic
Club (el Bilbao, para los menos puristas) fue un equipo nervioso y tierno desde
que el árbitro silbó por primera vez, y su rival disfrutó de un encuentro plácido,
pese a que Cortois trabajó bastante más que su colega de "El Bocho".
El partido me recordó aquel duelo por la Champions en que el Valencia apenas le
hizo pupa al Madrid. La antítesis de la blandura de los leones fue Falcao, que
se movió en el escenario con la soltura de una prima donna. Su segundo gol fue paradigmático de lo sucedido: un
defensa del Bilbao no sabe qué hacer con la pelota; ¿alguien la quiere?,
pregona; un contrario se la toma prestada, y el obsequio le llega a Falcao que marca
un magnífico gol.
El público de San Mamés encajó el revés
con el natural careto largo, sin
ocultar que los suyos habían perdido; guardó silencio y contempló entre ausente
y respetuosa la alegría de los otros. Aquí y allá se impuso la cordura. Simeone
se condujo con elegancia en la victoria y sus muchachos también, y estuvieron
hasta cariñosos con el rival. Quizá sobraron las lágrimas de los jugadores del
Bilbao, que eran más de impotencia que de disgusto. Pero ya no hay balompié sin
esa clase de performance en la que el
jugador se traviste de hincha.
No existe la gran victoria sin el gran adversario.
Ninguno de los equipos con los que se midió el Atleti en la EL lo es. Sin
embargo, este triunfo vale más que el obtenido hace dos años contra el Fulham.
A aquel choque se llegó tras numerosos empates, resueltos por el mayor valor de
los goles fuera de casa. Esta vez hubo una completa superioridad.
Un conocido, al comprobar que yo no
rebosaba felicidad estentórea, quiso animarme: "Venga tío, no seas
estrecho, que un título es un título, aunque sea el de Miss Chinchón". Que
me perdonen los triunfalistas, pero no dejo de contemplar a través de la nueva
copa (¿será transparente?) los 44 puntos que nos sacó el Madrid en la liga o la
lucha a cara de perro con el Levante
o el Osasuna para quedar quintos.
Juanfran, un recién llegado al Atleti,
lo había expresado horas antes de probar a qué sabe la gloria europea... de segunda división: "Si no nos clasificamos
para la Champions, la temporada no habrá sido buena". Que se lo diga a los
forofos y también al club, que ha vuelto a decorar y falsificar con propaganda
su torpe y nada escrupulosa gestión. Los Gil siempre quisieron (y han logrado)
un tipo de seguidor con no más caletre que el niño del último spot. El pequeño está justificado por su
corta edad (aunque, aleccionado por la Sra. Rushmore, omite citar entre los
grandes clubes del Viejo Continente, con los que se codea en su imaginación el
Atleti, al Real Madrid y al Barça). El adulto, en cambio, no tiene disculpa.
Claro que Gil Marín y Cerezo podrían alegar que los incondicionales del club
son como niños. Amén.
Por cierto, nadie protestó por este
nuevo insulto a la inteligencia del aficionado colchonero; pero quizá el vídeo
no lo insultaba sino lo describía.