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El Atleti tricampeón de la Europa League. Revista de prensa

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El Atlético de Madrid y Griezmann celebran una gran obra de autor

Dos goles del francés y un soberbio trabajo colectivo coronan campeón de la Liga Europa al Atlético frente a un Marsella fajador pero de perfil menor

José Carlos Carabias

Cada título del Atlético exhala una sensación de escalofrío, de montaña conquistada, como si aquello fuera la última vez y nunca más será. Las entrañas de un club único vibraron en Lyon, en la lluvia que generó una atmósfera aún más cadavérica, con otro título continental, la Liga Europa. No es la Champions, pero al aficionado colchonero que gritó y empujó desde la distancia, le supo a gloria. Fue una obra de autor a doble cara: el trabajo colectivo de un grupo estajanovista y leal con el esfuerzo encarnado en el gran partido de Gabi y el destello individual de Griezmann, colosal desde cualquier punto de vista. Así tumbaron todos a un Marsella fajador pero de perfil menor.

La geopolítica derivó en una desproporción evidente y casi inevitable. En Francia había muchos más franceses que españoles. El estadio de Lyon ofreció un reparto sin equidad: al menos tres cuartas partes del recinto estaban ocupadas por los bullangueros hinchas del Olympique Marsella. Mediterráneos, pasionales y vociferantes, llegaron a socavar el jolgorio usual de los hinchas del Atlético. El himno rojiblanco apenas se dedujo en el repertorio a capela, ya que los pitos de los galos lo tumbaron en el umbral de decibelios. Y la humareda provocada por las bengalas a porrillo (más de treinta), prohibidas en el territorio UEFA, en el fondo de los marselleses casi invita a la paralización momentánea del choque.

De la bruma surgió un Marsella enervado, contagiado por el entorno favorable. En Francia se ponía en duda su virtud para tumbar a un doble finalista de la Champions, se hablaba de milagro, de creer en el imposible. Y desde esa aprensión propuso un partido enérgico, de choque y salto, puro brío sin espacio para la sutileza. Enunció un duelo al estilo del Atlético.
No quiso el balón

Fue sintomático el inicio. Payet lanzó el balón al campo del Atlético en el saque de centro, sin combinar hacia atrás. El Marsella expuso que no necesitaba la pelota para asaltar la final. Como tampoco el Atlético es un fino estilista, lo que vino a continuación fue un puro estrés de músculos en acción, lances divididos, el balón sin dueño...

Impulsado por el vocerío de su público, el Marsella impactó contra la defensa rojiblanca, dura como el pedernal, como siempre. Las finales se miden en detalles, dicen los sabios. En el minuto 3, Germain falló una ocasión, limpio el tiro ante Oblak que lamentará toda la vida y le agradecerán los colchoneros. El duelo estuvo ahí, tumbado el portero esloveno y la pelota fuera.

El Marsella buscó y pegó, atentó y generó fragor a su paso, pero es un equipo sin grandeza, sin la calidad de los primeros espadas. Por ahí se adivinó la flaqueza, porque todo era empuje, pero en esas cuitas el Atlético es insuperable.

Agazapado como una mantis, el grupo de Simeone esperó la caída de la hoja. Sucedió en un tic, minuto 20, el portero Mandanda hace un Ter Stegen, pase violento al volante Anguissa, cuya pérdida intuye Gabi, zorro viejo en la pelea. El balón se desplazó un palmo, Gabi la tocó hacia delante y Griezmann, con la jerarquía de los mejores, la envió suave a la cazuela.

Un gol podía bastar porque el Atlético convierte en arte la soledad del acierto. Equipo cuajado, convertido al cholismo en horas y horas de trabajo, sabio en el manejo de la depresión rival, se fue al descanso convencido de que el título era suyo. En refrendo de esa idea se lesionó Payet, el mejor jugador del Marsella.

El cuajo de ambos equipos se plasmó en la segunda mitad con más claridad que antes. El Marsella no mostró empaque para sobreponerse a una noche difícil y eso, ante el Atlético, equivale a la muerte.

El segundo gol fue una réplica del primero. Saúl anticipó la tibia para quitar el balón por el costado derecho. En un visto y no visto, la pelota pasó a Koke y de ahí a la penetración en carrera de Griezmann, que definió con esencia de crack. El toque sutil allá donde atronaba el estadio, la curva perfecta, el engaño ante la endeblez del portero en el suelo. Fantástico.

Con 0-2 enmudecieron tres cuartas partes del Parc Lyonnais en un veredicto de aspecto definitivo: el Marsella no iba a ganar por la calidad de su fútbol, sino por un arrebato de furor. En ese panorama febril despuntó Gabi. Soberbio choque del capitán, inteligente, eficaz, contagioso y enérgico en la apuesta de su equipo.

El Atlético ya no quiso saber nada del partido, salvo enhebrar todos los cauces que le ofrecía el Marsella. El destino era rojiblanco: Mitroglou remató al palo. Adiós al Pupas. Golazo de Gabi. Con Simeone el viento ha cambiado de signo.

http://www.abc.es/deportes/atletico-madrid/abci-final-europa-league-olympique-marsella-atletico-madrid-201805161949_directo.html

El espejo de aumento

Godin y Giménez son dos marines y Griezmann un mosquetero de lujo que ha decidido marcharse del equipo que mejor le entiende

Juan Pablo Colmenarejo

El gol de Gabi al final del partido hizo justicia a un tipo que ha corrido más de la cuenta porque así se lo pidió Simeone desde el primer día. Y cuando salió Torres por Griezmann fuimos felices del todo rodeados de franceses de Marsella repletos de bengalas. Escribo desde la grada de Lyon, sentado junto a José Luis Garci. Un aficionado con mucho oficio que ve los partidos despacio. Anoche el Aleti volvió a ponernos a todos frente al espejo de aumento que se ha inventado un tipo futbolero e intenso como es Simeone. El partido nos tuvo en vilo un cuarto de hora. La salida del Marsella fue a empujones. Pero el Aleti no se descompone nunca. Los centrales uruguayos sujetaron al equipo con tal autoridad que solo era cuestión de tomarse el asunto con calma. Griezmann hizo el trabajo de élite que le corresponde. Godin y Giménez son dos marines y el francés un mosquetero de lujo que ha decidido marcharse del equipo que mejor le entiende. Aquí es el rey y al otro lado del AVE va a ser el subalterno de un ser superior que no es de este mundo. El Aleti de Simeone gana otra Copa europea y alimenta nuestra idea. El Aleti es un trueno que resuena en Madrid. Cuando apareció el Rey, la grada del Aleti se llenó de banderas de España dando vivas al Rey. Debe ser Francia. Aquí no hay complejos ni temores. Es un país. No un simulacro. El Aleti de Madrid recibió de manos de Felipe VI otro título más. Confeti en rojo y blanco. A seguir volando. Y Torres cogió su Copa. Nunca es tarde para ser feliz por primera vez.

http://www.abc.es/deportes/atletico-madrid/abci-espejo-aumento-201805170907_noticia.html

AS

La vida del Atlético es pura aventura

Alfredo Relaño

¡Campeones! El Atlético recogió una copa ganada a ley que le devuelve al centro del escenario europeo. Ganó el Atlético, ganó el mejor. Simeone describió el partido perfectamente la víspera: habría que aguantar los primeros veinte minutos, y luego... En efecto, el OM empezó apretando muy arriba y gozó muy pronto de una ocasión, un gran pase de Payet a Germain, al que se le agigantó Oblak y tiró fuera. En esos minutos imponía el Marsella, que adelantaba a los centrales hasta casi el medio campo para cortar los saques de Oblak, presionaba y recibía el respaldo de una multitud gritona y humeante. Inalterablemente humeante.

Pero el Atleti tiene mucho cuajo y tiene a Griezmann. En un viaje hacia la portería del OM, los delanteros se quedaron ahí, a presionar la salida, y acabaron provocando el fallo. Mandanda envió por el centro a Anguissa, que controló mal, y el balón llegó a pies de Griezmann, cuya finalización fue de superclase. No mucho después, Payet se retiró, con una molestia muscular. Le abrazaron los compañeros con aire fúnebre, tan importante es. Ya no hubo OM. El Atlético se enseñoreó del partido. Al OM se le fue toda la fuerza por las bengalas de sus aficionados. El resto lo puso el Atlético, y eso incluyó dos goles más, de nuevo Griezmann y luego Gabi...

Un hito más en estos seis años de Simeone, cargados de venturas. Un hito alcanzado con la brillantez de Griezmann en la noche de su vida, que quizá le ayude a tomar la decisión adecuada, porque en el Atlético lo tiene todo para ser feliz. Fue bonito ver su sonrisa nada más acabar el partido, como fue bonito ver al Niño Torres levantar plata, a medias con el gran capitán, Gabi, en su penúltimo día como rojiblanco. Un glorioso broche para el Atlético en una temporada singular, que empezó con la prohibición de fichar, siguió con el estreno de campo, la decepción en la Champions y ahora el título. La vida del Atlético es pura aventura.

https://as.com/opinion/2018/05/16/portada/1526506424_486298.html

El partido imaginado

Héctor Marquis

Todo Marsella sabía que para ganar al Atletico de Madrid había de ser eficaz. Sabía también que tocaría defender los pocos ataques de los madrileños sin encajar goles. Finalmente es todo lo que hacen excelentemente los colchoneros.

Aunque el Marsella fue superior en el inicio del partido, perdonando una clara situación de gol, el partido cambió después de un error fatal. Como todos aquí lo imaginábamos, bastó un error para que el Atleti matase el sueño marsellés.

Payet era la principal duda del Marsella. Quería jugar esa final encima de todo y llenar su sala de trofeos vacía. Entró en el campo tocando la copa pero su cuerpo aguantó unos treinta minutos y salió entre lagrimas.

Maldito en sus ultimas finales, Griezmann mostró toda su clase siendo otra vez decisivo. Es el primer francés que marca contra un equipo francés en una final europea. Quién mejor para regalar el titulo al Atleti que su estrella francesa nacida a 70 kilómetros del estadio.

https://as.com/opinion/2018/05/16/portada/1526503651_193185.html

El Mundo

Griezmann hace al Atlético campeón de la Europa League

  • El francés firma dos de los goles en la que puede ser su última final. Gabi completa la goleada
  • Fernando Torres levanta un trofeo con el Atlético en su despedida

Carlos Guisasola

En las todas las grandes noches del Atlético, sus genios se han negado a quedarse dentro de su lámpara. Ocurrió en Hamburgo con Forlán, hace ocho años. Se repitió en Bucarest con Falcao, en 2012. Y se les echó de menos (mucho) en Lisboa y Milán. Este miércoles, cuando la intensa bruma de las bengalas marsellesas se disipó, sucedió lo mismo en Lyon. Desde la nada, porque el Atlético pasó inadvertido durante un buen rato, se asomó Griezmann a su final. Quién sabe si la última como rojiblanco. Apareció de repente para poner las dos manos encima a esa copa que pasaba tan cerca de su puerta. Porque aunque las finales se ganan con el corazón, siempre es mejor tener un genio de tu lado. Y así, de la mano del francés, fue como los rojiblancos volvieron a levantar un título cuatro años después. Aunque no entraba en sus planes, nunca está bien despreciar una copa. Y menos si es de este tamaño.

Porque al Atlético le pueden fallar muchas cosas, pero el instinto no tiene por costumbre hacerlo y por eso se lanzó Diego Costa a morder a Mandanda. Y por eso estaba ahí Gabi para convertir en asistencia la indecisión de Anguissa. Y, por eso también, irrumpió Griezmann para enmudecer a sus ruidosos compatriotas. Para engañar a todos menos a su cabeza y a su corazón. Con ellos también empujó el que fue su primer gol en una final.

Porque hasta ese fogonazo, transcurrieron 20 minutos incómodos y algo angustiosos para el Atlético. El novato en estas noches parecía él. Le costó saber qué era lo que había ido a hacer a Lyon. Como si no se lo hubiera recordado veces el ausente Simeone. Pero fue el Marsella el que empezó metiendo miedo. Primero con un zarpazo de su delantero Germain. Después, con otro de Rami. Las constantes imprecisiones rojiblancas eran gasolina para el motor marsellés, que fue carburando a tope con ese desconcertante arranque de su rival. Fue un pequeño baile de bienvenida que poco a poco se fue diluyendo. Tal vez porque Payet, su faro, comenzó a darse cuenta de que algo no iba bien. Minutos después del gol de Griezmann, la estrella del Olympique acabó marchándose entre lágrimas. Los problemas musculares que le habían convertido en la gran duda, le dejaban fuera del partido del año para su equipo.
Griezmann celebra su segundo gol al Marsella en la final de Lyon. MARISCALEFE

Un problema menos para el Atlético que, sin embargo, tampoco se volvió loco por sacar pecho. Simplemente se dedicó a contener al valiente Marsella y poner la calma con la que le gusta vivir a este equipo. Los errores de muchos de sus adversarios son los que le habían llevado hasta la final de la Europa League y tenía pensado seguir alimentándose de ellos. Una simple fórmula pero que sólo el Atlético logra interpretar como ningún otro.

Aunque como la noche tampoco estaba para bromas, el Mono Burgos (o Simeone) decidió mover ficha en el descanso y quitar a Vrsaljko, que había vuelto a ver una amarilla demasiado temprano. Con el soponcio del Emirates aún reciente, Juanfran saltó al césped lyonés a toda prisa para defender el carril derecho durante el segundo acto.

Y cuando aún se estaba ajustando las botas, cuando la lluvia empezó a bañar con ganas el tapete francés, volvió a deslumbrar a todos un relámpago. Una luz cegadora llamada Griezmann. El Atlético se subió a la espalda del Marsella cuando Mandanda trataba de alejar un balón de su área. Y allí volvió a ocurrir lo mismo. Entre el fallo del rival y tres toques maestros entre Saúl, Koke y el francés, todo el estadio tuvo que postrarse. Griezmann ni se inmutó. Se quedó mirando a los ojos del meta rival y como si estuviera jugando en una calle de su Macon natal, dibujó un dulce y delicioso toque empapado de veneno. Era la certeza de que la Europa League volvería a viajar a Madrid por tercera vez en ocho años. Y la certeza, también, de que el Atlético pertenece desde hace tiempo a otro estrato social.

Diego Costa apenas se hizo notar. Pero tampoco era necesario. Su papel, como desde su regreso en enero, era despejar el camino a Griezmann. El hispano-brasileño se dedicó a esas batallas personales que tanto le motivan y que, también, le llevaron a ser advertido por Kuipers. Pero nadie echó en falta sus goles. Para eso ya estaba otro. El Atlético fue creciendo y acabó convertido en un gigante. Empezó en una cueva y acabó besando el cielo de Lyon. El bravo Marsella había quedado convertido en una estatua de sal, que sólo despertó al final, con un cabezazo al palo de Mitroglou.

Seguro que Luis sonrió desde arriba cuando vio marcar a Gabi. Y cuando vio salir a su niño, a Fernando Torres, que al fin tiene su trofeo, en el epílogo. Lyon ya no es una ciudad maldita. Es un nuevo Edén.

http://www.elmundo.es/deportes/futbol/2018/05/16/5afc9bf022601dc21f8b45bf.html

Ahora que ganamos

Iñako Díaz-Guerra

Ahora que ganamos y Fernando Torres, feliz como el niño que fue, levanta la copa como si nunca antes hubiera tocado una, ahora más que nunca hay que recordar quiénes somos. Para eso está Fernando. No es el veterano que salió para perder tiempo y le pareció un regalo. No es la estrella que ganó Mundial, Eurocopa y Champions como protagonista, pero nunca se sintió tan pleno como cuando logró una Europa League como secundario con el Atleti, su Atleti. No es la leyenda que se despide a lo grande. No. Fernando Torres es nuestra memoria histórica.

Porque, ahora que ganamos, no podemos permitirnos olvidar que perdimos. Mucho y hace poco. Que caímos a profundidades insospechadas y sólo acudieron al rescate un niño pecoso y un viejo cascarrabias. Que aguantamos chistes, noches sin cenar, futbolistas impropios. Pero salimos. Porque siempre se sale, se sube, se baja. "Ganar, ganar, ganar y volver a ganar", decía el viejo. Tan simple, tan improbable. Y es que perder es lo normal aunque el fútbol actual parezca olvidarlo. Fracaso. Todo es un fracaso. Los equipos que bajan piden disculpas como si lo hubieran hecho adrede. Darlo todo no basta. El segundo es un mediocre. Y, ¿saben qué? Mediocre es quien cree eso.

Y es que, ahora que ganamos y son otros los que cantan bajo la lluvia pese a saberse derrotados, debemos recordar que la victoria es el broche del sentimiento de pertenencia, pero jamás su esencia. Que la vida es una tómbola (tom, tom, tómbola) y todos podemos imaginar un escenario en el que un mínimo detalle lo cambia todo. Lo sabe usted, que aún hay noches en las que se levanta sobresaltado porque el disparo de Schwarzenbeck se va fuera, alguien estorba lo suficiente a Ramos, Griezmann marca el penalti... Lo sabe el hincha del Marsella, que soñará que Germain no falla el mano a mano, que Anguissa no se hace un lío, que Griezmann es humano. Así que hoy beberemos para celebrar con la certeza de que cualquier día de estos lo haremos para olvidar. Más jodidos, igual de orgullosos.

Porque, ahora que ganamos, esos tipos que se abrazan ahí abajo me representan tanto como en Lisboa o en Milán. Tanto como Hasselbaink llorando en Oviedo. Griezmann quizás se vaya, pero en este instante le veo bailar como si fuese de Carabanchel y todo tiene sentido. Si se va, lo hará tras una exhibición de talento (nada nuevo) y de sacrificio (nada nuevo, pero mucho menos comentado). Haga lo que haga, sólo se merece agradecimiento y buenos recuerdos. Me han dejado mucho peor otras veces, no les voy a engañar. Y Simeone, más discutido este año que nunca antes, sonríe sabiendo que acaba un curso complicadísimo con un título y un (probable) subcampeonato liguero. Que se han escrito novelas épicas con mucho menos.

Y es que ahora que ganamos la Europa League y de inmediato pensamos en la Champions, que Griezmann baila, que Simeone sigue al frente, que Torres se siente al fin completo, que una hora después aún se canta el himno... Ahora que al fin hacemos caso al viejo y ganamos, ganamos y ganamos. Ahora más que nunca debemos recordar que todo eso pasará y quedará lo único importante.

El Atlético de Madrid.

http://www.elmundo.es/deportes/futbol/2018/05/16/5afca520e5fdea16438b45f9.html

Griezmann, el príncipe de Maquiavelo

Orfeo Suárez

La existencia del Atlético es el arte de lo irreverente: en un entorno estético, a veces hasta el absurdo, impone el trazo grueso. El absurdo lo representó el OM, con un error impropio de la élite, al hacer dogma de la salida de balón. Es tan elogiable madurar en esa línea como suicida persistir sin los futbolistas adecuados, sobre todo en una final. Decía Zubizarreta, actualmente al frente de la dirección deportiva del club francés, que es una utopía jugar como el Barça, cuyo fútbol admira Rudi García. Esa utopía convirtió en utópico el título muy pronto. Anguissa no es Busquets.

En una Liga que presume de estilo, Simeone ha sido Maquiavelo: el fin justifica los medios. El torneo que tanto se publicita con el argumento de que es el que mejor juego ofrece, el Atlético construido por el argentino, segundo este curso, lo ganó a contraestilo, con un modelo que no está basado en la posesión y la continuidad, sino en el juego de los instantes. La final de Lyon, dominada por el OM hasta el error compartido de Mandanda y Anguissa, es una metáfora de la existencia rojiblanca: una vez mata, se desata.

El Maquiavelo rojiblanco tiene su propio príncipe de rostro aniñado, pero no es el Niño. Es Griezmann. En una entrevista concedida a Le Parisiene durante la pasada Eurocopa, el delantero era cuestionado insistentemente acerca del juego de su club. Sin rubor, contestaba: "Es sencillo: apretamos arriba, marcamos y a correr. Ça marche!" La final reprodujo sus palabras, puesto que el gol llegó como producto de la presión alta en busca del fallo ajeno. Hasta entonces, el Atlético no jugó, simplemente resistió. En realidad, se siente a más a gusto en lo segundo que en lo primero, hecho que explica los problemas que en ocasiones atraviesa en su estadio, cuando se ve obligado a tomar la iniciativa. El tanto, unido a la lesión de Payet, hundió a un OM que quiere volver a la élite, y se encuentra en el camino, pero al que le faltan millas y la calidad que decide las finales. Germain se encontró en una situación, en los primeros minutos, que Griezmann no habría fallado, al menos no el Griezmann de Lyon. Fácil en la primera definición y sutil en la segunda, en ambas tuvo la frialdad de un jugador hors catégorie.

La final pudo ser el último partido europeo de Griezmann como rojiblanco. Si es de ese modo, habrá realizado un gran servicio en el desenlace de una temporada estratégica para el club, por el traslado al Metropolitano, y que se inició entre equívocos del francés y pitos del respetable. También fue el último de Torres, un estandarte del club, que lo sustituyó y levantó la copa. Cerrarla con un título es una forma de llevar este presente al futuro para un club que lo tiene todo, aunque no tenga juego.

http://www.elmundo.es/deportes/futbol/2018/05/16/5afc98ef268e3e5b658b467f.html

Exquisita bullabesa atlética

Julián Ruiz

Vaya sopa que hizo el Atlético. Siempre fue mejor. Siempre bailó al ritmo de rock de Simone. Ahogado tácticamente el Olympique, que acabó incluso agotado en la segunda fase. Sin capacidad de reacción. Un equipo guiñapo. Ciertamente, ni podía ir a las armas ni siquiera podía cantar la marsellesa.

Lo siento por el técnico García, que me inspiró en la Roma, pero al llegar a Francia ha sido otro entrenador, más soberbio, más orgulloso, pero menos práctico. Vi su planteamiento en Salzburgo y no bailaban ni siquiera al ritmo de Mozart.

Me encantó Koke. Es un estratega del dominio de muchas zonas del campo. Se ha convertido, para mi gusto, en el gran líder del Atleti. Aunque las proporciones de Saúl me recuerden a Peiró, al que vi cuando era un niño. Diego Costa no es Mendoza, pero abre pasillos, como los del hotel de Kubrick en El resplandor. Es engañoso que no haya hecho un gol.

¡Qué decir del Olympique! Bueno, tuvo una ocasión mollar, cuando el Atleti estaba en la soberbia de iniciar el partido con la muerte del enemigo, pero los rojiblancos no pueden soportar un ataque apasionado, porque dejan demasiado espacios. Se han redoblado mucho las dudas sobre la condición física de Gabi. Me ha sorprendido su resurrección de fin de temporada. Ha sido la prolongación de Simeone, que no estaba en el banquillo. Daba igual. Hasta el final de su gol es una apoteosis del arquitecto del edificio Simeone. Impresionante.

Para cualquier Atlético es desesperante la despedida de Griezmann. Mató cuando tenía que matar. Pero se va al Barça. Cualquier colchonero le diría que el dinero lo puede comprar todo, pero jamás en el Barça será tan feliz como ha sido con el Atlético. En el Manzanares o en el Metropolitano. Como Cristiano, es Griezmann el sello del éxito. Es una traición desde mi punto de vista la que perpetró en el mes de octubre. El dinero no hace la gloria, como tampoco la felicidad.

No quiero volver a insistir en el carácter formidable que ha dotado al Atlético la gran estrella del Atlético de Madrid, Simeone, alma, corazón y espíritu de un Atlético, con quien en la tercera final, por fin, el destino ha sido justo.

http://www.elmundo.es/deportes/futbol/2018/05/16/5afca53b22601db31f8b45e0.html

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