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Javier Aguirre, el ‘caracol’ mexicano

Aunque es el entrenador de moda en España y hay que esperar meses por una entrevista, sabe que su destino es ‘cargar con su casa’ para todos lados con una crisis de identidad constante, pero el tamaño del reto de regresar la grandeza al Atlético de Madrid, vale la pena.


Ana Anabitarte
El Universal
Viernes 11 de enero de 2008
deportes@eluniversal.com.mx

MADRID.— Javier Aguirre se ha convertido en el entrenador de futbol de moda en España. Son cientos los periodistas de todo el mundo que quieren entrevistarle, hasta el punto de que hay que esperar meses para lograrlo. La explicación está en sus logros deportivos, primero con el Osasuna y ahora al frente del Atlético de Madrid, que en estos momentos se encuentra en el cuarto lugar de la clasificación de la Liga. Aguirre dejó hace seis años a la Selección Mexicana para venir a España, pese a cobrar menos. Y no sólo no se arrepiente, sino que está feliz con su decisión. Incluso quiere acabar aquí su carrera profesional, porque dice que en México ya cerró un ciclo.

En entrevista con EL UNIVERSAL, El Vasco hace balance de los años vividos en España. Reconoce lo duro que ha sido a veces vivir “como un ‘caracol’, con la casa siempre a cuestas”, pero también cuenta cómo enriquece estar en otro país. Resalta lo importante que ha sido el que en ese periplo siempre le haya apoyado su esposa Silvia, con quien lleva casado 25 años, y a quien define como “una mujer valiente, inteligente y decidida”. Y sus tres hijos, pese a que el mayor hizo los seis años de primaria en cuatro escuelas distintas de tres países diferentes. También habla del Atlético de Madrid, “un club ganador que se merece regresar al lugar donde estuvo”. Y por supuesto de sus jugadores, a los que considera como a sus hijos.

—La temporada pasada logró de nuevo clasificarse para la UEFA y ser subcampeón de la Copa del Rey. ¿Va cumpliendo los retos que se plantea?

—Sí. Vamos increcendo. Creo que el futbol, mis equipos y yo hemos ido evolucionando y que ni los equipos son los que eran hace seis años ni yo soy el mismo. Todos hemos aprendido cosas. En lo que a mí se refiere, el hecho de llegar invitado a un lugar que te abre las puertas, te hace estar alerta a todo. Por eso estás con los cinco sentidos puestos y sin relajarte nunca. Yo he aprendido cada día a buscar una motivación para seguir con el trabajo y algunos hábitos profesionales que no tenía en mi país. Que no son ni mejores ni peores, sino distintos. Por ejemplo, el clima. Nunca había entrenado con nieve durante cuatro meses ni con temperaturas bajo cero, ni con lluvia, ni con balones de distintos colores. O las distancias. En México tenemos desplazamientos terribles y en España no. O las pretemporadas. En México llegando las hacíamos casi diametralmente opuestas, porque durante tres semanas hacíamos físico y después de esas tres semanas empezábamos con la pelota, y después de un mes empezábamos a jugar. Y aquí a los tres días estás jugando futbol. Eso fue de las cosas que más me impresionó.

—Usted y su familia no han tenido ningún problema en estar con la maleta a cuestas. ¿Tiene eso que ver el hecho de que sus papás fueran vascos que se exiliaron en México?

—Sin lugar a dudas. Un hijo de emigrantes tiene ese gen nómada. Pero no sólo en España, en México también tenía esa movilidad. Y mi mujer Silvia y yo, en 25 años de casados hemos estado en 14 domicilios distintos. Eso se dice pronto, pero es terrible. Hay un desarraigo y cuesta. Mi hijo mayor hizo la primaria de seis años en cuatro escuelas distintas de tres países diferentes. No es fácil, porque con 7 u 8 años, buscas el sentido de pertenencia, quieres formar parte de un grupo. Pero a los 10 meses te mueves y otra vez a hacer amiguitos, otra vez a que se burlen de ti, otra vez a conocer chicas.

—Cuándo les decía vámonos, ¿qué le respondían?

—Pues vámonos. Sobre todo Silvia, mi mujer. Una sola vez nos planteamos que me fuera yo solo y que ella me esperara con los hijos, pero el planteamiento duró ocho segundos. Hemos ido a todos lados juntos. No pensamos en separarnos. Ahora mis hijos ya son universitarios y el más pequeño ya está muy arraigado en Madrid, pero yo tengo mis dudas en cuanto al futuro de seguir como un ‘caracol’ llevándote todo a cuestas.

—Esta es su segunda temporada en el Atlético de Madrid tras tres temporadas en el Osasuna. ¿Cuando le ofrecieron el puesto, qué fue lo primero qué pensó?

—Pues que es un equipo que tiene un encanto especial y por supuesto un trabajo que hacer. Y no lo dudé. Coincidió que yo terminaba mi contrato con Pamplona, terminaba un ciclo que creo que había sido bueno para ellos y para mí en el que habíamos crecido juntos, y entendí que era un buen momento para irme.

—¿Y el signo pesimista que hay en el Atlético?

—Que había. Desde que llegué yo me he empeñado en quitarle el mote al club. El Atlético es un equipo ganador, que va para arriba, que tiene buena mentalidad, una gran estructura deportiva y que lo mejor está por venir. Aquí todos estamos conscientes de que debe regresar al sitio que se merece, al que perteneció. En cuanto a presupuesto, a entidad social y a estructura, es el tercer equipo de España. Y en resultados de Copa, Liga y trofeos europeos también. Lo que pasa es que todos los equipos pasan por sus momentos. En 100 años dime si no va a haber momentos de crisis, pero las crisis generan cambios. Yo creo que este equipo pasó una crisis fuerte deportiva e institucional al caer a Segundo División. Y a partir de ahí no ha parado de crecer. Cuando yo llegué, el año pasado, vi que había potencial, gente con ganas de crecer y mentalidad positiva y sólo me sumé a ellos. Dije que venía a trabajar y me han apoyado hasta hoy. Y estoy encantado.

—¿Hasta dónde puede llegar este año el equipo?

—Queremos hacer un buen papel en la UEFA. Es un torneo que nos viene bien, lo hemos trabajado mucho y estamos en ello. La Copa del Rey también es un torneo que se nos puede dar bien. Y a donde queremos llegar es a la Champions. En ambos queremos hacer el mejor papel que va desde estar donde estamos a terminar en lo último.

—Ahora que habla de la Champions, ¿le preocupa la violencia y el racismo que hay en los estadios?

—Sí. Me preocupa y me ocupa, porque yo soy de los que van al futbol con la familia y los hijos. Y a veces mi mujer me dice que a ese campo no va con los niños. En Europa, la violencia se ha controlado a raíz de la tragedia del estadio de Heysel en 1985 (39 aficionados murieron en Bruselas), y ya no se puede vender alcohol. Pero en Latinoamérica tenemos un déficit en cuanto a las medidas de seguridad. Con respecto del racismo, a mí me han llamado Pancho Villa y mexicano, pero yo lo interpreto como el uniforme que llevas puesto, más que la nacionalidad que tienes. A mi juicio no hay racismo en el futbol español.

—Volvamos a hablar del Atlético de Madrid. Ocupan el cuarto lugar con 10 partidos ganados, cuatro empatados y cuatro perdidos. ¿Qué le falta al equipo?

—Regularidad. Estar los 90 minutos concentrados. De repente vamos y venimos. Somos intermitentes en nuestro rendimiento y eso debe cambiar.

—¿Qué le ha aportado usted el equipo?

—Soy el menos indicado para contestar. Me gusta formar grupos humanos sólidos y a partir de ahí buenos equipos de futbol. El vestuario es fundamental. Los jugadores son como mis hijos y el vínculo humano con ellos es muy importante. Hay que generar vínculos, hacer alianzas y crecer como grupo humano. Entiendo que unos son argentinos, otros paraguayos, así que de entrada hay una diferencia, pero no debe ser sustantiva como para que no podamos convivir.

“Me interesa mucho la vida de los más jóvenes, su grado escolar y académico, su vida personal, si son casados y solteros, cómo se divierten, qué leen. Los que son casados necesitan menos que les den consejos, porque ya saben, están asesorados bien por sus esposas y es difícil que se les escape una liebre.

“Los pequeños son los que con mucho dinero son presa fácil a las muchas tentaciones que hay en el ambiente. No un padre, pero sí intento ser un orientador, un amigo que les transmita su experiencia. Yo siempre tuve un buen diálogo con mis entrenadores. Los había más receptivos y más dialogantes que otros, pero con todos me podía acercar. Y así dejé el cigarro y me titulé en la universidad. Con mis chicos ahora pasa igual.

—Hablemos de usted. Dice que tiene de vasco lo cabezota y lo hosco y de mexicano el que es muy tequilero. ¿Pero de dónde se siente?

—Tengo una crisis de identidad, porque en México era El Vasco y acá soy el mexicano (¡jejeje!). Yo soy mexicano, pero hijo de vascos. De vasco tengo Aguirre, Onaindia, Alberdi, Landeta, Goyado, Uriarte, Garechana y Lanetarzua, que son mis apellidos. Aitor, Carmele, Jon y Andoni, que son mis hermanos. Y Mikel, Ander e Iñaki, mis tres hijos. Y también tengo costumbres. Desde pequeño me hablaban en euskera, así que entiendo el euskera de mi madre. Pero soy mexicano. Me encanta la comida mexicana, la música, mi pueblo y mi gente.

—¿Y dónde le gustaría terminar su carrera deportiva?

—En México tengo grandes amigos, extraordinarios compañeros, jugadores, entrenadores y directivos, pero creo que cerré un ciclo. No es mejor ni peor. Ahora estoy en otro ciclo que también cerraré y buscaré otro. Pero mi carrera deportiva me gustaría terminarla en España.

URL de la noticia: http://www.eluniversal.com.mx/deportes/97221.html 

Publicado ene 12 2008, 09:12 por SDHEditor
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