Madrid, el Atleti, los madrileños y el gilismo III (13/11/2002)
3.- Los madrileños Seríamos demasiado ilusos si pensáramos que los madrileños nos seguimos caracterizando, en nuestra inmensa mayoría, por acoger bien a la gente foránea, por ser integradores y no separadores, por nuestro carácter cordial, alegre y divertido. Tanto más cuanto que el futuro de Madrid y de las grandes ciudades europeas está en el mestizaje, y “los de fuera” a los que queremos integrar tienen otra lengua, otra raza y otro credo. Difícil tarea, cuando es tan cómodo alimentar la xenofobia; y tan fácil ir por la vida alardeando de títulos, personales o colectivos. Hay madrileños prepotentes, arrogantes, pretenciosos. Completamente insoportables. Son los que “nos” crean cierta mala fama cuando salen de veraneo hacia las playas y hablan de “los de provincias” al referirse a sus compatriotas de otros lares (ni mencionar lo que destilan cuando hablan de quienes vienen en pateras), los que alardean de “capitalidad” y ministerios, como si eso nos importara mucho al resto. Son, en definitiva paisanos “faltones” y no sé si también algo “faltucos”.
Por poner un ejemplo, son esos convecinos que no han ido nunca al Museo del Prado (cuando a diario viene gente de fuera de España a visitarlo) y, lejos de avergonzarse, se jactan de su incultura e ignorancia, que les parece muy “chistosa”, cuestiones que no tienen nada que ver con su origen económico o social. La “aristocracia” madrileña es la más inculta e ignorante de Europa, vendió sus palacios de la Castellana “al mejor postor” en cuanto pudo y jamás cumplió con su supuesto papel de mecenazgo ni hizo nada por mejorar el nivel de vida o sociolaboral de sus paisanos menos afortunados. Está maravillosamente reflejada en “La escopeta nacional” de Luis García Berlanga, con las honrosas excepciones que puedan hacer al caso. Y hay obreros madrileños “a montones” que se afanan, día a día, por encontrar en la cultura la fuente de la que va a brotar su libertad y su dignidad personales. Arturo Barea nos lo contó en sus memorias noveladas.
Seríamos demasiado maniqueos si pensáramos que esos madrileños ostentosos, engreídos, clamorosamente incultos “por decisión propia”, simpatizan siempre con el otro equipo madrileño que también ha ganado la Liga de Fútbol en España, aparte del nuestro. Desde hace ya bastante tiempo, en la masa social del Atleti (fiel reflejo, al fin y al cabo, de la ciudadanía madrileña) se puede observar un cambio en la manera de entender, entre otras cosas, lo que Madrid significaba para el que llegaba de fuera y quería integrarse en su meollo. Quizás ya no seamos, ni madrileños ni “hinchas” rojiblancos tan abiertos, tan sencillos ni tan francos. Francamente, el “estilo de la casa” ha cambiado en unos años. El máximo exponente de esta nueva forma de entendernos con el mundo: inmundo para muchos (el mundo y el exponente), sería el actual mandatario del Atleti. No es una gota de agua en el río rojiblanco, ni una partícula de aire en el viento ribereño. No es un injerto: nos preside (y nos persigue.). Representa a mucha gente. Ha creado, o es consecuencia de una escuela.