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Tributo a Luis (IV)

Uno de los nuestros

Pedro Simón

Tenía algo de veterano estibador de puerto, de insobornable profesor, de jugador de mus con el que te entiendes sin ni tan siquiera ver las cartas.

Tenía algo de cromo de fútbol de los que no cambiarías jamás, de tipo de seda con verbo de lija, de ese abuelo que lo mismo te sacaba un Sugus de la oreja que te daba un estirón.

Tenía algo de mi padre.

Dostoievski decía que un ser original es difícil de encontrar, pero fácil de reconocer.

Lo supimos en cuanto le vimos allí, sentado en esa banca tan suya del viejo Vicente Calderón, el cuello de la chaqueta de piel de borrego levantado, el pitillo hipster languideciente, como un Jean-Paul Belmondo arrabalero y de Hortaleza. El sentimiento identitario es lo que tiene: que percibes a uno de los tuyos en cuanto lo ves.

Los negros tuvieron a Clay.

Nosotros tuvimos a Luis.

(...)

Te volvimos a soñar por los videomarcadores, con tu aire desgarbado y tus zapatos de siete lenguas. Luis y el verbo. Por ejemplo: "Desconfío de los técnicos que siempre tienen el chándal planchado". Por ejemplo: "Máteme usted pero no me mienta". Por ejemplo: "Si el Aleti es el Pupas, qué son los demás, ¿el Costras?".

Escribo desde el periódico, que también tiene algo de sepelio y de partido a partido. Con la cabeza en la papelera y las tripas sobre el teclado. Pidiendo a gritos que te pongan el nombre de un estadio donde quepa esta patria de gentes sencillas.

Nos queda media temporada, viejo, y somos líderes en solitario. Ellos con su CR7 y nosotros con nuestro LA8. Porque tu ejemplo va a ser gasolina para los que auguran que se nos hará largo. Se me ocurre otro homenaje: sería hermoso este mayo poder vengar aquel gol de Schwarzenbeck cuando quedaban 20 segundos para el final de la prórroga. Sería hermoso celebrarte en Lisboa.

Si a Bill Shankly le levantaron una estatua en Anfield donde podía leerse "He made the people happy", qué no habríamos de hacer contigo, padre nuestro laico que estás en los cielos. Qué no habríamos de escribirte, Luis, si hiciste a tanta gente feliz.

http://www.elmundo.es/deportes/2014/02/03/52ef780f22601dd7338b456e.html

La construcción de la felicidad

Enric González

Los grandes equipos de fútbol son equipos felices que transmiten felicidad. Eso es bastante obvio. Definir la felicidad es bastante más complejo. Y conseguirla es muy, muy difícil. La felicidad no tiene nada que ver con la embriaguez de los sentidos, la posesión o el derroche; eso, que algunos identifican erróneamente con el hedonismo, es sólo imbecilidad. Con un objetivo práctico, casi pedestre, y al margen de la sumisión a un dios, resulta razonable situar la felicidad en un doble horizonte: el dominio de sí mismo en lo personal, idealmente hasta conseguir esa autosuficiencia plácida conocida como ataraxia, y el servicio al bien colectivo.

¿Cómo se llega a eso dando patadas a un balón? Es difícil, ya lo hemos dicho. Existe una vía bastante rápida pero rarísima, consistente en compartir el balón con alguien dotado de altísimo poder carismático y extraordinarias virtudes técnicas. Es decir, jugar al lado de Di Stéfano, Cruyff o Beckenbauer. No incluyo a Maradona (o incluso, tal vez, a Messi) porque ahí nos desviaríamos hacia un nirvana contemplativo en el que uno juega por todos y los demás miran.

La felicidad, decíamos, pasa por el autodominio (y a eso se llega con sacrificio) y la entrega al grupo (lo que cuesta aún más sacrificio). Si en la vida de cada uno es difícil acercarse a esas metas, imagínense imponerlas a una peña de chavales adulados e inexpertos. Ésa es, sin embargo, la misión suprema del entrenador.

Hubo una época, no muy lejana, caracterizada por la fe en lo mecánico. La felicidad consistía en que cada uno hiciera exactamente lo que debía hacer, en que cada movimiento tuviera exactamente el efecto previsto. En los años 70 hubo técnicos que alcanzaron el éxito con esta doctrina, porque disponían de futbolistas capaces de trascender la tontería determinista: Lattek tuvo a Beckenbauer en el Bayern y Weisweiler tuvo a Netzer en el Borussia Mönchengladbach. Esa escuela culminó en la década siguiente con Arrigo Sacchi, un pelmazo de la mecánica que creyó inventar el fútbol porque Baresi trazaba la línea de defensa y los demás jugadores (me ahorro enumerar el fabuloso reparto de aquel Milan) llevaban en el alma tanto sacrificio como talento.

Del mecanicismo surgen dos ramas, una estéril, basada en la disciplina y el esfuerzo como fines en sí mismos (Fabio Capello) y otra más interesante que podríamos etiquetar de magisterial. Los magisteriales saben mucho de fútbol. Es el caso de Marcelo Bielsa, por ejemplo. Saben y son capaces de enseñar. Pero no suelen ser hábiles en el manejo del espíritu humano y tienden a abusar de las fuerzas de sus pupilos. No alcanzan la felicidad. Manejar un grupo de egos conscientes de su talento y aturdidos por la fama requiere una personalidad especial, capaz de desdoblarse hasta la incoherencia. Hay que ser padre y patrón, amigo y tirano. A ese nivel, el de los maestros que saben además tratar a las personas, y sacar lo mejor de ellas sin agotarlas, se llega pocas veces. Pep Guardiola y José Mourinho lo alcanzaron en la juventud y parece que, de momento, siguen ahí. Luis Aragonés fue durante muchos años un artesano que con sudor y un par de carrileros armaba contraataques efectivos. Ya mayor, casi de vuelta, consiguió explicar a la selección española, el equipo más infeliz del mundo, en qué consistía la felicidad. Qué tío.

http://www.elmundo.es/deportes/2014/02/03/52eec380e2704efb668b4573.html

El Tío Luis

Sin casarse con el poder y despreciando el becerro de oro, Aragonés deja arte y discípulos para hacer mejor a su país

Miguel Mora

La primera vez que le vi fue un flechazo inmediato. Era un Atleti-Español que se jugaba de noche. Tendría yo ocho años. Hubo una falta escorada a la derecha cerca de la frontal, en la portería del fondo norte. Luis colocó la pelotita, avanzó hacia ella y la metió por la escuadra como el que lava. Pero el árbitro, solo él sabe por qué, mandó repetirla. Así que allá fue Zapatones otra vez: golazo por la misma escuadra. Esa noche decidí quién sería mi ídolo. El Tío Luis.

42 años después, la admiración, la emoción y el mito siguen intactos. No hay nadie que haya encarnado como él la maravillosa sensación que significa ser del Atleti. Su humor a prueba de imbéciles, su corazón de una pieza y sin dobleces —¡qué memorable noche de póquer, tabaco y bebercio pasamos en Madrid!—, su seriedad zumbona, su inteligencia, su pasión, su escepticismo, y esas ganas de hacer saber al vecino arrogante que para ganarnos hay que sudar sangre.

Que fuera solo 13 veces internacional en 17 años de carrera explica muchas cosas. Que lo echaran de la selección —finalmente, un equipo de verdad— después de ganar la Eurocopa y de inventarse una nueva forma de jugar, un estilo e incluso una marca, La Roja, demuestra qué tipo de ignorantes y mequetrefes mandan en este desagradecido país.

Elevándose sobre la mediocridad ambiente a base de temperamento y de talento, el Tío Luis siempre supo cuál era el camino hacia la victoria, la justicia y la felicidad. Enseñar a un par de generaciones toda una filosofía de vida siendo solamente un futbolista no está al alcance de muchos. Seguramente, no nacerá en cien años nadie como él, aunque el Cholo se le viene pareciendo cada vez más. Eso era lo bueno del Tío Luis: sin casarse nunca con el poder y despreciando el becerro de oro, ha dejado arte, sabor y discípulos suficientes como para hacer mejor a su tiempo y a su país.

Quizá por eso hoy debería ser un día de luto nacional y alguien debería erigirle una escultura. Aunque, por supuesto, esto no pasará, tampoco importa mucho. La lección, de fútbol y de vida —pese a la tendencia depresiva— está dada.

Gracias por todo, y hasta siempre, Zapatones. Querido Tío Luis. 

http://deportes.elpais.com/deportes/2014/02/01/actualidad/1391276350_746467.html

Con una sonrisa

Pepe Reina.

El dolor por la pérdida de un ser querido no es menor a pesar de la distancia. Me he enterado en Nápoles de la muerte de Luis Aragonés. Lo siento mucho. Sin embargo, son tan gratos los recuerdos que tengo de él que se ha ido y nos deja, además de sus triunfos, una sonrisa. Se ha ido a descansar con sus ideas, con su manera de ver y de entender el fútbol, con su filosofía. Es mucho lo que le debemos. Con sus charlas lo que hacía era transmitirnos confianza, nos hacía sentir enormes y cuando salíamos al campo lo hacíamos muy seguros, convencidos de que íbamos a ganar. Fue él quien unió el vestuario de la Selección y quien impulsó a ese equipo hacia la gloria y el triunfo.

Sus charlas con el futbolista eran diferentes; sabía cómo llegar; sabía de lo que hablaba y te convencía. Sus arengas antes de los partidos calaban más que cualquier consejo táctico. Con sus frases y sus anécdotas quitaba la tensión innecesaria. Una gran pérdida.

http://www.larazon.es/detalle_normal_futbol/noticias/5339985/deportes+futbol/con-una-sonrisa

La evolución hacia el fútbol de toque

Jabo Irureta.

No ocurrió de un día para otro, fue a lo largo del tiempo cuando Luis Aragonés fue cambiando el estilo de la Selección hasta llegar al fútbol de posesión que tantos éxitos nos ha dado. Yo creo que él también fue evolucionando como entrenador y llegó un momento en el que comprendió que en España abundaban los futbolistas pequeños y con talento y el fútbol tiene que girar hacia ellos. Más posesión, menos fuerza.

Probablemente no era su idea cuando se hizo cargo de la Selección, pero hay que reconocer su capacidad de observar el estilo hegemónico en España de ese momento y adaptarse. A Luis siempre se le había relacionado con el contraataque, pero en la Selección no juega a eso.

Siempre hablaba de los pasillos de seguridad, por donde tenía que salir el balón y estaba prohibido perderlo. En el equipo campéon de Europa, esos pasillos pasaban fundamentalmente por Xavi, el centrocampista del Barcelona. Senna jugaba a su lado o un poco más atrás en el centro del campo, protegiéndole la espalda. A Luis le gustaban los centrocampistas porque fue uno de ellos. Y en el equipo que juega la final, hay cinco jugadores en el centro del campo y sólo un delantero. Ése era el estilo.

http://www.larazon.es/detalle_normal_futbol/noticias/5340040/deportes+futbol/la-evolucion-hacia-el-futbol-de-toque

De jugador a entrenador

Adelardo.

He perdido a un gran amigo, y ése es el dolor que me queda. Lo demás son recuerdos, buenos recuerdos la mayoría porque coincidimos en el Atlético durante catorce años. Luis hacía gala de una personalidad arrolladora y dejó huella en el Atlético, en los equipos que entrenó y en la Selección. Su tránsito de jugador a seleccionador fue curioso y extraordinario. Un día terminamos de entrenar juntos y al siguiente apareció vestido con chándal y un silbato en la mano. Seguíamos siendo compañeros y amigos; pero en su nuevo papel descubrimos su madera de entrenador. Dejó de hablarnos de tú y se dirigía a nosotros de usted. Pese al intercambio de roles, nuestra amistad nunca se resintió.

Rasgos que destacaría de él, su personalidad y su carácter. Y, en cualquier caso, su simpatía. Sabía hacerse querer, era un tipo simpático y ocurrente. Como entrenador bien pronto demostró su categoría cuando ganamos la Copa Intercontinental al Independiente. También de él nos quedan sus éxitos, y un hueco irrellenable. Descanse en paz.

http://www.larazon.es/detalle_normal_futbol/noticias/5339819/deportes+futbol/de-jugador-a-entrenador

Desde los diecisiete años

Miguel San Román.

Nuestra amistad viene de hace mucho tiempo. Nos conocimos cuando teníamos diecisiete años y yo jugaba en el Juvenil de Hortaleza y él en el Atlético de Madrid, donde finalmente coincidiríamos tiempo después. Fue un gran amigo mío, le encantaba reírse, pasárselo bien y estar con sus amigos. Nunca le vi ese carácter tan cerrado del que habla la gente. Era un auténtico fenómeno sin lugar a dudas. En su manera de entrenar era muy disciplinado, al igual que lo fue cuando jugaba al fútbol. Convencía a los jugadores para mejorar cada día y les hacía entender las cosas de la mejor manera. Fue un auténtico enamorado de su profesión. Se podía pasar horas viendo partidos. Pero por encima de todo, estaba el Atlético de Madrid, en el que él lo representaba todo. Lo quería mucho y nos pasábamos infinidad de tardes comentando sus encuentros, sufriendo y hablando sobre el juego. En la grada del Vicente Calderón aún siguen coreando su nombre. Sin lugar a dudas, pasará a la historia del Atlético y del fútbol español.

http://www.larazon.es/detalle_normal_futbol/noticias/5339791/deportes+futbol/desde-los-diecisiete-anos

El tormento y el éxtasis

Javier G. Ferrari.

Y todo ocurrió en apenas seis minutos. Fueron seis minutos de éxtasis para los atléticos, y todo gracias a un gol en blanco y negro reflejado por un televisor que a un veinteañero de hoy le haría partirse de risa. Pero los veinteañeros españoles de aquel 15 de mayo de 1974 que teníamos la suerte de tener una tele en casa sabíamos que eso del color era algo para americanos y que tardaríamos algunos años en tener aquí aparatos que ofrecieran la señal en color a un precio más o menos razonable. Seis minutos de felicidad plena gracias al gol de falta directa que tiró de manera magistral Luis Aragonés al borde del área, a la derecha del portero del Bayern, donde segundos antes Becerra había sido derribado por un defensa. Era el minuto 114 de partido. Se jugaba la prórroga. No quedaba nada, pero un pelotazo lanzado desde bastantes metros, aunque no tantos como la leyenda nos hizo creer durante un tiempo, por un tipo llamado Schwarzenbeck, entró en la portería de Miguel Reina pegado al palo derecho. La verdad es que, visto ahora, Reina en realidad no podía hacer más de lo que hizo. Era el minuto 120 y a partir de ese momento, y hasta el pitido final, dos días después en el partido de desempate, todo fue tormento. Pero aquellos seis minutos de éxtasis me han acompañado siempre, y con ellos, una auténtica veneración por Luis, que moría en la madrugada de ayer en una clínica de Madrid. La misma en la que años antes había muerto Jesús Gil, con quien Aragonés mantuvo una relación de amor-odio que en algún momento hizo saltar chispas en el Calderón. Ya sé que para la mayoría Luis es el hombre que llevó a la Selección española a su mejor momento, y que los equipos a los que perteneció como jugador y entrenador tienen perfecto derecho a considerarle tan suyo como lo consideramos los atléticos. Pero para mí, que nací rojiblanco y así me marcharé de este mundo, Luis fue el hombre que me proporcionó los seis minutos más intensos como hincha colchonero. Gracias Luis, y hasta la vista.

http://www.larazon.es/detalle_normal_futbol/noticias/5339652/deportes+futbol/el-tormento-y-el-extasis
 

Publicado feb 04 2014, 09:00 por SDHEditor
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