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Crónica de las 4 Aes (¿o quizás As?)

Hay días en los que es complicado escribir una crónica, y uno no sabe bien si es por aburrimiento, por abulia, por animadversión o por antipatía. Hoy es uno de esos días, me van Vds a perdonar.



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Al parecer comenzó como un simple rumor en algunos bares de la capital, como una crítica velada y privada, aislada, apagada y moderada. Poco a poco, como quien no quiere la cosa, se fueron sumando aquellos que lo habían escuchado así de soslayo, sin querer oírlo pero pegando la antena. Éstos se lo dijeron a otros y estos últimos, a otros más. Y en poco tiempo se añadieron algunos nuevos partidarios a la opinión, nuevos miembros de la nueva fe, tipos que veían en la cada vez más numerosa masa la confirmación de que estaban en lo cierto. Se añadieron a la creciente cifra de críticos algunas asociaciones de estudiantes y amas de casa, algunos foros de Internet, asociaciones cívicas y ONGs de ultramar, grupos indígenas y sociedades secretas. La opinión cobró aún más fuerza cuando se sumaron a los anteriores miembros destacados de los claustros universitarios asturianos y afamados ebanistas burgaleses. Lo que empezó como un simple apunte, una mera pregunta retórica, se convirtió en una ola de opinión, en un tsunami general y profundo. La afición colchonera, muchas veces dividida y cainita, terminó por unirse en una demanda clara y meridiana: por Dios, que alguien recomiende a Eller que se quite esa coleta.
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I. Apatía

Salió el Atleti vestido de suplente y cara de sobrao y volvió al vestuario con un ojo morado y sin el balón nuevo que le habían regalado por la comunión. Pensó el Atleti que por tener todo hecho podría salir con cara de preguntar a qué hora se cena aquí y resulta que se encontró al Valencia enfrente y éste ya había cenado. Y ninguno de los dos se jugaba nada más que la honrilla, y quizás se la jugara más el Valencia, pero el Valencia se lo tomó más en serio y metió tres goles, y no metió más porque Abbiati y la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia pero socorridísima para según qué cosas, lo impidieron.

Salió el Atleti con una defensa de esas para aprender de memoria y recitar en las cenas de los amigotes para que se monden, y así nos fue. Salió Valera, a quien el que suscribe respeta y desea lo mejor, pero lo hizo jugando por un lado que no es el suyo y a Joaquín le dio por dejarle en evidencia. Salieron Zé Castro y Eller en el centro con el cometido de parar a Villa en plena fase de rehabilitación previa a la Eurocopa, que viene a ser lo mismo que encomendar la tarea de evitar la fuga del Solitario a las Hermanas Hurtado; aprovechando la ocasión fue Villa y metió dos goles, el tío. Sacó Zé Castro un balón que entraba ya y en el remate acrobático se lesionó o más concretamente se eslomó, que es como denominan los aristócratas a la acción de caer sobre el hueso sacro o rabadilla, que es algo que duele muchísimo pero tarda un poco en doler, que justo después de caer no duele pero uno sabe que el dolor va a llegar, como el milenarismo, y sí, sí que llega el tío y al poco se queda uno doblado y si tiene suerte le da tiempo a esconderse tras un perchero para que no se le vea la cara desencajada. Salió Seitaridis, a quien como Vds saben uno tiene una inquina molestísima, y se metió un golazo en propia meta que despertó una carcajada general en la grada; si en vez de ser un partido sin ningún interés ni trascendencia resulta que el Atleti se juega algo uno estaría a estas alturas jurando en griego clásico y maldiciendo al inventor de la moussaka. Menos mal, oiga.

Salió Raúl García y también salió Cléber, y salió Simao y salió también Miguel y uno se alegró de ver a este último un partido entero, que el hombre se lo merece; no salió Reyes, al parecer lesionado tras intentar leer un libro. Salió luego Joshua, debutante y jovencillo a quien Antonio López y Mariano parecieron cuidar durante el descanso, jugando un rondito relajado para quitarle presión al chaval en un gesto que honra a ambos. Salió Forlán con cara de querer irse a su casa y Mista con cara de no saber bien cómo se llega a la suya, y cuando le cambiaron le aplaudió el público de Mestalla y eso a uno le parece un detalle muy bonito, como el de Ángel Nieto con Rossi. Falló Forlán dos ocasiones de esas que él no falla y uno no va a criticar a Forlán y, lo que es más, fíjense lo que les digo, uno no va a permitir que se critique a Forlán en su presencia, hombre, sí, lo que faltaba, criticar ahora a Forlán, vamos hombre ya, oiga.

Salieron los jugadores y cuentan que jugó el Atleti, pero de esto último no nos enteramos hasta que salió el Kun, quien solito, así sin ayuda, metió un golazo y pegó un tiro al palo y dejó en la grada la sensación de que había pasado por ahí un jugador grande, uno de esos jugadores de los que presumiremos en el futuro, un jugador para contar batallitas a los nietos y decir yo ví jugar al Kun, yo le ví, qué suerte tuve, póngame otra, hombre, que les voy a contar ahora el gol que le metió al Valencia en esa tarde lluviosa y tristona en la que salió un equipo vestido como el Atleti pero que no era más que un grupito sin corazón ni ganas de nada que no fuera irse a la ducha.

Y a estas alturas del ladrillo se preguntará el lector, ¿y la apatía de la primera A? Pues aquí llega, hombre de Dios, sea Vd un poco paciente que tampoco llevamos tanto. Y es que caló la lluvia la grada y también lo hizo la apatía. Hablamos, claro, de la apatía de los jugadores del Atleti, quizás comprensible pero difícilmente tolerable toda vez que se había desplazado a Mestalla una buena representación de la hinchada colchonera, como suele ocurrir en Mestalla, todo sea dicho. Y, todo sea dicho también, la afición del Valencia suele ser agradable y hospitalaria con la hinchada colchonera que se acerca a su estadio y esto es algo que a uno, que como saben es tonto, también le parece bonito. Pero lo peor de todo es que se hizo patente también la apatía de la afición, con pocas ganas de ver lo que intuía y que confirmó un rato después, empapada a pesar de ir debidamente vestida con innobles capas de agua de plasticucho de colorines. La temporada se ha hecho larga, y fea a ratos, y la gente estaba casi deseando que acabase el mal rato y cuando pitó el árbitro dijo la gente hala pues y adiós muy buenas y ya era hora y menos mal. Ah, y ahí se quedan.

II. Aguirre

Acabó el partido y salió Aguirre, que últimamente andaba con cara de malas pulgas, y dijo que se quedaba. Un año más me quedo, oiga, que me lo he ganado y es lo que pone el contrato, aquí lo dice, mire, aquí en pequeño. Sabemos que la directiva andaba dividida sobre si mantener o no a Aguirre, y también sabemos que García Pitarch, El Hombre Con Los Pantalones Más Estrechos De Occidente, le tiene manía y le saca la lengua cuando se gira y le desea mal fario y que le salga eczema. Pero Aguirre se queda, fíjense Vds por donde.

Uno, que no es muy de Aguirre, no sabe bien qué pensar. Uno achaca a Aguirre la falta de identidad en el juego del equipo, y la escasa presencia de la cantera, y el no imponer su criterio a la hora de confeccionar la plantilla y de tragar carros y carretas con tal de no enfrentarse a directivos y usuarios del pantalón pitillo. Más de una vez se ha desesperado uno viendo cómo el equipo reculaba tras obtener un mísero gol en el minuto diez, y se ha preguntado con frecuencia cómo es que el Atleti defiende tan mal las jugadas a balón parado y saca tan poco provecho de faltas y córners, o por qué en cada repliegue vuelve cada jugador por su lado, llegando al área en caótica desbandada, cada vez uno y nunca el mismo.

Pero por otro lado uno piensa que Aguirre, que ha contado con una plantilla contrahecha y con mal tipo, con los hombros anchos, la cabeza fiera, las patitas finas y el tórax enclenque, ha metido al equipo allí donde se le pidió. Este año hemos visto algunos ratos de buen fútbol y otros lamentables, pero el nivel ha sido algo mejor que otras temporadas. Quizás sea mérito de los jugadores, quizás el entrenador haya colaborado haciendo que los jugadores estén más comprometidos con el equipo. Quizás, quizás, quizás.

Lo que parece claro es que, venga quien venga, el Atleti tiene una serie de problemas estructurales que hacen muy complicada la tarea del entrenador. Con plantillas diseñadas según la colección primavera-verano de los intermediarios y agentes de jugadores más influyentes, se antoja difícil plasmar el sello personal en un equipo. Con un cuerpo técnico poco hábil y con poco interés en conseguir un proyecto deportivo a la altura, piensa uno que sea Aguirre o el mismísimo Filipo el Grande quien se siente en el banquillo, el equipo depende tanto del azar, la casualidad y la carambola que pedir responsabilidades y cabezas cortadas al final de cada año no es más que una anécdota que contribuye a perpetuar en la poltrona al perverso sistema que nos gobierna. Así que ante este panorama no parece mal que se quede Aguirre: ojalá, claro está, nos calle la boca y construya un equipo campeón que destierre de estas páginas el escepticismo atávico que las impregna.

III. Abbiati

Acabó el partido y Abbiati, que lleva un año en el Club, protagonizó uno de los detalles más bonitos de la temporada, quién se iba a esperar eso de ese tipo que da tanto miedo. Abbiati ya había saludado a la afición desplazada a Valencia después de que ésta enseñara una pancarta con tipografía italianizante y un bonito mensaje de agradecimiento: Gracias Abbiati, eres uno de los nuestros.

Acabó el partido, pues, y Abbiati se quitó los guantes por última vez como portero del Atleti. Y cruzó el campo entero Abbiati y se dirigió a la afición desplazada, a esa afición acostumbrada a ver nada tras hacer muchos kilómetros y que digiere con dificultad el hecho de que los jugadores nunca se acuerden de ellos ni agradezcan su aliento ni recompensen su esfuerzo. Se dirigió Abbiati a los hinchas que tantos kilómetros han hecho al final de la temporada y les dio las gracias y se señaló el corazón y les aplaudió en agradecimiento mientras la grada le aplaudía a él. Abbiati, que no es el mejor portero que ha pasado por el Atleti ni es mucho menos tan malo como muchos piensan, era el único jugador que parecía entender lo importante que es para un aficionado que se valore su esfuerzo. Abbiati, que lleva sólo un año en el club, parece saber mucho mejor que muchos lo que el Club significa y debe significar, lo que la afición siente y debería sentir, lo que los otros jugadores deberían valorar y agradecer.

Estaba saludando Abbiati a la afición del Atleti con gestos de agradecimiento y decencia cuando escuchó una ovación demasiado fuerte para ser para él, demasiado local para un portero forastero. Y vio Abbiati que la afición del Valencia aplaudía con fuerza a su rival y compañero Cañizares, que recibía la ovación en el centro del campo. Y al ver Abbiati que estaba en medio de una celebración ajena se giró hacia el compañero que también decía adiós y se unió a la ovación también y, poco a poco y con discreción, como hace las cosas Abbiati, se quitó de en medio y se hizo a un lado y dejó toda la gloria para el destinatario del homenaje y se fue, tranquilo y dando lecciones de saber estar y de saber, así a secas. Y, por ese gestito, por esa demostración, Abbiati, que hasta ahora nos caía simpático y nos desesperaba cuando despejaba al punto de penalti y nos maravillaba con sus reflejos de gato en cuerpo de portero de discoteca, nos cae especialmente bien y le deseamos que le vaya estupendamente y que vuelva algún día a ver un partido al Calderón o a donde quiera que nos toque jugar en el futuro.

IV. Aficiones

Ganó la Liga el otro equipo grande de la capital y fue el presidente a que los socios le aclamaran por la gesta pero resulta que éstos recibieron de uñas y le pusieron como un trapo y le llamaron cara dura y engañabobos, reclamando una política deportiva más acertada y más honesta y más respetuosa con los aficionados.

Quedó el Barça tercero y cayó en semifinales de la Champions y a pesar de eso el público montó un escándalo y pidieron dimisiones y que rodaran cabezas y que se fueran a paseo todos por tener poca vergüenza y menos acierto a la hora de hacer felices a los socios que sostienen la identidad de equipo y club.

Ganó el Valencia la Copa del Rey y el público despidió al equipo con pancartas que ningún guardia jurado retiró y que decían qué vergüenza y váyanse Vds por donde han venido y hay que ver qué petardo han pegado Vds, no nos vendan milongas y vendan sus acciones y déjennos en paz.

Quedó el Atleti cuarto en una liga mediocre y la gente se subió a una fuente y bailaron la conga y pagaron rondas y besaron a sus niños.

Quizás deberíamos pensar un poco.

URL de la noticia: http://elrojoyelblanco.blogspot.com/2008/05/crnica-de-las-4-as.html 

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