Es gracia que espera alcanzar del recto proceder de V.I. cuya vida guarde Dios muchos años (03/09/2003)
Estamos a punto de que Jesús Gil, tras vertiginoso descenso a ese terreno para él tan trillado de la metafísica, vuelva a recordarnos con voz muy profunda, como quien se digna compartir con los mortales la esencia última del pensamiento, que al aficionado al fútbol -y, por tanto, también al aficionado atlético- sólo le interesa tal o cuál fichaje y, desde luego, el juego del equipo y, sobre todo, que entre o no la pelota e incluso, acaso transportado por ese aura de florentinismo triunfante, obtener la camiseta o la firma o la meliflua caricia de determinado jugador.
Estamos a punto de que Jesús Gil, rendido a esa certeza no por ingrata menos evidente, mostrando al principio en su expresión ese deliberado cansancio que pronto deja paso al orgulloso arrebato del rebelde, del hombre hecho a sí mismo, sostenga otra vez con terca valentía las ánimas exangües de la familia atlética, de esos pobres atléticos de verdad, descamisados y humildes, anunciando que será él y no otro, y su Consejo de Administración y no otro quienes arriesguen su dinero adquiriendo las acciones no adquiridas hasta ahora dentro del proceso de ampliación de capital en curso.
Y estamos a punto de que casi todos los medios de comunicación constaten al minuto la verdad irrefutable de aquella conclusión y aplaudan sin desmayo el generoso y desinteresado proceder de ese ya no guerrero sino mártir perpetuo de la causa rojiblanca.
Por todo ello, aunque sólo sea por una cuestión que pudiéramos llamar estética, ya por medio de oferta, declaración o ataque, ya de emplazamiento, de chanza o de discurso, y dicho esto con la mayor limpieza de corazón que el cielo regalarme quiera:
¿Tendría a bien el Sr. Camba demostrar que sigue vivo?