Las sandías de Dirceu
Recuerda mi padre muchas veces, demasiadas, aquella anécdota del tristemente desaparecido brasileño. Se quejaba Dirceu, un prodigio de medio centro con un pie izquierdo como un guante, de que él pasaba balones y a cambio recibía sandías. Era la época, no muy fructífera en cuanto a virtudes técnicas, de los Ruiz, Arteche, Clemente, Orejuela, etc. Hemos tenido mejores equipos, qué duda cabe.
Y me molesta, por no decir otra palabra más rotunda, que mi padre lo recuerde porque cada vez que lo hace es porque el equipo ha dado mala imagen. Mi padre, ¡manías que tiene!, es amante del juego al pie, técnico, de dominar al contrario a base de someter al rival por la calidad, y eso parece que ahora no está demasiado en boga. Maniático que es el hombre, ahora que parece primar el resultado por el resultado.
No quiero entrar ahora en la eterna disputa entre los partidarios de Menotti y los de Bilardo, con la que se podría llenar dos o tres libros sin despeinarse. Hasta reconozco que la anécdota está un poco traída por los pelos a la actualidad, pero el partido que nuestro Aleti ha jugado en Elche me la ha vuelto a recordar sin necesidad de que mi padre volviese con su eterna cantinela.
Habíamos enlazado cinco victorias consecutivas, parecíamos en racha y el ascenso era cosa poco menos que conseguida. En alguna tertulia futbolera de barrio se me seguía tachando de "aguafiestas" porque yo defendía que el equipo no jugaba bien, que ganaba, sí, pero sin convencerme. No cabe duda que hemos ganado en oficio, en organización en el césped, en saber aprovechar las ocasiones que acaban llegando merced a una indudable diferencia técnica de ciertos jugadores.
Pero, para mi gusto, en un partido de fútbol gana quien tiene más calidad, siempre que sepa aprovecharla y luche tanto como el rival. Da igual que sea en Primera, en Segunda, o en el patio del colegio. La primera parte en Elche fue la historia de muchos partidos jugados: balón en defensa, ningún centrocampista que se ofrezca y patadón irremisible de los zagueros para que Salva se rompa la crisma con los defensas. Poco, muy poco, casi nada.
En la segunda parte el equipo intentó jugar al fútbol de verdad. Una lástima que casi siempre lo intente cuando se ve con el marcador en contra. Quizás sea cuestión de gustos, pero el fútbol debe ser balón al pie, a los espacios, triangulando, buscando la ventaja del jugador en movimiento... Kiko, que está mal, con su sola presencia, aporta otro estilo de juego, más verdadero, más ganador.
Subiremos o no subiremos. Sufriremos por nuestros colores, eso seguro. Pero yo sigo echando en falta otro estilo de juego, porque además hay un ramillete de jugadores que lo pueden intentar. No sé si será culpa de consignas desde el banquillo o de falta de convencimiento de los jugadores, pero estoy totalmente convencido de que es la vía para ganar a los rivales. Y además, es mucho más divertido. Para aburrirnos ya tenemos el día a día.