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Ya casi estamos (así, en general)


Bien, pues ya llegó el momento, ya está aquí. Todo el año esperando como el que espera la salida del Baratillo o los Estudiantes, o la final del Falla, o la llegada del Olentzero, o la aparición de la Amanita Cesarea, y ya casi está aquí. Se acabó la espera, llegan los partidos en el barro, las caras de asfixia de los jugadores, las brechas en el cráneo curadas sobre la marcha, los fisioterapeutas que se juegan la vida por atender a un jugador mientras a su lado pasa un tornado. Llegan las tardes frías en el pub encadenado partidos, conversaciones con extraños en dos o tres idiomas y pintas, muchas pintas. Llegan los himnos solemnes, los viajes relámpago de fin de semana, las cuentas y cálculos a falta de dos jornadas. Vuelven las camisetas antiguas que duermen en los armarios diez meses al año, los ojos entornados para intentar entender las razones del árbitro entre el griterío del pub, las explicaciones de los que realmente saben, la escucha atenta de los que no sabemos tanto. Llegan las gaitas en las gradas, los gritos - "heave!!" - de los galeses, los dos himnos de los irlandeses y un tercer himno, "Fields of Athenry", y también, qué se le va a hacer, los "ouais" despectivos de los franceses hacia el rival cuando avanzan sus delanteros. Llegan los árbitros que explican cosas, los capitanes que atienden con respeto y responsabilidad, los jugadores que miran con cara de crío cuando un señor al que hay que llamar señor les regaña en directo para todo el mundo. Se van, por unas semanas, las protestas teatrales, las trampas continuas, la simulación de agresiones y las bravatas nunca consumadas tras pegar la frente dos rivales con actitud de carnero poco mordedor. Llegan los puñetazos al mentón cuando no queda otra, los agarrones por el cuello de la camiseta, las vendas en las orejas y los cráneos afeitados, los pasillos al perdedor y al ganador. Llegan los jugadores que simulan no estar lesionados para que no les sustituyan, precisamente lo contrario que en el fútbol, y las aficiones sin ultras que comparten cerveza y conversación antes, durante y después del partido, precisamente como debería ser el fútbol antes y no es.
Llega el VI Naciones, ¡¡Alabado sea Gareth Edwards!!
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¿Cómo está cada equipo? ¿Quién es favorito? La respuesta es complicada, como casi todos los años. Si uno tuviera que apostar y jugarse los cuartos, apostaría por Gales y su deslumbrante equipo del Mundial, ese equipo joven con toneladas talento y poca suerte en su partido clave en Nueva Zelanda, pero con un futuro por delante al que hay que mirar con gafas ahumadas. Como uno no apuesta, espera que Irlanda, su equipo, cumpla en el momento difícil del cambio de generación en el que van quedando fuera de las convocatorias jugadores de ese equipo que casi nos sabemos de memoria y que quedaron a las puertas de hacer algo grande en el Mundial precisamente en un partido contra Gales en el que hasta tres balones claros se cayeron de las manos irlandesas en 22 rival. Irlanda y Gales jugarán en la primera jornada y algunas incógnitas serán despejadas. También en el grupo de favoritos, favoritos del que suscribe, se entiende, la incógnita de Escocia, el equipo que ha regateado la cuchara de madera recientemente. Escocia abre el torneo contra su enemiga del alma en tiempos de consultas electorales sobre la independencia y con el plus de motivación de escuchar Flower of Scotland en casa contra los herederos de ese ejército del tal Eduardo al que, por culpa de la canción, tenemos tanta manía. A ver si hay suerte y los mandan de vuelta a casa, a pensar de nuevo.

Naturalmente, hablando de favoritos uno no puede ignorar la realidad. Francia, a la postre finalista en el Mundial tras una maniobra en la fase de grupos digna de la Italia más futbolera; como dijo en cierta ocasión un escritor inglés que vive en Francia, los franceses han producido cientos de generaciones de aristócratas pero ningún caballero. Francia tiene talento en los medios y una tercera línea fiera capaz de ganar un partido por sí solos, quizás el partido que no ganó en la final del Mundial a pesar de merecerlo, quizás por haber llegado a la final a pesar de no merecerlo. Sobre Inglaterra, tras mil escándalos y vaivenes y capitanes escupiendo sobre su propia responsabilidad llega renovada e interina, no sabemos mucho. Inglaterra siempre ha tenido percherones en delantera y cirujanos pateando a palos que nos han amargado muchas tardes, pero aún no sabemos bien si hará su tradicional rugby industrial u optará por jugar más a la mano. Por último, Italia, ambiciosa al haber cambiado de entrenador y crecida como nunca tras haber ganado a Francia el año pasado, nos sirve sobre todo para recordarnos que, hasta principios de los 90, España, ahora defenestrada, se jugaba las habichuelas con los azzurri.

Como el Atleti con el Barça, vamos.

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Salió el Atleti al Sadar, estadio al que algunos llaman Reyno de Navarra, y aquello era un mamarracho textil. El Atleti salió con medias rojas de equipación titular, pantalón azul de equipación titular y camiseta azul oscura de equipación suplente. El Atleti dio la sensación de amante recién sorprendido por el marido que, al haber escapado por la ventana, se ha dejado los pantalones y ha tenido que comprar unos de repuesto en un Saldos Arias de Pamplona para no acabar en el cuartelillo. El desatino cromático completó un adefesio indigno de un club serio y más adecuado para un equipo de barrio sin presupuesto ni patrocinador. Señores del Club, por Dios, ya que no cuidan nada de lo importante, cuiden al menos los detalles que hacen parecer que el Club que conserva la seriedad de la que Vds le han desprovisto. Hombre ya.

Salió el Atleti, pues, y no salió Domínguez y sí salió Miranda y a algunos nos empieza a escamar ya la situación de Domínguez, que no cuenta todo lo que debería con demasiados entrenadores. Salió Godín, Juanfran y Filipe Luis Filipe y por ello parece claro que la línea defensiva por la que apuesta Simeone es una y no otra. Y, eso sí, con cero goles en cuatro partidos, parece que Simeone va ganando crédito para que se reconozca un cambio defensivo en el equipo y no se le tosa con quién pone o quién deja de poner en el centro de la defensa.

Ausente Gabi, salió Mario junto a Tiago para cerrar el centro del centro y la combinación no fue tan sólida. Tiago parece la primera apuesta de Simeone para jugar por delante de los centrales, y si bien ha completado algún buen partido, ayer se pareció menos al Tiago brillante del partido contra el Villarreal. Es cierto que el partido se prometía duro y que la dureza y la pelea no son los puntos fuertes ni de Tiago ni de Mario, que aún así mantuvieron el tipo frente a las dudas que planteaba su alienación juntos. Parte del mérito estuvo en el partido de Koke, generoso y omnipresente a ratos, entonado y protagonista a la hora de suplir en lo posible a Diego, reclamando más minutos. Un Atleti con más Koke sería bueno para el Atleti y para Koke; eso sí, viendo que el equipo funciona, el desafío es saber dónde ponerle.

Y cuando toca hablar de delanteros, conviene precisar que marcó el Atleti en el minuto 40 tras una jugada a balón parado, que ya gusta escribirlo, en la que Godín remató un balón suelto tras un remate en tromba de Falcao. Falcao no marcó esta vez pero trabajó, hizo algún pase de lujo y falló un gol que pareció fácil y que él mismo se fabricó regateando rivales. Falcao y Adrián, que también falló un gol claro, contribuyeron también al entramado defensivo parando rivales en la salida del balón y buscándose el uno al otro en el centro del campo, cuando el Atleti salía tras un robo. En un país en el que se confunde fútbol con goles conviene recordar que también los delanteros hacen partidos meritorios cuando no marcan tres goles, oiga.

El partido fue más cómodo durante el primer tiempo para el Atleti, si es que se puede hablar de comodidad ante un equipo peleón como Osasuna. Courtois no tuvo mucho trabajo y el Atleti, si bien parecía tener problemas para marcar, no sufría detrás en exceso. El segundo tiempo no fue igual, pero pudo haber sido muy distinto si el Atleti marca las dos ocasiones clarísimas que tuvieron Adrián y Falcao, que habrían cerrado el partido. Sin embargo, el tema cambió tras los fallos y el Atleti, o quizás su entrenador, tuvo claro que jugaría los últimos minutos a evitar goles rivales. Osasuna apretaba sin tino y el Atleti bombeaba agua fuera de la cubierta con una solvencia poco común este año. El equipo local, y sobre todo Raúl García, achuchaban al Atleti hacia su área y hasta el aficionado más simeonista visualizó partidos recientes en los que el rival terminaba por marcar un gol y llevarse un empate de esos que, siendo justos, saben a derrota infame.

Simeone movió el banquillo, metiendo a Perea y Salvio por Juanfran y Koke. En un momento en el que el equipo buscaba claramente no encajar un gol, lo lógico parecía quitar a uno de los dos puntas y meter un centrocampista más incluso cambiando un lateral, pero Simeone reforzó una banda con velocidad y dejó a los dos delanteros en el campo junto con Salvio. Salió bien. Más adelante saldría también Domínguez para sustituir a Turan, acalambrado y atendido por el fisioterapeuta en medio del campo, como si fuera un partido de rugby. Eso sí, incluso poblando el área propia de defensas, el protagonista del tramo final del partido fue Courtois, enorme en varios balones bajos rematados desde cerca en los que demostró colocación, reflejos y condiciones de portero de esos que dan muchos puntos al final del año.

El Atleti jugó en el Sadar a lo que juega el Osasuna: intensidad, pelea, recuperaciones rápidas, poco espacio para el rival, despliegue físico, agresividad. Esta afirmación, que resulta ya del todo asombrosa cuando se piensa dos veces (visto el timorato Atleti de hace unas semanas), triplica su valor cuando se añade que, además, ganó el Atleti. El Atleti ganó un partido de los que no venía ganando en años, y además gracias a un gol de esos de los que el Atleti suele encajar en este tipo de partidos cuando quedan tres minutos. Quizás sea la racha, quizás sea la suerte, pero el Atleti de Simeone ha ganado algunos partidos de formas que al Atleti no se le dan bien: goleó en San Sebastián sin hacer demasiado, ganó en Pamplona en un partido ramplón en el que terminó aculado en tablas.

Y es que Simeone, por ahora, parece haber construido un equipo. Sin tener los mimbres ideales para hacer un grupo aguerrido, Simeone parece haber convencido a sus jugadores de la importancia del compromiso, la solidaridad y el sudor; la piña de los jugadores al final del partido así lo demuestra, al igual que las tres o cuatro entradas en tackle al final del primer tiempo para evitar ir al vestuario empatado tras marcar un gol en el minuto 40. Algo más ha ocurrido en el equipo: en un partido relativamente controlado como el de ayer, los fallos propios ante el gol y el empuje rival no le descompusieron en exceso y el equipo supo, esta vez sí, competir. Competir en el sentido más bilardista del término, quizás en el más rácano, puede que en el menos bonito, pero en un sentido digno. Durante años hemos criticado al equipo por timorato, por falta de ganas y falta de seso para gestionar situaciones difíciles. No fue el caso del Atleti de ayer, consciente de que, a falta de más argumentos, tenía que hundirse en el barro y aguantar con los dientes apretados un rato en aras de un fin más alto. La sensación que transmitía el equipo y el entrenador al final del partido fue que, para Simeone, la victoria de ayer fue mil veces más alegre e importante que la de San Sebastián, a pesar de los agobios y los problemas o precisamente por eso. El Atleti de ayer aprendió que con agresividad, solidaridad y aguante se ganan partidos que antes se perdían en campos en los que rara vez se gana; quizás por eso el Atleti sea más equipo hoy que ayer por la tarde.

El domingo, el Atleti juega contra el Valencia y, otra vez más, el partido se antoja importantísimo para ver la verdadera medida del Atleti que brota de las cenizas que dejó Manzano. Es lo que tiene haber hecho una primera vuelta mala, que ahora todo es importante porque casi no hay tiempo hi oportunidades. Los últimos puntos ganados y los muchos puntos perdidos por rivales directos han producido una situación tan positiva en caso de ganar los próximos partidos que le hacen a uno pensar en la birria de competición en que se ha convertido la liga española. Aún así, y siendo como es la nuestra, habrá que intentar hacerlo lo mejor posible. El fin de semana, más capítulos de esta historia que parece haber tenido un giro de guión que no esperábamos.

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julio 17, 2013 4:45

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