Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Decía Ortega y Gasset que los españoles no somos especialmente envidiosos pero sí soberbios. Del Bosque hizo ante Irlanda lo que debía, pero a regañadientes, y, en cuanto el marcador se lo permitió, reincidió en su genialidad del debut, no fuera a ser que nadie sospechase que reconocía haberse equivocado. Cesc, mohíno por la suplencia, soltó nada más salir por Torres un pepinazo que casi rompe el poste; era el cuarto gol de España.

Todos contentos, incluso Torres, que no sólo marcó un par de tantos sino que se movió bien y ayudó en las jugadas. Soy de los que piensan que lo que hizo el jueves es lo mínimo que se le puede pedir. Y que hay que exigirle más concentración y puntería y menos imprecisiones en el juego corto. Los hooligans pro y anti lo idolatran o denigran con simétrica pasión; es un aburrido tenis en el que las injurias y las inmundicias verbales sustituyen a las pelotas. El día que ganan los torristas los otros acumulan enojo y munición, y al revés.

Irlanda es tierra de rugby, pero no de fútbol. Los animosos y nobles irlandeses, antaño duros de pelar, sudaron la gota gorda para eludir no ya la eliminación sino el bochorno. Su numerosa hinchada recompensó ese esfuerzo del pequeño que no se rinde y cantó durante los últimos cinco minutos del partido. Somos peores, aunque a bravura y deportividad nadie nos gana.

En la lista de padres de la gran España, que elaboró fechas atrás Valdano, sobran, a mi juicio, la Quinta del Buitre y el Dream Team (pálido antecedente del actual Barça), pero es directamente risible la alusión a los vates, que jamás hicieron nada por ningún deporte sino estropearlo con sus cursiladas y su parcialidad. Ideólogos de la grandeur, su cometido ha consistido y consiste en ensalzar al poderoso instalado y protegerlo de las inclemencias de la competición; su género es la épica, entendida como un canto, presuntamente artístico, a la hegemonía del club con más seguidores, dineros y prebendas.

Pero lo que roza la desvergüenza es la omisión de los nombres de los dos entrenadores directamente responsables de la prosperidad actual de la Selección y del Barça: Luis Aragonés y Frank Rijkaard. Es curiosa esta especie de apropiación indebida en virtud de la cual los herederos del invento y sus turiferarios acaban quedándose con la patente. Del Bosque y Guardiola son epígonos de Luis y Rijkaard; su trabajo merecerá el elogio unánime de la crítica y del público, no lo pongo en duda, pero los pioneros fueron los otros.

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