Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

Recursos Sindicaciones

Heroicos villanos

1.-Inferioridad absoluta.

Los gritos de "¡Messi muérete!" en el último y ya remoto Atleti - Barça definen el nivel de bellaquería alcanzado por algunos aficionados (bueno, no tan algunos, pues cada vez hay más). El único equipo que entonces jugó al fútbol fue el visitante, y vituperar a los que son mejores o a los que aplauden el buen juego adversario constituye un acto estúpido y suicida. A Messi, Iniesta, Xavi, Alves, Piqué y compañía debió agradecerles el público del Calderón dos cosas: el espectáculo, que dependió por completo de ellos, y el haber desmontado la farsa del supercampeón de Europa, tan perjudicial para los verdaderos intereses del Atlético de Madrid, que divergen de los intereses de los okupas y de los intereses de los hinchas (enfrascados los primeros en un latrocinio incesante a costa del club y consagrados los segundos a fardar vanilocamente de títulos de segundo orden). El Atleti no jugó porque su medular es mediocre, su defensa está apenas zurcida, su delantera, muy mermado Agüero, se reduce a Forlán (y después al limitadísimo Diego Costa). Otros años, la guerrilla de Torres o de Agüero, algún chut inopinado del ariete uruguayo y cierto barullo inherente a las bajas, al exceso de confianza o al cansancio blaugrana lograban compensar el enorme déficit de clase. El Atleti de hoy, que juega en otro campeonato, ha de encomendarse al brío, procurar que el Barcelona se despiste y rogar al árbitro que se inmute. Desde luego no lo hizo Álvarez Borbalán, el cual tampoco perjudicó al Atleti (dicen los forofos colchoneros que le escamoteó un penalti a Ujfalusi; fue personal, pero también les perdonó la segunda tarjeta a Domínguez y a Assunçao, por ejemplo).  

Es increíble que Ujfalusi sea un ídolo (y que lo sea más aun después de haber lesionado a un adversario), pues ha fracasado reiteradamente como central y como lateral. Pero claro, imposta un aire fiero, que pasa por carácter. (No es un desastre con la pelota en los pies, pero, torpe de cintura, está en la cuesta abajo.) La tarde del Barça fue el responsable del amargor con el que terminó el choque, porque es una desgracia que un jugador acabe saliendo en camilla. Y aquí siento decepcionar a los paranoicos, a quienes les encanta sentirse eternamente perseguidos: nadie ha demonizado a Ujfalusi. No voy a enredarme en empeñosas logomaquias sobre si fue intencionada o no la falta del "dos" checo (la intención, por su naturaleza, nunca es prueba material, pero las hay circunstanciales; yo, por ejemplo, sospecho que fue intencionada porque Messi acababa de ridiculizar a Perea con un driblling de los suyos); pero invito al forofo colchonero a que, en la espeluznante foto de la entrada que los diarios publicaron después, imagine al Kun en el lugar de Messi y a Sergio Ramos en el lugar de Ujfalusi. Me sorprendería que su raciocinio diera para algo más que para un inapelable: ¡hijo de tal, asesino!

2.- El yo del otro.

"Al enemigo, pisalo" puede antojarse un eslogan ganador y como de superhombre, pero no es más que una crudité grosera de rufián pobre de espíritu. (Un amigo mío suele decir: "Hay tipos tan duros, tan duros, tan duros, que se asemejan a los gusanos".) Nunca sobra recordar a la claque de chalados rabiosos, en cuyas cabezas de nuez se aloja un nazi como en el intestino de otros la tenia o solitaria, que el rival es la mitad de este negocio llamado fútbol y que es como uno: está hecho de la misma pasta o barro y abriga idénticos anhelos y temores. Por eso, y porque hablamos de un deporte y no de la guerra, hay que deplorar las bajas propias y las ajenas; y no considerar, como sí hacen el cien por cien de los cretinos de los periódicos, que, ante la ausencia de tal o cual jugador del cuadro oponente, es punto menos que obligatorio frotarse las manos de satisfacción. Vencer a un enemigo diezmado no tiene mérito; lo saben hasta los niños de la escuela primaria.

Aprovecho la oportunidad para protestar por el enfoque torticeramente economicista que se le ha dado al asunto: no se debe proteger a los artistas más que a los zotes (sabemos muy bien lo que se oculta, en realidad, detrás del humanitario llamamiento en defensa del arte: la impunidad para los zagueros de los equipos poderosos y la persecución con perros y escopetas para los de los equipos sin lobby protector). El reglamento es uno e igual para todos. Además, el superior bien económico que entraña la figura, argumento muy de moda que pretende ser incontestable, convierte al jugador en mercancía. Pero los seguros ya sirven para eso, y el seguro de un Messi no es el de un Valera, off course.

3.- Acompañantes solitarios.

Los locutores de la TV y los comentaristas dedican buena parte de la retrasmisión de los partidos a las gansadas y al palique insustancial y, de pronto, se despiertan en mitad de una jugada, valga decir en Vietnam (¡***!) Acababa Raúl García de regalar el vigésimo balón a un contrario, la noche del Valencia- Atleti, cuando uno de ellos comentó: "Ha progresado mucho Raúl García". Terminaba Domínguez de tragarse el cuero que dio origen al choque entre Mata y De Gea, cuando otra de las cotorras, bostezando, afirmó: ¡Qué partido están haciendo Godín y Domínguez!. Godín, que contra el Barça regaló un gol, frente al Valencia estuvo bien. ¡Pero Domínguez! (No me extraña que tanto él como R. García sean diana de las broncas de Quique Sánchez Flores. Bueno, sí me extraña, porque les hace un inmerecido honor. Él cree que pueden mejorar; yo soy bastante escéptico.)

El Valencia, conjunto al que no le sobra la materia gris, empató porque en el medio del campo del Atleti nadie juzgó necesario interpretar el juego, administrar la pelota (ahora en corto, ahora en largo) justo la tarea que Quique le exige liderar a R. García, pero el navarrico no asume su cometido y alterna cosas buenas con otras malas, impropias de un medio eficiente. Tres son los hombres objeto de debate por parte de la afición, por lo que respecta a la zona ancha del equipo rojiblanco: uno es más fino y quiere mandar, otro es más recio y bravo; el tercero es más ágil y devora kilómetros; pero en realidad, ¿qué son Tiago, García y Assunçao? Acompañantes. ¿De quién? De un buen mediocentro, de los del metrónomo en la cabeza y el cañón en la pierna, que el equipo no acaba de buscar. Como tampoco busca un medio de enlace y dos interiores que no abusen del balón y un lateral diestro y... en fin.

4.- Listos o preferiblemente bobos.

En Sevilla el árbitro estuvo calamitoso y el Atleti lo pagó muy caro, pero también hay algo que decir sobre la alineación y el dibujo. Poner en estos momentos a Forlán (hecho unos zorros y desanimado; lo segundo quizá a consecuencia de lo primero) es jugar con diez. El delantero en forma es Costa, al que el cuadro técnico ha logrado extraer una velocidad de la que yo no le creía capaz. (No estaba muerto; estaba de parranda y gordo; el siguiente hito será conseguir que no se desorganice ni desintegre en plena carrera; no me cabe duda de que Quique y sus adláteres lo lograrán.) Luego debe jugar Costa. Ya el ejemplo de Agüero sirvió para demostrar que el Cid, por muchas batallas que hubiese ganado después de muerto, habría perdido al balompié con los moros de Valencia o de Sevilla. ¿De qué sirve Forlán si ahora mismo es un guiñapo?

Y el esquema. Si juegas con tres centrocampistas, ¿a qué ordenarle a tu portero que saque de fuerte patadón? Además, el faro de los misiles de De Gea era Forlán, cuya parte superior del cuerpo está para poco más que soportar los rizos, las rubias guedejas. El menester de disputar el esférico por alto lo desempeña mejor Costa. Soy de los que opina que el Atleti no tiene fútbol para alimentar a dos puntas (aunque la llegada de Godín y de Filipe Luis le proporciona cierta fluidez atrás y desde atrás), pero, si prescindes de uno de los dos atacantes, procura controlar el partido, especula con la prisa del otro y la amenaza del empate, siempre ominosilla para el equipo local; intenta cansar y aburrir a los oponentes. Ni siquiera se exigía una intensidad como la del segundo tiempo contra el Bayern Leverkusen. Bien es verdad que para ese trabajo hacen falta jugadores que no sean bobos ni regalen el balón, y el Atleti superabunda en bobos con irremediable tendencia al donativo. (Incluso Simao y Reyes pertenecen a una especie no nueva de jugador, aunque sí poco descrita: la del listo bobo. Fran Mérida es aún tierno y doncello, pero ya apunta maneras.)

Como también estaba fatigado Assunçao, Quique pudo y debió darle bola a Camacho. El Atleti hubiese perdido de todos modos, quizá incluso de manera más rotunda. Bien, pero habría ahorrado salud y combustible para la ardua rentrée de octubre.

5.- El que no se refuerza es porque no quiere.

La estrategia de los Gil siempre fue la de mantener semi-arruinado y de capa caída al Atleti. Y ha prosperado la falacia autocomplaciente de que la liga es cosa de dos por culpa de los privilegios de los grandes. Se argüirá que, con las sociedades anónimas, el Atleti no puede permitirse el lujo de fichar a un Cristiano Ronaldo, a un Kaká o a un Ibrahimovic. Ni falta que le hace. No es ningún inconveniente; al revés, constituye una ventaja. Esas operaciones son de prestigio: trucos mercadotécnicos, que únicamente obedecen al móvil irrefrenable de presumir y cuya rentabilidad es más que discutible. Es bueno que las hagan el Madrid y el Barcelona, porque así se debilitan. El gran negocio del Barça ha sido la cantera, no el exclusivo mercado de cracks. Por su parte, el Madrid puede haber acertado adquiriendo a un Özil por 15 millones. Una cantera bien administrada y un ojo infalible para las gangas son mucho más vitales para la prosperidad de un club que cualquier alarde de poderío ¿Cuánto han costado Iniesta, Xavi, Piqué y Messi? Nada. Pues son el alma del Barça y de sus respectivas selecciones.

Hay aficionados del Atleti que mendigan a los golfos el fichaje de un cerebro, pero hacen falta seis. En realidad no se puede jugar con futbolistas sin cerebro, como el tal Perea, ni ensalzar más allá de toda medida a defensas corrientitos como Domínguez (que suele perder de vista el balón y cuyo quehacer se reduce a que no pase el rival; que carece por completo de recursos técnicos, que cuando tiene la pelota y entre él y el primer oponente hay veinte metros se la da al otro central o a un centrocampista marcado, cuando lo que pide la jugada es subir con el balón hasta que el secante del centrocampista comience a dudar de la oportunidad de seguir cubriendo al hombre que le han asignado). No se puede invertir todo un verano en contratar a un "tres", suspirando encima por un medio que nadie quiere. Y si el Atleti no tiene tesorería para adquirir buenos jugadores, la culpa no es del duopolio, sino del derroche de los Gil, Cerezos y demás patulea. ¿O no fue un Gil quien se gastó 3.000 millones de pesetas en los negritos jardineros? ¿No pagó 2.000 millones por Njegus, 1.400 por Frascarelli, 3.000 por Bogdanovic y 1.200 por Hibic? Que los grandes tiren con pólvora del rey nada tiene que ver con que a ti te hayan colocado un cargamento de dinamita mojada y sin mecha. Para colmo están las recientes y relucientes copas: cazalla de garrafón con la vitola de un elixir de larga vida.

 

El rodaje

Lo que más me gustó de la victoria del Atleti en la Supercopa de Europa fue el modo tranquilo con el que los jugadores y el entrenador saludaron el inobjetable triunfo. No era para tanto, y es bueno que los profesionales lo comprendan así. (Por debajo del confeti y de la euforia descorchada, hubo sobriedad. Felicidades por esa conciencia y por el trofeo, ni que decir tiene.) En cambio no me gustó nada la actitud de Forlán cuando fue sustituido; autor de un partido voluntarioso pero muy deficiente desde los puntos de vista técnico y estratégico, Forlán olvidó una vez más que el héroe es el equipo. Se diría que su meta no era que la copa fuese a parar a las vitrinas enmohecidas del club que le paga, sino ser el próximo Balón de Oro. En cambio Agüero, su colega de vanguardia, despachó un partido discreto para sus posibilidades, discreto pero coherente. Hizo lo que debía, le saliera o no. Forlán, cuyo nombramiento como mejor jugador del Mundial no fue del todo injusto, saltó al campo con la perniciosa actitud que refleja la tópica frase "ahora vais a ver", y volvió a supeditar los objetivos de la entidad a los personales; sobreactuó; malinterpretó las situaciones y se condujo de una manera solipsista, sordomuda, en multitud de lances del juego. Por eso carecía del derecho a enfadarse cuando lo reemplazaron, y  la cariñosa colleja que le propinó Reyes cuando el Kun marcó el segundo tanto significaba: "Alégrate y relaja el careto, hombre, que vamos a ganar".

Pero lo que me produjo verdaderas nauseas fue el desahogo con que el tal Cerezo (ese redomado golfo, ese idiota convicto, ese disléxico con tendencia irrefrenable a presumir y a mutilar el idioma) se colocó el primero de la fila para recibir la medalla de campeón. ¿Tiene tamaña desfachatez algún precedente?

Cuando vi la alineación de Quique me dije: mal asunto. Por suerte me equivoqué. Quique acertó en el planteamiento y en los cambios, y se dejó guiar por el criterio de la forma, el único que cuenta. Del Inter le preocupaban Sneider,  Maicon y las jugadas de estrategia. Ahogó al holandés, tapó al brasileño (en mi opinión, un futbolista que teniéndolo todo hace muy poco; luego de algo carece) y, sacando a Domínguez de "tres", ganó un central más para los córners. ¿Y por qué sólo le inquietaban esas cosas? Quique no ignoraba que el Inter estaba peor preparado (extremo que únicamente se atrevió a indicar Luis Suárez). Muchos de los jugadores del Atleti tenían casi un mes más de entrenamiento que la mayoría de los del Inter. De modo que la gran ventaja del Atleti sobre su rival no era que el galardón se disputase a un solo partido, ni que el favorito de la prensa fuese el conjunto italiano, ni tampoco la superior ambición rojiblanca (lo que para el Inter era un adorno, el complemento a un estupendo ejercicio, para el Atleti se antojaba trascendental, pues quién sabe cuándo  volverá a disputar otra final como ésta). La gran ventaja del Atleti era el rodaje. Al poseer menos internacionales, muchos de sus hombres estaban en mejor condición física. El vuelo de los aviones neroazzurri no podía ser rasante porque aún permanecían en el hangar o en el taller. Ítem más: los equipos muy trabajados y con aspecto de máquinas, el caso del Ínter, que viven de aburrir al contrario y esperar su oportunidad, necesitan un engrase perfecto para adquirir ese plus de eficiencia que los hace muy difíciles de batir. (El Ínter es todo menos una colección de figuras; más bien consiste en un grupo de obreros muy cualificados).

Así, después de un primer tiempo casi anodino, con su fase de tanteo, su guerra de nervios y el consiguiente desgaste, varios signos anunciaron que el Atleti prevalecería: los rechaces y despejes se resolvían casi siempre a favor de los jugadores colchoneros; García parecía más ágil que Cambiasso y hasta acertaba a dar un pase primoroso a Simao en una jugada anterior a la del tanto de Agüero; y el propio Simao, que sólo jugó para tapar a Maicon, se permitía el lujo de irrumpir en el área enemiga. Y aunque Perea volvió a conceder otra clara ocasión de gol (en cada partido regala uno, como mínimo, acepte o no el obsequio el contrario), y García midió mal en la pugna por un balón en el área propia, cometiendo penalti, el desenlace del choque no podía ser muy distinto del que se produjo.

¿Es el Atleti el mejor equipo de Europa, el campeón de campeones, el supercampeón? Parece mentira que haya que formular estas preguntas aunque sea en broma. El Atleti jugará esta temporada en la segunda división del fútbol del Viejo Continente, mientras que el perdedor del  duelo por la supremacía europea (más quisiésemos) irá derechito a la Champions. Algo no encaja. Los objetivos del Ínter y del Atleti hablan con harta elocuencia de los diferentes tamaños y destinos de ambas instituciones. Uno aspira a revalidar el scudetto, ganar la Champions e imponerse en el mundial de clubes. El otro se conformaría con quedar tercero o cuarto en la Liga. De ahí que el tan cacareado retorno del Atleti a la ciudad de los grandes, después de un prolongadísimo retiro en el campo, no sea más que pura propaganda; esto es: una falsedad en sus noventa y nueve centésimas partes.

Esperando a Godín

La del Atleti es una tragifarsa con un mal planteamiento, un flojo nudo y un previsible desenlace, y sus figurantes la representarán hasta que los empresarios de las varietés huyan con la última recaudación. Perdón por el exordio, que juzgo tan indispensable como otros las preces antes de irse a la cama o ingerir algún alimento.

En la obra de Samuel Beckett "Esperando a Godot", uno de los personajes inquiere: "¿Cómo se llama ese tipo al que esperamos, Godot, Godet, Godin?" Era Godín, sin duda, y al final vino (ojálá sea para bien), pero temo que la salud del Atleti requiere bastante más que un par de retoques en el primer equipo.

Si nos limitamos a lo comprobado sobre el tapete durante lo que va de pretemporada, hay más motivos para arrugar el ceño que para sonreír de oreja a oreja. Antaño, el Atleti contendía con grandes oponentes y triunfaba en el Carranza, el Costa del Sol, el Teresa Herrera, etc. Hoy pierde con el Español, el Mallorca, etc., onces honrados a los que debería batir con diez y sin portero. Por lo cual, si las victorias no hubiesen autorizado el entusiasmo, las derrotas (y el modo en que estas se produjeron) nos abocan al escepticismo.

El cuerpo técnico del Atlético de Madrid no ha sabido o no ha podido afrontar una reestructuración a fondo de la plantilla. La incorporación de los defensas Filipe Luis y Godín no es vituperable, sobre el papel. El primero no es un gran defensor, pero sube y maneja la pelota. El central tampoco es un zote y tiene estatura y buena colocación; su llegada le ahorra a Quique la alineación de Perea, esa calamidad. Sin embargo, la ausencia de un lateral derecho específico, unida a las dudas en torno a la consolidación de De Gea y Domínguez (a veces el segundo año de titularidad es más difícil que el primero porque se acaba la indulgencia y comienza la exigencia) aconsejan ser prudentes.

Poco o nada se ha hecho para reforzar las otras líneas. Mérida, que viene de no jugar en la Premier tres años, es una incógnita y Suárez, dos. La continuidad de Tiago, que es listo pero a 10 por hora, el sempiterno quiero y no puedo de Raúl García (o mediocentro o mediometro fuera del campo, por favor) y la falta de disparo y en ocasiones de luces de Assunçao, junto con el inaceptable desempeño de los interiores (Reyes no aprende a jugar al fútbol asociación y Simao se desliza vertiginosamente por la cuesta abajo de su carrera) multiplican la inquietud.

En la vanguardia, el alta de Costa se antoja un error, otro más. El brasileño es toda una joya: lento y sin aguante (y ya no habría que seguir enumerando lacras, porque un punta al que no se puede enviar el balón en profundidad constituye una rémora; me remito al gran Esnáider), carece además de puntería, chupa y es bastante irascible, aunque hay gente que confunde las malas pulgas son el carácter y alaba las intemperancias de Costa.

En fin, debieron traspasar a Valera, L. Perea y Simao, meditar las bajas de R. García y Reyes, no incorporar a Tiago, a Mario Suárez, a Costa, etc. ¿Por qué no incluyo en el lote de prescindibles a Jurado? Contra lo que muchos suponen, lo peor de Jurado no es provenir del Madrid. No obstante, lo que no acaba de dar Jurado, no lo puede dar ningún otro hombre de la plantilla, pues el insuficiente, anémico y cursi futbolista de Cádiz es el único medio de enlace con que cuenta el Atleti (razón por la cual Quique tiene tanta paciencia con él). Debería fortalecer su cuerpo (para eso están los gimnasios y las dietas) y cambiar de mentalidad. Jurado se cree un mediapunta artista, y hay que dejarle las cosas muy claras: joven, de eso no queremos; aprenda a medir las distancias, ofrézcase, mire y pase, y no le irá mal. Ah, entrene el tiro a puerta y olvídese de las bicicletas, que son para el verano. 

Queda el asunto de la cantera. Como persona que no ve los partidos de los chavales rojiblancos, me gustaría que alguien me informase objetivamente de las habilidades y características de las nuevas hornadas. Yo quiero un aficionado al fútbol que haga lo que haría un asiduo del turf: decirme si el potro vale para correr el derby de Epson, el más ínfimo premio de la cría caballar en el hipódromo de Pineda o se trata de un penco sin solución. Pero son hinchas los que nos traen las nuevas, y los hinchas no paran de ver cracks en jugadores mediocres (el fanatismo es alucinógeno). El año pasado, después del resonante triunfo del Atleti B en Valdebebas, Bernardo Salazar me dijo: "O mucho me equivoco o no he visto un solo jugador del B que sirva para el A". Yo, que también había presenciado el encuentro, no pude menos que concordar en el dictamen. Por ejemplo, los tres aclamados sub 19 del Atleti, integrantes del conjunto que perdió la final contra Francia en el reciente europeo y para los que tantos seguidores colchoneros exigen la titularidad o un puesto en el plantel, no me inspiran ninguna confianza. Los buenos jugadores destacan en una o dos facetas y en las demás no desentonan. Keko no hace nada mal, pero tampoco muy bien. Posee criterio y madurez y se mueve con soltura, pero le falta físico y gol y su técnica no es deslumbrante. Koke intervino en las semifinales; su desempeño fue vulgar; se limitó a cumplir el papel de escudero de Oriol (a propósito: Oriol y el defensa Bartra, aunque todavía muy verdes, son los dos únicos jugadores del combinado sub 19 que, a mi parecer, podrían llegar a figuras). En cuanto a Pulido, es bajo y no muy rápido (mala combinación para un central), y carece de fundamentos tácticos (el segundo gol de Francia fue un balón que ingresó en el área española por el slot -según la terminología de la aviación civil- de Pulido, sin que supiésemos dónde se hallaba a la sazón la criatura; antes había cometido un par de faltas al borde de la frontal totalmente gratuitas). Su única virtud, por el momento, es que maneja la pelota decentemente; de modo que Pulido está, en el mejor de los casos, por pulir.

Así las cosas, me incluyo entre los aficionados que no le acaban de ver el queso a la tostada y que, por consiguiente, nada esperan del ejercicio, que hará el número 24 de la infame era Gil. Pronto se cumplirán las bodas de plata de aquel colosal estupro. Bueno, por no ser tan negativo, quizá la nueva hierba del Calderón nos permita disfrutar otra vez del mejor Agüero, siquiera durante un rato. El césped habría sido entonces el mejor fichaje.

Prosternados ante un borrego de latón

 

1.- Pompas fúnebres

 

Ahora que os supongo convalecientes y casi restablecidos de tanto fasto, y aunque sé que sois duros de oído y os ciega el brillo de la hojalata, y que, lejos de ser una gente aparte o de estar hechos de otra madera, nada de lo humano os es ajeno, me atrevo a someter a vuestro juicio las siguientes consideraciones.

Así pues, no fue un chupito; fue un Dyc con hielo. Perdonadme si no os puedo felicitar. Sois tan ingenuos, por decirlo de un modo suave, que pensáis que el Atleti de hoy puede ganar algo que merezca la pena. Y no habéis tenido ningún escrúpulo en mezclaros con los turiferarios del club para hablar de un Atleti campeón de Europa (¡sic!); y no se trata de una licencia poética más. Tampoco os han molestado los habituales ditirambos de los periódicos: "El Atleti vuelve a ser un grande". Eso sí, os parecen compatibles el orgullo por la gran victoria alcanzada y el desprecio por los okupas. Os equivocáis. Tan autores son los okupas del descenso a Segunda como de la tremenda conquista de la Euro League. Y los esporádicos gritos que se oyeron en Barajas (¡presidente!, ¡presidente!), al regreso del equipo de Hamburgo, dedicados a un tal Cerezo, que pasaba por allí, corroboran un hecho que sorprende por su escandalosa simplicidad: el vicepresidente del descenso ya es tan campeón de Europa como vosotros, acaso mucho más que vosotros porque ha intervenido activamente en el frangollo del plantel que a la postre os ha dado la alegría. Que la Euro League no le importaba un sirle al club, lo prueba el que los megáfonos de los okupas, esos papagayos que trabajan para el Consejo, no para el público, la despreciasen; así, cierto imbécil de la SER (ya sé que no es una gran pista) la colocó muy por debajo del chupito, cuando el Atleti aún forcejeaba con el Valencia en cuartos y se había clasificado ya para la final de la Copa. Natural, parecía harto más fácil la conquista del chupito.

¿Y acaso protestasteis cuando el golfo de Gil Marín se atrevió a declarar antes del partido contra el Sevilla que los dos clubes llegaban al Nou Camp con los objetivos cumplidos? (¡Sic!). El objetivo del Sevilla era volver a la Champions; el del Atleti, volver a Europa (otra vez la pequeña inexactitud que demuestra bien a las claras cómo diminutas mentiras conforman un gran embuste). ¿Se puede cumplir un objetivo quedando noveno y a 52 puntos del campeón? ¿Qué clase de objetivo será ese? Del Nido lo puso blanco sobre negro: "El favorito es el Sevilla porque es el grande".

También os habéis lisonjeado con la idea de que los madridistas estaban hechos polvo con el triunfo del Atleti en la Euro League, o sea: os envidiaban los tradicionales envidiados. Bueno, se dice que hay gente tan ganadora que aborrece hasta perder a las chapas. ¿Habrá gente en el Madrid tan envidiosa que no quiera que el Atelti gane ni a las chapas? En general erráis de nuevo. La prensa merengue no os ha regateado elogios; os ha concedido el regreso al Walhala, os ha cooptado a la gloria. Ved si no cómo ensalza a vuestro presidente y a vuestro club un tipejo del Marca: "[Cerezo] volvió a dar muestras de esa sensatez con la que siempre se ha manejado y con la que ha dirigido al Atlético de Madrid hacia una temporada histórica" (¡sic!). [Cerezo aprovechó el paso por el foro... para] "realizar un tratado sobre hacia dónde debe dirigirse el fútbol profesional y cómo debe ser gestionado" (¡sic!)... "En definitiva, un tratado de coherencia y cordura de un hombre que ha conseguido llevar al Atlético a unas cotas impensables no hace tanto tiempo" (¡sic!). Al final los medios merengues os han concedido la copa de Europa (porque era una copa, ¿no? y además de Europa, ¿no?), con sospechosa generosidad.

Sin embargo, por una vez, estoy de acuerdo con vosotros cuando proclamáis: "Nos lo merecíamos". Os lo merecíais por aguantar unos dirigentes bribones y descerebrados; os lo merecíais por haber permitido que la gente más inútil y amiga de lo ajeno de la creación gobierne el club a su antojo. ¿Y qué os merecíais? Pues este trofeo de saldo ante rivales flojísimos o debilitados: un mediocre Valencia; el peor Liverpool que uno haya visto...; y en la final aún aguardaba el Fulham, ignorado team que había derrotado a otro grande venido no ya a menos sino a casi nada. El Fulham, que ha ganado ¡una liga de segunda y otra de tercera y cuyo palmarés europeo se reduce a una Intertontos! Nada diré de los arbitrajes, ni de las ausencias de los adversarios, salvo que devaluaron un trofeo ya de por sí de escaso valor. De hecho, ignoro por qué la UEFA no denomina a esta gran competición que ha ganado el gran Atlético de Madrid, la Failure League (ya que es un torneo para fracasados). Antaño la UEFA podía ser tan importante como la Copa de Europa porque no era infrecuente que el segundo o el tercero de una temporada fueran el primero y el segundo al año siguiente; hoy no es más que un barato mercadillo del triunfo todo a 100 para clubes perdedores. Reúne a la flor y nata de los "don nadie" europeos. Basta con echar un vistazo al cartel de las semifinales de esta primera edición: el duodécimo de la liga inglesa contra el sexto de la liga alemana y el undécimo de la liga española contra el séptimo de la Premier.

Pero la gente se ha vuelto majareta (o lo estuvo siempre), y es tan fácil echarle de comer victoria. Una característica de los estúpidos tiempos que corren (al menos en materia deportiva) es el prurito de celebrar. Se celebran las finales alcanzadas, como si fuesen las copas mismas; se celebran sin tapujos las lesiones de los otros y las derrotas del adversario en las que uno no desempeñó el menor papel. El caso es encaramarse como sea al carro del triunfo, aunque vaya cargado de pedruscos y tiren de él un par de bueyes asténicos (y en su defecto, qué inmenso placer produce contemplar cómo se le pinchan los neumáticos a la tartana del vecino). No es la adoración del becerro de oro; es la del borrego de hojalata. Sí, os merecíais esta copa histórica, quiero decir ‘histérica'. (La víspera de la final de Hamburgo hablé con un compañero de trabajo, Isaías, joven colchonero, estupendo profesional y buena gente, y no pude convencerlo de que este previsible triunfo ante el Fulham, además de zarrapastroso, era una derrota encubierta. "Sí, tronco, tienes razón, -me contestó-, ¿pero tú crees que podemos perder una final tan importante? ¡Es que esto es lo más, tronco!". Era la declaración de un enajenado, y por la boca de los enajenados hablan los dioses, según creían los antiguos. Ahora bien, resulta que uno es ateo y ha nacido en el siglo XX. (Digno broche a tanto exceso y tontería, la cursilada del hijo y heredero: "Hablé con el cielo en la prórroga".)

Pero lo peor del chupito y del Dyc con hielo es que la tarea de mínima oposición que desempeñaban plataformas, foros u organizaciones como la de Señales ha recaído en la nada (se la zampó casi sin masticar la euforia, como si fuese una aceituna sin hueso). Por ejemplo, Señales iba a presentar las catastróficas cuentas del club, analizadas por una auditora independiente, no por los paniaguados a los que los okupas contratan para acicalar sus latrocinios. ¿No era el momento oportuno? ¿Ha prevalecido el miedo a interrumpir el triunfalismo y a que tachasen de amargados a los patrocinadores del informe o el de no lograr hacerse oír entre tanto lo-lo-lo-ló? Se nos ha ido la fuerza por la boca.

 

2.- Dos finales

 

Yo a un portero le pido que juegue al fútbol; a un central, que juegue al fútbol; a un medio, que juegue al fútbol y a un delantero, que juegue al fútbol. En el Atleti abundan los jugadores que no juegan al fútbol. Su defensa consiste en un amontonamiento de hombres con incrustación de los dos medios de cierre; el centro del campo no carbura y desasiste a los delanteros (o los asiste a base de pelotazos sin porvenir); de los cuatro que actúan arriba, tres van a lo suyo, que no suele ser lo del equipo; el portero saca al patadón (lo hizo hasta contra el Fulham, ¡cuyo único punto fuerte era el juego aéreo!). Y mira que era fácil jugarle al modestísimo equipo inglés: bastaba con apoyos, paredes y regates. Pero el mejor pase que recibió Agüero fue el envío de un contrario (la jugada acabó en el tiro al poste de Forlán). Agüero, que nada más comenzar el partido, rescató una pelota perdida (el típico balón que alejan del área propia en el descuento los defensores de un conjunto que va por delante en el tanteador), se deshizo de sus dos marcadores y... se la hubiera dado a Forlán, pero éste se quedó pasmado. En la prórroga, Agüero, en una situación similar le señaló el pase a su compañero: ¡Coño, ven hacia mí!  

Pero qué se va a esperar de una medular donde opera el muy apreciado Raúl García. Con el navarrico hemos descubierto lo imprescindible que resulta un futbolista que cada cinco o seis minutos regala un balón al rival. (Es increíble que todavía haya debate en torno a si es preferible Tiago a R. García o al revés. ¡Ninguno de los dos!, porque con ellos el once del Atleti es lento y débil.) Nada añadiré sobre el calamitoso, el pésimo, Perea, cuya mera alineación basta para abolir el fútbol. (Que el nombre de este negado siga saliendo en las alineaciones de los forofos es un síntoma de que la resignación de décadas ha terminado por repercutir ¡y de qué forma! en el gusto de los aficionados). En definitiva, aunque venció, el Atleti jugó fatal contra el Fulham (cómo sería el asunto que casi pareció alguien Jurado, pues, al menos, procuró rasear el esférico y ligar).

Ahora bien, el Sevilla era otra clase de enemigo. Y pese a los esfuerzos de su guardameta, el desenlace del match no ofrecía duda desde el minuto cuatro del primer periodo. Palop es un portero dado a las cabriolas que, inexplicablemente, goza de una sólida reputación. (Confiad, algún día Asenjo llegará a Palop). Pues bien, Palop se adornó para la foto y con ello logró que muchos hinchas del Atleti creyesen que el equipo había estado más cerca de beberse el chupito de lo que en verdad estuvo. No hubo opción, y no entiendo muy bien a qué tanta pleitesía para con la cantera. Domínguez fue una rémora contra el Sevilla y De Gea tardó en estirarse en el primer gol andaluz, pero ambos han adquirido el estatus de símbolos de no sé qué incontenible salud rodeada por todas partes de enfermedad y podredumbre.

Fuera de programa

(Anfield.) En el fútbol de hoy nadie se come a nadie. El poderoso, que suele adoptar los intimidantes humos de un ogro con el estómago vacío -lo incitan a la épica los cobardes y vocingleros cronistas deportivos-, puede morder el polvo y a menudo lo muerde. La gran hazaña de la temporada (y de muchas otras) fue la eliminación del Madrid a pies del Alcorcón. Anfield aguardaba el temor del Atleti, pero el Liverpool es un equipito, que ha sido pésimamente gestionado por su manager general (Benítez, que agotó su suerte en aquella final de la Copa de Europa contra el Milán) y por sus dueños (un personal ignaro proveniente de los EEUU). Así, por mucho que ruja "The kop", The kop no juega; el famoso jugador número 12 es un muñeco de futbolín ensartado, como éste, en una barra de metal.

(Un fracaso.) Este colosalismo es congruente con el tamaño de los aficionados, que disminuye a ojos vista. Cuanto más enanos los seguidores, más se agigantan las entidades. Así, el Barça trató de intimidar al Ínter, y sus jugadores exhibieron en su camiseta avant match la estupefaciente leyenda: "Nos dejaremos la piel". Creo haber criticado en mi libro semejante retórica de taxidermista. Preferible a ganar (y mucho más difícil) es perder con gracia. Además, el Barça era un equipo elegante, que siempre huyó del tremendismo (con la excepción de la batahola contra Figo), de las noches mágicas y de todas esas pavadas urdidas por la claque de los matones.

Guardiola sabe que el Barça fracasó esta temporada, y que buena parte de la culpa la tiene su política de descartes y fichajes, que no reforzó el plantel. El único futbolista que lo enriqueció fue Pedrito, otro canterano.

(Boutades). La de Shankly: "El fútbol no es una cuestión de vida o muerte; es mucho más"; la de Luis: "Las finales no se juegan; se ganan". La de Piqué: "Quiero que los jugadores del Inter lleguen a odiar la profesión de futbolista durante 90 minutos". Comentaré una de Guardiola: "No me importa el Inter; si conseguimos ser nosotros, ganaremos". Esto es una tautología, una vaciedad. Uno es siempre uno mismo, pero un partido es la colisión de dos modos de ser. Y siempre se trata de hacer e impedir que el otro haga. Es todo muy obvio, incluso si nos empeñamos en verlo de otra manera: si prevalezco, si me salgo con la mía, sigo siendo yo; si no prevalezco, es el otro el que desdibuja mi identidad y conserva la suya. Pero el Inter fue el Inter y el Barça, el Barça. Y ganó el Inter.

Guardiola, que suele pensar lo que dice, intercala eslóganes voluntaristas para consumo de sus hombres y de los forofos. El hombre de acción está condenado a sustituir la reflexión por algo que se le asemeja pero que no puede ser más distinto. El asunto me recuerda una broma de Les Luthiers, quienes remedaban un concurso de televisión con el siguiente lema: "¡El que piensa, pierde!", que al deporte de masas le sienta como un traje a la medida.

(Irreversible.) El Gobierno quiere devolver a los clubes la posibilidad de lo sean de nuevo. Es un brindis al sol, porque únicamente volverán cuando sean guiñapos cosidos a puñaladas por las deudas y ya no sirvan ni para que los mercachifles que los han conducido a la ruina sisen una comisión y un sueldo. Cuando Gil Marín y Cerezo, con su proverbial falta de escrúpulos, se quejan de que el Madrid y el Barça tiran con pólvora del rey, no están pidiendo un retorno a la edad del club de socios sino que el Madrid y el Barça sean convertidos en SAD de grado o a la fuerza. (Pero el resultado sería el mismo.) Hay iniciativas más interesantes. El tope salarial, por citar una, contribuiría a reconducir el fútbol hacia una dimensión manejable, pero no interesa porque los poderosos verían mermada su capacidad de compra. Además, las mareas de aficionados, que el triunfalismo galvaniza, odian las economías; su sed de presunción es virtualmente inagotable. El pueblo nunca es inocente.

(Hito que quita el hipo.) El Atleti alcanzó una final europea después de 24 años. Dicho así parece un gran mérito de los golfos que saquean el club. Ahora bien, la cosa cambia cuando se añade a la frase una inocente pregunta: ¿Y cuántos años llevan al frente del Atleti los Gil? Veintitres. Ah, vamos.

Cuando volvió a Primera el Atleti, sus okupas pidieron un lustro para devolver a la entidad un esplendor que ya no tenía. Han pasado diez años, y ni a la cumbre de un ocho mil ni a la cota cien, pero eso sí, campeones de Europa. ¡Cómo mola!

(El circo.) Es la jugada la que manda, no el jugador. Hay una tendencia a hablar de la clase del jugador, haciendo abstracción del juego. Pero el circo está lleno de fabulosos dominadores del balón, que no practican el balompié. Uno de los aperitivos del mundial que comienza consistió en un concurso de virguerías a cual más asombrosa. Ningún profesional participó. De haberlo hecho, hubiese sido derrotado.

(Casi un pronóstico.) Con respecto al porvenir de España en el Mundial, queda por ver si el equipo es capaz de sobreponerse a la baja del estupendo Marcos Senna de la Eurocopa y al bolo de la Copa Confederaciones que Del Bosque se tomó completamente en serio, sobrecargando de partidos a los jugadores del Barça.

(Agüero.) En un sentido lato -es de Perogrullo- ningún jugador está por encima del club en el que milita, aunque sólo sea porque el futbolista pasa y la entidad permanece. Sin embargo, afirmar esto es poco porque hay clubes que despegaron hacia la gloria merced a un jugador o varios, los cuales estuvieron por encima de la institución, que no era nada cuando llegaron y que lo fue todo después. En la memoria de los aficionados con memoria se agolpan los nombres y los casos, que sería ocioso citar. Agüero, como antes Torres, está muy por encima del Atleti actual, club submarino y amorfo. Por tanto Gil Marín, al soltar la perogrullada, miente. Pero lo malo no es lo que Gil Marín diga, pues cualquier traductor simultáneo ya les ha cogido el tranquillo a sus ininteligibles y falaces peroratas; significan literalmente: "bla,bla,bla", sino lo que piensan algunos incondicionales del Atleti. Así, no son uno ni dos los que entenderían el traspaso de Agüero y montarían en cólera si los okupas pusieran en el mercado a De Gea. Los muy simples creen que De Gea es más atlético que las franjas rojas y blancas, que el oso del escudo y que la ribera del Manzanares (por supuesto, mucho más que Agüero). Es falso, pero, aunque fuera cierto, poco importaría porque el único futbolista especial que tiene este malhadado club es Agüero y vale más un Agüero en la baja forma de este año que veinte De Geas en plenitud. Los que están por debajo del club (de sus necesidades y posibilidades) son el 99,99% de los seguidores colchoneros y los okupas, cuya estatura no excede la de los hongos. Al Atleti le retiré un día mi dinero, para que no se lucrasen notorios delincuentes; si venden a Agüero, le retiraré mi adhesión. El día que Agüero salga del club, se romperá mi débil vínculo con este Atleti, por muy campeón de Europa que jure ser. Casi lo estoy deseando.

El niño que nunca vio a los suyos ganar un derbi

(Perdedores, lo-lo-lo-ló, lo-lo-lo-ló, lo-lo-lo-ló.)

Es difícil saber qué espera, o a qué aspira, la afición del Atleti. Probablemente no espera nada ni aspira a nada, porque de lo contrario tendríamos que preguntarnos a qué espera. La inacción, la resignación, no permiten concluir otra cosa: está muy contento con el papel que desempeña el club, no ya de segundón, sino de perdedor contumaz. A nadie en Madrid le indigna, molesta o produce la menor incomodidad la situación de la entidad colchonera. Entre sus incondicionales, por cada dos mil que despiertan un rato, cuarenta mil le hacen "sangre a la cama", como dice mi querida T. López Augustin.

 

(El chupito.)

Han vuelto a reaparecer del brazo, el mequetrefe y el golfo, para presumir de que los dos primeros de la Liga doblen en puntos al Atleti (otro récord de la era Gil, tan fecunda en bochornos) y dar por conquistadas las copas que no proporcionan ni honor ni riquezas, pero cuya obtención complacería tanto a grandes y chicos. (El mequetrefe y el golfo han escogido incluso rival para las supercopas: el Barça, pero ¿jugará contra el Atleti?) Ese chute de victoria (o de metadona) echaría tierra encima de la gestión calamitosa del club, pero qué más da; todo el mundo, con el sector crítico a la cabeza, está encantado de ver cómo la hiedra de la gloria trepa por las leprosas paredes de una institución medio demolida. (La foto que muestra el renovado idilio -unas bodas de plata con el expolio y la miseria del Atleti como telón de fondo- es única en su género: al mequetrefe, que también es un poco granuja, se le cae la baba; es un bobo de baba; el golfo, que es bastante mequetrefe, se deja encimar por su arrobado compadre y sonríe con la doblez condescendiente que le caracteriza. El día en que desaparezca el golfo, el mequetrefe se quedará huérfano; pero si el mequetrefe fuera el primero en ausentarse, el golfo únicamente perdería un valedor y un cheerleader, no importa, hay tantos que asumirían felices el papel; cuesta tan poco amaestrar una cacatúa, hacer de un mequetrefe un instrumentum vocale... El mequetrefe lo intuye y se apresura a redoblar la pleitesía. En fin, es la conexión entre el lumpen de la cultura y el lumpen de las finanzas y los negocios.)

Esos perros de aguas que escriben en los periódicos y peroran en las radios y las televisiones han convertido el fútbol en materia de Bretaña, eso sí con arturos, lancelotes y percevales de pantalón corto y sin ginebras (o con ginebras de garrafón) y practican el triunfalismo con una desfachatez sin límites. Pero mientras los merengues se empeñan en presentar a C. Ronaldo como si fuera un héroe cuando agrede a un rival y un villano cuando cobra a final de mes, y piden la selección para Guti, los colchoneros no les van a la zaga; mucho peor, se aferran al nada Santo Grial de la Copa. Como los adversarios y los choques son anecdóticos, el negocio de la megafonía estentórea prospera. Ya denuncié en mi libro "El Rojo y el Blanco", que entre los comentaristas y los forofos no hay ninguna diferencia: idéntica ignorancia del deporte, idéntica propensión a la chaladura, idéntica falta de escrúpulos y de gramática. (Así, el enfrentamiento entre el Atleti y el Celta pudo ser tratado por los medios afines a los okupas como la formidable colisión de dos clubes de parecido nivel. Y quizá tuviesen razón, pero no por lo que ellos creen; a lo mejor el Atleti es más un equipo de Segunda que de Primera).

El Atlético de Madrid ha conseguido (¡sic!) la final, clamó un cretino que altoparla en la SER. Ahora bien, ¿cómo ha llegado hasta aquí? Pues tras eliminar a un equipo de Segunda B, a dos equipos de Segunda A y a toda una potencia del fútbol mundial: el Racing de Santander, hazaña como no vieran los siglos, a la que contribuyó y no poco el referee del encuentro de ida. Y si al equipo de Segunda B lo despachó sin mayores apuros, las agonías para deshacerse de los dos adversarios siguientes evocan el parto de los montes, que como nadie ignora dieron a luz un ratón. (Los que afirman a la ligera que el Atleti vive en una montaña rusa se equivocan de imagen porque ¿dónde están los picos?; ¿o acaso eran altas cumbres las victorias contra Huelva o el Valladolid?) A uno, que ha visto al Atleti ganar y perder en campeonatos importantes contra adversarios como el Bayern, al Ajax, el Independiente de Avellaneda, el Barça el Madrid, el Celtic, etc., le pone fuera de sí el cinismo con el que los perros de aguas de la maldita prensa del ramo se obstinan en que la Copa salvará la temporada del Atleti. En el hipotético caso de que la lograse, ¿no sería un chupito?

Ítem más: ¿qué hubiese dicho la gente del Atlético si el Real se hubiera clasificado antes semejantes oponentes y con el árbitro a favor?  Los gritos habrían llegado cielo, y con razón. Ahora bien, ¿no presumíamos de odiar el abuso y la prepotencia? No, ahora hemos preferido tildar a la afición cantabra de hatajo de paletos y a la del Sevilla de escoria; Canales es un paquetito desde que firmó por el Madrid y Munitis, un tipo con una figura y un nombre ¡que lo condenan al cabreo!, grandes verdades que merecen ser escritas con un alfiler en el "ángulo interior del ojo", como recomiendan los redactores de las "Las Mil y Una Noches".  He ahí cómo la visión del otro, de lo que el otro anhela (que es lo mismo que desea uno: divertirse con un espectáculo y que ganen sus colores), enturbiada por la sed de prestigio, degenera en cataratas; son ya innúmeros los ejércitos de los invidentes. Y así, algunos aficionados críticos con la situación del club, que es terminal, han enarbolado la bandera de la ilusión, pero no la suya sino la de ¡los niños colchoneros! (Me recuerdan a esos padres que se compran un tren eléctrico, pretextando que lo quieren sus hijos, para disfrutarlo ellos a su sabor y sin que nadie pueda reprocharles un retroceso a la infancia.) Antes de que se consumara el doblete, escuché de labios del locutor de Tele 5, José Ribagorda, muy colchonero él y muy pelota de los okupas, la siguiente oración: "Sólo pido ganar esta liga; lo que venga después no importa. Una plegaria atendida. Pues bien, tanta gente se ha puesto a rebañar un plato de lentejas, que me pregunto si lo que pretenden es legar a su progenie una escudilla roñosa y vacía, junto con los amargos posos de un chupito.

Yo creo que una afición que no logra apartar los ojos de la Copa, aun reconociendo que el Atleti bajo Gil y Cerezo está sentenciado, se engaña doblemente, pues ningún éxito y ningún fracaso se antoja ya capaz de modificar la trayectoria del club, esa piedra caída en un pozo olvidado. Hace lustros que el Atleti juega por jugar, por cubrir las apariencias; perfecto y risible comparsa, milita sin más en las competiciones, y los resultados que obtiene al término de cada campaña oscilan entre lo pobre y lo paupérrimo. De ahí que aferrarse a un chupito, como si del eventual triunfo dependiese la salud y de la eventual derrota, la enfermedad de la institución, sea vano y en vano. No habrá un antes y un después del chupito, mientras los golfos sigan okupando el Atleti. Los cadáveres no se curan.

Y lo peor del asunto es que todo el esfuerzo opositor del ejercicio, esos mil duros de saludable enojo que tanto costó reunir, ha sido dilapidado en un santiamén en el absurdo festejo de la clasificación para esa birria de final. Es increíble que haya estallado la paz (que no será la de dios, sino la del diablo) en un campo de batalla que más parece un cementerio. El subterfugio esta vez han sido los niños; ¿cuál será la próxima?, y, sobre todo, ¿habrá una próxima vez? Escribí hace muchos años que ni la Copa de Europa redimiría a los Gil de sus latrocinios y torpezas. Bueno, no ha sido la Copa de Europa sino un vulgar chupito (aún por ingerir). Con semejante afición (sin duda la peor de las que infestan los estadios, convirtiendo el fútbol en el juego menos deportivo del orbe) la suerte del club está echada... a la bartola. Y mientras los hinchas prodigan las fanfarronadas (ellos no juegan aunque son muy ganadores), los okupas se frotan las manos. ¡Mira que si un triunfo contra el Sevilla nos extendiese otro cheque en blanco!

 

(Internacionales de Vulgaria.)

Es lo de siempre y lo de siempre induce una fatiga crónica. Algunos aficionados del Atleti piensan que uno de los problemas del club es una variante de la baja autoestima que nos lleva a tirar por tierra a nuestros jugadores y a ensalzar a los de otros clubes. Discrepo. Valgan las líneas que siguen, tanto da haberlas escrito o no, como un cansino encogerse de hombros. Los nulos comentaristas de hoy, que no saben una palabra de fútbol porque su cometido no consiste propiamente en informar sino en intoxicar y difundir la chaladura más espesa, se equivocan o mienten a propósito del valor de todos los futbolistas, sobremanera de los colchoneros. No obstante, a falta de críticos, buenos son los forofos, los cuales, con su trastorno mental, ejercen de lazarillos de los okupas y los orientan ¿Queréis cantera? Pues cantera. ¿Queréis fichajes? Marchando.

Catorce o quince equipos desde que empezase la vigente temporada demostraron que el Atleti de hoy es una banda sin orden, con una defensa de cristal y una medular sin pulso, extremos que rara vez profundizan y delanteros aburridos y desmoralizados. La penuria deportiva es tan patente y clamorosa que la llegada en el mercado de invierno del cuarto o quinto centrocampista de la Juve fue saludada con grandes muestras de alborozo. No me extraña: Tiago, aun lejos de su mejor forma y siendo lento como un carromato del Oeste, conoce el oficio y no es directa e incurablemente tonto, al revés que el setenta y cinco por ciento de los componentes de la plantilla colchonera. Si acudimos a la cantera con el siguiente pedido: "Póngame, s'il vous plait, dos laterales, y un medio de enlace", nos responderán: "Qué lástima, de eso no tenemos". De la cantera se han instalado en el primer equipo De Gea y Domínguez. A De Gea da gusto verlo moverse, coger con una mano el balón, como si fuera un huevo o un higo, pero falla en las salidas, defecto subsanable, y en otros aspectos de su complicada labor; ahora bien, el primer equipo del Atleti no está para curtir guardametas prometedores. (El cirio de la portería es, por desgracia, característico de este club, que busca problemas donde no los hay para después fingir que les pone remedio). En cuanto a Domínguez, ¿nadie lo ha visto caerse de culo en el campo sin que mediase ni siquiera un amago del oponente?, ¿nadie lo ha visto despejar al aire?, ¿nadie lo ha visto marcar con los dos bracitos apoyados en el cuerpo del rival, como si fuera un ciego de cupón?, ¿nadie lo ha visto pasar el balón al pie (lo correcto es un metro por delante) al lateral que sube, entorpeciendo el ritmo de la jugada?, ¿nadie lo ha visto despejar de cabeza en globo y hacia el medio?, ¿nadie se ha percatado de su inconfundible trajín de jugador de Segunda? No, nadie. Y se diría que el Atleti es Domínguez y diez más, criterio que se han apresurado a suscribir los okupas. (Ojalá se vaya arriba y acabe triunfando, pero de momento no está arriba y yo no daría por descontada su ascensión).

El resto de los defensas es una gemebunda cuerda de fracasados reincidentes. Valera no sirve; Antonio López, si acaso para las suplencias. Ujfalusi posee una cintura de madera, aunque es él único central que sabe arrancar con el balón pegado al pie, habilidad que sería inútil exigir de Perea, de Pablo, o del citado Domínguez. Hablando de Perea, M. A. Ruiz, que ha vuelto al micrófono en TVM (siempre contratan a los peores), afirmó en el partido contra el Celta: "Es una lástima que la gente pueda hablar mal de este chaval cuando hoy ha jugado muy bien". El chaval había regalado un par de balones a los delanteros rivales más francos que el que disfrutó Higuaín en el primer derby. El chaval había, como siempre, competido con el mejor jugador del otro once (en este caso, Trashorras) a ver cuál de los dos suministraba más esféricos a los componentes del otro once (en este caso, el Celta). Tengo para mí que cuando la pelota es de Perea cuenta como posesión del contrario. Es tan malo, que no es un misterio que lleve cinco años en el Manzanares (en un partido incluso heredó de A. López el brazalete de capitán). Pero los estúpidos locutores, cuando despeja sin ton ni son la pelota, sentencian aprobatorios: "No se ha complicado la vida" (sic).

El medio del campo es impropio de un equipo de la división de honor. Relegado Camacho (ese crack inconmensurable) por todos los entrenadores (¡qué injusticia, Señor!), nos queda un brasileño sin chut (y mira que es difícil), Assunçao, convertido en el pilar de un edificio sin vigas y sin tabiques; por ahí también pululan el cedido de la Juve (adoptado sobre la marcha por los forofos, hambrientos de ídolos, auque tengan los pies de barro), Raúl García (acaso una de las peores inversiones de este club, por lo mucho que costó y lo poco que ha rendido) y Jurado, tan flojo, tan bobo, tan osá (pronúnciese esta versión pija del  ‘o sea' sin apenas abrir la boca y alargando la ‘s'), y del que todo cuanto puede afirmarse es que inventó el pase a medio metro. (¿Qué da taconazos y hace rabonas y sombreros? Bien, pero no hay buenos guisos a base exclusivamente de pimienta o nuez moscada. La especia no es el manjar.)

Simao y Reyes no tienen fuelle para trabajar y para crear; les falta cuerpo; les sobra individualismo y cartel. Y así llegamos a los delanteros: Agüero y Forlán, dos náufragos en el mar del sinsentido, dejémoslo así. Salvio, Ibrahim y Borja completan la nómina. Del primero se habla maravillas, pero no tardará en recibir improperios; pues carece de cualidades visibles (¿otro botijo?); el segundo es un cero a la izquierda con el balón en los pies;  y el tercero conserva intacto el cartel de los que no han debutado aún.

Los mantas absolutos en diciembre eran Cléber y Sinama, y Maxi estaba acabado. Emigraron los tres. Ahora le toca el papel de penúltimo zoquete a Jurado, en estrecha pugna con Valera. ¡Qué pronto han desaparecido de la memoria los otros cánceres que el tiempo sajó! En breve, tampoco estarán los que ahora ponen plomo en las alas del equipo y el club seguirá igual de gallináceo porque está en poder de dos bípedos implumes que lo despluman con fruición desde hace 23 años. Cara a la temporada que viene, Cerezo y Gil Marín han prometido otra revolución (la vigésimo tercera o cuarta), y dicen que el club ha apalabrado el fichaje de Fran Mérida, y piensa recuperar a Diego Costa, Mario Suárez y De las Cuevas. (Bromas las mínimas. Diego Costa es irrecuperable; menos ágil que un paquidermo, chupón e irascible, su titularidad lastra al Valladolid; los otros dos tampoco son precisamente unos cracks.)

En resumen, el tiempo de los extremos puros periclita, y, hartos ya de la experiencia, hemos virado hacia la juventud, lo cual se parece más a la media vuelta del baldado en su lecho que a un cambio de política. Vendrán otros rostros, y antes de que el olvido se haga con ellos un sándwich, disfrutarán de un breve romance con los seguidores del Atleti, gracias al cual llegarán a internacionales... de Vulgaria, claro.

 

(Colillas del último derby.)

(Chalado.) Soy antimadridista porque detesto el triunfalismo y las injusticias. Por eso la eliminación del Madrid en la Copa de Europa me produjo alivio; tanto como alegría la hazaña del Alcorcón. "Al Alcorcón le vamos a meter seis", había vaticinado el gran Guti (el hombre que, ¡oh cielos!, un día dio un taconazo), quien también creyó llegado el momento de "pegar un puñetazo en la mesa" cuando la noche del Olympique de Lyon. Encima de una loma, los enanos se agigantan.

Pero ¿cómo calificar el triunfalismo de los perdedores? El archi-idiota ante el Altísimo habló de una hora de miedo en el Bernabéu (¡miedo que habrían experimentado los aficionados del Madrid!), ponderó la táctica del entrenador del Atleti y adjudicó el resultado final a las lesiones (¡de Valera! y Reyes) y a los fallos de los zagueros. Según él, el primer periodo del conjunto de Quique fue inolvidable (¡sic!). Hay que ser muy imbécil y muy embustero. Pero así los buscan y encuentran los periódicos deportivos: sin luces e ignorantes, aunque también con una incorregible tendencia a falsificar la realidad.

(Ambiente.) La ovación a Perea y la pancarta: "El derby, vuestra peor pesadilla" reciben en el lenguaje taurino una denominación: banderillas de fuego. Y la afición del Atleti reaccionará como los mansos: unas coces al aire y a trotar en plan cabestro.

(Imparcialidad.) Con arbitrajes como los de Undiano, el Atleti hubiese vencido dos o tres veces al Madrid desde que regresó a Primera, bagaje vergonzoso, del que se hubiesen sentido muy ufanos los okupas, el archi-idiota y quizá buena parte de la afición. Un único reproche a Undiano: consintió, como hace el resto de sus colegas, las desvergonzadas y continuas protestas de los jugadores merengues, a los que, por lo visto, el ominoso villarato no amilana. ¿Por qué será?

(Ya podrán.) Ningún equipo (sobre todo si es muy principal y juega en casa) vence ya sin épica. Para los triunfalistas, cualquier equipo que marca dos goles en su campo después de haber encajado uno perpetra una heroicidad digna de figurar en los anales. El propio locutor insistía encantado de la vida en el coraje del Madrid. Confunden la buena forma y la capacidad física con el valor, cualidad anímica. El caso es presumir de valientes, aunque en el fondo prefieran saberse y sentirse poderosos.

(Lacra.) Una de los estigmas (que no enigmas) de la época es lo formidablemente bien que se llevan los directivos de ambos clubes. Hasta Valdano, gastando una cortesía propia de los antiguos caballeros con las antiguas damas: "Por favor, usted primero", declaró avant match envidiar la suerte del Atleti que, al parecer y según dicen, está inmerso en tres competiciones. Los ideólogos del Madrid protegen a los okupas del Atleti. Los cortes del vídeo del almuerzo entre ambas directivas revelan mucho más que una cordialidad más o menos fingida; allí reinaban la complicidad y una no disimulada devoción mutua. Como que las dos juntas "están comprometidas" y "reman en la misma dirección". El Atleti es ya como el Castilla, sólo que con otra indumentaria.

(Ricos y pobres.) El Madrid ha fichado al carísimo C. Ronaldo y al baratísimo Arbeloa. El primero se perdió en estériles regates y acribilló las nubes con sus erráticos tiros; el segundo ejerció de Garrincha ante Domínguez en el tercer gol merengue.

(Prólogo que es un epílogo.) El niño, de unos diez años, llegó al bar de la mano de su padre, se sentó al lado de unos vejetes y rechazó un bocadillo que le ofreció la dueña del establecimiento ("No tengo hambre", explicó). Uno de los abuelos quiso animarlo: "Ya verás como hoy ganamos". El niño, colchonero que no ha visto triunfar al Atleti en un partido de la máxima, repuso con naturalidad: "No creo; vamos a ver cuántos nos meten".

Calderilla

(El milagro.) Un equipo cuyo presupuesto roza o supera los 120 millones de euros elimina de la Copa a un conjunto de Segunda que lleva dos meses sin ganar un partido en la categoría de plata, ¡y lo llaman “milagro”! Aseguran que es la primera vez que el Atleti remonta un 3 a 0 en la Copa. ¿Había sido goleado antes en la ida por un rival tan flojo?

(Pureza de linaje.) Uno de los hechos escamoteados por los comentaristas que glosaron el ridículo de Huelva fue el de que más de un tercio del once de Sánchez Flores era canterano. De Gea y Domínguez caen bien porque son de los nuestros. Reyes y Jurado caen mal porque son de la acera de enfrente. De Gea salió el jueves en falso tres veces (en dos de ellas dejó la portería vacía) y sacó mal (corto y al adversario) en un par de oportunidades. En cuanto a Domínguez, nada en él anuncia una figura, pero es diligente al taponar los centros laterales, se entiende con A. López, no se coloca mal, es zurdo… ¿Está cumpliendo? Quizá, pero sin alharacas. Claro que mucha gente, acostumbrada a considerar estándar el rendimiento de Perea, ve en Domínguez un proyecto de Beckenbauer. Reyes es también zurdo y, sin ser un crack, es rápido y tiene clase. Si despabila fuera del campo, quizá le dé tiempo a coger el último tren en el campo. Y Jurado (el feble y amanerado revenant de la Quinta del Buitre) ha hecho dos partidos bastante aceptables contra el Valladolid y el Huelva. Es igual; ni Reyes ni Jurado son Camacho, un prototipo del paladín que no interviene en las batallas y que cuando lo hace deja la impresión de que ha salido otro jugador en su puesto; Camacho ya es un ídolo (como corresponde a un colchonero de pura cepa). Otro hombre que goza del favor de los amigos de la cantera es el navarrico Raúl García, que llegó de chaval y al que se le suponen los valores de la raza (pundonor, carácter, aptitudes para el liderazgo…). Pero García, incluso en sus buenos partidos (pocos, muy pocos), regala el balón demasiadas veces y no por escasez de técnica o por despiste. Su problema, de constitución y por tanto sin arreglo, es físico: nada ágil en los giros, cuando quiere reaccionar para escapar de la presión de los rivales es tarde. (Nueve de cada diez espectadores confunde la lentitud -una característica corporal- con la desidia -un rasgo del temperamento o de la psique-.) Si García pacta con este defecto suyo y desarrolla virtudes compensatorias, si es alineado en una demarcación en la que se sienta seguro, si es rodeado de compañeros veloces, entonces, a lo mejor, quién sabe…

Luego está Forlán, maldecido por unos e idolatrado por otros, cuando resulta evidente que exhibe las mismas virtudes y defectos que en temporadas anteriores: es veloz, se mueve bien y chuta, pero rifa la pelota. (No es que sea egoísta; es que le falta un tornillo; al ariete uruguayo le flaquea el criterio como a otros las piernas o los pulmones.)

(Sangre fría.) El mister, que escenificó un globo monumental después del papelón onubense y que acertó a convertir esa sonrojante derrota en un revulsivo, no estuvo feliz anteayer porque con el 4 a 0 pudo y debió reforzar el centro del campo donde el coloso del primer tiempo (Assunçao) daba señales de fatiga. ¿Qué diablos le ocurre? ¿Por qué no reacciona?, pensaron numerosos aficionados. Pues que se le acumulaban los contratiempos: el patatús de Agüero, la voltereta de Reyes, los dolores de Domínguez, el azogue o el baile de San Vito de Perea… Quizá decidió esperar a ver qué pasaba. Pero el dictamen del hincha fue sumario: no tiene ni zorra. (Sánchez Flores es otro que estuvo en el Madrid.)

(Sufridores.) La idiotez (¿y cuál no?) se ha popularizado: la gente del Atleti es sufridora. (Lo increíble del asunto es que los así motejados, al parecer, están felices con el mote; acaso crean que es otra seña de identidad.) Ahora bien, los que llaman sufridores a los aficionados colchoneros no se refieren a su lastimosa pasividad ante los okupas. (Si los aguantan es porque quizá congenien con ellos; o porque tanto “Atleti lo, lo, lo, lo” -un cántico que condensa la estupidez como pocos- les ha vaciado el cerebro de materia gris.) No, lo afirman por las alternativas dramáticas en los duelos contra el Huelva. Pero, por ventura, ¿no son sufridores los forofos de los cuadros que más encuentros decisivos disputan? El Barcelona y el Sevilla han sufrido mucho últimamente. Los culés que contemplaron cómo Iniesta clasificaba en el último suspiro al Barça frente al Chelsea en el descuento sufrieron como condenados. Los del Chelsea, viendo cómo Terry tenía en sus botas la Champions y se la donaba al Manchester, también. Y los del Manchester, a punto de ser ejecutados en sus asientos por el citado Terry, ni que decir tiene. El juego con la incertidumbre, una de las gracias del deporte, es ese sufrimiento que la muy obtusa grey de los locutores futboleros malinterpreta una vez y otra.

(Salvio.) Los vídeos muestran lo mejor de cada futbolista y ocultan lo peor. Por eso no conviene fichar por vídeo. Los vídeos de Salvio no muestran ninguna excelencia, ni con la pelota ni sin ella, lo cual es muy sospechoso. Hay videos de Agüero, de cuando actuaba en Argentina, que son un primor (goles después de varios regates que indician el fenómeno). Lo visto de Salvio sólo da para el marketing de un Pedro León o de un Álvaro Novo, aquel ocho del Mallorca que se ahogó en el Manzanares. Si es argentino, será listo y tendrá amor propio. O yes, pero Gil Marín y Cerezo se las han arreglado muy a menudo para hallar tuercebotas hasta en Brasil. Así consiguen que la plantilla esté siempre por cerrar y el trasiego de jugadores sea constante. Una vez adquirido, el futbolista ya no sirve para nada, salvo para ponerlo en el mercado otra vez.

(El arriero indecente.) De pocas cosas puede uno estar tan seguro como de que en este preciso momento Cerezo está pensando o profiriendo alguna parida, pues así como Odiseo era “fecundo en ardides”, Cerezo es la Cabra Amaltea de la memez. Uno de sus antiaforismos preferidos: “Los futbolistas juegan donde quieren”. Falso. Agüero quiere seguir jugando en el Atleti, pero no se lo permitirán Cerezo y Gil Marín. La siguiente tampoco es de nuevo cuño: un arriero compra un burro cojo; el arriero sostiene que la culpa no es suya, sino del que se lo vendió, de quien le advirtió que cojeaba o del propio burro. Cerezo puede entregarse impune al bla, bla, bla porque los representantes de la opinión pública (los periodistas deportivos) son un hatajo de asnos. Y no es difícil adivinar de qué pata cojean.

Los picapiedra

El nuevo viejo caramelo, que los okupas del Atleti y los friquis que los secundan y arropan han introducido en las fauces melladas de la afición, es la cantera. Según uno de los más imbéciles periodistas deportivos, se trataría de estimular el surgimiento de otro Fernando Torres. ¿Y para qué? ¿Para regalárselo otra vez al Liverpool? (El borderline es dañino porque la falta de luces degenera fácilmente en bellaquería. El tonto es desconfiado por sistema y abriga malas intenciones para con un mundo que no comprende.)

Ahora se celebra un cuarto puesto en un torneo para niños de primera comunión como el síntoma de que hay brotes verdes en la cantera rojiblanca. Por desgracia muchos aficionados le siguen el juego a los okupas, y respaldarían la inane operación de cambiar a los fracasados elementos de la plantilla actual por otros no menos incompetentes pero de la casa. (Un ejemplo: de los cuatro mosqueteros valientemente alineados por Quique Sánchez Flores ante el tremebundo Recreativo de Huelva, el tal Domínguez es un defensor corriente que no da un pase a un compañero así lo aspen; el punta africano luce una exhuberancia física huera de control, técnica y luces; el mediocentro mañico corre de acá para allá, pero no es rápido y le falta clase, y el guardameta, caballero de fina estampa, está aún por hacer.)

Acorde con la nueva consigna de los picapiedra, el idiota de guardia anuncia: "Habrá limpia el año que viene". (¿Y para cuándo una limpia en las redacciones de los periódicos o en la zona innoble del club?) El tipejo alude al despido de los mercenarios y a su sustitución por colchoneros de pura sangre. Mi consejo es, lo sé, poco o nada promisorio: el que tenga una hernia de ilusión que se la sujete con la mano o que pida la baja y se haga operar. Depositar el anhelo en mocosos de 12 a 18 años implica darles otro lustro de tregua a los inicuos bergantes que minan el club, quienes, envalentonados por la pasividad de la gente, juegan sin ningún rubor a esa forma de la pederastia consistente en manosear alevines, infantiles, cadetes y juveniles para engañar el hambre de títulos y la ausencia de gloria.

Cerezo y Gil Marín no quieren en el Manzanares aficionados al fútbol; quieren palmeros, mariachis que fanfarroneen en las derrotas (y ya no hay victorias, ni las va a haber en adelante) y exhiban una adhesión granítica a unos colores que ellos han transmutado de pinturas de guerra en señas de identidad del fracaso. (Hay pseudoperiodistas que se ajustan a este patrón de un modo tan perfecto que más que profesionales parecen ectoplasmas o clones del sueño kitsch de Cerezo y Gil Marín.) La frase del heredero: "El club debe estar por encima de los resultados" es algo más y de peor índole que el producto de una mente habituada a los embustes. Gil Marín, sobre tener la cara muy dura, es un tipo rastrero, sin otro oficio ni beneficio que el salario escandaloso que le sablea al club y las fraudulentas comisiones que han deparado la bancarrota de la entidad. Gil Marín pretende eliminar la exigencia sin que mermen sus ganancias. Es el marketiniano por antonomasia, el ideólogo que se oculta tras las faldas de la Señora Rushmore, al igual que la Conferencia Episcopal se travestía de Señora Francis. ¿Y qué es un marketiniano? Un ser dispuesto a vender desperdicios al precio de bienes de primera necesidad, sin que nadie pueda tacharlo de vulgar estafador. El marketing es la piedra filosofal de nuestro sistema de producción y consumo, y nos ha habituado a una formidable cantidad de patrañas, oneroso bulto que amenaza con hundir la realidad. Nada se nos muestra ya sin revestir con cinismo una apariencia de mera apariencia, y se diría que lo importante no es el caramelo ni el papel de plata que lo envuelve, sino el hecho de haber sido envuelta una apariencia de golosina en una apariencia de papel de plata. Con el Atleti se ha llegado al extremo de envasar la nada al vacío. Lo han convertido en un equipo perdedor, y por fuerza ha de haber demanda de derrota. ¿Acaso no hay masoquistas?; pues también, adictos al ridículo futbolero. Unos centenares de miles de tan extrañas criaturas, que tiran el caramelo y pagan por reciclar el papel del envoltorio, colmarían la ambición de los okupas.

Como jamás la bicefalia acéfala fue más acusada, ambos bribones dicen lo mismo y acoplan sus voces para hacerse eco el uno al otro. Es lo último en tecnología de la provocación. Así Cerezo aconseja a los "negativos", esos pocos miles de aficionados normales que aún le quedan al club, que no vayan al estadio. (La desfachatez de este majadero es insondable; según él, la alternativa a pagar y aplaudir sería pagar y quedarse en casa.)

Bueno, quedarse en casa es lo que hace ya Gil Marín, que sólo se acerca al club para firmar cheques a su nombre. Ahora bien, me sorprende que no haya sido creada "ipso facto" la peña "Los negativos", precisamente para darle gusto al provocateur Cerezo. (En su lugar alguien, no es difícil adivinar quién, ideó una peña Jesús Gil, lo que equivale a agradecer con una misa haber contraído el tifus exantemático o el cólera morbo).Claro que quizá Cerezo sea el "negativo" de un buen dirigente; sólo que, lejos de contentarse con destruir el Atleti, aspira al aplauso, aunque un duro negociador le haría conformarse con la ausencia de toda discrepancia.

Parecerá una anécdota baladí en medio de tanta categoría, pero los hechos le han conferido un relieve insospechado: tanto Gil Marín como Cerezo fueron madridistas de niños (y no de tan niños); y en el propio consejo del Atleti se sientan merengues que no tienen empacho en proclamarlo. La historieta de que a Miguel Ángel Gil Marín lo llevaba al Calderón o al Metropolitano su tío es una trola más, o lo sería si no fuera porque los okupas han ejercido a la perfección el papel de Quinta Columna del Madrid en el Atleti. Ningún plan para demoler el club hubiese sido tan efectivo como confiar su gobierno a unos delincuentes sin otro horizonte que forrarse a costa de la entidad que parasitan. Los informes acerca del Atleti suelen omitir lo principal: los doscientos y pico jugadores contratados, los cuarenta y pico entrenadores despedidos, las sentencias judiciales, etc.; otro dato demoledor en el que nadie repara: de los 22 años de okupación siete (¡casi la tercera parte!) han transcurrido en torno al monótono drama de la Segunda: tres promociones eludidas in extremis (años 94, 95 y 98), un descenso consumado (año 99), dos ejercicios en el infierno y aún queda por ver qué sucederá en la vigente campaña. Pero como no quieren que nada cambie, los análisis al uso finalizan con el diagnóstico de que lo que le pasa al Atleti es en buena medida "un misterio". Ahora bien, aquí tampoco hay derecho a mirar para otro lado: es la alargada sombra del lobby merengue la que protege y refresca a los okupas y les permite deshacer y saquear a discreción. El enemigo está en casa; es un gorrón con ínfulas de amo que recibe un inmoral apoyo de los que quieren derruir el modesto edificio. Y la mayoría de los inquilinos se muestran imperturbables aunque cualquiera puede ver los bulldozers aparcados en la plaza. Oirán las almádenas romper las paredes y aún se preguntarán qué diablos ocurre. Nunca los ciegos estuvieron más sordos.

Propinas.

1.- (Inocentes.) Fueron a por un dos y les iban a colocar un tres al que apodaban "El hazmerreír del Calcio", cuyo "tres" se fue al Stuttgart, pues hasta para el hazmerreír del Calcio el Atleti es un club poco serio. En el Atleti, el 28 de diciembre dura todo el año, y el que no sepa aguantar trescientas sesenta y cinco bromas pesadas que se vaya del pueblo.

2.- (Héroes.) La frase: "El Atlético tendrá que tirar de épica" para remontar el bochornoso marcador del estadio Colombino es ignominiosa y cursi a partes iguales. Escribí en mi libro "El Rojo y el Blanco" una cosa llamada "Épica para Goliat" que expresa la nausea que me produce el hecho de que los birriosos críticos deportivos de este país glosen humedecidos de placer la no gesta consistente en que el poderoso le sacuda al humilde. Si el Atlético superase al Huelva lo único que haría es cumplir con su obligación de club de Primera que se enfrenta a otro de Segunda. No habría ninguna hazaña, como no la hubo en la carnicería de malteses que años después se reunieron a celebrar los integrantes de una olvidable selección española.

3.- (Inverecundia.) El pseudo-debate pijo sobre si los árbitros perjudican (¡sic!) al Barça o al Real (ayudan y mucho a los dos) tiene la virtud de probar que en el fútbol español y su industria del triunfo únicamente son visibles las dos poderosas instituciones citadas. El resto es como si no existiera y, claro, difícilmente se puede damnificar al que no existe. E'too afirmó el año pasado que ni los merengues ni los culés tenían derecho a quejarse de los árbitros, pero son los que más pían con abrumadora diferencia, efecto reforzado por la circunstancia de que sólo sus lobbies poseen voz. De modo, que la pregunta sería: "Descontando a los infelices espectros que no son el Real Madrid y el Barcelona, ¿a quién cree usted que perjudican más los árbitros? Pues bien, aún así la pregunta rezumaría falsedad.

 

Cizalla y cizaña
(La Corte de los Milagros.) Nunca faltan los números torpes, estúpidos, ridículos, esperpénticos, en el circo estable que es el Atleti, (pasen y vean, diversión garantizada; abstenerse colchoneros). Habían algunos proclamado el final de la bicefalia, olvidando algo elemental, a saber: que nunca la hubo, sino más bien una acefalia estricta, pues los únicos cerebros que hay en el Atleti son los del golpe perpetrado hace 22 años; Gil Marín se había retirado al cuarto oscuro de la casa y adoptado la posición fetal que siempre le caracterizó como hombre público. En esto imitaba a Lopera, que durante años imitó la avilantez de Gil padre para después abrazar el disimulo y el modosismo de sus colegas valencianos (Soler, Roig). Estaba pues Gil Marín en fase bética o che, de retraimiento y camuflaje, cuando de repente tuvo que comparecer ante los micrófonos para, acallando a su sucesor, proferir un desgarrador: "Dejen en paz al Atleti; ya le han hecho bastante daño", que viniendo del principal maltratador de la entidad, no mueve a la compasión sino al asco. Y, no contento con romper su voto de silencio y alejamiento nada más haberlo pronunciado, días después se le pudo a ver junto a su compinche explicando las cuentas del Gran Capitán, unas cuentas que nadie le permite equilibrar y eso que está a punto de conseguirlo (total, el Atleti sólo debería, si vendiese cuanto posee, 200 millones de euros.)

Gil Marín es un provocador, pero su colega en el desgobierno no le va a la zaga. Cerezo dijo con soltura en la rueda de prensa sobre la economía del club: "No quiero aburrir con los números" (¡sic!). (La penúltima gilidez de Cerezo había consistido en afirmar que "En el fútbol todo cambia salvo los dueños".) Ambos, en colusión con el difunto, han hecho del Atleti la "Corte de los Milagros", pero como los periódicos confían la información deportiva a notorios discapacitados psíquicos, los tunantes pueden añadir a sus golfadas una desfachatez sin complejos. (Petón afirma que nadie cree ya en la directiva del Atleti., pero aún queda bastante gente dentro del círculo maléfico que traza la fe en los okupas: Kiko, los veteranos, el Frente del que no se puede hablar porque es tabú, los periodistas que tutean a los directivos, Indi...)

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Declaraciones e inscripciones rutinarias: "En el Atlético no hay estabilidad" (palabras puestas en boca de Heitinga). ¡Pero si no ha cambiado de dirigentes en más de dos décadas!

Un titular: "Misión: octavos en Navidad" (¡sic!) Fastuoso programa máximo, que, por otra parte, constituye una misión imposible. ¿Y por qué no: "¡Para marzo, antepenúltimos!"?

Han atribuido a Forlán el siguiente comentario: "Por ahora, no hablamos del descenso". Debió agregar: "Preferimos a ir partido a partido".

La frase ha hecho fortuna: "El Atleti no es un grande; es un histórico". Y bien, ¿qué es un club histórico? Pues uno que ha pasado a la historia, con más pena que gloria.

En fin, ¿mediocre este Atleti? Mediocre el diagnóstico.

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(Stamford Bridge.) Allí ganó el sajón Harold la batalla en la que su enemigo noruego Harald Hardrada obtuvo seis pies de tierra inglesa o quizá más "porque era muy alto". (Meses después, Harold perdería el trono y la vida en la acción de Hastings). Cierto sector de la afición del Atleti (he aquí un síntoma que es también una enfermedad) se personó en Stamford Bridge, no para alentar al equipo, sino para lucirse en un escenario importante, que es presumir su inclinación. Que vea toda Europa cómo silenciamos a los supporters. Y el asunto fue bien durante 40 minutos (los del Chelsea estaban tan tranquilos preguntándose ¿quiénes serán esos fulanos que apoyan a un once que lleva tantos puntos como el Apoel de Nicosia?). Después cayeron los goles ingleses como brevas fofas, y los entusiastas enmudecieron. La sedicente "mejor afición del mundo" se ha hecho acreedora al título de cheerleader universal, pues, así como los japoneses cuando hacen huelga trabajan el doble, los forofos colchoneros gritan y cantan más y mejor cuanto peor le va al equipo. Un uso racional de sus gargantas y pulmones quizá fuera útil en orden a levantar el club, pero entonces la mejor afición del mundo no sería reconocible, sino una más, y ¡ay amigo, eso sí que no, eso nunca! La cordura como requisito para el restablecimiento del Atleti es un precio demasiado alto; que lo pague Rita.

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(Consejos.) Un ideólogo del Madrid sugiere que el Atleti debería reinventarse sobre supuestos ajenos a la historia del club. Pero, primero, el Atleti es una cosa; mal puede hacer nada por sí misma. Y en segundo lugar, la invitación es inútil porque dicho reinvento ya lo ha patentado Gil Marín. Aprended a gozar con lo que hasta ahora os ha causado pesadumbre y enojo y divertíos con lo que antes os aburría. De modo que todo se arreglaría con un ¡simple cambio de perspectiva y actitud! ¿No es maravilloso? ¿Qué pretenden los periódicos y los okupas del Atleti que le pidan a la vida (a la del fútbol, claro) los seguidores colchoneros? Pues ni más ni menos que lo que tienen, o sea: nada. De eso hay a espuertas.

Como es más fácil cargar contra el observador que contra el fenómeno, ha molestado la referencia de Drogba al tamaño del Atleti, cuando resulta que es pertinente y exacta. Los forofos del Atleti son picajosos, pero su cabreo es pro forma; ellos saben que Drogba tiene razón, pero les molesta que haga público su juicio. Un gran jugador suele acabar en un club poderoso, ha dicho el nueve del Chelsea, vaticinando la pronta marcha de Agüero. Antes, un gran jugador servía para hacer grande a un equipo (Di Stéfano, Pelé, Cruyff, Maradona...); ahora, para que el pequeño haga negocio, y el motivo por el cual Agüero sigue en el Atleti no es el sacrificio hecho por los bribones sino que el Chelsea no se fía. (La insistencia en que el club se sacrificó para retener a Agüero, contiene en germen la advertencia de que no cometerá ese error dos veces, pero es otra finta de los okupas; no hubo ninguna oferta.) ¿Vale Agüero 50 kilos o no los vale? Esta temporada parecía que no. Hace dos parecía que sí. En forma, no hay delantero como él porque lo tiene todo: velocidad, potencia, regate, disparo, astucia, carácter..., pero sólo en los últimos partidos ha vuelto a irse de sus marcadores y a encarar al portero con una sangre fría y una suficiencia que recuerdan las de dos temporadas atrás. Por eso Abramovich aún no paga y por eso Gil aún no vende.

Pero hay otra forma de ver el asunto, para mí la única recta de enfocarlo. ¡De modo que es un sacrificio quedarse con Agüero! ¡De modo que es contrario a los intereses del club disponer de uno de los mejores futbolistas del mundo! ¿A qué aspira entonces el Atleti? El merengue caritativo (nunca faltan los hipócritas) recomienda el traspaso de Agüero, pero lo preocupante es la cantidad de aficionados rojiblancos que hacen cábalas sobre lo que sacaría el club en la eventual operación y sobre los fichajes que podría acometer con los millones de Abramovich. Al fin y al cabo, argumentan, la entidad está por encima de los futbolistas que militan en ella. Ahora bien, los que piensan que los jugadores pasan y la entidad permanece me recuerdan a los astrónomos de Nínive y su fe en que el cielo era inmutable. Los jugadores pasan, pero la institución no queda igual. La marcha del Agüero, como antes la de Torres, debilitaría al Atleti, más aún: ratificaría su insignificancia, lo irreversible de su invalidez. Bueno, es lo que persiguen los okupas y los merengues caritativos.

*

(Gusto y criterio.) A la afición del Atleti se le ha inculcado la resignación disfrazada de actitud noble, generosa, entusiasta. Se trata de que calle y trague. Y ella, ¿a qué negarlo?, está casi perfectamente compenetrada con la calamidad, con el bochorno, con el desastre. Incluso Job recibió su recompensa en la tierra. Los del Atleti son los únicos que han comprado un billete para el cielo; subirán cualquier día.

A los que piensan que abroncar a un jugador rojiblanco no es de atléticos hay que recordarles que hombres que lo fueron todo para el club (Collar, Ufarte, el propio Luis) recibieron en el Metropolitano y en el Calderón más de una bronca a lo largo de sus fructíferas carreras profesionales. Hay que pitar a Perea antes, durante y al final de los partidos; hasta en los entrenamientos. El olvidable cretino del PPV de otros años solía exclamar ante cada cruce de semejante antifutbolista: "¡Qué importante es Luis Amaranto Perea!" En parte funciona aquí un principio no escrito en virtud del cual el mercader no debe echar por tierra su mercancía. Yo, locutor de la cadena X, no puedo afirmar: "Vaya un tostón de partido", "Menudo petardo ese jugador", etc. La cadena X da siempre lo mejor a sus espectadores, faltaría más. Sin embargo, tampoco conviene subestimar el papel de la ignorancia, que ha ido creciendo a la par que menguaban el sentido de la deportividad y la independencia de criterio. Se empieza por tragar un sapo y se acaba por chapotear en una ciénaga.

¿Es sólo incompetencia que, por cada buen jugador, los okupas fichen diez paquetes? Los buenos jugadores permanecen; los Gil Marín y Cerezo necesitan que pasen. Los buenos jugadores engolosinan al público. Los malos jugadores matan el disfrute, inducen al conformismo.

¿Es sólo una muestra de tosquedad estética que los okupas sean incapaces de combinar tres colores es una camiseta lisa, o vestir al conjunto de pordiosero es una forma solapada de humillar a la afición? El terno de las rayas con el número enmarcado por un cuadrado de tela rojo hizo exclamar a un señor que presenciaba en un bar junto a mí un partido del Atleti: "Ya salió al campo el equipo del dorsal zurzido".

*

(Regla y excepción.) Martí se suma a la nómina ya larga de dirigentes del fútbol cuyos turbios manejos al frente de un club han sido denunciados con virulenta puntualidad por la prensa deportiva. En esa relación faltan conspicuamente los Gil y sus secuaces, sin ningún género de dudas los más chorizos y los más dañinos de España y buena parte del extranjero. (Además, los Gil han sido condenados mediante sentencia firme, lo que no sucede con los otros.) En unos meses Martí le ha inferido al Mallorca una pequeña pero dolorosa herida; en 22 años, los Gil han colocado al Atleti al borde de la extinción, sin que nadie haya movido para impedirlo otro músculo que los que aflojan la risa. El celo que los locutores ponen en atacar a los tipos como Martí es directamente proporcional al silencio cómplice que gastan con los okupas del Atleti., quienes podrían abrir una consultoría de bribonadas para que ampliasen estudios los Martí, Soler, Roig, Piterman, etc. El origen de esta escandalosa excepción es la utilidad que los males del Atleti tienen para el Real Madrid. (Mi libro nunca fue otra cosa que una perífrasis de esta verdad antigua, que sólo ahora comienza a recibir votos. Too late?)

Thanksgiving day (o el despertar de la afición en un escenario de pesadilla)

1.- Maniobras a pleno sol.

Pues sí, el Día de Acción de Gracias, convocado por el club, fue celebrado con alborozo por varios miles de aficionados. ¡Son tantas las mercedes recibidas! Por ejemplo, el récord mundial de jugadores fichados y entrenadores despedidos, o el descenso a Segunda y el crucero de lujo por el Infierno (duró dos años), o aquellas tres temporadas en que se rozó la promoción, o la ausencia de Europa durante casi una década, o el eficaz tratamiento de la deuda heredada, que ha permitido su multiplicación por cincuenta en veintidós años, o la destrucción del patrimonio y de las secciones, o los mil y un proyectos "saqueo", como demuestra la famosa sentencia del Tribunal Supremo…

Cerezo razona que, si no hay dinero, no hace falta un director técnico. Con mayor motivo podría ahorrarse el club un presidente que se jacta de no saber nada y de carecer del más mínimo poder de decisión. (Cerezo no es un analfabeto secundario, por emplear la terminología de H. M. Enzensberger, más quisiera él, sino uno primario, cuya cabeza funciona como la cinta de las tragaperras de los bares. Sus frases, perforadas por el azar, pueden significar cualquier cosa. Esta es mi favorita: "La verdad es lo que yo digo, cuando yo lo digo". Es una definición bastante pasable del embuste. Cerezo es un genio al revés.

Pues bien, el presidente que no sabe ni decide y cobra por ello no menos de 170.000 euros al año, dietas y viajes aparte, hizo un llamamiento y la afición respondió.

El otro okupa, Gil Marín, también contribuyó lo suyo a que los aficionados no se quedasen en casa. Gil Marín es como esas criaturas que viven bajo las piedras a quienes desconcierta la luz del sol. Mitad por miedo, mitad por pura incapacidad, vive escondido, y, para distraer la soledad en el cuarto oscuro, redacta misivas a los abonados. En el juicio contra Oscar Wilde salió a relucir una carta dirigida al escritor, que lo incriminaba; el fiscal le preguntó: ¿no la cree usted infame? Wilde replicó: "Es mucho peor; está muy mal escrita". Pues bien, la pésima e infame carta de Gil Marín ha tenido la inesperada virtud de recordarle a los atléticos lo pequeño que es el Atleti de hoy, pero sobre todo (¡nota bene!) lo pequeño que será en el futuro. Lo que sublevó a la gente fue que quienes hasta ahora le habían prometido un mañana espléndida a cambio de un presente miserable, de pronto le anunciaran un porvenir de la couleur de la merde, por decirlo de un modo educado, o sea: tan desastroso como el presente o quizá peor. Según Gil Marín, el Atleti no puede competir. ¿Y de lo dicho otras veces? Nada de nada.

¡Cómo le gustaría al redomado bribón que el Atleti pudiese encoger de la noche a la mañana y transformarse en un Puerta Bonita con 40.000 abonados. De ese modo serían compatibles una exigencia nula y una máxima recaudación. Ahora resulta que, cuando Gil Marín peroraba sobre el inminente "ciclo bonito", la gente debió entender y asumir que se trata de una mera forma de hablar. Pero la buena nueva que ese imbécil farfulla no es de recibo por parte de los seguidores colchoneros, porque, no obstante y pese a su catastrófica gestión, sus trapicheos y latrocinios, el club sigue teniendo demasiado tamaño para caber por el ojo de una aguja (el camello del Nuevo Testamento) y subir a los cielos de una vez por todas, previo paso por el limbo. De ahí que el ‘Sed felices, aunque no podamos competir’, lo ha traducido la afición por un ‘Conmigo al mando, no competiréis jamás’. Lo que ambiciona este hermano zorro es desembarazarse de todas las promesas incumplidas y de sus pestilentes cadáveres e introducir la resignación como rasgo característico de la idiosincrasia atlética, ser invisible para los aficionados y continuar a lo suyo, que no es precisamente el aeromodelismo o el tuneo de porsches. A estas horas se estará preguntando de qué han servido los solícitos cuidados de la Sra. Rushmore, puesto que el bebé, o el anciano que regresó a la infancia, se despiertan reclamando furiosamente: "¡Teta!", y no la mustia ubre con que les engañaba el hambre la Sra. Rushmore, que, por lo demás, se había ido.

-No hay ni para un triste biberón.

-Pues prepárate, amigo.

-¡Por amor de Dios, que alguien llame a la Sra. Rushmore!

Otros ideólogos que orbitan en torno a los okupas, como los perros husmean las merendolas campestres, y por las mismas razones, son los de la Agrupación de Peñas, los cuales soliviantaron a la afición ofreciéndole una disyuntiva genial. (Transcribo el diálogo de sordos.)

-¿Qué preferís, fichar mal o no fichar?

-"¡Preferimos a Barrabás, idiotas!"

-"¿Y entonces a quién crucificamos?"

-"A don Jesús del Gran Joder (in absentia) y a su heredero y diadoco (en efigie)".

-"¿Y la cruz?"

-"De madera de cerezo, off course".

Hay quien no distingue un club de fútbol de una castaña (o de un melón). Esta ignorancia de la dimensión pública del deporte de masas está detrás del aserto: "No se van a ir porque el club es suyo", el cual, ¡qué casualidad!, suele figurar en los sermones de los medios afines a los okupas. Según ellos es inútil todo lo que no sea un cheque. Colegas, si no se puede hacer nada, ¿a qué tanto celo en reprimir el enojo?; dejad que los cabreados se desahoguen. ¿O acaso pretendéis que accedan al Calderón entonando el Hare Krishna?

Pero claro que se pueden hacer cosas; por ejemplo, se puede solmenar el peral hasta que caigan las peras. A lo mejor baja el precio. Si tan a salvo se sintiesen los okupas detrás de sus robadas acciones, no utilizarían como sacos terreros a los veteranos. Por cierto, ¿para qué sirve esa caterva de ex de toda laya, pelaje y condición? Oh, para mucho; que se lo digan a Gil Marín. Me aseguran que Gárate dejó de presidir la Fundación y no renovó su abono; si es así, debió decirlo con voz alta y clara; debió irse dando un portazo. Su silencio sólo aprovecha a los que, con sus fechorías y gilideces, motivaron el hastío del gran delantero de las medias caídas que no celebraba los goles. Pero el silencio de Gárate al menos, no constituye un apoyo explícito a los okupas. Es increíble que los cabecillas de la movida carca pro Cerezo y Gil Marín sean los que vivieron la presidencia de Vicente Calderón (Rivilla, Reina, Collar, incluso Adelardo, ¡el yerno de Don Vicente!, –¿¡tú también, Bruto!? –). ¡Que estos fulanos pidan paciencia y suscriban punto por punto la sarta de trolas cínicas vertidas por Gil Marín! En esas viejas glorias va ganando la vejez y perdiendo la gloria; es ley de vida. Pero jamás hubiésemos creído que llegarían a chochear de un modo tan indigno. No obstante, ¿qué podíamos esperar de todas esas cursis metáforas marítimas: la nave, el remo, la singladura…? ¡Pobres aprendices de cómitre! Mira que atreverse a denunciar oscuros "intereses particulares" en la protesta. Mira que atreverse a declarar que el club pudiera caer en manos de alguien ajeno al Atleti.( ¡Pero si ya lo está, cretinos! ¿No os parece que la advertencia llega con un cuarto de siglo de retraso?) Mira que atreverse a invitar a los abonados a una sesión de remo al unísono. (¡Pero si llevamos veintidós años remando juntos hacia ninguna parte, como no sea el Maelström de Poe! Ítem más: los asientos de los remeros está sucios y percudidos, y una amiga presente en la jornada de la manifestación me aseguró que los inmundos mingitorios para señoras del Manzanares han de ser la verdadera causa de que le nieguen los JJOO a Madrid.)

Pero, ay, todo se pega salvo la hermosura. Y quizá sea oportuno recordar que esas gentes de orden, que siempre van con el que manda y detestan las algaradas callejeras, salieron en procesión cuando a los Gil les intervinieron el club. ¡Rogaban que se lo devolviesen! (El sábado, haciendo cola para exigir el inmediato desahucio de los okupas, vi a Don Enrique Collar camino de la zona innoble del Calderón. Nadie importunó al ilustre veterano, que ahora lustra los zapatos de Gil Marín y de Cerezo. Aun así, el hombre, cabizbajo y pesaroso, enfiló con su señora el estrecho pasillo hasta la puerta "0", que dejaban libre los airados seguidores. ¡Lo que tiene uno que sufrir para el ganar el palco, el whiskito y los canapés!)

Pero determinados ex no fueron los únicos apóstoles de la indignidad. Hubo quien sugirió que se manifestase la tropa en la Carrera de San Jerónimo. (¡sic!) ¡Ah, vamos!, ahora resulta que son los padres de la patria los culpables de que Gil sea un chorizo y un incompetente. Este mismo military adviser de los okupas, se atreve a sostener que "la crítica nace del general sentir atlético, no tanto por la equivocada confección de la plantilla como ante la ausencia de un mensaje certero que empalme con la historia de este club y la ambición que le ha caracterizado. El desencanto atlético se hace grande por la falta de un mensaje atlético" (¡¡Sic!!). De modo que no se trata de la quiebra técnica, ni de los continuos fracasos deportivos, ni de los hurtos y apropiaciones indebidas, ni de las condenas judiciales, sino de los SMS’s. ¿Y a qué número habría que enviarlos, si puede saberse, al 091 o al 112? Bueno, en esto coincide con el caradura de Abasolo, quien ha venido a decir: ¡joder!, hay que seguir engañando a esos panolis, incluso diciéndoles la verdad, sobre todo diciéndoles la verdad. (Y Gil Marín, con la diligencia que le caracteriza, no ha tardado en tomar nota. De ahí que le confiase en la SER al locutor de la risa floja el siguiente mensaje atlético: si le conceden los JJOO a Madrid, hará un estadio en Alcorcón para 15.000 espectadores, estadio al que él, con sus propias manitas, añadirá gradas supletorias para otros ¡35.000 aficionados! Por suerte para la integridad de las personas físicas, el Ayuntamiento impedirá abrir semejante tinglado: ¿acaso persigue usted, Don Gil Marín, que se mate la gente entre un amasijo de hierros y tubos de plástico?; ¿considera usted, Don Gil Marín, factibles las plazas portátiles para 45.000 personas? Y él rezongará: "Bueno, yo lo prometí por dar un mensaje atlético: ¡Antes muertos y en Alcorcón, que vivos en el Bernabéu!, pero si no se puede…").

2.- Reflexiones post festum

Estas luchas deben ser libradas de palabra, aunque sea gruesa, y en el estadio. La calle, que fue de Fraga, ahora es de todos, y sólo en ocasiones verdaderamente excepcionales es legítimo utilizar lo que, siendo de todos, no es de nadie (característica singular del bien público) y, en cualquier caso, para un fin de interés netamente general. Con ocasión de las grandes ceremonias civiles, también de las disensiones ritualizadas, o incluso de las fiestas patronales, la calle (un tramo de la misma) deja de ser un espacio neutro y abierto a casi cualquier actividad para someterse, por unas horas, a un propósito concreto, y esto es así porque se sobreentiende que la mayoría de la población o una parte muy significativa de la misma querría y podría hacer virtualmente y durante un tiempo ese uso tan especial de la calle. Y, aunque pudiera entenderse que la zona que rodea el estadio de fútbol, en razón de su inmediatez, le pertenece, bajo ningún concepto es así. Por contra, el interior del campo es, desde el punto de vista público, del que paga por asistir a un partido (que es un acontecimiento público), mientras dure éste, y el lugar donde puede expresarse el que paga con entera libertad. Es ahí y no extramuros donde el aficionado al fútbol debe exteriorizar su alegría, su desagrado o manifestar su opinión (alegría, desagrado u opinión manifiesta relativos al balompié, ocioso insistir en ello).

Espero que Camuñas (o el que eventualmente se disponga a pujar por el accionariado del club), haya entendido lo que no entendió Camba, a saber: no basta con tener dinero para comprar el Atleti, hay que emerger como cabeza de una alternativa posible (señalar los males, proponer los remedios, en definitiva: convencer a los aficionados contrarrestando las patrañas de los bribones y plantándoles cara en público.)

No concuerdo con los que abordaron la protesta en términos de "ahora o nunca". Emplazarse a derribar a los okupas mediante una única embestida es de ilusos y sólo puede servir para exponerse a una sensación de fracaso prematura y gratuita. (Les ha pasado a los seguidores del Betis por contentarse con una jornada de lucha y luego volver a sestear; el resultado es un Lopera débil y refugiado entre las cuatro paredes de su casa, sí, pero todavía vivo). El aliento debe ser largo, no corto. Esta es una batalla de desgaste, una guerra de material, por lo que el desmoronamiento del frente pudiera ocurrir de la noche a la mañana, pero no conviene contar con ello. (El derrumbe es producto, por lo común, de docenas de fracturas invisibles).

Hasta ahora el mayor enemigo de los okupas había sido la realidad, esa plancha de acero contra la que rebotaban todas sus elásticas mentiras. (Pero ahora las mentiras no son pelotas golpeadas por una raqueta de tenis; son balas disparadas por un revólver, y el rebote es más peligroso.) La oposición realmente existente se circunscribía a unos centenares de aficionados lúcidos, rodeados por el silencio hostil de los demás y la indiferencia burlona de los periódicos. El sábado esos centenares se convirtieron en miles. Y hay más, muchos más, que meditan pasarse al bando opositor, abandonado las filas de la mayoría silenciosa. En la concentración del sábado hubo participantes y curiosos. El grupo que disgregó la policía volvió a reunirse y dio la vuelta al estadio. Hacia las seis menos cuarto, dicho grupo debió de superar las 5.000 personas. Es la columna de un ejército que ha cruzado el Rubicón. (Cuando se habla de los ‘organizadores’ de la manifestación se incurre en una deliberada falsedad. No hubo tales organizadores; fue una ocurrencia surgida en Intenet y abrazada espontáneamente por varios miles de aficionados. De hecho no hubo una pancarta principal, ni nadie que impartiera consignas. Es más, los rabadanes del único grupo organizado que se reúne en el Calderón intentaron, sin conseguirlo, diluir la protesta.)

Eso es lo portentoso: la afición colchonera disidente, que no encuentra a nadie que consienta en representarla en público, y cuyos esporádicos e improvisados portavoces son ninguneados o utilizados por la prensa con su habitual falta de escrúpulos, ha sabido alumbrar por sí sola y sin ayuda de ningún partero un germen de genuina rebelión. La mayoría silenciosa (¿y quién no ha formado alguna vez parte de ella?) prefiere por comodidad una mentira en tecnicolor a una verdad en blanco y negro, pero es tan grave lo sucedido durante todos estos años en el Atleti que muchos aficionados no tienen más remedio que afrontar los hechos; quienes durante casi un cuarto de siglo se han limitado a vivir torpemente del club, no van a transformarse nunca en personas honestas y capaces. Jamás cambiarán, ni cambiará el destino del club con Gil Marín y Cerezo al frente.

Pero imaginemos que la batalla está perdida. ¿Y qué? Incluso las batallas perdidas deben ser libradas. La expulsión de los okupas es un objetivo irrenunciable y merece la pena. Ahora bien, la única probabilidad de alcanzarlo –lo he defendido hasta la saciedad– es lograr que cada encuentro en el Calderón contenga una jornada de huracanada repulsa, un thanksgiving day inequívoco y atronador. Hay que amargar la vida a Gil Marín y a Cerezo en el estadio. No son el embalse de la Serena, sino un dique chapucero, y antes o después se vendrán abajo, a condición de que aumente el agua. Procuremos que sea antes.

(Colilla a medio apagar.)

"Si me demuestran que mi familia y la de Cerezo no han puesto 48 millones en el Atleti, me voy mañana". Por encima o al margen de la inaudita desfachatez que entraña la afirmación y del vano gesto del mentiroso compulsivo que ha de recurrir a teatrales y capciosas fórmulas: "¡Que ciego me vea!", "¡Que me quede en el sitio ahora mismo!", para inyectar una convicción imposible en sus palmarias falsedades, se impone la pregunta: ¿le están poniendo precio al club?

(Fe de errores.) Aunque ya está corregido, pido disculpas por haber puesto coloir de la merde, en vez de couleur de la merde. Aunque gramaticalmente incorrecto, quizá pensé en un couloir de la mort (corredor de la muerte). En fin, no está uno pa na.

Lloviendo sobre mojado

1) ¡Alirón!

La propaganda radiofónica ululó durante siete días con sus siete noches: "¡El Atleti ante su mayor reto europeo!". Estas cosas suelen enojar a los seguidores rojiblancos, que intuyen en ellas un sutil menosprecio hacia el club, pero si se fijan bien es casi halagüeña esa visión de una entidad canija en lucha por ser "Miss Andorra", si la comparamos con el mero terror que siembran en el ánimo de los forofos los okupas del Atleti, quienes le han cogido el gusto a disfrazarse durante la pretemporada de hombres del saco. Con el nuevo abono, y hasta que concluye el periodo de fichajes, Gil Marín y Cerezo regalan ahora a su público el sudor frío del gladiador del Circo Máximo, para quien la derrota a menudo significaba la muerte. La derrota conduce al abismo por el camino más corto posible, al igual que la victoria comunica directamente con el esplendor, pues esos nigromantes chapuceros no renuncian a disolver en la miseria actual unas gotas de porvenires fastuosos, estadios flamantes, ciudades deportivas que se dilatan hasta el horizonte, plantillas repletas de cracks...

Pero un equipo que depende de un triunfo para sobrevivir está kaput. Y si se salva del primer zarpazo del destino, lo más probable es que no logre esquivar el segundo o el tercero. Ahora bien, el Atleti ha perdido y ganado varios partidos decisivos en las últimas pretemporadas: Intertontos, rondas previas de la UEFA y de la Champions…, sin que ninguno de ellos decidiera nada. De ahí que el lobo, disfrazado de griego este año y de alemán el anterior, ya no atemorice a nadie. Todas esas contiendas a vida o muerte tienen un segundo punto en común: se disputan en agosto. Es lo que tiene fracasar en la campaña precedente: mientras los clubes competitivos juegan las auténticas finales en mayo, el Atleti riñe la suya, que es de latón, cuando la gente aún está de vacaciones. Ya es la tercera que gana, si incluimos la inolvidable tarde contra el Bistrita. ¡Alirón! (Pero ay de quien escupa sobre los dos cuartos puestos consecutivos en la Liga, de los que presume el club, pues, si no me equivoco, son ex aequo ¡la cuarta y la quinta mejores clasificaciones del Atleti en el casi cuarto de siglo que viene durando la era Gil!)

2.) Dejà vu

Los okupas del Atleti también han ideado para consumo de las masas adictas al escalofrío veraniego otras clases de calamidad, singularmente una: la de perder al fenómeno y medio del equipo, combinada –un refinamiento no del todo original, admitámoslo– con la posibilidad humillante de adquirir algún despojo del Madrid. Varios fueron los jugadores merengues por los que, según la prensa aleccionada por los okupas, se habría interesado el Atleti durante las últimas semanas. Al final, el nombre que resonó con más fuerza y verosimilitud fue el de un tal Miguel Torres, con mucho el peor futbolista de los vecinos; lo reconozco: aquí los okupas rozaron la genialidad sádica. Hubiese sido muy fuerte, después de haber exportado al Torres bueno, desembarazar a Florentino del Torres malo.

Un repaso a la historia reciente de esos trasvases enseña que el merengue rebotado jamás triunfa en el Atleti. La afición suele darle más importancia a la procedencia del jugador que a su calidad; se conduce tan irracionalmente como los que rechazan la carne de cerdo por considerar que el animal está maldito o es impuro. Pero una racionalización de la fobia nos indicaría que el hombre que no vale para el Madrid tampoco y con mayor motivo vale para el Atleti, porque si no triunfó cuando las condiciones eran idóneas (los arbitrajes, los compañeros, la propaganda…), menos lo hará en un club desfibrado, mustio, espectral, como el Atleti.

A la postre, la tormenta de lo peor (o sea, la intensamente deseada, por los okupas, fuga de Agüero) no descargó, y entonces salieron Gil, Cerezo y sus mariachis, como los hechiceros de las tribus, a presumir de haber logrado aplacar la cólera de los dioses. Sin embargo, lo sucedido durante la canícula, por muy bochornoso que se antoje, tiene precedentes. Haga el lector un poco de memoria. Por ejemplo, la traca final: el traspaso de Heitinga, no es de ningún modo un hito. Peor fue cuando a pocas horas del cierre del mercado largaron a Vieri, el mejor ariete de la Liga, sin traer a nadie para sustituirlo. (Y la grada tan feliz: "¡Vieri, Vieri, va fan culo!", gritaban a modo de exorcismo los hinchas, antes de sufrir un ataque de amnesia y de que les acometiera el telele del "¡Que bote Jesús Gil!". En efecto, hay cosas peores que la ola).

Tampoco es una novedad el hecho de desinvertir o invertir cantidades ridículas justo cuando aumenta el caudal de las fuentes de ingresos: en vida del Difunto, y para afrontar una Copa de Europa, el equipo fichó un central de madera: el rumano Prodan; un medio despistado, tristón y algo gafe: el checo Bejbl; y procedió a la permuta de Penev por Esnaider.

¿El sablazo de los 20 euros a la afición? Es verdad: la UEFA considera que las rondas preliminares también son Champions. Pese a ello, los okupas sacan del paquete el game de la previa y fuerzan al abonado a pasar por caja. Le debían una del año pasado (aquel partido en el Manzanares contra el PSV a puerta cerrada); y, en vez de pagársela, ¡se la cobran otra vez! Pero el consumidor colchonero siempre permitió que los okupas lo expropiasen, estafasen y ninguneasen. Ya va siendo hora de reconocer que la docilidad ovejuna de la masa rojiblanca y la absoluta falta de escrúpulos de los dirigentes del club guardan entre sí una relación de causa a efecto. La primera constituye un acicate para la segunda, peor aún, le plantea un desafío: hallar el límite de lo que puede aguantar el sufridor. (¡Y luego hay quien sostiene completamente en serio que los okupas buscan otra clase de aficionado! ¡Pero si les va de maravilla con ésta!)

¿Que no puede ser que los jugadores vengan por una cantidad y se vayan por otra inferior? No seamos ingenuos; quizá estas operaciones, a buen seguro desventajosas para el Atleti, no sean fruto de una pobre capacidad de negociación. Las comisiones o mordidas funcionan tanto para comprar como para vender. Pero mientras a cada compra le es aplicado un sobrecoste, una especie de gravamen oculto pesa sobre cada venta; de ahí que el club ingrese menos de lo que gasta. A tan loable contabilidad obedece la por algunos denominada "deuda histórica", estrictamente coetánea de los Gil.

Más contenciosos. ¿Las localidades sucias? Bueno, ¿alguien ha tenido la idea de exigir en una pancarta: "¡Guarros, limpiad los asientos!"? No padre. Por suerte ningún hincha rival ha dado en llamar a los parroquianos del Calderón, además de ‘indios’ y ‘colchoneros’, los del culo tiznao. Me extraña que el marketing del club no haya incorporado esta inconfundible seña de identidad a las campañas de la Sra. Rushmore; será que los okupas piensan que la roña de los asientos estimula el alquiler de almohadillas.

¿El desprecio de Telemadrid? ¡Pse! Hombre, hubiese sido prudente poner una cláusula en el papel firmado con Tele-Espe donde se especificase que, en caso de no incluir la citada cadena en su programación el amistoso o la pachanga, el club se reservaría el derecho a negociar la retrasmisión del amistoso o la pachanga con cualquier otra caja tonta. Pero para Gil Marín eso son minucias. Largo tiempo ordeñando el club, tiene por costumbre ignorar a la vaca.

¿Y el refuerzo de María Villota? Puede parecer una noticia basura (aunque los risueños locutores de la SER que despacharon el asunto de Heitinga en un abrir y cerrar de ojos, consagraron nada menos que cinco minutos a la mujer que siente una motivación "bestial" (¡sic!), ante la perspectiva de conducir un bólido en el que ponga "Te quiero Atleti, loló-loló"), pero tampoco contiene un adarme de primicia. ¿No fanfarroneó Gil con poder comprar la escudería Brabham?

Por último, ¿es García Pitarch el peor secretario técnico de la Historia? Si nos atenemos a las pruebas, no más que Toni Muñoz, M.A. Ruiz, Futre o Rubén Cano, anteriores inquilinos del puesto. Todos estos grandes profesionales encararon su cometido con la disciplina y circunspección de unos ejecutivos hechos y derechos. En lo que Pitarch aventaja a sus colegas es en la mezcla de chulería y victimismo, en el tono borde y suficiente pero a la par de hipocritona contrición con el que trata de justificarse y exonerar a sus jefes. Esta frase suya, por ejemplo, es antológica: "Si de algo me arrepiento es de haber fichado a Luis García" (¡sic). ¡Luego está muy ufano de haber hecho lo propio con Mista, Zé Castro, Eller, Diego Costa, Santana, Reyes o los uruguayos no name que contrató ayer mismo! Pero García Pitarch no es más que una anécdota que los avispados defensores de Gil Marín y Cerezo quieren transformar en categoría.

3.) Vampiros

Sí, es lo mucho que joden y lo tan seguido. Había que deshacerse de Fernando Torres, enajenar el estadio y clasificarse para la Copa de Europa para que el dinero y el poderío afluyeran a la institución, pero el dinero ha ido a parar, como siempre, a la cartera de Gil Marín, que lo devora como el carbón las máquinas de vapor de los trenes, las antiguas cafeteras de grato recuerdo. Y en cuanto al poderío, los okupas lo disimulan muy bien porque nada se asemeja más a la impotencia. Pero los medios de comunicación los defienden y amparan, ¿por qué será?

Quizá nos ilumine lo dicho por un ideólogo del Madrid a propósito del Atleti. "Donde antaño había fraude, caos, egoísmo y enemistad generalizada, ahora hay decencia, ortodoxia financiera, amor a los colores y respeto ajeno" (¡sic!). Bienvenido al club de los bribones, que también lo es de la comedia. Este caradura no está mal informado; lo que ocurre es que, gracias a Gil y a Cerezo, el Atleti se ha convertido en una sección del Real Madrid, la que, con sus perseverantes fracasos, contribuye al éxito de las otras. Gil y Cerezo constituyen dos enemigos acérrimos del club cuyo accionariado usurpan, la quinta columna que envilece, desmoraliza y destruye la institución, y son más granujas porque se entrenan full time. No descansan ni los domingos ni las fiestas de guardar; tampoco es que trabajen en sentido estricto; su labor consiste más bien en maquinar negocietes enmarañados y apestosos. La deuda por ellos creada es un colosal tanque de sangre conectado por una intrincada red de venas y capilares con sus bancos. Y claro, el Atleti está exangüe por culpa de estos dráculas y siempre lo estará. ¡Estaca y ajo!

Friquilandia

Amigo Javi de Lugo:

Son muchas las cosas que me pregunta usted, y últimamente no ando sobrado de tiempo ni de ánimo para ponerme a escribir. No obstante, no quisiera parecer altanero o desagradecido; así que me esforzaré en romper un silencio que cada día que me siento más inclinado a observar. Me pregunta usted si colaboro en otra parte. No, sólo lo hago aquí. Y si me prodigo menos y mis monsergas se espacian es porque estoy perdiendo capacidad de indignación (a menudo me digo que no conviene malgastar energías en estas bobadas). Hace mucho tiempo que no me siento seguidor del Atleti, un equipo usurpado por unos malhechores de pacotilla, a los que encubren y protegen unos granujas indocumentados; y a duras penas logro disimular ese desapego ante mí mismo. Muchas veces me he prometido cerrar el blog. Si continúo, aunque a regañadientes, es por simpatía hacia Señales de Humo, hacia su causa perdida sin remedio. Nietzsche llamaba a Dante: “la hiena que ronda los sepulcros”.  Pues bien, estoy harto de hacer de hiena que ronda el cadáver maloliente de lo que fue una institución deportiva entre otras y hoy no es más que un tugurio en avanzado estado de descomposición. Además, al revés que el poeta, no podré bajar al Infierno porque es un lugar que promocionó el club (“Un añito en el Infierno”; luego fueron dos, por el precio de uno) y, por tanto, la morada de Satanás ha dejado de ser un antro respetable.
Como usted sabe publiqué un libro donde el futuro ha pasado ya o, si usted lo prefiere, donde se comentaban cosas de un ayer y un hoy entonces miserables que no dejarían de ocurrir mañana, corregidas y aumentadas, como así sucedió, en efecto. Puedo envanecerme (es un triunfo amargo, no lo dude usted) de haberme equivocado muy poco. Tan es así, que mi denostado pesimismo está cundiendo hasta entre los antiguos gilistas, que son como los antiguos nazis después de la caída del búnker: unos ciudadanos modélicos que conservan en el desván de su casa un retrato del führer. Sin embargo, únicamente profeticé males (¿qué otra cosa se puede profetizar?) para que éstos fuesen conjurados, eludidos. Créame, no soy un morboso de la calamidad, y preferiría que los acontecimientos no me hubiesen dado la razón.

Buena parte del disgusto que causan mis columnas provienen de un hecho simplicísimo: mido la temperatura en grados Celsius; los demás prefieren la escala Fahrenheit. Abomino de la exageración y mucho más cuando se trata del Atleti, entidad que es una fosa séptica de mentiras. Pero si hay algo que no soporto es ese lenguaje de la grandeur para consumo de perdedores que, disculpe la brusquedad, no tienen ni media hostia, usado por algunos ideólogos colchoneros que aspiran a liderar a la afición (y no necesito dar ejemplos). Yo no respeto el sentimentalismo vano y perezoso y me burlo de la historia. Para mí el Atleti es lo que es hoy, ahora mismo: un montón de cascotes de los que algunos majaderos hablan como si fuesen la Acrópolis de Atenas.

La vida, al menos la relacionada con el deporte de masas, es ya un fenómeno friqui. Si un Cerezo puede hollar el Congreso de los Diputados, (¿por qué no llevan monos o cacatúas?), sin que ninguna radio, periódico o televisión proteste con toda la energía que exige el asunto y, para colmo, sus señorías escuchan atentos la faramalla ininteligible de semejante mamarracho, es que el Parlamento y los medios de comunicación están infestados de bribones o ignorantes (y no sé lo que es peor). Quejarse de las SAD o imputarles el despilfarro y la bancarrota de los clubes es, creo yo, injusto. Estos males preexistieron a las SAD y hoy los padecen hasta los señoritos cuyas prerrogativas fueron gentilmente salvaguardadas. El deporte profesional de club es en sus nueve décimas partes una actividad a cargo de empresas. (Los equipos de la Premier o de la NBA tienen dueño, no socios.) Vicente Calderón se quejaba en su tiempo de la rácana estructura de los clubes de fútbol, del corsé de un estatuto anticuado que les impedía allegar fondos. No se equivocaba. Lo que ocurre es que en el Atleti desembarcaron unos malhechores y la gente les dio su voto y les rió las groserías y las patanadas. Las SAD y la ley Bosman fueron buenas para quien las aprovechó, aunque no para las instituciones en poder de los codiciosos maleantes que atienden por Lopera, Gil, Cerezo... De ahí que produzca nauseas contemplar cómo esa canalla pide ahora igualdad de oportunidades (¡sic!), cuando ha gozado del beneficio de no tener que afrontar elecciones ni rendir cuentas y cuando el sistema le ha dejado hacer a su antojo con entera impunidad. (Nota bene: las sociedades anónimas vinieron al mundo para consagrar la irresponsabilidad de los que hacen dinero. Cualquier auditoría hecha por una entidad medianamente independiente del auditado sería suficiente para declarar fuera de la ley al 60% de los grandes hombres de finanzas, y quizá me quedo corto. No obstante, por cada Maddof que entra en prisión, se escapan doscientos Villalongas organizadores de timos como el de Terra.)

No, lo que promueve el derroche y conduce a los clubes al desastre no es el régimen de las SAD sino la drogodependencia de las masas, cuyo estupefaciente predilecto no es el soma de Huxley sino el prestigio. El deporte de masas en la actualidad sirve ante todo para asignar prestigio a muchedumbres de aficionados. Esta sed de pavoneo (a la que ya no basta con el triunfo en un juego banal -perdón por el pleonasmo-, sino que aspira a secretar historia), azuzada por los mercaderes, es una chaladura totalitaria que alienta y favorece el crimen organizado. Es el afán colectivo de presunción el que está convirtiendo el deporte en una religión del éxito. Las masas únicamente desean darse charol y dan por bueno cualquier despilfarro o golfada, con tal de fardar sin límite.

Y nadie encarna mejor el espíritu de la chaladura que el sumo pontífice Florentino Pérez, que vuelve al solio del Real Madrid, de donde huyó una vez vituperado y no precisamente en olor de santidad. La clave de este retorno ha sido la grandeur. Como dice Valdano: “Florentino piensa a lo grande”.  Escribí en su día, que desde el punto de vista público, Florentino no había cometido un solo error. Claro que yo ignoraba la compra del voto, gracias a la cual derrotó al anterior hombre providencial de la casa. Y es curioso que la manipulación de una Asamblea le costase el cargo a Ramón Calderón y que el regalo de miles de entradas para el parque de atracciones a cambio de sendas firmitas aquí, sí aquí, que luego irían a parar al correo transformadas en sufragios, nunca le pasase la más mínima factura al ser superior. Tampoco sabía uno de la afición de Florentino a manipular la prensa (pero ¿qué se puede a esperar de esos peleles?) y quitar redactores para reemplazarlos por besugos con un toque hooligan. La crítica para Florentino es siempre destructiva; él exige trompetistas nuncios de la buena nueva: “El mundo nos está aguardando” (sic), que recuerda al exceso napoleónico: “¡Soldados, 4.000 años de historia nos contemplan!”. Por mucho que el presidente del Madrid se nos aparezca como un Aladino que masturbase una lámpara maravillosa, su legado ha sido la perversión del voto por correo y esa vuelta de tuerca a la grandeur que denominamos ‘Galaxia’. Como en la prensa deportiva ya no queda un adarme de probidad o de sensatez, los mismos que lo cubrieron de denuestos cuando se fue compiten ahora por empuñar la brida del corcel blanco a lomos del cual vuelve. A Florentino no lo han traído una mala campaña del Madrid o las maniobras turbias de Calderón, sino el deseo de presumir por todo lo alto, junto con la intolerable nueva prosperidad del Barça.

La economía de la que alardea Florentino es ilusoria; se trata más bien de saltar la banca, de hundir la competición practicando un desaforado dumping y provocando una inflación galopante. Él confía en sobrevivir mientras los demás se ahogan o quedan extenuados. Madrid no va a permitir nunca que el Real se vaya al garete. De modo que, si el golpe falla, se volverá a recurrir a las autoridades. Pero Florentino habla de inversión y no de gasto no sólo para encubrir su demencial derroche, sino para tranquilizar a los tímidos y melindrosos que, encaramados a la noria (y fueron los primeros en subirse), experimentan cierto vértigo o escrúpulo. El Madrid no es un equipo que aspire a ganar de determinada manera (más noble o más fina), como proclaman sus ideólogos; aspira al chorreo more Boluda; más aún: aspira a vencer sin jugar.
Florentino, que se tiene a sí mismo por un segundo Bernabéu, es un fatuo místico con un toque kitch. Hay gente que lo acusa de hipócrita; es la que admiraba el cinismo del ‘Gordo’ bañándose en público en un jaccuzzi, boxeando con Caneda o tildando de prostitutas a las hijas de los socios del Atleti. Si me dan a escoger, me quedo con los hipócritas.

¿Representa Florentino para el Atlético una gran amenaza? Bueno, las hormigas no suelen perecer pisoteadas por los elefantes; es más probable que acaben en el estómago de los osos hormigueros. Y me hace gracia que se diga que Florentino no quiere desestabilizar al Atleti. Seamos sinceros: no quiere desestabilizar a Gil Marín y a Cerezo, quienes de hecho perviven y mangonean con el apoyo tácito y explícito merengue y de la muy granuja y blanca prensa del “Foro”. Los Gil, los Cerezo y toda la patulea que los sostiene (son, en efecto, los sostenes talla king size del delito y de la ineptitud), han sido y son estupendos… para el Madrid. Por eso se llevan tan bien con Florentino (uno de los patrocinadores de los homenajes al Difunto), como en su día fueron intimísimos de Sanz o de Calderón. Los okupas del Atleti sólo podrían ser expulsados por la afición, pero la afición es un público anormal (tanto como los de los otros equipos, aunque con ciertas características propias y más graves), al que han lavado el cerebro para ensuciárselo después con promesas, embustes y dosis masivas de fatalismo. Lo dije una vez y lo repito: los aficionados del Atleti son una manada de ovejas en el cuarto de estar del matadero. Allí entretienen la dulce espera degustando el brebaje gaseoso que despachan el ‘As’ o el ‘Marca’.

Por su propio pie, Gil y Cerezo no se irán porque el que viniera a sustituirlos los llevaría ante los tribunales. Pero existe una posibilidad de que arrojen la toalla: volverles la vida imposible en el estadio. Y la cosa urge porque, si no salen pronto, el Atleti desaparecerá. Sin embargo, cuando esté a punto de fenecer, los matarifes escurrirán el bulto. (Ya pasó con el balonmano: arrojaron en brazos de unos pocos aficionados un fiambre, que éstos recogieron como si fuera un ser vivo, sólo para certificar su defunción y darle sepultura poco después.)
Volviendo al Madrid, amigo Javi de Lugo, la fantasmada de Florentino no es sostenible a medio plazo con los niveles actuales de ingresos; el Real Madrid (salvo que el ser superior, el alcalde y la presidenta de la Comunidad urdan una nueva especulación inmobiliaria) requiere para sufragar su fastuoso tren de vida otra clase de competición. Si usted recuerda, en el “Rojo y el Blanco” (libro escrito en sus tres cuartas partes hace 10 años y publicado íntegramente hace siete) me referí ya a la posibilidad de que antes o después el fútbol del Viejo Continente alumbrase un torneo parecido a la NBA y ofrecí el esquema de una liga europea más justa que la ensoñada por los clubes poderosos, quienes ambicionan un torneo exclusivo, cerrado, pero sin tope salarial y sin draft. Tarde o temprano, la gente se aburrirá de las competiciones nacionales (un síntoma: muchos aficionados ya son de varios equipos, algunos de ellos extranjeros; es decir: han sacado algunos huevos de la primitiva cesta). Es verdad que aún estamos en la etapa de la familiarización, previa a la segunda, que consistirá en adherirse, pero el marketing no cejará hasta que consiga que las aficiones pasen por el aro. El único problema es que crear una NBA del balompié con 18 o 20 equipos no sólo arruinaría los campeonatos nacionales sino que además dejaría sin trabajo a multitud de jugadores de buen nivel (de los que cobran un millón o dos, para entendernos) que no cabrían en los planteles de los grandes. Esta es la dificultad práctica de la operación. No en vano hay millones de futbolistas y sólo unos miles de jugadores de basket o de hockey sobre hielo.

En fin, amigo Javi de Lugo, estamos en un mundo en que los mercaderes del templo se han travestido de mesías, en el que un jugador de fútbol puede ser presentado en medio de una cargada atmósfera de fervor rociero (¿qué otra cosa podía crecer en la “aldea global” sino paletos universales?). Un mundo en el que un futbolista multimillonario, que acaba de renovar por el club que le paga, y muy bien por cierto, languidece y sufre “bucho” porque no le dejan ir a otro a cobrar un poco más. No me negará usted que es asaz indecente esta versión de los ricos también lloran.

(Colilla a medio apagar.) Un amigo mío me riñe porque en uno de mis últimos artículos usé el lema de una pancarta que alguien sacó en el Manzanares no hace mucho: “84 años de gloria; 22 de escoria”. Según él no todos los años del “Gilato” fueron ominosos y alega los títulos. A mi amigo le molesta, sobre todo, que la ignominia de la gestión recubra a Futre, a Vieri, a Kiko, a Caminero, a Pantic, a Torres o a los trofeos. Pero yo le digo que se deja cegar por el brillo de la chatarra. Además, el futuro reobra sobre el pasado (arrojando luz sobre él) y en los fastos del doblete se insinuaba ya el descenso a Segunda; y en el estilo de Gil, la intervención judicial. Cuando Gil proclamó: “La Liga era mi asignatura pendiente”, comprendimos, al menos los que tenemos alguna consciencia, que daba por amortizado el club. Y díganme un solo jugador o técnico que haya salido del Atleti por la puerta principal o, peor aún, que no haya regresado años más tarde para apuntalar a los mafiosos.

Amigo Javi de Lugo, me ha quedado un testamento. Prometo estarme calladito una buena temporada.
 

El objetivo

Los propagandistas del III Reich denominaban ‘repliegue estratégico’ a la derrota; sus aventajados discípulos de la prensa deportiva madrileña llaman ‘cumplir el objetivo’ a fracasar. Sin embargo, en esta campaña del Atlético de Madrid anodina, gris, mediocre, también hubo buenas noticias, y no me refiero sólo, ni principalmente, a la “Bota de Oro” conquistada in extremis por Forlán: esta vez nadie acudió a Neptuno a celebrar por todo lo alto “otro año, otro timo” (pese al empeño de los mequetrefes de los periódicos en alzar la copa que no dan a nadie por quedar cuarto) y tampoco hubo homenaje al Difunto (por segunda temporada consecutiva; confío en que arraigue la tradición); es más, en el último encuentro cualquiera pudo ver las perseverantes pancartas contra Gil y Cerezo, síntoma de que la cordura de una parte de la afición (minúscula pero sensata) es a prueba de rachitas triunfales.

Así pues, cuartos y nada más que cuartos. Desde la debacle de Santander todo fueron victorias, pero el único objetivo alcanzado por el Atleti es el de los okupas a quienes deja indiferentes que el club no sea favorito a ganar y no gane nada. No en vano se trata de unos chamarileros cuyo negocio consiste en comprar y vender, preferiblemente hojalata. Se lo llevan crudo de las comisiones, de los sueldos y de las dietas, mientras al abonado le arrojan huesos de taba a precio de solomillo y consignas al por mayor sobre un futuro espléndido, aunque últimamente prefieran amilanarlo susurrándole que los días de vino y rosas (¡!) pudieran tocar a su fin. En semejantes condiciones, a una porción de los abonados colchoneros la cuarta plaza les ha sabido a gloria. Son como el baldado de aquel chiste que acude a Lourdes con la esperanza de curarse y acaba rezando: “Virgencita, que me quede como estoy”. No faltan tampoco los candorosos que imploran a los okupas la reconstrucción de la entidad (a ver si de una vez por todas, la temporada que viene, etc., etc.), gesto tan perfectamente inútil como rezar al Diablo por la salvación eterna de Satanás. Hay personas que aún se obstinan en no ver que los Gil observan un método invariable desde que se posaron de patitas en el club, como las moscas en una tarta. Su instinto de rapiña conduce al Atleti con pulso firme y paso seguro hacia la extinción.
De aquel partido de Santander lo recuerdo todo (y eso que fue, según la expresión al uso, “para olvidar”). De los que han venido después, en cambio, recuerdo poca cosa, excepto los zurdazos del fusilero Forlán, los escarceos y pillerías de un Agüero menor, la diligencia de Assunçao y la sobriedad de Leo Franco. Por ejemplo, recuerdo al locutor de la estridente voz: “¡Sale Luis García, un futbolista polivalente!”. Futbolista polivalente ahora es el que lo hace igual de mal en todas las demarcaciones. También exclamó: “¡Qué importante es Colsa!” Y Santana y Jurado y Manu del Moral y el pateado Cajquero y… El secreto de que estos jugadores parezcan mejores de lo que son después de haber parecido peores de lo que eran es que en los clubes donde actúan no les ponen la zancadilla, al revés de lo que ocurre en el Atleti de los Gil y Cerezo. Los clubes poderosos ofrecen a sus profesionales un marco acogedor y protector; los humildes, digno y cariñoso. Y luego está el garito de los okupas, en que el jugador es una especie de áureo mendigo durmiendo la mona al raso con unos cartones por encima.

De la noche negra de “El Sardinero” rescataré también el comentario del señorito de las ondas dirigiéndose derrière match a los oyentes con un hilo de voz: “Ejem, yo creo que el Atleti debería cambiar de dueños, pero eso no depende ni de mí ni de ti” (sic). Permitidme que traduzca la tímida alocución de este redomado hipócrita: resígnate hermano colchonero y no protestes porque si lo hicieras, y tú no eres así ¿verdad?, tú no eres un vulgar quejica, ya nos encargaríamos mis colegas y yo de que tu moción de censura o tu enmienda a la totalidad recayesen en la nada. (Otra vez utilizó la monserga del “pacto con el diablo”, cuyos vínculos pretendidamente indisolubles refuerza él a la menor oportunidad. Ayer mismo volvió a arengar a los valencianistas —“cómo es posible que en esa ciudad no exista alguien capaz de…”—. No obstante, la noche anterior había departido risueñamente (ja-ja, je-je, ji-ji, jo-jo, ju-ju) con el vicario del diablo, un tal Cerezo. La diferencia entre un pésimo gestor (auque no delincuente convicto), como Soler, y el diablo es que Soler sólo tiene el 37% de las acciones, mientras que el diablo y sus epígonos detentan el 90%; de modo que uno es el enemigo público dependiendo, no de las fechorías que cometa, sino de la cantidad de acciones que controle. Si posee suficientes, se le invita a departir en el programa del señorito. Si tiene pocas, recibe ataques despiadados. (A estos locutorcillos el valor nunca se les supone.) Tratándose del Atleti, el señorito y sus pares difunden un evangelio conformista: no hay nada que hacer. (Malditos bribones: se puede por ejemplo protestar; se puede por ejemplo, informar.) Pero estas son las manos que mecen las cunas donde dormitan los hinchas que nacieron ayer y se chupan el dedo. En buena medida gracias a tan sórdidos predicadores de la impotencia, los okupas han vuelto a escaparse vivos, y la mente de todos ya está felizmente recostada contra el almohadón del nuevo proyecto, estado de buena esperanza que concluye siempre en un falso embarazo.

No estoy muy seguro de que la actitud de los seguidores colchoneros hacia Gil Marín y Cerezo haya cambiado radicalmente después de la debacle de Santander. Entre otras cosas porque los forofos hallaron un eslogan recriminatorio hacia los jugadores cuya ventaja es que, una vez vociferado a pleno pulmón, te permite no hacer más na: “¡Esa camiseta no os la merecéis!” (La autocomplacencia de los aficionados es un síntoma de que se ha entrado en una fase en la que el deporte ya es lo de menos. Lo de más: las masas dándose charol frente al espejo de las televisiones; me remito a la final de Copa.)

Burlarse de un futbolista torpe o silbarlo es una reacción normal propia de un público normal porque los malos actores arruinan la función. (Al Atleti de finales de los 70 llegó del Rayo un tal Guzmán que se creía Di Stéfano y que no daba una patada a un bote. El público se mofaba de su estilo pretencioso y de su incapacidad, y Guzmán no tardó en desaparecer del equipo y del club). Pero emprenderla con los jugadores al recio grito de “¡mercenarios!, ¡peseteros!” o arremeter contra uno de ellos como si fuera la bicha, es un error táctico en una situación estratégica desesperada. (Imitando la demagogia del Difunto, Cerezo corrió a sumarse al cabreo general —¡aunque no había visto el partido! —: “No les vamos a consentir —a los jugadores— que se rían de nadie”. ¡Así se habla, don Enrique!)

Lo vivido en los últimos meses abona la sospecha de que Gil Marín y Cerezo pudieran haber intentado sabotear el trabajo de la plantilla y de los preparadores. Tal vez hubiesen preferido quedar quintos, al objeto de desmantelar sin apuro y con una coartada satisfactoria lo poco útil y valioso que pervive en el plantel. Es el único móvil que arroja alguna luz sobre la insistencia de los trotaconventos (periodistas no son), en predicar la era de la austeridad, del recorte de las fichas, del ascenso al poder de los canteranos (previa poda de las secciones inferiores), del éxodo de las figuras, etc. Y ello ¡en plena competición! Sí, es un milagro que los jugadores (a quienes exigimos que metan la pierna mientras los dirigentes meten la pata y la mano en la caja) no hayan tomado nota. (¿O la tomaron en Santander de un modo tan radical que asustó a los okupas?)

En el partido contra el Sporting, la afición pudo y debió haber quemado ya las naves, porque el Atleti no se restablecerá hasta que no logre expulsar de su seno al clan de parásitos que lo hunde y lo destruye. No basta, pues, con rechazar el papel de público sufridor, panoli y sordomudo, que el lobby merengue adjudicó de antiguo a los abonados atléticos; es menester que todos los esfuerzos converjan en un único propósito: sacar del Atleti a los okupas. Además, malgastar la ira con los jugadores no sirve más que para proteger a Gil Marín y a Cerezo. ¿Queréis una prueba? El Betis, cuyos incondicionales han perdido lastimosamente el tiempo en los dos últimos ejercicios, repartiendo las culpas entre los futbolistas y Lopera.

"El Chicles"

Con mi amigo Javier Barrio, otro atlético resignado a ver las guerras de los otros por la pequeña pantalla, suelo presenciar las finales de la Copa de Europa; también la del miércoles. Javier llama a Ferguson "El Chicles", y lo tiene por un personaje sobrevalorado. Muy bien de la cabeza no debe de andar "El Chicles" porque le regaló un central como Piqué al Barça (y antes un goleador como Forlán al Villarreal). "El Chicles" colecciona delanteros para que lo arropen en el banquillo, exilia a Rooney en una banda y … Bueno, así ha ganado muchos títulos (quizá demasiados). La otra noche volvió a alinear al gran Ryan Giggs, falso crack de la época de la polca. Y compárese el papel estelar, pero subordinado al equipo, de Messi, con el estelar, pero subordinado a la peluquería y al tatuaje, de Cristiano Ronaldo. El Manchester es un conjunto de diez jugadores más uno, que procede por ventoleras, y la culpa es de "El Chicles", quien puso en liza en el segundo tiempo a Berbatov, Scholes y Tévez para que nadie le pudiese imputar cobardía ante el enemigo. (El remedio agravó la dolencia porque el centro del campo inglés quedó despoblado, para felicidad de Xavi e Iniesta.) Ya era hora de que "El Chicles" se le acabara la potra y mordiese el polvo porque además había mirado por encima del hombro al Barça, muy ufano de su Premier League y tal.

Keita anunció el martes que Alá había decidido el vencedor; pero Alá, en vez de emitir un comunicado oficial, sólo condesciende a desvelar su secreto si los jugadores se calzan las botas y compiten. De forma que el partido es un simulacro, el biombo que oculta que todo ha sucedido ya.

Luego Keita le dijo a Guardiola que no pensaba jugar de tres (sal tú, si quieres), y Guardiola sacó a Silvinho, que cumplió. También sacó contra las huestes de "El Chicles" a Henry, y el Barça actuó con uno menos buena parte del match. Debido a las bajas de Alves y Márquez, Guardiola carecía de alternativa en la defensa: "Usted, Pujol, será el dos y usted, Touré, el cinco". Touré era la grieta en la zaga de los suyos. Por ahí se infiltró C. Ronaldo un par de veces, durante los 10 minutos que duró el acoso del Manchester. Pero su actuación evocó el verso cervantino: "Miró al soslayo, fuese y no hubo nada". Ronaldo es sólido y líquido, pero sobre todo gaseoso.

Permitidme una pequeña digresión. Primero las manos han sujetado la cabeza por ambos parietales —signo de incredulidad dolorosa— y después han resbalado hasta arriba y atrás, deteniéndose un instante en la coronilla, ya cruzadas, para terminar aferrándose a la nuca —momento de la aceptación de lo irremediable—. Lampard y la derrota. Al Chelsea le falta esa modalidad del encanto que es la suerte, sin cuyo beso no hay triunfo. El año pasado un inoportuno resbalón de Therry en la tanda de penaltis le costó el título; este año encajó un gol en el descuento. En fin, un "Pupas" británico.

Del Barça se han dicho muchas cosas en los últimos días, con predominio de las de corte hiperbólico. Compararlo con el Ajax de Cruyff o el Milán de Sacchi quizá sea un elogio excesivo, pero el parangón con la Quinta del Buitre no le hace ningún honor; se lo hace y gratuito a la Quinta. De cualquier manera, es increíble el ninguneo de Rikjaard. Soy de la opinión de que este Barça le debe más a su penúltimo mister que al Dream Team. (Varios de sus jugadores habían sido ya campeones de Europa sin Guardiola en el banquillo.) La memoria de la gente no es flaca, simplemente no existe. En el deporte ha hallado un suelo fértil el imperativo categórico de nuestra época, que nos conmina a mirar al frente como bueyes uncidos al porvenir, impasible el ademán y alelado el semblante. Aquí, como en ningún otro sitio, a no saber lo que ocurrió le llaman Historia.

Hace tres meses el Barcelona parecía agotado; flaqueaba, vacilaba como un funambulista repentinamente consciente de que cruza un abismo deslizándose por un delgado cable, pero se recuperó. Todos los cálculos de la remontada merengue se basaban en la segura, descontada, victoria del Madrid sobre el Barça en el Bernabéu. El tópico había acuñado de antiguo una moneda en cuya cara figuraba el león rampante merengue y en cuya cruz, la tímida gacela culé. Nunca está de más que el saber cínico de los tópicos (que se asemejan al caldo concentrado y sirven para sazonar la sopa boba que almuerzan los hooligans y otros feligreses) se vaya al cuerno.

De cualquier modo, asombra lo mucho y bien que se ha trabajado para elidir y empobrecer la competición. En España, y por lo que se refiere al fútbol, la pugna ha quedado reducida a dos equipos a los que subvenciona el erario público de muy diversas formas. El marketing prosigue encuadrando a los aficionados de este país en dos grandes expectativas de éxito. Barça y Madrid han alcanzado esa masa crítica que separa para siempre al poderoso del impotente. ¿Los demás? A verlas venir por la tele.

Natalicio (rectificación)

No sé si rectificar es de sabios, pero al menos es de justicia. En la minicrónica del VI Gaudeamus Atleti escribí sobre la ausencia de "Petón", atribuyéndola a los mismos o parecidos móviles que gobernaron las anteriores espantadas de Rivilla y Collar. Mis fuentes no eran buenas. Me asegura Raúl Ávila que "Petón" nunca le confirmó que vendría porque lo más seguro era que tuviese que viajar a Huesca, donde el club local se está transformando en sociedad anónima, acontecimiento que "Petón" no quería perderse. Pido disculpas al calumniado y a los lectores.

Natalicio

Luchaba la sexta convocatoria del Foro Gaudeamus contra temibles enemigos: la maratón popular, la Fórmula 1 y el bochorno de Santander, y no seríamos más de 40 ó 50 personas las que celebramos los 106 años del club oyendo hablar de su nacimiento (lo que equivalía a subir otra vez en peregrinación al instante inaugural en que los ociosos dioses arrojaron los dados sobre el tapete por vez primera).

Sobre la mañana flotó la pregunta del Segismundo calderoniano, con una tenue variante: ¿qué pecado cometí contra los merengues naciendo? Pues resulta que somos los hijos legítimos de un cabreo del Madrid, cuya derrota en la primera final del Campeonato de España a pies del Athletic Club desembocó en graves insultos a los jugadores vascos, proferidos por algunos hinchas del conjunto subcampeón. Un puñado de estudiantes de Bilbao presentes en el encuentro y algunos disidentes blancos (avergonzados por la conducta de sus camaradas) fundaron el que con el tiempo llegaría a ser el Atlético de Madrid. Así que debemos la existencia al mal perder de nuestro lustroso vecino. Fuimos durante un largo periodo la sucursal del Athletic Club con ciertas obligaciones inherentes (a su triunfo en la Copa del año 11 aportamos medio equipo, aunque el trofeo reposa en las vitrinas de la casa madre). Somos rojiblancos por casualidad, como nuestros ya remotos parientes de "El Bocho", y si no vestimos de blanquiazul como el Blackburn Rovers es porque quien tenía que comprar las camisetas en Londres no las halló y, para no volverse con las manos vacías, se trajo las del Southampton. (Los detalles figuran en la obra de Bernardo Salazar "Cien años del Atlético de Madrid", cuyo único defecto es que consta de cuatro volúmenes en vez de los 10 ó 12 —y me quedo corto— que merecían el tema y el conocimiento del historiador.)

Señales había invitado para la efemérides a Petón, que no vino, imitando la conducta precedente de Rivilla, Collar y otros personajes importantes, a quienes obligaciones ineludibles de última hora impidieron acudir tal y como tenían previsto, etc., etc. Los citados son lo que antes se llamaba ‘gente bien’ o ‘gente de orden’, poco amiga de las algaradas y las protestas, e íntima de los que mandan porque mandan (un motivo de peso) y siempre con importantes asuntos entre manos; jamás tienen el coraje de decir resuelta y francamente ‘no’, cuando te acercas a ellos. Contemporizan, procuran estar en buenas relaciones con todos (pues nunca se sabe) y exhiben unas manos limpísimas de tanto lavárselas. En fin…

Abrió el turno de oradores Ildefonso Ladrón de Guevara, quien declaró su hartazgo del Atleti actual y recordó otras épocas infelices, tiempos sin duda duros, como cuando el Marqués de la Florida desplazó de la presidencia a Cesáreo Galíndez, bajo cuyo mandato el club acababa de renovar su título de Liga (temporadas 49-50 y 50-51). El Marqués provocó con sus torpezas y decisiones absurdas la división entre los aficionados y un declive de la entidad, ¡y sólo estuvo al frente del Atleti durante tres ejercicios! Ildefonso también se lamentó de que prosperase aquel poco feliz comentario de Calderón: "Somos el Pupas", del que los giles han abusado y abusan torticeramente. Aludió a la rivalidad, siempre en desventaja, siempre contra todo y contra todos, con el Madrid, y atribuyó la mayoría de los triunfos atléticos a la personalidad de un puñado de grandes entrenadores: Ricardo Zamora, Helenio Herrera, Villalonga, Marcel Domingo, Luis Aragonés y Antic.

Fernando Sánchez Postigo, por su parte, evocó un balompié incipiente en el que los sportmen llevaban a cuestas los postes y el travesaño hasta el terreno de juego, en el que muchos equipos elegían el color blanco para sus indumentarias pues, de esa manera, vestirse de corto no requería más que quitarse toda la ropa salvo la interior. Era un fútbol en el que se jugaba hasta el anochecer, en campos de tierra o en el césped de los hipódromos, con equipos de once, o de doce (o de los que se presentaran) y en el que no era raro que arbitrasen los propios contendientes.

Bernardo Salazar, que disertó en último lugar, nos situó a principios del siglo XX, y trazó con rapidez un bosquejo del Madrid de entonces, que hervía de cafés y tabernas y donde era costumbre tomar virulento partido por cualquiera de las dos figuras que al público le apetecía enfrentar, se tratase del cuplé, de la política, de los toros, del teatro o del fútbol. Refirió de nuevo las circunstancias del nacimiento y primeros pasos del club. Aun después de independizarse del Athletic Club, para mucha gente siguió siendo el hermano menor del morrosko del Norte. (Tan es así que el Frente Popular al incautarse del club en el 36 adujo la necesidad de "hacer de él una entidad netamente madrileña".) Para Salazar, el Atleti ha atravesado numerosas crisis, pero de todas ellas salió airoso gracias a la intervención de algún dirigente capaz: Rodríguez Arzuaga, Ruete, Galíndez, Barroso y Calderón. (¡Ay, amigos!, todos ellos lo ayudaron a llegar incólume… hasta las garras de Gil, falso deus ex machina, un vulgar bandido con la careta de salvador.)

Soy de los que opinan que la historia no mueve las piernas de los jugadores, menos aún cuando quien los contrata se las forra de plomo, pero es bueno rememorar contra la okupación y los okupas, a los cuales les irrita la memoria porque prueba que hubo vida antes de Gil y que ésta fue, incluso en los peores momentos, invariablemente mejor o más digna que la actual. Por la tarde lo resumiría, breve y certera, una de las pancartas del match contra el Sporting: "84 años de gloria; 22 de escoria".

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