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El Atleti tricampeón de la Europa League. Revista de prensa (II)

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La historia más hermosa jamás contada

Un gran Griezmann da la victoria al Atlético de Madrid en la final de la Europa League

Fernando Torres, eterno Fernando Torres, aparece en el terreno de juego justo después de que Gabi, eterno Gabi, firme la tercera diana y con ella la sentencia. Simeone, eterno Simeone, se libera por fin de los grillletes de la UEFA y pasea por el césped saboreando el título. Godín, eterno Godín, maravilloso partido el suyo. Koke, eterno Koke, pegamento de un equipo inolvidable. El orgullo no se compra ni se vende... pero el Atlético tiene orgullo para regalar. Y los suyos motivos para sentirse orgullosos. Efectivamente, el cuento tenía final feliz. De hecho ahora mismo se nos antoja la historia más hermosa jamás contada. Suena 'Maneras de vivir' en el estadio de Lyon. Gabi y Torres levantan la copa al cielo.

Luego está Griezmann, que sabe francés. Ha firmado en la final el partido descomunal que se le reclamaba. Una por aquí y otra por allí para los goles, pero además compromiso, sacrificio... y alguna bronca a Oblak por no sacar donde se le demanda. Así las gasta 'Le Petit' cuando se le antoja un trofeo. El fútbol no tiene paciencia ni memoria, así que en lo que usted lee estas líneas posiblemente ya se trate otra vez de su futuro como si no hubiera un presente que festejar. Luego que pase lo que tenga que pasar. Pero en la final ha vestido la rojiblanca y ha resultado decisivo.

Antes de que se jugara, ya había ganado la UEFA. Si meses antes del partido pones a la venta un paquete importante de entradas y cuando llega el día todas están en manos de los mismos, que ni siquiera se habían clasificado entonces, la figura tiene un nombre: reventa. Si te jactas del dispositivo de seguridad durante días y a la que aparecen los jugadores se encienden por casi todos lados decenas de bengas, la figura tiene otro nombre: vergüenza. Como el negocio continúa, el ínclito Kuipers puso en marcha la cosa mientras ardía uno de los fondos. Él, a lo suyo.

En lo que se apagaba ese fuego, al Atlético se le vinieron encima los pirómanos. Los jugadores del Marsella aparecieron absolutamente poseídos, de hecho regalaron su saque de centro para presionar a modo la primera pelota rojiblanca. El cuadro del Cholo, ayer de Burgos, se pasó además por el forro la página del catálogo de las finales, ésa que aconseja hacer el primer disparo. Hay quien padece del corazón, además,así que tampoco hacía falta que ese disparo fuera un mano a mano como el que desaprovechó en el arranque Germain, habilitado por Payet en una jugada que, por una vez y sin que sirva de precedente, pilló al equipo rojiblanco entre dos aguas.

Después disparó Rami y después aún disparó Sarr, en ambos casos desviados. El Atlético se veía superado momentáneamente por el despliegue físico del equipo francés desde los carriles, pero el equipo rojiblanco sabe que una final se puede perder en el último minuto, pero no ganar en el primero. Era cuestión de soportar el tirón sin perderle la cara al partido. Efectivamente, aquello no fue para tanto: más ruido que nueces aunque el ruido pudiera haber afectado al oído y a todos los sentidos de apellidarse Germain de otro modo, pongamos por ejemplo Griezmann. Siempre hay que contar con los mejores guerreros.

Porque Antoine también tuvo su mano a mano con el meta, con la diferencia de que la depositó suave en la red. Tampoco Mandanda es Oblak, las cosas como son: donde el meta del Atlético había aguantado el del Olympique se estaba venciendo de primeras. Conviene atender al arranque de la jugada, porque Anguissa pifió un control en la pelota que le había enviado precisamente su arquero. Definitivamente jugaba por físico, que no por talento. Gabi fue a la vez ahí perro de presa y arquitecto, porque el mismo toque sirvió como recuperación y como asistencia para Grizi.

Había sido el primer error grosero del rival, pero tuvo valor de gol. Así las gasta este Atlético que a partir de ahí se ajustó mucho mejor a las costuras del verde que pisaba ayer. Sin alardes arriba, pero sin que el Olympique encontrara ya las cosquillas hasta el descanso. Resultó además que la escuadra de Rudi perdió a Payet por lesión. Por lo visto había tocado el trofeo al saltar al campo, así que los supersticiosos pueden ponerse en fila. Se hablan maravillas de Maxime, el sustituto, pero perdiendo al enganche era mucho lo que perdía la escuadra marsellesa.

El segundo acto trajo el primer cambio y el segundo gol, así que fue mucho más importante lo segundo que lo primero. Por respetar el orden cronológico, en todo caso, Vrsaljko sufría ante Ocampos y andaba amonestado. No hace falta irse muy lejos ni cambiar de competición para saber que con el croata conviene andarse con cuidado, así que Juanfran a la cancha y a otra cosa. Al doblete de Griezmann, por ejemplo. Un saque de banda del Olympique, otro robo rojiblanco y esta vez Koke en el servicio: Antoine, para que Mandanda tuviera variedad, se la puso esta vez por encima. Suavecita, eso sí.

El Atlético tuvo su propio arrebato ahí, en el que, casi inmediatamente, Godín pudo estampar el tercero de cabeza. Rudi, mientras, sorprendió a la concurrencia retirando justo a Ocampos. El resto fue una delicia, las cosas como son, en el que apenas el recién ingresado Mitroglou se atrevió a interrumpir el monólogo con un cabezazo al poste. La portería a cero, aunque ni siquiera haga falta Oblak. En el otro lado la presión se mantenía alta, nada de pasos atrás. El tercero era una sensación más que una realidad... hasta que por fin la estampó Gabi y hasta que por fin salió Torres.

Siempre hay que creer. Gracias una vez más, Atlético. Gracias por todo. Gracias por tanto.

http://www.marca.com/eventos/marcador/futbol/2017_18/europa_league/final/oma_atm/

El País

El Atlético recupera galones en Europa

El conjunto de Simeone, liderado por un estelar Griezmann, vence con eficacia al OIympique de Marsella

Ladislao J. Moñino

Estaba obligado a ganar y ganó el Atlético. Lo hizo bajo la ley de Simeone y de Griezmann. Una defensa granítica, el trámite justo y necesario con el balón y una calidad excelsa para definir del delantero francés. Sus dos goles pueden significar una despedida a lo grande, con un título europeo bajo el brazo. La tercera Liga Europea del Atlético en ocho años, la segunda bajo la era del entrenador argentino. Es además el sexto título europeo del Atlético en su historia, y el sexto en total bajo el mandato de Simeone.

Se puede discutir la estética del juego, se le puede exigir más fútbol, pero lo que es innegable es que bajo la dirección del Cholo el Atlético sigue escribiendo las páginas más brillantes de su historia bajo un sello y un estilo muy reconocibles. Hay mucho trabajo táctico y mucho sudor detrás de cada triunfo. Y también una extrema asunción de los jugadores de que sus victorias son más colectivas que individuales. Aunque las concrete y las remate su estrella como sucedió en Lyon.
Marsella

Griezmann tuvo dos ocasiones y no perdonó ninguna. Con el Barça calentándole la oreja, si se quedara su decisión sería una apuesta personal hacia el club y hacia el método Simeone. Una cuestión de fe en el entrenador que le ha convertido en un delantero total, capaz de pasar como un diez y definir como un nueve. La estrella que lució en Lyon, relampagueante para asomarse a los desmarques y jerárquica para ganar el partido ante las dos salidas desesperadas de Mandanda. El área contraria fue de Griezmann, pero el campo propio, los kilómetros y el trabajo corrieron a cargo de la guardia pretoriana de Simeone. Es cosa de los Gabi, Godín, Saúl, Koke y Juanfran la zapa y el rigor táctico y defensivo. Ellos son los tipos que llevan seis años soportando un día a día infernal por la exigencia física y mental a los que les somete el cuerpo técnico. A ellos se agarró primero el equipo para aguantar las primeras embestidas del Marsella y después para matar el partido con oficio. Ellos son los guardianes permanentes de una manera de entender el juego con la que se han revalorizado y ha recolocado al club entre la aristocracia del fútbol europeo. El gol de Gabi premia a un capitán que enfila la recta final de una carrera que ha servido de guía dentro y fuera del vestuario. Han sido muchos los sobreesfuerzos para marcar y ordenar la presión cuando ya solo el corazón era la única gasolina que ponía en movimiento sus piernas.

Si el tanto de Gabi tuvo un valor simbólico, los dos de Griezmann concretaron un plan tan perfecto como meditado. No hay equipo que se exponga más descaradamente al tiroteo que el Atlético. Nadie invita tanto al rival a que juegue y maneje el partido. A Simeone y sus futbolistas les da igual el silbido de los disparos. Están entregados a conciencia a la dualidad de aguantar y esperar. A sufrir como modo de vida y de juego. No se inmutaron los rojiblancos con la salida del Marsella, inyectada de presión y de velocidad. Tampoco con el agujero que abrieron entre Thauvin y Payet para que Germain se plantara ante Oblak, que achantó al delantero galo y le forzó a un disparo alto.

La creencia en ese camino hacia el éxito es ciega. El Atlético se repliega en la frontal de su área, se descamisa y le enseña el pecho al contrario sintiéndose inmune al gol. Es su truco de trilero, inspirado en las raíces más profundas del calcio. Tú me atacas y yo te mato a la mínima que me concedas. O sea, te gano. Ese el diálogo que este Atlético le ofrece a sus rivales. Y son muchos lo que ya han doblado la rodilla, creyéndose que dominaban sin ser conscientes de que les esperaba un golpe traicionero, un gol de una migaja, de un error infantil. Y el Marsella lo cometió. Nada había hecho el Atlético en 20 minutos más que pretender dirimir su batalla ofensiva con el saque largo de Oblak. Mandanda imprimió más velocidad de la cuenta a un pase en la frontal y Gabi estuvo ávido al quite para colocar ante el gol a Griezmann. La definición del galo tuvo una frialdad magistral. Esperó a que Mandanda se venciera para superarle a contrapié con un tiro raso.

El témpano que fue Griezmann en su remate silenció y heló a la volcánica afición marsellesa. Aún humeaban algunas bengalas cuando empezaron a comprender los hinchas marselleses qué significa jugar contra el Atlético. Al mazazo del gol se sumó la lesión de Payet, que solo aguantó media hora. Se fue entre lágrimas, consciente de que ya no había ni más final para él ni para su equipo por mucho que lo intentaran sus compañeros. Así fue. Griezmann lo corroboró concretando otra jugada marca de la casa. Saúl se anticipó de cabeza a una pelota en el centro del campo para entregársela a Koke. A su derecha irrumpió veloz Griezmann para meter la bota por debajo del balón y vencer a Mandanda con una picadita sutil. Una delicadeza centelleante que confirmó su condición de superclase, de futbolista al que pocas veces le tiemblan las canillas bajo presión. Un cabezazo al palo de Mitroglou fue el último intento del Marsella por meterse en el partido. En realidad, estuvo fuera aunque no lo supiera desde que permitió que su rival jugara bajo la ley de Simeone, coronada por Griezmann para que Fernando Torres pueda despedirse en un Atlético campeón.

https://elpais.com/deportes/2018/05/16/actualidad/1526489457_228320.html

Simeone y el campeón más incómodo

El conjunto rojiblanco ha logrado otro título después de un curso lleno de problemas

Puede que esta Liga Europa no entusiasme como las dos anteriores (2010 y 2012), pero sí es una muesca más que certifica el exponencial crecimiento del Atlético. Este último entorchado se ha producido bajo las peores condiciones que se recuerdan en la era de Diego Pablo Simeone. Un año muy duro, marcado por la sanción de la FIFA que impidió los refuerzos hasta enero; por la dura digestión del Qarabag y la eliminación de la Champions; y por la necesidad de desprenderse de seis jugadores en el mercado invernal para equilibrar las cuentas. El caso Griezmann, enfrentamientos con la afición incluidos, también ha necesitado de una gestión compleja y delicada.

Futbolísticamente tampoco ha sido el mejor año. Más que nunca el Atlético ha empezado por Oblak y ha terminado por Griezmann. Entre medias hubo poco juego, pero sí el mismo orden castrense y el trabajo a destajo para mantener la estructura defensiva que es la gran seña de identidad de este Atlético que vuelve a colgarse la etiqueta de campeón.

Este sexto título bajo la dirección de Simeone refuerza el carácter hipercompetitivo del equipo. Ese conjunto incómodo para los grandes de España y Europa al que aspira ver siempre su entrenador. Para El Cholo ser incómodo supone admitir una supuesta inferioridad para llegar donde con el fútbol solo no se puede. Ese es el arcano desde el que afirma que más que futbolistas tiene soldados que van a la guerra cada vez que se lo pide.

Europa ha engrandecido al Atlético hasta situarle como el segundo club del ránking UEFA, solo superado por el Real Madrid. Ese meritorio segundo escalón no se corresponde con la escala de ingresos, donde los rojiblancos ocupan el decimotercer puesto. Tres Ligas Europa, dos con Simeone, dos Supercopas europeas, una también con el argentino, dos finales, una semifinal y unos cuartos de final de la Champions han recolocado a la entidad en la primera fila del escaparate del fútbol europeo.

Necesitaban este título Simeone, los jugadores y la dirigencia. Para un entrenador que entona el discurso del resultadismo por encima del juego, cuatro años sin levantar una copa ya era demasiado. El plantel necesitaba también un espaldarazo anímico y soltar algo del lastre de las dos finales de la Copa de Europa perdidas. Para la entidad, esta Liga Europa también supone reforzar su mensaje ante sus patrocinadores, y los que sigue buscando, de que fuera de las grandes potencias del continente no hay mejor club para invertir.

La Copa también sirve para que Fernando Torres cierre el círculo con el título que tanto anhelaba. Por fin ha formado parte de un Atlético ganador y ha podido celebrarlo sobre la hierba con la camiseta puesta. Se despide como campeón europeo y formando parte del ciclo más glorioso de la historia del club.

https://elpais.com/deportes/2018/05/16/actualidad/1526504188_336730.html

La penúltima danza del guerrero

El doblete de Griezmann propicia el título del equipo rojiblanco en la que podría ser su despedida

Gorka Rodrigálvarez Pérez

Y Griezmann bailó sobre el césped del Stade de Lyon. Fue una danza de guerra a pesar de la comicidad de la coreografía, inspirada en el videojuego Fortnite. Es la fiesta después del trabajo, de marcar, de llevar al Atlético a su tercera Liga Europa y de ser elegido el mejor jugador de la final. Y todo sabiéndose observado al detalle. Su más que probable marcha al Barcelona había copado la preparación de un partido que podía darle un título, el segundo tras la Supercopa de España que ganó en 2014. "Si quiere irse que sea haciendo historia", le había avisado Costa. Lo hizo a lo grande, aprovechando las dos ocasiones más claras que tuvo en un partido que arrancó torcido para el Atlético. Pero es que el equipo de Simeone tiene cuerpo y colmillos de serpiente.

Retrasado en la posición de mediapunta, saltando por los aires tratando de controlar los primeros balones que le llegaron se chocó con hasta tres jugadores del Olympique de Marsella. No fue casualidad. Anguissa, Sanson y Rami habían recibido la misma orden. Pero Griezmann tiene la libertad y capacidad para resultar incómodo en demasiadas posiciones. Y no perdonó cuando le llegó un pase de Gabi tras un error garrafal de uno de sus carceleros, Anguissa, con el que batió a Mandanda en algo que se pareció a un penalti por la distancia y la ejecución. En el que sería solo el primer gol definió con precisión pero en el segundo lo hizo con tanta elegancia como mala intención. "Lo cierto es que puede jugar en cualquier equipo del mundo", dijo el martes Gabi. Lo que demostró es que también puede marcarle a cualquier equipo del mundo.

El único atisbo de humanidad que demostró el de Macon con el Marsella tuvo que ver con Payet. Cuando este tuvo que abandonar el campo lesionado, hecho un mar de lágrimas, Griezmann se acercó a él y le besó en la mejilla. Un cariño para un amigo en la selección francesa. No hubo ninguna concesión más. De hecho, a punto estuvo también de asistir a Costa y terminar por cerrar un partido de por sí decantado gracias a su repertorio. "Nuestro objetivo es siempre ser un equipo duro y definir arriba", contó el francés tras el partido. Es el primer gran título para el siete. "Yo salí de casa con 14 años para ganar Copas", contó al micrófono de beIN antes de escabullirse para evitar más preguntas.

El de Griezmann no fue el único marcaje individual del partido. Durante gran parte del partido, Germán Burgos tuvo al cuarto árbitro pegado a él. "Perdona", le decía este con la mano cada vez que abandonaba el rectángulo que limita la zona técnica. "Vale, que no vuelva a pasar", respondía este con muecas el paciente Szymon Marciniak con resignación polaca. Lo cierto es que Germán Burgos se movió menos de lo que acostumbra Simeone, inquieto en la jaula de cristal desde la que observó el partido.
Bengalas en la grada

En la grada, la mayoría de aficionados franceses convirtió por momentos el Stade de Lyon en una réplica del Velodrome, aunque los cerca de 10.000 seguidores del Atlético aprovechasen los escasos silencios para hacerse notar. El humo de las bengalas que prendieron desde el fondo marsellés llegó a molestar a los jugadores. "Recuerden que dentro del estadio está prohibido fumar", avisaron por megafonía. Curiosa distinción entre humos.

Llegó a llover con tanta intensidad en la segunda mitad que el Mono siguió en su sitio. Rudi García se refugió en su banquillo, elevado unos metros por encima del césped, pero el entrenador del Atlético solo se metió las manos en los bolsillos. Pegado a la línea de cal, moviéndose sobre su eje. El Atlético jugó como si nada estuviera ocurriendo alrededor, con el piloto automático puesto. Como el Mono cuando Griezmann marcó el primer gol con la calma de un oficinista. La misma con la que volvió a hacerlo después con un remate picado quirúrgico. Ni con esas se alteró el argentino, contemplativo en su recuadro. Solo para abrazarle cuando fue sustituido por Fernando Torres.

Desde ahí siguió observando como Antoine entregaba al Atlético un trofeo balsámico, que si bien no sutura la eliminación de la Champions, sí que sirve para agrandar la vitrina. Y todo gracias a un futbolista que deberá pronunciarse pronto acerca de su futuro. Esperará a que acabe la temporada, para la que resta un partido el domingo ante el Alavés. De irse lo hará con un título, como le conminó Costa, como lamentarán todos y cada uno de los colchoneros que dejarán de verle bailar.

https://elpais.com/deportes/2018/05/16/actualidad/1526485007_393031.html

Y El Niño se va campeón

Fernando Torres cierra el círculo con su equipo del alma ganando su primer título como jugador rojiblanco. “Es el más importante de mi carrera", dice el delantero

Ladislao J. Moñino

Y el Niño se fue campeón.

Por la mañana, los tres hijos de Fernando Torres desayunaban alborotados junto a su madre y sus abuelos maternos en el hotel Warwick Reine Astrid de Lyon. Los tres, dos niñas y un niño, lucían indumentaria del Atlético y escucharon por boca de su abuelo una premonición: "Nos traemos la Copa".

Sobre las once de la noche llegó el momento más esperado por Torres a lo largo de su carrera, celebrar un título con el Atlético. Levantó la copa junto a Gabi y cuando el jolgorio sobre el podio finalizó se preparó para inmortalizar un gesto que había imaginado, pero que no había podido cumplir. Con la copa bajo el brazo y una bandera del Atlético a la espalda se dirigió hacia la zona donde le esperaban los más de 10.000 seguidores rojiblancos. Allí alzó el trofeo y se lo ofreció a la hinchada como si fuera uno más de ellos. Luego, posó con el trofeo junto a sus hijos. "Dedico este triunfo a la afición del Atlético, que no hace mucho pasaban por momentos muy difíciles en los que era difícil explicar por qué somos del Atlético", expresaba con sentimiento Torres, que no se olvidó de reconocer a su entrenador y compañeros. "Este grupo ha cambiado la vida a muchos atléticos. Ahora sabemos lo que es ganar. Seguro que esto es el comienzo de algo más grande", apuntó.

Fernando Torres cerró a los 34 años un círculo que inició cuando apenas era un querubín con el rostro moteado de pecas y acné juvenil. Entonces tuvo que soportar la presión de sostener al club y mantener viva la llama de la afición en el erial que era la Segunda División. Torres era el único cimiento sólido al que se podían agarrar los hinchas y la dirigencia del club. Un chico prometedor que apuntaba a una carrera con una dimensión internacional. "Volver a este club en el mejor momento de su historia era mi deseo y este título, el primero y el último, es más especial. Es una felicidad difícil de explicar después de tanto tiempo, era un sueño que tenía desde pequeño", se sinceró.

Ni la Copa del Mundo, ni las dos Eurocopas conquistadas con la selección, ni la Champions ni la Liga Europa ganadas con el Chelsea parecen haberle llenado de tantos sentimientos. "A nivel sentimental, este es el título más importante para mí. He tenido la suerte de ganar muchos, pero cuando uno tiene un sueño de pequeño... Este era el mío: ganar con mi equipo y he tenido la oportunidad de volver y cumplirlo", abundó. El delantero rojiblanco reconoció que cuando se marchó del club en 2007 no pensaba que viviría algo así. "No lo hubiese imaginado, volver y ganar un título. Es algo maravilloso", señaló Torres.

Conjura en el vestuario

En el vestuario había una conjura para que pudiera tener la despedida que buscaba. Los canteranos, liderados por Saúl, se lo habían prometido. Todos le admiran y a todos les ha intentado transmitir los valores del Atlético durante estos tres años y medio. Algunos se sobrecogieron cuando le vieron llorar en la final de Milán con amargura. También los pesos pesados del vestuario, encabezados por Gabi y Godín, querían ofrecerle la copa antes de despedirse este domingo definitivamente contra el Eibar en el Wanda. Gabi no tuvo inconveniente alguno en compartir el levantamiento del trofeo.

Simeone también le tributó un homenaje particular: "A Fernando nunca le regalé nada, la lección que transmite a sus compañeros es la de no bajar nunca los brazos. Es el único que ganó un Mundial y una Champions y nunca cedió a una suplencia o a no ponerlo y ese es un legado enorme para muchos futbolistas que tienen que aprender de él. Pertenecer a este grupo está muy por encima de ganar este título. Es gente muy trabajadora, humilde. Los aficionados mañana van a estar más orgullosos que nunca de su equipo", concluyó. 403 partidos y 127 goles después, el Niño se marchará campeón del Atlético.

https://elpais.com/deportes/2018/05/17/actualidad/1526510031_833224.html

Simeone, el mejor entrenador de la historia del Atlético

Simeone redondea otra temporada prodigiosa, sin acceso a fichaje y con el trauma del traslado al Metropolitano

Rubén Amón                           
                                   
Conviene explorar los límites de la ley de memoria histórica para desalojar la estatua de Neptuno y ubicar en su lugar a Diego Pablo Simeone. El dios de los mares incurrió en algunas atrocidades pretéritas que pueden escarmentarse en beneficio del culto rojiblanco al profeta argentino.

Es una manera de reconocer no ya su fama milagrera, sino los milagros verificados. Seis títulos en siete años jalonan el camino del Atlético de Madrid por la senda de la máxima competición. Y demuestran que la fertilidad de Simeone es superior a la de Neptuno mismo.

De hecho, las vitrinas del club empiezan a recuperar la arrogancia de antaño y a desdibujar la maldición del Pupas. No vamos a engañarnos a nosotros mismos con la frustración que supusieron las finales agónicas de Lisboa y Milán. Cualquiera de ellas hubiera sepultado a un aspirante subversivo, como les sucedió al Borussia o al Valencia. Y las dos juntas lo hubieran triturado, tanto por la crueldad de la trama como por la ferocidad recurrente del enemigo madridista. Simeone ha sabido construir la victoria y reaccionar a la derrota. Los vaivenes de la montaña rusa podrían haber desquiciado al equipo, pero las atribuciones chamánicas del míster han inducido un ejercicio de resiliencia. Ni los éxitos embriagaron al equipo ni los fracasos amenazaron con destruirlo. Se diría incluso que el Atleti se fortalecía en sus decepciones. Y que el entrenador permanecía como el faro y como la certeza. Simeone sujeta el club. Le ha devuelto la autoestima. Y ha conseguido proporcionarle incluso la mayor estabilidad de su historia. Puede decirse sin ambages: Simeone es el mejor entrador de la historia del Atleti.

Tiene mérito haberlo conseguido porque la desmesura del Real Madrid y del Barcelona en su presupuesto, su poder y su propaganda se añaden a la beligerancia del circuito europeo. La pugna falocrática de emires y oligarcas ha adulterado la pureza de las grandes competiciones. Es verdad que el Atleti ha recuperado tesorería. Y es cierto que ha decaído el enfermizo victimismo, pero también ha logrado sobreponerse a la fuga de talentos, a la limitación de los fichajes -las sanciones nos han impedido abastecernos en el mercado- y al trauma que ha supuesto el desalojo del Calderón. Una operación de porvenir (¿?) que ha asfixiado el presente, y cuya indescriptible desolación ha amenazado la idiosincrasia del equipo mismo. Si el Atleti es un equipo distinto, sucede por la personalidad y la raigambre. Por la alegoría del Paseo de los Melancólicos. Y por su fervor popular y calor costumbrista a la orilla del Manzanares.

El exilio nos ha constreñido a jugar siempre fuera de casa. Ha relativizado el poder escénico del Calderón. Y ha homologado el acceso de aficionados snobs y maleducados, incluidos los atléticos oportunistas que reclamaron hace un par de meses la cabeza de Simeone.

Simeone es el principio y el fin. Arriesga el equipo a quedar esquilmado con las ofertas a Oblak y a Griezmann, pero la única incertidumbre relevante la expresaría la ausencia de nuestro condotiero. Suyo es el tridente y el derecho a una plaza en el centro de Madrid, aunque más que Neptuno parece el atlante que lleva sobre sus hombros el peso del club a semejanza de un inmenso balón de fútbol.

https://elpais.com/deportes/2018/05/17/actualidad/1526589924_082902.html

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