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Las Perlas del Foro de Señales de Humo

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El Foro de Señales de Humo, a lo largo de su historia en múltiples formatos, siempre ha sido sinónimo, entre otras cosas, de calidad en los escritos de sus participantes. Aquí se ofrece el histórico de aquellos escritos que merecieron el "¡¡A Columnas!!" por parte del resto de foristas.

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Sueños en rojo y blanco

Esta noche pasada tuve un sueño. Muy real. En él, de pronto me veía sobre el césped del estadio Santiago Bernabeu. Vestía una curiosa combinación de amarillo y negro y llevaba un silbato con una cadenita enrollada en mi mano derecha. Obviamente era el árbitro del choque. El partido lo jugaban el Real Madrid y el Alavés.  Como en todos los sueños, había una información general y un entorno impuesto por el subconsciente con total naturalidad y que en aquella ocasión eran los siguientes:

 

 


 

 Es la última jornada de liga y al Madrid le hace falta ganar el partido para hacerse con el título. El Alavés ha hecho una gran temporada y le basta un empate para jugar la UEFA el año próximo. Estamos a cinco minutos del final con 0 – 0 en el marcador. El Madrid juega con diez desde el minuto 61´ por expulsión de Makelelé por doble amarilla (muy rigurosa según los comentaristas radiofónicos que califican el arbitraje de nefasto y anticasero) y acorrala en su área al Alavés sabiendo que el campeonato se esfuma, mientras los vitorianos saborean la UEFA. En ese momento Raúl, que está haciendo un partidazo, para con el pecho un balón caído del cielo, lo baja al piso con la elegancia y el talento de los elegidos para la gloria, hace un caño a Karmona y penetra en el área. Sale a su paso también Desio, pero Raúl lo quiebra cual Manolete en el ruedo rompiéndole la cintura. Martín Herrera se prepara bajo los palos dudando si salir a los pies del delantero merengue. Finalmente se decide, pero se frena a la altura del límite del área pequeña. Raúl levanta la cabeza recreando a Cesar en las Galias y piensa: “Veni, vidi, vinci. Ahora.” y se dispone a ejecutar su más brillante y decisiva vaselina con el corazón del Coliseo madridista detenido ante el inmediato y más que seguro estallido de júbilo. Sin embargo, súbitamente, aparece desde la corona del área la figura rapaz y descontrolada de Téllez, que, en desesperada acción, caza el tobillo de Raúl, el cual cae al suelo impotente y el balón sale por la línea de fondo. No hay vaselina. No hay tiro. No hay gol. Penalti!!!! Gritan al unísono 100.000 gargantas en la grada. Penalti!!!! Gritan los locutores radiofónicos. Y ahí estoy yo. El señor colegiado. Centro de todas las miradas. Sin dudarlo señalo enérgicamente un lugar indefinido en  el área mientras corro hacia la misma. El alborozo estalla entre el público. Penalti, Dios, penalti!!!. La Liga es nuestra!. Pero el éxtasis sólo dura un segundo. He señalado saque de puerta. Miro al derribado Raúl y le indico con gesto prepotente que se levante. El delantero no se lo cree y levanta los brazos indignado. Pero yo soy un árbitro valiente y no me puede el ambiente, de forma que refuerzo mi decisión sacándole tarjeta amarilla. Raúl se levanta a trompicones y se me acerca fuera de sí de ira. “Pero, joder, es que no ves nada?. Es que no ves que me ha cazado?”, grita. Es suficiente. Segunda amarilla. Roja y a la calle. Por mis huevos. Los demás jugadores madridistas me rodean y gritan. Llega Fernando Hierro. “No sabes cómo jodernos?. Einn?. No sabes cómo jodernos?” vocifera a treinta centímetros de mi cara. Creo que es eso lo que dice pues siempre me ha resultado difícil entender a Hierro. Incluso en las ruedas de prensa. Me da igual. Soy un árbitro valiente y nadie me grita. Roja y a la calle. Van tres. Es suficiente. Los demás jugadores me dicen de todo pero no hay más rojas. Una amarilla a Figo (que debería haberse ido a la calle también por gritarme e insultarme) y otra a Morientes al que tiene que sujetar Roberto Carlos para que no me coja del cuello. No más expulsiones. Pase lo que pase el partido terminará. Los últimos minutos son un descontrol. El Madrid está a la deriva y desquiciado. Los jugadores blancos no paran de increparme. En la grada, división de opiniones: unos en mi padre y otros en mi madre. Helguera en el 44´ hace una terrorífica entrada a Magno y no le saco ni la amarilla. En ese momento suena en el marcador la señal inequívoca de un gol en otro campo: “Gol en La Romareda. Zaragoza, 0 Barcelona, 2. Gol de Rivaldo”. El Barça es virtual campeón, salvo milagro. Pitos y bronca en la grada. Cartel elevado del cuarto árbitro señalando 3 minutos de prolongación. Más pitos y bronca. En el 47´ Javi Moreno marca un gol batiendo a Casillas por bajo. Aunque no veo nada punible, pito mano en el control y lo anulo, no vaya a ser que me tachen de parcial. Saca Roberto Carlos la falta desde su propio área y pito el final del partido inmediatamente. Se acabó. La Liga para el Barça. Los jugadores madridistas me rodean, mientras Magno, Tomic y otro jugador del Alavés al que no reconozco, tratan de calmarlos. Vienen los jueces de línea en mi ayuda. Figo se quita la camiseta y me llama hijo de puta sinvergüenza y alguna otra palabra ininteligible. Yo le digo que pienso reflejarlo en el acta. No se cómo entre la nube de jugadores, empleados de campo, guadias de seguridad y policias consigo llegar a unos 10 metros del túnel de vestuarios. Me paro. Los graderíos vomitan insultos, almohadillas y todo tipo de objetos, algunos de ellos de notoria contundencia. Espero con un linier a cada lado a que lleguen los policías antidisturbios. Sólo tardan en llegar a nosotros unos segundos, pero parecen horas. Empiezo a sentir miedo. Por fin, aparecen con sus porras y sus escudos, colocándolos a modo de improvisado tejado sobre nosotros. Arrecia la lluvia sólida. Uno de los policías me coge con violencia del brazo izquierdo. “Corre ya, hossstiass!!”, me dice con desprecio, mientras literalmente me arrastra a la salida del infierno. Ya estoy a un metro del túnel. Me siento como zumbado, no oigo nada, y el corazón está a 200. Algo muy duro, puede que una piedra, impacta violentamente contra el escudo que hay sobre mi cabeza… y me despierto de golpe.

 Miro al reloj de la mesilla. Son las 4 de la madrugada. Lo único que queda del sueño es que el corazón sigue a 200, pero estoy en mi casa y acostado en mi cama. Todo está en silencio y la realidad se traga con voracidad mi sobrecargado subconsciente. Intento volver a dormirme, pero ya no puedo. El sueño continúa presente, tan real como la noche y mi habitación. Me pongo a recordar cada detalle del mismo y acto seguido empiezo a calibrar las consecuencias que se habrían sucedido si todo hubiese ocurrido realmente. Qué habría sido esa noche, y los días y semanas siguientes de mí, del árbitro del colegio, por ejemplo, andaluz, que salta a un indeseable estrellato como “el sinvergüenza que quitó la Liga al Madrid”?. Imagino los titulares de prensa del lunes, las portadas de As y Marca: “Atraco a mano armada en el Bernabeu”, “El árbitro regala la Liga al Barça”, “Robo vergonzoso”, etc. Imagino largas y vehementes misivas de locutores y comentaristas radiofónicos de medianoche pidiendo que no vuelva a arbitrar más, que soy una lacra para el fútbol, que la corrupción arbitral se está cargando el espectáculo, describiéndome como una marioneta al servicio de oscuros poderes que querían que la Liga la ganase el Barça, investigando sobre mi vida privada y ridiculizándome con calificativos que entran de lleno en el insulto personal. Imagino la tira de Gallego y Rey en la que aparezco disfrazado de bandolero con una banda  azulgrana en la cintura. Y también me imagino con miedo, recibiendo amenazas por teléfono después de que uno de esos locutores nocturnos facilitase a su audiencia mi nombre, apellidos y municipio de residencia, poniéndoselo a huevo a posibles agresores. Cambiaría el número de teléfono.  Durante un tiempo saldría con cuidado a la calle, me dejaría barba y llevaría gafas de sol, como un enemigo público declarado, temeroso de ser descubierto o delatado. En cuanto al arbitraje, en fin, o me retiro ya o en dos años máximo estoy en segunda. A partir de esa misma noche me meten en la nevera y ya no salgo. Sí, durante un tiempo vendrán mal dadas. Pero, todo pasa. Todo.

 Y mientra

Posted: ene 20 2001, 12:00 por SDHEditor
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