Una hora menos, una hora más (30/10/2005)
Una hora hay que quitarle hoy a los relojes, lo cual significa que tenemos una hora más de día. Cosas del tiempo social, especialmente desde que vivimos instalados, queramos o no, nos guste o no nos guste, en aquella máxima puritana de que time is gold.
Pero la vida, o sea, nuestras vidas, ni avanzan ni retroceden exactamente al ritmo del cronómetro. Una pena, la verdad, pues quién no desea tantas veces que la vida, su vida, pudiera ir adelante y atrás con una simple manipulación de agujas o dígitos. Salir cuanto antes de los atolladeros; retroceder a aquel momento feliz; o recuperar aquel instante en que fallamos para rehacerlo y cambiar el rumbo seguido.
Aunque no es descartable que en este país de nunca jamás, adorador del becerro de hormigón, cualquier día alguien decida, previo amplio y abierto diálogo entre patriotas varios, o previa venia de nuestro señor de allende los mares, que tales cosas sean posibles.
Si tal cosa ocurriera, yo inmediatamente empezaría a retrasar cuarenta y ocho horas el reloj cada día, de manera que cada año pasado, en realidad sería uno recuperado. A poco que la salud me respetara, podría ver de nuevo a Calderón al frente del Aleti, y a éste ganar Ligas, Copas y partidos al Madrid. Y sobre todo, pasaría marcha atrás, como en una película rebobinándose, sobre los Cerezo, Gil hijo y Gil padre.
Pero me temo que lo voy a tener jodido. No soy nación rica, ni tengo ejército de liberación nacional que me propulse; no puedo cortar carreteras, ni bloquear puertos, ni desabastecer mercados. O sea, que soy un puñetero mindundi. Con lo cual, tendré que joderme y aguantar a Gil hijo y Cerezo, disponerme a marchar camino Alcorcón, y limitarme a esperar que las huestes de mi apreciado Virrey sean capaces de recuperar un atisbo de aquel pasado ganando su tercer partido consecutivo.