Blogs Rojiblancos

Escritos con esencia Rojiblanca

febrero 2006 - Artículos

Memoria selectiva.

La semana del “Florentino” ha hecho que me retrase a la hora de tratar un hecho que se produjo en la semana previa al partido con el Málaga. Y es que, en el diario As, nuevamente, de forma sibilina (o viperina como diría el destituido Tapia) nos vinieron a recordar el gesto de Torres al marcar en La Rosaleda en el partido de la primera vuelta.

 

Recordemos primero la jugada. Fernando, desde el minuto uno, había recibido todo tipo de insultos. Vamos, igual que siempre que se desplaza fuera del Calderón, incluso cuando no viste la camiseta rojiblanca sino la de la selección nacional. Pero aquel día en Málaga le estaban tocando especialmente las narices, por no decir otra cosa. La agresividad mostrada por el público andaluz era especialmente aguada. Por eso cuando marcó no hizo otra cosa que reaccionar, responder a una constante provocación. Su gesto fue infantil en todos los aspectos. Dedos en los oídos, lengua fuera, Fernando recreó un colegial “habla chucho que no te escucho” mientras miraba a los que llevaban una hora atacándole y mentándole a sus figuras más sacras. ¿Insultó al respetable? Ambos vocablos, insulto y respetable quedaban demasiado grandes en esta acción.

 

Y parece que Torres se está volviendo contestón. Recientemente en el Camp Nou todos vimos cómo se echaba la mano al oído tras colar su segundo tanto de la noche dirigiéndose a los que segundos antes coreaban un sonoro “Torres maricón”. ¿Provocación o reacción? ¿Quién provoca aquí? El debate sería largo y casi bizantino.

 

Lo que más me fastidia de todo esto es ver la mala intención, el trato desigual y tendencioso que se suele dar a estas acciones. Ejemplos hay a montones. A bote pronto: vimos a los brasileños del Madrid hacer la cucaracha mientras apalizaban a un equipo del fondo de la clasificación y a muchos les resultó simpático en vez de prepotente; vimos a Raúl mandar callar al Camp Nou y no sólo no se observa provocación sino que además los poderes públicos piensan en hacer un sello con la foto; vimos a un tal Leandro simular una micción contra la grada del Vicente Calderón y a Valdano, su entrenador, le entra una repentina nebulosa mental y no opina y si bien, en su momento algunos reprobaron la acción, sí, a nadie se le ocurrió venir con el cuento seis meses después; también vimos a Roberto Carlos en un derbi en el Calderón retirar de una grosera patada las flores que homenajean a Pantic  en uno de los corners y nadie habló ni tan siquiera de falta de respeto. Etcétera.

 

Se recuerdan cosas durante años, eso sí, como los acomodamientos genitales de Hugo en el Camp Nou, el corte de mangas de Giovanni  o el del Schuster  con la azulgrana en final de Copa contra el Madrid. Bueno, de esta última se olvidaron mientras vistió de blanco, como se olvidaron siempre que pudieron del “blancos, llorones, saludad a los campeones” de Figo.

 

La mala leche inunda la memoria y a hace salir a flote sólo cuando interesa. Trataron de meter presión y Fernando cascó dos goles en diez minutos. Eso sí, consiguieron avivar el odio y Torres cobró, si cabe, más de lo corriente, pero terminó entero y sin tarjetas. Misión no cumplida. Otra vez será.

 

Victor Hegelman.

Las mentiras sobre el Atlético Aviación: El equipo del régimen.

Las mentiras sobre el Atlético Aviación: El equipo del régimen.

Muchos son los que comentan o acusan directamente al Atlético Aviación de haber sido el equipo del gobierno franquista, poniendo en tela de juicio cualquier logro conseguido por el Atlético en la posguerra sin aportar el más remoto argumento contrastado. Y no es este un mal que azota sólo a los indocumentados interneteros citados en el primer capítulo de esta serie de artículos. Algunos presuntos historiadores (o como les llama Bernardo de Salazar, “historietadores”) se lanzan sin paracaídas al terreno de la malintencionada sugerencia. Así, mendaz y cobarde se muestra Carlos Fernández Santander: “Curiosamente o no, la Liga y la Copa han sido en este primer año para dos equipos de clara significación pro-régimen: el semi-militarizado Atlético Aviación (sic), que de estar descendido a Segunda ha pasado a campeón de Primera, y el Español, representante de las esencias españolas en Cataluña”. En una línea muy similar proclama Duncan Shaw: “no es sorprendente que el Atlético Aviación (sic) ganase las dos primeras ligas después de la guerra civil; quizá lo es más que el apoyo oficial no le ayudase a ganar más trofeos antes de recuperar su independencia y su nombre original en abril de 1946(sic)”. Es decir, sugerencias, elucubraciones, ataques velados, sin pruebas de ningún tipo, tan sólo intuiciones.
Vamos a tratar de repasar un poquito la historia (lo que ni los “historietadores” ni los mentirosos directos han tenido la decencia de hacer) y vamos a intentar ver hasta dónde llegaban para el Atlético esas presuntas ventajas que podían conducir a considerarle una especie de “Steaua ibérico de los 40”.
Nuevamente agradezco sinceramente a Fernando Sánchez su desinteresada colaboración en la redacción de este artículo.
Lo cierto es que llamaban al Atlético Aviación en los primeros 40 el “equipo de los millonarios” (así lo atestigua el gran lateral Aparicio), aunque no precisamente por tener millones en el banco. La participación en su dirección del Ejército del Aire le otorgaba algún privilegio como uso ilimitado de vehículos y gasolina en sus desplazamientos, y el derecho de elegir a cualquier jugador que sirviese en el Ejército del Aire, con opción sobre los del Ejército de Tierra. Además, como otras tantas entidades dependientes del Ejército, recibió una subvención del ministro general Yagüe. No fue, de todas formas, el equipo colchonero, el único club de fútbol en recibir en los 40 ayudas estatales, pero ese es otro tema.
No hay que dudar, en cualquier caso, que los “cables” recibidos por los aviadores eran interesantes sobre todo en unos tiempos en los que España estaba en ruinas. De hecho la ventaja de los desplazamientos en vehículos militares no era cosa baladí, ya que las condiciones en las que viajaban otros equipos (muchos en trenes regulares y no precisamente en primera) eran sin duda más complicadas.
Bien, el Atleti no era rico pero sí “económicamente viable”. Pregunto sin respuesta: ¿es eso motivo suficiente como para considerar que ganó dos Ligas gracias al poder fascista? Sigamos.
Se habla también de la influencia del equipo aviador de cara a mover los hilos en la Federación. Una vez descartado cualquier tipo de beneficio a la hora de acceder a un puesto en la máxima categoría nacional (ver anterior artículo sobre su derecho a jugar en Primera), tan sólo hay una referencia en la que no se demuestra un trato de favor, pero sí un cierto peso rojiblanco a la hora de recabar apoyos oficiales a favor de sus intereses. Estoy hablando en particular del caso del pase del cántabro Germán del Racing al Athletic Aviación-Club tras la guerra. Y es que las intensas gestiones del directivo rojiblanco Cesáreo Galíndez contaron con la inestimable mediación de la Federación Castellana de Fútbol. Y nada más. Defendieron los intereses de uno de sus clubes frente a los de un club de otra federación regional. Conforme a la ley y sin, por ejemplo, adaptar o modificar normas con urgencia para que pudiesen entrar jugadores en nuestra Liga en clubes poderosos. Hablo de los casos de Kubala en el Barça y Di Stéfano en el Madrid (aquello sí que era tirar de influencias…). Sigamos.
Me pregunto: si el Athletic Aviación-Club era el equipo del Gobierno, ¿cómo se explican sus dificultades para tener un campo propio tras la guerra? Me explico. Con el Metropolitano destruido al Athletic le quedaba la opción de Vallecas, sin embargo, el campo vallecano, según Salázar, era de tierra lo que impedía de acuerdo con las normas federativas que pudiese utilizarse para albergar partidos de Primera. Tocaba replantar, lo cual supuso que los aviadores no dispusiesen de su propio estadio (su segundo estadio, ya que el Metropolitano se estaba reconstruyendo con bastante parsimonia por sus dueños) hasta la última jornada de Liga. Ante tal situación tuvieron los rojiblancos que solicitar al vecino Madrid que le cediese su campo de Chamartín para los partidos locales atléticos. Los blancos aceptaron si bien con la condición de que sus socios entrasen gratis a todos los partidos de los rojiblancos. Durante toda la temporada los jugadores del Athletic Aviación Club sufrieron las iras y abucheos de los hinchas madridistas que animaban ruidosamente un domingo sí y otro también a los rivales de los colchoneros, fuesen cuales fuesen. La situación llegó en ocasiones a enfrentamientos entre los jugadores voladores (presuntamente locales) y el público merengue, lo cual llegó a suponer sanciones para los contrariados jugadores (p.e. Elícegui y Blanco tras partido contra el Betis en Chamartín recibieron multas de 100 pesetas por sus gestos groseros al iracundo “respetable”). Tan patente era el ambiente hostil que tenía que soportar el Athletic (meses después Atlético) en sus enfrentamientos caseros que la Federación Castellana llegó a condenar (sin sanciones, eso sí) tal situación. Así decía un estracto de una de sus notas: “Este apasionamiento de alentar al tercero en discordia cuando su triunfo no beneficia ni indirectamente al nuestro y la hostilidad al equipo de casa en beneficio exclusivo del visitante, infiere grave daño al fútbol regional (castellano)”.
Me pregunto de nuevo: para ser el equipo del Gobierno fascista no parecía que todas las cosas estuviesen demasiado fáciles, ¿no?
Otros episodios puntuales tampoco parecen avalar la teoría del equipo gubernamental. Hablo del oscuro y sorprendente encarcelamiento de su entrenador Ricardo Zamora en el año 40 como consecuencia de haberse ausentado de España saliendo de la zona roja más tiempo del que permitía la ley durante la guerra (dos meses). Esa es la versión oficial. La oficiosa y publicada así en algún periódico de la época era que le encerraron “por rojo” o más claramente por ser amigo de rojos, que para el caso en aquellos años venía a ser lo mismo. Zamora durante unas semanas tuvo incluso que abandonar su cargo de entrenador.
Sorprende por tanto ver cómo en este caso el Gobierno franquista actuó con mano de hierro y dudosa justicia contra su “presunto equipo”.
¿Y en el campo cuáles eran los beneficios? Como digo, mucho se comenta sin argumentos las posibles ayudas a favor del Atlético Aviación para ganar dos Ligas. Lo cierto es que ambas las ganó el Atleti, como diría Maradona, “cagando”, sufriendo conforme a su historia. Incluso en la primera los jugadores terminaron su último partido pensando que no habían ganado el campeonato ellos sino el Sevilla que jugaba en Alicante e iba ganando. Sólo una llamada minutos después les confirmó, para su sorpresa y alegría que el Hércules había conseguido empatar al final dándoles el título. En el siguiente año también ganaron en la última jornada, si bien esta vez dependían de sí mismos. Mucho suspense me parece para tratarse de Ligas ya asignadas de antemano…
De hecho, si eran los jerifaltes fascistas los que asignaban los campeonatos, ¿por qué no ganaron los aviadores las Copas del Generalísimo y las siguientes Ligas para mayor gloria del Movimiento? Lo cierto es que siendo de Aviación el Atleti no volvió a ganar ningún título siendo los campeones de las cuatro Ligas siguientes Valencia, Atlético de Bilbao, Barcelona y Sevilla. ¿También eran fascistas o estos sí ganaron en buena lid? Incluso en esta época hubo dos temporadas (42-43 y 45-46) en las que el Atleti sudó la gota gorda para mantener alejada la promoción. ¿No decían que ganaba por decreto?
En fin, muchas tonterías se han dicho sobre el Atlético Aviación y casi todas sin ningún tipo de documentación, tirando del hispano “difama que algo queda”.
¿Porqué entonces ganó las dos Ligas siguientes a la guerra el Atlético? Traigo aquí unas palabras de Francisco Vivés, primer presidente del Athletic Aviación-Club dando su opinión sobre tal extremo:
“El At.Aviación resultaba ser fácil de llevar, pues al ser, militares o asimilados sus jugadores, no cabían discusiones de ninguna clase y la disciplina resultaba algo innato con sus ocupaciones diarias”. “Con la fusión se hermanaron el Ejército del Aire y el Atlético de Madrid, de tal modo que las primeras estrellas del Atlético Aviación (sic) serían los Germán, Vázquez, Campos, Aparicio, Arencibia... procedentes de soldados de Aviación. Se puede constatar igualmente, mediante documentos oficiales de la época, que los mandos del Ejército del Aire dieron difusión entre sus componentes acerca del At.Aviación para que aquellos que voluntariamente quieran cooperar al engrandecimiento del deporte, se inscriban como socios de este club, que funciona bajo los auspicios del Ejército del Aire [...] El equipo se movía en autobuses del Ejército del Aire. Todo se hacía bien y los resultados eran perfectos”.

Ni una crónica y ni una prueba de mafias, robos u otras conductas arteras a favor de los aviadores. En esta serie de tres artículos están (muy resumidos, eso sí) los hechos. El que quiera que siga inventando o mintiendo, el que no, que lea y se documente.


Victor Hegelman.
Las mentiras sobre el Atlético Aviación: Su derecho a jugar en Primera.
Volvemos hoy nuevamente para desmontar otra de las acusaciones que sobre la historia del Atlético Aviación y, por ende, del Atlético de Madrid. Periodistas con reputado pasado, pero nulas dosis de información y objetividad han vomitado al mundo la siguiente mentira: “En 1.939 se inventó una promoción contra el Osasuna con el objetivo de poder meter al Atlético Aviación en Primera”. Con otras palabras pero la misma desinformación y mala leche publicaba en 1.990 Francisco Yagüe en Diario 16 su incalificable artículo: “Efemérides para olvidar”. Después extendieron su “obra” unos cuantos más. Otros han ido más allá en la idiotez y denuncian: “Para meter al Atlético Aviación en Primera se obligó al Oviedo a renunciar a la plaza que le correspondía”.

Después de respirar unos minutos (tal avalancha de tontunas son difíciles de ingerir sin anestesia) vamos, como siempre, con los datos contrastados en los libros de historia.

Antes de comenzar quisiera dar las gracias por su ayuda tanto para confirmar datos como para ampliarlos y enriquecerlos a Fernando Sánchez, doctor cum laude en periodismo por su tesis: “Fuentes documentales deportivas aplicadas a la historia de un club deportivo español: Historia del Club Atlético de Madrid”.

Como dije en la anterior columna el Athletic Club (de Madrid) había descendido a Segunda división en 1.936 y esa era la categoría que en principio correspondía al Atlético Aviación al reanudarse la competición en 1.939. Sin embargo, ante una cierta sorpresa general, el Oviedo pidió una especie excedencia solicitando a la Federación, dada su desastrosa situación económica, social y deportiva, una prórroga para su reingreso en la competición. Es conveniente recordar como, antes de la Guerra Civil, el Oviedo, si no un grande como tal, era un equipo plenamente asentado en Primera, cuarto clasificado en la Liga del 36 y contaba en sus filas con Isidro Lángara, la gran figura hispana goleadora de preguerra (máximo anotador liguero en la 33-34, 34-35 y 35-36). Al finalizar la contienda bélica el Oviedo había perdido a una buena parte de sus jugadores (la lucha en Asturias fue especialmente cruenta), el propio Lángara había huido fuera de España con la selección de Euzkadi, y tenía su campo de Buenavista literalmente destrozado, con la tribuna arrasada (las maderas se arrancaron para hacer fuego) y una gran trinchera que partía el campo de juego en dos. Sin medios para reanudar su actividad, fue por tanto el club astur el que solicitó que le excluyesen temporalmente de la renacida Liga.

La Federación Española, ante la baja del Oviedo, confeccionó el calendario liguero con once clubes (uno descansaba cada semana). Sin embargo, el Club Atlético Osasuna reclamó su derecho a jugar en Primera en base a un acuerdo tomado por la Junta Directiva de la Federación, el 26 de junio de 1938, que otorgaba una plaza en la categoría de oro al equipo osasunista como agradecimiento a los servicios prestados por el pueblo navarro al bando nacional durante la Guerra Civil. Esta curiosa decisión fue refrendada por la Federación en la primera asamblea celebrada tras la guerra. Eso para los que hablen de “equipos del gobierno”. A ver cómo les cuentan ahora esta historia a los Indar Gorri…
Claro, si por una razón así se podía entrar en Primera, no es extraño que llegasen también reclamaciones de Coruña, Vigo y Ceuta enarbolando la bandera del “pa´ franquista el que suscribe, que yo también estuve a tortas con los rojos y merezco estar en Primera más que nadie”.

Sin embargo, estos méritos eminentemente bélicos chocaban frontalmente con los reglamentarios y deportivos, porque, al renunciar el Oviedo, el equipo que había tenido mejor clasificación en la última temporada no era otro que el Athletic Club (de Madrid) penúltimo en Primera en 1.936, correspondiendo el farolillo rojo al “promocionable por las armas” (valga la expresión) Osasuna.

Los directivos aviadores rojiblancos movieron sus influencias en la Federación (que no eran pocas) reclamando su mejor derecho conforme a la normativa puramente deportiva, y, tras varias deliberaciones, se decidió que el aspirante político (Osasuna) y el deportivo (Athletic) dirimiesen la plaza en primera en un partido de promoción a celebrar en campo neutral. Dicha decisión “salomónica” despertó una gran polémica, y no a favor del Ahletic-Aviación Club, que era el que realmente cedía su derecho deportivo frente a intereses ajenos totalmente al mundo del fútbol, sino a favor de Osasuna que presentó un recurso al Consejo Nacional de Deportes. Se llegó incluso a dudar del “franquismo” de los miembros federativos que tomaron la decisión, de ahí que el fallo de Consejo a favor del partido de promoción añadiese en su texto unas curiosas explicaciones finales:

“Resolución por unanimidad:

La Comisión ejecutiva, después de un detenido estudio de los antecedentes que se citan, resuelve por unanimidad:
PRIMERO. Que confirmado el acuerdo recurrido, el puesto vacante circunstancialmente en la 1ª División de la Liga de clubs de fútbol se decida a favor del que resulte vencedor del partido a celebrar entre el CLUB ATLETICO OSASUNA y el ATHLETIC-AVIACION, en Valencia, el día 26 DEL CORRIENTE MES.
SEGUNDO. Que es condenable y debe ser sancionada debidamente la campaña pública llevada a cabo por elementos extraños y con fines absolutamente ajenos al deporte.
TERCERO. Que son calumniosos y dignos igualmente de sanción los ataques inferidos a la Federación Española de Fútbol, y a sus dignos componentes, de cuya honorabilidad, responde plenamente la COMISION EJECUTIVA, así como el de su adhesión absoluta al glorioso MOVIMIENTO NACIONAL”.

Resumiendo, que la promoción “inventada” (según los indocumentados) en favor del Athletic Aviación-Club resultó en realidad ser una cesión por parte de los aviadores rojiblancos de su legítimo derecho deportivo a favor del Osasuna, cuyos méritos se reducían a su arrojo en la lucha en pos de la victoria de las tropas de Franco. Ni más ni menos.

Para completar la información sólo queda decir que el partido de promoción celebrado en Mestalla el 26 de noviembre de 1.936 terminó con un 3-1 favorable a los madrileños con dos goles de Enrique y uno de Vázquez que remontaban el inicial de Vergara, refrendando en el campo de juego lo que la política había puesto en duda: su derecho deportivo y reglamentario a jugar en la máxima categoría nacional.

Victor Hegelman.

PD. Por cierto, al Oviedo se le guardó su plaza y se reincorporó a la Liga de Primera División en la temporada 40-41, pero esa es otra historia.
Las mentiras sobre el Atlético Aviación. Su nacimiento.
Nacimiento del Atlético Aviación.

Como dijo aquel, empecemos por el principio. Algún ignorante valiéndose de internet ha lanzado al mundo la siguiente frase: “el Atlético Aviación (actual Atlético de Madrid), un club creado durante la guerra civil por el ejército fascista y que luego se valió de las ayudas del gobierno franquista para ganar dos ligas. El Madrid quedaba en la capital como el equipo republicano”. Dado que la acumulación de tonterías en tres líneas es ingente voy a ir poco a poco, y en esta ocasión responderé a la pregunta: ¿de dónde sale el Atlético Aviación? Prepárense porque aunque intente resumir no prometo nada.

Comencemos por el Atleti. ¿En qué situación deportiva llega a la guerra? El Athletic Club (llamado de “de Madrid” como identificación de la ciudad a la que pertenecía que no por ser parte del nombre) jugó en la temporada 35-36 en Primera división para finalmente descender a Segunda tras un dramático partido contra el Sevilla en Madrid que termina 2-3 (el del famoso –para los que mienten, desconocidísimo- penalti fallado por Chacho en los minutos finales).

Durante la guerra el Athletic Club, como los otros clubes, reduce su actividad al mínimo, si bien juega algunos partidos benéficos, por ejemplo, ante un equipo creado por los militares republicanos llamado “Batallón Deportivo”.

Lejos de Madrid y por su cuenta, otro equipo creado durante la contienda bélica, el Aviación Nacional, nace en Salamanca en la base aérea de Matacán a mediados del 37, contando con soldados voluntarios y de reemplazo, y con la finalidad de jugar encuentros benéficos con otros equipos militares, obviamente del mismo bando.

Sin embargo, en verano de 1.938 la Batalla del Ebro motiva el traslado del Cuartel General del Generalísimo a Zaragoza y allí se va el equipo aviador. Allí juega amistosos con el Racing de Santander, Alavés, Zaragoza y Real Unión entre otros, y además empieza a jugar partidos oficiales actuando, digamos, como un “club de verdad” . Así, participará en el Campeonato Regional de Aragón proclamándose campeón tras vencer insisto, en partidos oficiales, primero al Recuperación de Levante, luego a la 80ª Compañía de Automovilismo y para rematar, en la final, al Real Zaragoza en su antiguo campo de Torrero. Nótese que el Aviación Nacional no era precisamente el único equipo militar o representativo de los nacionales creado en la Guerra Civil, y es que tres años dan para mucho, no siendo tan raro que en una sociedad en la que la población civil bastante tenía con escapar y sobrevivir de cualquier manera, fuera en el seno del ejército donde pudiesen desarrollarse actividades deportivas.

La victoria voladora en el Campeonato Regional le permite participar en la I Copa del Generalísmo en la que eliminó al Betis en octavos de final, cayendo ante el Sevilla en cuartos con un arbitraje en el partido de vuelta en la ciudad andaluza que algunos cronistas de la época calificaron como favorable al equipo sevillano. De hecho el “referee” marcó el final con algunos minutos de antelación ante la invasión de campo que se produjo al marcar el Sevilla el cuarto gol que daba la clasificación a los locales. Un poco raro esto último tratándose del equipo de Franco que recibía favores para ganar, ¿no? Pero sigamos.

La guerra termina el 1 de abril de 1.939 y el Aviación Nacional, lejos de querer disolverse, establece su sede (o sencillamente domicilio) en Madrid, en el Paseo Martínez Campos 30, siendo la persona de contacto el Alférez Salamanca.

Evidentemente existe un problema. Con la guerra terminada el equipo aviador no tiene donde aterrizar y, aunque haya participado en la I Copa del Generalísmo no le pueden meter sin más, por ejemplo, en Primera o Segunda División. Hubieran podido empezar desde categoría regional y emprender el tortuoso camino de los ascensos para llegar a la élite, si bien esa idea ni se pasaba por la cabeza de los directivos azules. Era necesaria una fusión con otro club ya existente.

Y lo cierto es que la idea de juntarse con el Aviación Nacional no sólo era interesante para los militares, sino también para los principales clubes capitalinos. Tanto es así que el primer club que corrió a presentar sus respetos y a pedir relaciones duraderas a Martínez Campos, 30 fue el Madrid Club de Fútbol (el Real se lo quitó del nombre durante la II República) a través de uno de sus prohombres más destacados, don Pedro Parages. Surge la pregunta, ¿pero no era el Madrid, según el indocumentado internetero, el equipo republicano? Pues no, mire usted. Corrieron como gamos a juntarse con “la aviación fascista”, hecho que, por otro lado, era la primera y gran opción que se pasaba por la cabeza de los militares de azul.

Sin embargo, el acuerdo no llegó a cerrarse. Las razones en nada tenían que ver con el presunto republicanismo madridista. Según cuentan, la principal fue las altas imposiciones de los voladores, sobre todo en lo referente a la presencia de sus oficiales en la directiva merengue, algo por lo que no pasaban, insisto, no por falta de afinidad al régimen (que la tenían y mucha) sino porque la fusión suponía demasiados gallos (con uniforme y sin él) en un mismo corral. Molestaba también la posible presencia de la palabra Aviación en el nombre del futuro club, desplazando el Madrid a un plano secundario, así como la posible modificación del escudo con la inclusión de emblemas del Arma de Aviación, aunque estos puntos eran menores con respecto al anteriormente mencionado..

La renuncia del Madrid abre dos nuevas opciones de integración para el Aviación Nacional. La primera que se baraja es el Nacional de Madrid, equipo de Chamberí. Las ventajas de esta alternativa son evidentes: el Nacional tiene campo propio (“El Parral”, relativamente cerca de la Plaza de Toros de las Ventas) y en cuanto al nombre, los militares no tendrían ni tan siquiera que cambiar el suyo original (quedaría en Club Aviación Nacional).
La otra opción es el Athletic Club (de Madrid). La guerra, indudablemente, había terminado de destrozar a un club en crisis tras el descenso a Segunda del 36. Por no tener no tenía ni campo dónde jugar ya que el Metropolitano había sido arrasado al ser primera línea en el frente de Moncloa y la Ciudad Universitaria durante el asedio a Madrid. Sin embargo, ofrecía un puesto en Segunda, algo que no tenía el Nacional. Ofrecía además una larga experiencia de sus directivos, y una plantilla en la que todavía contaban importantes jugadores de antes de la guerra como Guillermo, Mesa, Gabilondo, Elícegui o Arencibia. Otros muchos eso sí, estaban inutilizados, valga la expresión, al estar pendientes de clasificación en campos de prisioneros o escondidos tras haber luchado a favor del ejército republicano (coño, pero ¿no era el Atleti el equipo de los fascistas?), o huidos con la selección vasca (caso de Urquiola) o caídos en combate (Ángel Arocha).

Los aviadores aportarían su organización madurada en la guerra, algunos fondos propios (no demasiados como el tiempo demostrará), infraestructrura del ejército, que no venía nada mal en una España destrozada (autobuses para desplazamientos, comida para dietas…) y un equipo deportivo más que interesante, con el famoso Ricardo Zamora como entrenador, y un buen número de jugadores que llegarán a leyendas del fútbol español: Germán, Machín, Aparicio, Campos, Vázquez, etc.

El interés por tanto era mutuo, si bien para los rojiblancos era una auténtica “cuestión de Estado”. Los directivos atléticos Touzón, Fernández Cabello y Galíndez exponen a los demás socios que en caso de no llegar a un acuerdo con los voladores existe un peligro real de desaparición. Las posturas se acercan y finalmente, el 4 de octubre de 1.939 en los locales del Athletic de la calle Alcalá se firman los acuerdos protolarios por los que se crea el Athletic Aviación-Club bajo la presidencia del comandante Francisco Vivés. El nombre de Club Atlético Aviación llega un año después, tras prohibirse los vocablos extranjeros en los nombres de los clubes de fútbol (nacen, entre otros, el Atlético de Bilbao, el Real Gijón o el Real Santander).

En las próximas semanas iré desgranando nuevos aspectos que desmontan las absurdas teorías de los que insultan la historia colchonera sin haber tenido la decencia de consultar un solo libro de historia.

Victor Hegelman.
Las mentiras sobre el Atlético Aviación. Introducción.

 

Esto de Google está muy bien. Necesitas información sobre algún asunto y no tienes más que teclear un nombre relacionado para encontrar enseguida numerosa información. Pero, ¿es realmente información lo que se encuentra? A veces sí y otras muchas, no. Es abrumadoramente fácil transmitir una mentira, una falsa acusación o sencillamente una imbecilidad en Google, porque el gran problema de este buscador es que no posee detector de ignorantes.

¿Por qué todo este rollo? Hay motivo. En las últimos semanas me he ido introduciendo cada vez más en este mundillo de los “blogs periodísticos” (si se les puede llamar así), y dentro de las múltiples discusiones que se montan una de ellas ha devenido en acusaciones de lo más variopintas sobre la historia del Atlético de Madrid, en particular sobre la fase posterior a la guerra civil española (1.936-1.939) en la que el conjunto colchonero pasó a denominarse primero Athletic Aviación-Club y después Club Atlético Aviación. En los próximos días voy a ir publicando columnas con las que, una vez informado y documentado, intentaré arrojar luz sobre este tema. Y no es mi intención la de aclarar ningún punto a los mentirosos, pues cuando se acusa con mala fe y sin tener ni puñetera idea pocas ciencias son válidas. Mi explicación se encamina a aquellos que lean esta serie de columnas sin prejuicios, para que cuando oigan a un tonto lanzar patrañas sobre el Atlético Aviación, puedan rebatirlo con lo que aquel no presenta: argumentos.

Victor Hegelman.

P.S. QUE NO SE ME OLVIDE. Las fuentes consultadas para la redacción de esta serie de columnas son:

- Libro: “Las grandes mentiras del fútbol español” de Bernardo de Salazar y Félix Martialay, principalmente en su capítulo “Rojiblancos con alas”.
- Historia de la Liga española, auspiciada por MARCA (1.989).
- Dos historias del Club Atlético de Madrid publicadas, una por AS y otra por MARCA a principios de los años 90.
- Historia del Centenario del Atlético de Madrid, escrita por Bernardo de Salazar, publicada por diario AS en 2.003.
- Historia del Centenario del Real Madrid escrita también por Salazar y publicada por el Diario AS (2.001).
-Algo importante: testimonios directos de descendientes de jugadores de aquel tiempo. Me reservo los nombres.

¿Pueden los mendaces acusadores aportar una mínima bibliografía?

Las mentiras sobre el Atlético Aviación. Nota del autor.

Traigo a Señales una serie de cuatro artículos publicados en mi blog http://mas-alla-de-orion.blogspot.com sobre la historia del Atlético Aviación. He creído interesante agruparlos y presentarlos ordenados a los lectores de este blog. Espero que os gusten. 

Victor Hegelman.

CAM, SAdI

CAM, SADI

Cuántas fortunas no se han hecho en este país desde la época del desarrollismo franquista al calor de la construcción, y no digamos nada en los dos últimos ciclos expansivos del negocio inmobiliario y de las obras públicas vividos bajo el régimen ya democrático, en el segundo de los cuales aún estamos instalados.

Ayuntamientos, instituciones y organizaciones políticas han tenido y tienen en la exuberante regulación urbanística imperante en nuestro país un medio idóneo para financiarse, legal e ilegalmente, hasta el punto de que en un reciente informe de Transparencia Internacional, una ONG especializada en la lucha contra la corrupción, concluía con respecto a España que la construcción es un "foco de corrupción permanente".

Pues bien, es en ese mundo, cómo no, donde las sociedades deportivas dedicadas al fútbol en nuestro país han encontrado la tabla de salvación para su clamoroso naufragio gestor. La encontró el Madrid en su día, la toca con los dedos el Valencia ya, y con ansiedad la buscan ahora los dueños del CAM, SAD.

Recuerdo que hace unos meses, cuando estaba al rojo vivo –es un decir– la oposición a la "operación Calderón", el actual consejero delegado del CAM, SAD llegó a decir en una entrevista radiofónica que el fútbol como actividad empresarial no era rentable, por lo que, muy imaginativamente, apelaba al negocio inmobiliario como recurso fundamental para generar ingresos que permitieran mantener a flote lo que se supone es la actividad que da sentido a las sociedades deportivas, sean mercantiles o no: el deporte.

No es extraño, por tanto, que los dueños del CAM, SAD, guiados por filosofía tan cañí, hayan emprendido una frenética actividad negociadora con inmobiliarias y autoridades políticas para montar un negocio inmobiliario con el que lograr lo que por vía de la pura gestión empresarial del fútbol no consiguen ni para la de tres. En Alcorcón obtienen terrenos para edificar una ciudad deportiva y no sé cuántas supuestas instalaciones anejas más. En Madrid capital buscan la venta del Calderón y la cesión de terrenos en Campamento o lugar equivalente para construir un nuevo estadio. En Brunete o emplazamiento similar parecen querer construir un pabellón donde resucitar el balonmano que ellos mismos mataron y unirle una escuela de fútbol. Y esperen que no salga a relucir alguna operación inmobiliaria más, porque una vez puestos a la tarea...

Así que, amigo colchonero, prepárese para el nuevo futuro que se le avecina. Porque, si la cosa fragua, usted en realidad no será ya seguidor de un simple equipo de fútbol, que como negocio ya sabe que es una ruina, sino de una sociedad anónima tan inmobiliaria o más que deportiva. En el futuro, pues, preocúpese por la evolución del mercado inmobiliario y el tino especulador de los dirigentes de su equipo tanto o más que por su acierto en los fichajes de futbolistas. Esté bien atento a sus habilidades para obtener el favor de munícipes y consejeros, pues serán más cruciales para el devenir de su equipo que el acierto en la contratación del técnico. ¡Ah!, y el día que tenga que ir al quinto pino para asistir al fútbol, no se mosquee, ni menos se enoje; entienda que son simples efectos colaterales de la batalla inmobiliaria en la que el mariscal de campo Gil Marín se encuentra enzarzado para hacer posible que usted siga padeciendo sus desatinos en la gestión deportiva.

The doberman.
La semana pasada llegó a los medios la noticia de la muy próxima retirada del Cholo Simeone de los campos de juego y su inminente llegada a los banquillos. No fue una sorpresa que Diego Pablo anunciase sin tapujos que sus puertas siempre estarán abiertas de par en par al que él mismo define como el club de su vida, el Atlético de Madrid.

No sé, el anuncio de su retirada, si bien estaba cantado (cumple en abril 36 castañas) me ha dejado un cierto poso de nostalgia. Recuerdo al jugador que llegó del Sevilla en 1.994 y que siempre dio la impresión de haber nacido para vestir la rojiblanca. Y es que Simeone era de esos tipos honrados en el esfuerzo, profesionales de una pieza, dispuestos a partirse el alma por aquellos que confiaban en él. Era un mercenario sin ningún sentido peyorativo en la expresión, un perro de la guerra, un doberman, como le bautizó fugazmente Rosety.

Pero no todo en Simeone era garra y lucha, como nos han querido vender durante años aquellos que no pudieron contar con el Cholo en sus filas. Incluso se atreven a decir que era un mal jugador. En fin, las opiniones son como los culos, que todos tienen una y unos lucen mejor culo que otros.

A mí este pelotero, al que he visto posiblemente un par de cientos de partidos en directo con las más variopintas camisetas, nunca me pareció precisamente malo. Poseía bravura, unas pelotas como camiones, pero también sabía perfectamente situarse sobre el terreno de juego. Su versatilidad hacía que pudiera ser utilizado en cualquier posición del medio campo o incluso incrustado en la defensa y rendir a un gran nivel. Sabía distribuir y cubrir al cerebro, atacar y defender correctamente, y sobre todo, contagiar su ardor guerrero a sus compañeros cuando los ánimos flaqueaban. En ese sentido a mí (opinión puramente personal) me recordaba al madridista Pirri, uno de los tíos más completos que he visto. ¿No regateaba bien? Tampoco intentaba locuras. Su falta de dribling se suplía con una gran visión a la hora de buscar al jugador más cercano para trenzar una oportuna pared. Eso sí, no le dejases un hueco por donde encarar la portería porque por ahí se te metía con el cuchillo entre los dientes y a por todas. Tenía además la complicada habilidad de colocarse siempre bien en los corners, ya entrando al remate anticipándose a los zagueros, ya esperando agazapado el rebote que le diese ventaja de cara al gol haciendo gala de una intuición que no muchos lucían.

Y si volvemos al recurrente tema de la garra todavía somos muchos los que tenemos en la retina a aquel Simeone con el hombro salido lanzándose en plancha contra el Athletic para lograr, de soberbio testarazo, el tanto de la victoria. O en aquel mismo año (93-94) la escena desgarradora en Riazor del equipo médico rojiblanco pisándole el maltrecho contra el suelo mientras le estiraban el brazo. El doberman gritaba, rugía, pero aguantaba cualquier cosa con tal de volver a la cancha a ayudar a su equipo. Y aquel día volvió y el Atleti, su Atleti, venció. ¿Cómo no iba a gritar la hinchada colchonera “ole, ole, ole, Cholo Simeone?

Con respecto al tema de sus acciones violentas, por motivos de espacio, voy a dejar el tema para otro día, aunque su consideración de “asesino” por las hinchadas rivales solía tener un componente hipócrita digno de analizar. Y lo analizaré, ya ven. Sólo decir que jugadores como estos son idolatrados en numerosos equipos. Las patadas no se ven igual cuando se dan y cuando se reciben. Y el Cholo, entre las muchas habilidades que tenía, también estaba la de saber parar un partido cuando más necesario era. Bromas las justas. “Cancheros” llaman a estos peloteros en Argentina. Y en España, “cancheros” o simples guarros ha habido en todos los equipos para dar y tomar, aunque no todos han recibido las campañas en contra que ha vivido el Cholo. Ser del Atleti tiene estas cosas.

Para terminar, dado que estos aspectos también los olvida mucha gente con facilidad, voy a recordar brevemente los principales hitos de su carrera:

Clubes.

Club Atlético Vélez Sarsfield - (Argentina) 1987 - 1989
Pisa Calcio - (Italia) 1989 - 1992
Sevilla Fútbol Club - (España) 1992 - 1994
Atlético de Madrid - (España) 1994 - 1997
Inter de Milán - (Italia) 1997 - 1999
SS Lazio - (Italia) 1999 - 2003
Atlético de Madrid - (España) 2003 - 2005
Racing Club - (Argentina) 2005 - 2006.

Con sus clubes.

Dos dobletes, con el Atleti y la Lazio, que no son precisamente clubes fáciles para conseguir este logro. En ambas hazañas fue pieza clave.
1 Liga española (Atlético, 1996)
1 Copa del Rey (Atlético, 1996)
1 Liga Italiana (Lazio, 2000)
1 Copa de Italia (Lazio, 2000)
1 Supercopa de Italia (Lazio, 2000)
1 Copa de la UEFA (Inter de Milán, 1998)
1 Supercopa de Europa (Lazio, 1999)

Con su selección.

Ha sido internacional con la Selección nacional de fútbol de Argentina en 105 ocasiones. Su debut como internacional fue el 14 de julio de 1988. Es el jugador argentino que más veces ha vestido la albiceleste.

2 Copas América (Selección argentina, Copa América de Chile 1991 y Copa América de Ecuador 1993)
Medalla de plata en Fútbol en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 (Selección argentina).

A mí me parece que no está mal. Que cada uno piense lo que le apetezca. A mí ahora sólo se me ocurre decir: “Ole, ole, ole, Cholo Simeone”. Y al que no le guste que no mire.

Victor Hegelman.
Fucking doberman.
En este país tener en contra a la afición madridista es tener en contra a más de la mitad de los aficionados españoles. No lo digo yo, lo dicen las estadísticas. Y precisamente la figura del Cholo Simeone ha sido un auténtico elemento aglutinador de odio entre la hinchada blanca, siendo su pisotón a Julen Guerrero una representación palmaria e indiscutible de lo que es una mala persona, un canalla, un criminal sobre el campo.

Resulta cuando menos curioso a la vista de la propia historia del club merengue comprobar lo finos que andan escrutando pajas en el ojo ajeno y obviando vigas como trolebuses en el propio. Así, podemos ver como en estos días con motivo de la paliza de La Romareda se ha apelado sin descanso al “espíritu de Juanito” para la vuelta en Chamartín. Y este recuerdo, sin duda, viene referido a la ambición y el coraje del malagueño, que no a sus marrullerías, sus agresiones a colegiados (dos años estuvo sancionado en Europa) y sus pisotones en la cabeza del rival (coño, ¿no era el Cholo el único que pisaba?). Sería injusto recordar a Juanito Maravilla (q.e.p.d.) por estas cosas, ¿verdad?.

Y sí, más que curioso me resulta hipócrita la eterna crítica, el eterno “sin perdón” a Simeone de una afición que reía cuando pronunciaba en los setenta la célebre frase “Benito saca el hacha” para que el zaguero de rictus patibulario se cargase al mejor jugador rival. El gran Benito, aquel que destrozó la carrera de un prometedor futbolista del Racing White belga en un torneo de verano (menos mal). Sí, hablo de la misma hinchada que bautizó a su centrocampista Ángel con el apellido de “exterminador”, celebrando con aplausos sus salvajadas. Recordemos, por ejemplo, aquella gesta que le llevó a lesionar de suma gravedad en un trofeo Santiago Bernabéu a la figura en ciernes del Dinamo Tibilissi, Kipiani, el cual, a raíz de la racial entrada de centrocampista tuvo que abandonar el fútbol. Grande, Angel, muy grande. De Felipe, otro fino estilista, también con una entrada criminal dinamitó la carrera del joven culé Bustillo en el 70 quebrándole la pierna. Que malo soy, ¿verdad?, desenterrando oscuros puntitos en las brillantes carreras de estos profesionales blancos. Más recientemente también puedo recordar cómo en una final de Copa Hugo Sánchez lesionó a Aloisio de un pisotón en la rodilla haciendo que el brasileño tuviese que ser cambiado. ¿De un pisotón clavando los tacos? ¿Igual que el puto Simeone? Sí. Bueno, igual no, porque el zaguero tuvo que abandonar el encuentro mientras que Guerrero continuó todo el partido. Pero que ruin sería recordar al gran mejicano por sus guarradas (sus muchísimas guarradas) perpetradas en el césped. No, sería injusto. A Hugo le recordamos por sus goles con la elástica blanca.

¿Seguimos? Sí, venga, seguimos, porque tampoco hay que irse tan lejos en el tiempo para ver, digamos, conductas escasamente deportivas en los jugadores merengues. Porque yo he visto a Roberto Carlos cargarse a dos jugadores culés en cuestión de cinco minutos en el Camp Nou, lesionar a Peternac y cargarse a Valdo y despedirle con una sonrisa burlona. Yo he visto a Figo reventar a tibia a un joven defensa llamado Pablo y levantarse, limpiarse el polvo y dar la espalda mientras el zaguero se retorcía de dolor. Yo he visto a Salgado hundir la prometedora carrera de Juninho cazándole vergonzosamente el tobillo. Incluso a un caballero como Zidane le he visto tener sus lunares con sendos oscuros pisotones, uno a Velasco cuando jugaba en el Celta y otro que dobló el peroné de Emerson en un derbi del 2.003. Yo he visto a Gravesen lesionar a Gabi con una certera coz. Yo he visto a Pablo García… bueno a este llevamos viéndole muchos y sorprende observar como ahora le aplauden por practicar su juego de siempre (antes, decía la prensa capitalina, era el “jugador más sucio de la Liga de las Estrellas”). Yo he visto a Hierro soltar los codos como un ventilador, y he visto a David “el guapo” escupir a rivales e insultar y mofarse de juveniles… Podría seguir pero me canso y me aburro.

“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais” decía el rubio replicante de Blade Runner.

Cuán injusto y tendencioso sería recordar a estos grandes artistas por sus “pecadillos”, ¿verdad?

Sin embargo con Simeone, el argentino más veces internacional, no puede haber piedad. Se le recuerda por lo que fue, un tipo patibulario, un asesino deportivo. Estoy convencido de que si el Cholo hubiese jugado de blanco (su nombre sonó para Concha Espina antes de fichar por el Atleti) ahora sería una leyenda tan grande como los jugadores mencionados anteriormente. Y todos hablarían de bravura y casta, no de pisotones y tacos.

Un dato para finalizar. Una semana después del incidente con Guerrero el Cholo fue pisado en la rodilla por Couto en partido de Copa. Le tuvieron que dar puntos. “Se lo merece”, unos pensaron y otros directamente dijeron. Al terminar el partido, Diego Pablo fue preguntado con cierta sorna por la jugada por los periodistas y contestó: “Las cosas del campo deben quedar en el campo”. Al Cholo le cayeron cuatro partidos. A Fernando Couto ninguno.

Victor Hegelman.
Los profundos pensamientos de Javier Marías.
Buceaba por este universo de los blogs cuando, oh, sorpresa, me he topado con el del escritor-filósofo Javier Marías (o filósofo-escritor, que no sabría yo como catalogar a tan insigne personaje). Me pongo a leer un momento y pienso (luego existo): “Verás como acaba hablando del Madrid, y lo peor, verás como acaba hablando del Atleti”. Toma ya. Aquí está. Nunca un “fortune teller” provisional lo tuvo tan fácil:

"Los del Atlético odian al Real Madrid. Nosotros no odiamos a los del Atlético, sólo nos dan muchísima pena", dijo Marías.

Lo sabía. No hay nada más previsible que las obsesiones del señor Marías. Y mire usted, don Javier, como sus ampulosos rollos hace tiempo que no me sorprenden lo más mínimo (que se adorna tanto como se repite) pensaba pasar por alto su colchonerofóbica afirmación, pero como me lo ha puesto tan fácil y tengo el día libre, voy, con su permiso o sin él, a dedicarle unas líneas.

Usted habla de pena, y mire, ahí coincidimos. Yo también siento bastante pena. Pena de ver cómo su talento y equilibrio (que lo tiene a veces) desaparecen completamente de su cerebro en el momento en el que empieza a hablar del Real Madrid. Pena de ver como emerge el forofo cavernario y apuñala al escritor culto sin ningún tipo de resistencia del entorno. Pena de ver cómo, muchos años después, su odio al Atlético de Madrid (aquel equipo que usted definió, en un nuevo alarde de fijación, como “irresponsable y travieso, pero también marrullero y bastante acanallado” (1)) permanece en su subconsciente todavía más sucio que antaño, tirando de una chusca hipocresía para ocultarlo tras la cortina de un autoimpuesto y falso desdén. Falso porque su rencor al Atleti (que sabe Dios cuáles serán sus orígenes) aporta una más que cumplida bibliografía, con lo que tratar de esconderlo ahora y disfrazarlo de piedad (“me dan muchísima pena”) suena a lo que es, una gilipollez cuyo tamaño sólo se asemeja a la burda mentira que oculta.

Porque además, dentro de su habitual megalomanía futbolística, usted, don Javier, no puede ni quiere luchar contra la tentación de hacer juicios rotundos, universales. Todos los del Atleti (Marías dixit) odian al Real Madrid, mientras que los madridistas sólo sienten muchísima pena por los del Atleti. Y todo con su eterno estilo, tan fácil y bobalicón cuando desciende a ese barro irresistible de las descalificaciones balompédicas de barra de bar y cuarto o quinto copazo de coñac. Sin argumentos ni inteligencia el estadista Marías, conoce a todos, rojiblancos y merengues, y dicta desde su púlpito de sobremesa las reglas de comportamiento de ambas sociedades futbolísticas. Un Marías que al alejarse de las letras o tratar de adaptarlas a sus filias y fobias se vuelve hipócrita y palurdo en sus disquisiciones. Pena de verdad. Pena, penita, pena…

Reconozco que pensé dar carpetazo al asunto con los puntos suspensivos anteriores, sin embargo me dije: "¿porqué no hacemos un pequeño ejercicio de investigación empírica acerca de la imformación de don Javier?". Y allí me aventúré, y acto seguido me atreví (no sin un importante desagrado) a comentar con uno de los merengues más bocazas y maleducado que también existen, señor Marías) de mi entorno social la afirmación mariana. Su respuesta fue la prevista: “Sí, sí, eso. Los del Atleti nos dan pena. Aunque bueno hay que reconocer que también les odiamos”. Obsérvese la escasa distancia entre los argumentos de Marías y los del cacho bestia futbolero.

Me dispuse entonces a desplazarme al otro bando para comprobar mediante una “estadística Matallanas (2)” (aquella que a partir de una reducida y cercana muestra crea resultados de opinión con porcentajes absolutos válidos para presentar en cualquier foro internetero) sobre lo que sentían los atléticos acerca del Madrid. Tomé una muestra de diez colchoneros y pregunté: “¿Qué sentimiento te despierta el Real Madrid:

Odio.
Envidia.
Asco.
Indiferencia.
Simpatía.

Los datos arrojados por tan universal encuesta fueron los siguientes:

Odio (10%).
Envidia (0%).
Asco (80%).
Indiferencia (10%).
Simpatía (0%).

En resumen, que para sorpresa de los seguidores marianos (de don Javier Marías, no me malinterpreten) el 80% de los atléticos no odian al Madrid. Sienten asco, mientras que sólo un triste diez alberga el odio en su corazón. ¿Lo tomamos como verdad universal o esperamos el visto bueno de Marías, supremo desmenuzador de sentimientos futbolísticos?

Victor Hegelman.

(1) Referencia tomada del libro de Severino Lorences “El rojo y el blanco. Libelo de antimadridismo razonado”.
(2) Perdona Mata. No he podido resistirme.
El momento de Torres (II). Niño de rojiblanco sobre fondo blanco.
La impactante irrupción de Fernando Torres en el fútbol nacional en los pasos finales de la temporada 2.000/2.001 no dejó indiferente a nadie. Ya se había oído hablar del chico maravilla que hacía pocos meses había conducido con su talento a la selección española sub-16 a conquistar el Campeonato de Europa. Su llegada al primer equipo desde el juvenil A sin pasar por el Madrileño como medio para desviar la atención ante un ascenso que se escapaba y su portentoso gol en el Carlos Belmonte, hay que admitirlo, fueron sucesos vistos con simpatía e incluso celebrados por la prensa, que llegó a ponerse de parte del Atlético ante el bulo desinformado de José Ramón de la Morena que anunciaba aquel verano su inminente fichaje por el Valencia.

Sin embargo, bastaron unos meses para que Torres empezara a entender que no todo iban a ser halagos. Llegó el Mundial Sub-17, creo recordar que en Trinidad y Tobago, con la Liga ya comenzada, y allí llegaron las primeras críticas con 17 años recién cumplidos. El sector más blanco de la prensa habló de un jugador endiosado, al margen de sus compañeros, en fin, una mala influencia para el grupo. Lo cierto es que había jugadores madridistas en aquella selección que no le tragaban (Diego León podría contar algo de esto). La primera fricción llegó en la concentración en Madrid previa al viaje al Caribe. El Atleti jugaba en casa y Torres pidió que los seleccionados fueran a ver su partido. Los seleccionados blancos se opusieron alegando que a quien había que ir a ver era al Madrid. Digamos que el derecho de Torres era “más directo” que el de sus compañeros blancos, ya que Fernando pedía ver a su equipo, eran los tíos con los que él jugaba cada domingo, mientras que entre los madridistas ninguno había debutado en el primer equipo llegando todo lo más al Madrid C. La reacción de los merengues fue drástica e incluso violenta verbalmente. Al final no hubo partido “in situ” para nadie, a Torres le sentó muy mal y predominaron los morros durante todo el viaje, el cual fue más corto de lo esperado, ya que la selección campeona de Europa no pasó de la primera ronda. La campaña de la prensa fue desmedida e injustificada tachando a Torres de niñato, desestabilizador del grupo, y casi casi culpable de la eliminación.

Fernando comenzó a comprender que en más de una ocasión tendría que morderse la lengua.

Lo cierto es que a su vuelta Luis Aragonés, entrenador rojiblanco, no le puso tampoco las cosas fáciles. El equipo iba bien y nadie le había guardado su plaza de titular. Tras una fantástica pretemporada no le quedaba más remedio que volver a pelear por entrar en el once. Fernando, muy joven para tanto palo en tan poco tiempo, reconoció recientemente que más de un día se marchó del Cerro pensando en no volver a entrenar. Sin embargo, con el tiempo se muestra agradecido con la disciplina que le inculcó el “zapatones”. De hecho, antes de lo esperado Torres recuperó la titularidad y fue pieza clave en el codiciado ascenso.

Entretanto su relación con la prensa parecía haberse calmado. Fernando no se revolvió ante las injustas e injustificadas críticas, aunque motivos tenía, y su fútbol, todavía con la minoría de edad legal en su DNI, callaba muchas bocas. El nacimiento de una estrella en ciernes ya casi no era discutido por nadie.

No obstante había algo que hasta ahora no había molestado demasiado: su condición de atlético. Muchos madridistas, de la prensa o del público, comentaban en las barras de bar a los parroquianos atléticos: “Sí, la verdad es que es muy bueno. En fin, ya sabes dónde va a acabar. En dos años máximo está en el Madrid.” Lo cierto es a muchos que molestaba el surgimiento de un crack juvenil en la capital y que éste se hubiera producido a orillas del Manzanares. Después del fenómeno Butragueño y habiendo sido favorecidos por el destino y la inutilidad de Gil para que un colchonero hasta la médula como Raúl acabase como icono del madridismo, la llegada de Fernando Torres al Madrid se antojaba como un necesario episodio más en la creación de héroes patrios desde el entorno merengue… aunque vengan del rival capitalino, que el tiempo lo cura todo. Pero tampoco estaba el asunto para preocuparse demasiado. El Atleti todavía penaba en Segunda mientras que Florentino en el Madrid derrochaba la pasta gansa que el Ayuntamiento le había puesto en la cuenta. ¿Dinero? Toma, colchonero, un poco de calderilla y ya tenemos al nuevo Raúl.

La predisposición del entorno blanco era evidente. Ahora sólo faltaba que el ídolo atlético hiciese algún guiño, que, sin perder las formas, abriese una puerta al Madrid. Bastaba con que a la pregunta sobre si le gustaría algún día jugar en la Castellana, él contestase el habitual y manido “hombre, a cualquier jugador le gustaría estar en uno de los mejores clubes del mundo, y qué duda cabe, el Madrid es el más grande”. Insisto, sólo bastaba eso. Incluso no hacía falta que fuese tan rotundo. Se permitía incluso que terminase con un “…pero yo estoy muy bien en el Atleti y quiero cumplir mi contrato”.

Muchas fueron las ocasiones en las que se tentó desde los medios al joven Torres en los dos años siguientes, sin embargo, ante la sorpresa de los periodistas blancos Fernando se mostraba reacio, soltando perlas hirientes para el ego del Real como:

“Yo quiero quedarme siempre en el Atlético de Madrid”
“En el mundo hay otros equipos muy grandes además del
Madrid, por ejemplo, en España está el Barcelona”
“El dinero no es importante. Se vive igual de bien con
300 que con 500 millones”
O un demoledor: “Nunca iría al Real Madrid. Soy del
Atleti desde que nací.”

Y la admiración mediática se fue tornando en indignación. Varias oportunidades veladas le dieron a Torres para rectificar pero no lo hizo, y algunos periodistas que antes le alababan adoptaron la pose de la zorra de la fábula de Samaniego con las uvas soltando un rabioso:
“Da igual. No están maduras.” Da igual, es un bluff, un invento mediático (sin pensar que el medio inventor eran ellos), no tiene sitio en el Madrid, no tiene categoría, es muy malo, etc., etc., etc.

A partir de ese momento su relación con el cuarto poder no ha sido todo lo fácil que Torres podía prever cuando con 17 años recién cumplidos todo eran parabienes. Cuando ha jugado bien se le ha ensalzado, eso sí, sin pasarse, sin olvidar que los cracks no juegan en el Atleti. ¿Qué metía ante el Betis uno de los mejores goles de la historia de la Liga? Bien, en ese caso Antena 3 le hacía un hueco junto a las declaraciones de Míchel Salgado sobre el último partido del Real Madrid. Se le destacaba, sí, porque cantaba mucho obviar sus logros, pero sin olvidar que su nivel informativo siempre debía estar por debajo de las estrellas galácticas.

Incluso su paso por la selección era objeto de agrias discusiones. Cualquier otro jugador de cualquier otro equipo podía recibir la llamada del seleccionador haciendo la mitad de méritos. Fernando debía de brillar siempre. Y cuando debutó en partido oficial ante Ucrania muchos celebraron sin tapujos que fallara un importante penalti. “Está muy verde” se repitió una y otra vez (recuerden a Roncero y los hagiógrafos merengues del As). Nadie alabó, ni tan siquiera defendió, que un chaval de 19 años tomase toda la responsabilidad, mientras que otros pretendidos cracks como Baraja o sobre todo el capitán Raúl mirasen hacia otro lado. El propio Roncero reconoció cierta vez que el citado capitán “prefería no lanzar los penaltis”, y de hecho, desde que falló aquel crucial ante Barthez, no ha lanzado ninguno en partido oficial (sólo uno, y obligado por Luis, en un amistoso ante Escocia). Menudo derroche de personalidad para un aspirante al Balón de Oro…, pero con ese asunto es mejor callar o se te echa España encima.

Su presencia en la selección continuó mucho tiempo siendo un tema espinoso. Lo cierto es que muchas veces le vencían las miradas en su cogote y no funcionaba, aunque no es menos cierto que siempre era el primer cambio del mister y el tiempo para demostrar su valía era más reducido que el que tenían otros. “Tres goles en 23 partidos” bramaban los aficionados blancos, ya fueran periodistas o simples hinchas de la calle. “¿A qué jugador se le han dado tantas oportunidades?” A uno que yo me sé, respondo, pero ese también es otro tema que no viene al caso.

Hasta que llegó el partido clave de Bélgica y el Niño clavó dos golazos que clasificaron a España para la repesca. Y algunos no pudieron ocultar su disgusto pese al triunfo del equipo patrio: “Ya era hora de que hiciera algo.” Al finalizar el partido en Onda Madrid incluso le calificaron sólo con un bien. “Muy bien Reyes y bien Torres al aprovechar sus oportunidades”, dijeron. ¿Alguien imagina los calificativos si el autor de los dos golazos (sobre todo el acrobático primero) hubiera sido otro u otros que yo me sé y cuyos nombres tampoco vienen al caso? Imagino que habría sido una herejía dejarlo en un simple “bien”.

Y Torres nuevamente decidió callar.

Llegamos al momento actual. Esta cumpliendo una mediocre temporada, la peor desde su debut en Primera, con poco fútbol y menos goles, perdido en estériles batallas sin protección arbitral contra sucias retaguardias, pleno de críticas (unas más argumentadas que otras), sin embargo el Camp Nou aparecía en su horizonte... y Torres volvió a brillar como sabe él y como saben los buenos.

Hace dos días en el blog de Matallanas la opinión de los periodistas de sangre dominantemente blanca era clara: Torres no cabe en el Madrid, no tiene categoría. El mismo domingo, dos horas después de su exhibición en la Ciudad Condal, Iván Castelló escribía en As.com: "Porque el Madrid sólo debería fijarse en los grandes jugadores y Torres, lo es. Su antimadridismo de palabra ya tiene precedentes históricos suficientes como para pasárselo por alto." Roncero habla sin tapujos de “los dos golazos de Torres”. Retornan las recurrentes palmaditas en la espalda justo cuando no las necesita.

Y, probablemente, Fernando Torres callará de nuevo.

Victor Hegelman.
El momento de Torres (I). Fernando Torres y su fútbol.
He esperado un par de días desde que le escuché en Onda Madrid. No he querido precipitarme. Quería antes escuchar las reacciones. Ahora llega mi turno. Creo que la situación de Fernando Torres puede verse desde muchos prismas pero yo trataré de resumirlo en dos: el fútbol y la sociedad. Hoy empezaré por el balón.
Y es que en mi opinión Fernando Torres lleva demasiado tiempo estancado como futbolista. Ojo, eso no quiere decir que no sea un magnífico jugador. El Niño es grande, muy grande. Uno de los mayores talentos surgidos en la última década en Europa. Sin embargo, me parece que Fernando tocó techo en la temporada de su entrada en Primera (la 2.002-2.003). Lo que ofrecía entonces es lo mismo que ofrece ahora (que no es poco), pero lo que prometía todavía no se ha hecho realidad. Su nivel sigue siendo alto, pero sencillamente su fútbol no ofrece nuevos atractivos . Y es que cuando vimos en la citada 02-03 cómo se comía al Mallorca de Manzano siendo el artista de un contundente 0-4, cómo rompía la cintura a Naybet logrando uno de los grandes goles del año, cómo se hacía un slalom entre los defensas malacitanos para lograr otra victoria rojiblanca en el Calderón, cómo ganaba él sólo al Villarreal con dos golazos de crack o cómo, meses después, se sacaba una patada de kárate para marcar uno de los tantos de la década en el Ruiz de Lopera, y todo esto con la llegada a la mayoría de edad insultantemente reciente, muy pocos podían pensar que, al menos durante los tres años posteriores, Torres había tocado techo.
Los motivos de esta parada en su evolución no son demasiado claros. Para mí no tienen una sola dirección. Por un lado está el equipo que le rodea, que lleva jugando machaconamente mal desde que el Niño se incorporó a la primera plantilla colchonera. No, no ha tenido suerte en ese sentido. Por cada balón en buena posición que podía rematar le llegaban diez pedradas con las que Torres tenía que obrar el milagro de convertirlas en un lance de este juego llamado fútbol. Los balones francos eran y son “rara avis” en su vida, y no es lo mismo recoger, correr y rematar que frenar un meteorito, bajarlo al piso, sortear a dos defensas, chutar y marcar. A veces lo ha hecho, porque Fernando es muy bueno, pero no se puede sacar petróleo del barro todos los días.

Otra de las razones que yo veo en el frenazo de Torres está en su propio carácter. El Niño es un jugador eminentemente individual. Él solito puede resolver un partido (lo ha hecho tantas veces…) pero no le pidas que tire del equipo, que anime a los demás, que contagie. Han sobreutilizado el símbolo muy rápido y en el club le han puesto el brazalete de capitán sin atender a sus virtudes para el puesto. Sólo se ha tomado en consideración que es el que mejor juega y el más famoso, dejando a un lado los verdaderos requerimientos para el puesto: seriedad, solidaridad y liderazgo (y no me estoy refiriendo a vender camisetas). Torres no tiene nada de eso. Acepta el brazalete como acepta tantos marrones que le llegan de la directiva. El dinero que gana y su cariño al club hace que no ponga pegas a nada. Sin embargo, rara vez el Niño es la cabeza más centrada sobre el campo en el once colchonero. Es un chaval que quiere ganar siempre, y se desespera porque no le llega un balón en condiciones y también, no lo olvidemos, porque recibe más patadas y golpes que ningún otro delantero ante la repetitiva pasividad arbitral. Con la mezcla de estos dos componentes Torres vive los partidos en un tobogán de aceleramientos y desesperaciones que acaba bloqueando su talento. Y encima con 19 añitos van y le dan un brazalete que aquí han llevado tíos bragados como Abelardo, Collar, Ruiz, Tomás…tíos que ponían carácter, hablaban mientras sus compañeros y el árbitro escuchaban con respeto. Fernando se dirige al juez de turno y la cosa acaba con una tarjeta y un “no te jode el niñato”.
Y es que Torres además, fuera del Atleti, no cae bien. Le sobran aduladores que le pasen la mano por el lomo y le sonrían con dientes visibles cuando lo borda en un partido, pero, sin solución de continuidad, los pelotas se vuelven crueles enemigos en cuanto falla. Cuando alguno de los cracks nacionales se tira tres meses sin marcar tiene una mala racha. ¿Qué le pasa a Raúl?, preguntaba la prensa cortesana cuando el ídolo se tiraba meses y meses arrastrándose por los terrenos. ¿Qué le pasa?, no dando crédito a un bajón de juego, a un exceso de presión, a un simple rasgo de humanidad, sino pensando en algún extraño y desconocido mal. Cuando Torres se vuelve gris estos mismos hagiógrafos no preguntan qué pasa porque dan por hecho que ya lo saben. Sencillamente es malo, es un bluff, un invento de la prensa. Torres vive al límite ante la crítica, en el campo y fuera de él. No se le concede lugar al error y si alguien como Luis Aragonés decide confiar en él le llueven palos de todas partes. El ser removido de la selección se convierte casi en cuestión de Estado.
No, pese a su fama no lo tiene tan fácil. La pregunta está en si su juego ha llegado a su cielo particular o es su propio entorno, su club de toda vida, el que le ha construido un techo que tiene que romper. Me temo que esta duda la vamos a tener como poco unos meses más.

Victor Hegelman.
Dejarse llevar

Después del último partido del Atleti contra el Depor, una de las crónicas empezaba diciendo “El Atlético, con Pepe Murcia al mando, no se deja llevar”.

El dejarse llevar me parece una buena forma de explicar uno de los males que aquejan al Atleti, pero no sólo aplicado al comportamiento de los profesionales del balón en el terreno de juego sino al club y su entorno, medios de comunicación adictos incluidos. El Atlético de Madrid de la era Gil ha pasado de una urgencia desmedida por conseguir triunfos a una formidable desidia.

Cuando Gil y Gil llegó a la presidencia del Atleti, ansioso por satisfacer su megalomanía, cometió el tremendo error de querer imponer sus métodos empresariales al mundo futbolístico y de este modo comenzó con el carrusel de entrenadores y jugadores en busca de inminentes resultados, que produjo unos vaivenes en la clasificación del club que, después de coquetear con puestos de descenso, concluyó con el sorpresivo logro de “el doblete”. Pero el doblete no se había conseguido por mor de una planificación deportiva coherente sino a base de dar palos a la piñata balompédica. Y así, este hito que, manejado con un mínimo sentido común deportivo, debió significar el establecimiento del club en la cresta de la ola perdida, también sorprendentemente fue el inicio de su etapa más herrumbrosa para paulatinamente ir perdiendo categoría hasta el descenso a segunda.

Varias fueron las causas de este deterioro, pero creo que no fue la menor de ellas la satisfacción del ego de Gil y Gil. Con el logro del doblete, había tocado el cielo, según expresión suya, y ya figuraría meritoriamente en los anales del fútbol patrio al mando de un prestigioso club: ¡ahí es nada!, ser el primer presidente de un club que en la misma temporada alcanza los títulos de liga y copa, en verdad situación muy meritoria y más para él que había tratado de enterrar el pasado histórico del club, remitiéndose, a su conveniencia, sólo a los últimos años que precedieron a su llegada. Satisfecho y henchido de orgullo deportivo, descuidó este aspecto dedicándose a su vocación favorita, la especulación a gran escala.

Los hechos posteriores al gran logro son tan recientes que no es preciso mencionarlos sino solamente señalar la decrepitud de un club que “se ha dejado llevar” por la incompetencia de unos dirigentes a los que ni les importa el Atleti, ni les gusta el fútbol, y sólo entienden, siendo generosos, de negocios ajenos al deporte. Primero el padre y ahora el hijo, sabiéndose ineptos en el mundillo futbolístico, no han buscado, como hubiese sido lógico, rodearse de entendidos en él sino que han abundado en crear espacios departamentales en el club dirigidos a la Imagen, la Comunicación y el Comercio -a la propaganda para simplificar-, pero ignorando la verdadera vocación de un club deportivo, el ser competitivo.

Se vendió que la segunda división era un infierno, luego, tras el ascenso, que había que estabilizar al equipo en primera antes de intentar mayores empresas, y de esta timorata manera ha llegado a un estado en el que domina el miedo y el desdén por la competencia. Se ha dejado llevar. Este Atlético ya no se revuelve contra la fatalidad; la herencia de la garra de los Griffa, Calleja, Adelardo y tantos otros se ha esfumado y se ha vuelto fatalista. Una fatalidad y una dejadez que súbitamente atrapa a las sucesivas incorporaciones a la plantilla, haciendo rendir a los que poseen alguna calidad –de los picapedreros de la pelota por hoy lo dejo- muy por debajo de su verdadero valor. Si los que tienen una cierta calidad dimiten en la entrega, el coraje y el afán de superación sino que, por el contrario, se vuelven indolentes, el fracaso está asegurado.

Esta actitud desidiosa igualmente ha alcanzado a la afición. Si hay algo que ha caracterizado tradicionalmente a los seguidores colchoneros ha sido la devoción casi religiosa por su equipo, la consciencia de que son diferentes, la fe para seguir animando en los peores momentos y el orgullo de proclamarse seguidor de un equipo que, sin ser el más potente, el más laureado o el más rico, si daba motivos suficientes de orgullo como para mantener alta la cabeza. Ahora, si bien conserva algunas de estas características, pienso que también ha emprendido el peligroso camino del conformismo y asiste resignada a una estable mediocridad. La ejemplar afición colchonera se agotó generosamente en el empeño de devolver a su equipo a la categoría que jamás debió perder; fue de tal magnitud su esfuerzo para revelarse contra la desgracia que, conseguido el propósito, cayó exhausta.

Parece que en los últimos partidos por lo menos se atisba un cierto espíritu de lucha, muy probablemente alentado por el cambio de entrenador, actitud frecuente de los jugadores de todos los equipos para eludir su responsabilidad. Es lo mínimo, calidad aparte, que debe exigirse a unos profesionales.  Esperemos que no sea un sólo destello de dignidad.