Columnas del Foro

Las Perlas del Foro de Señales de Humo

Sobre las Columnas

El Foro de Señales de Humo, a lo largo de su historia en múltiples formatos, siempre ha sido sinónimo, entre otras cosas, de calidad en los escritos de sus participantes. Aquí se ofrece el histórico de aquellos escritos que merecieron el "¡¡A Columnas!!" por parte del resto de foristas.

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Álbum familiar

Llegaba Paulino Uzcudun y decía buenas tardes llevándose la mano al sombrero. Mi padre y mi tío respondían al saludo con la emoción contenida de dirigir la palabra a quien había merecido una derrota con Louis en el Madison. Eran las cuatro de la tarde y en el segundo anfiteatro no había más de trescientas personas. Hacía siempre frío y cuando el sol de invierno se quedaba diez minutos sobrevenía el sueño y terminaba venciendo a un hombre flaco que detrás de nosotros golpeaba el cemento con su herida, quiero decir con su cabeza, que era una herida de soledad y de tristeza y de haber comido pan y vino oscuro en los últimos lustros.

 


Las piernas de los jugadores brillaban con el brillo turbio del linimento, las medias eran azules con la vuelta roja, los balones marrones y grises, usados y sonaban a cuero duro, a vacío, como yo los oía sonar muy cerca en el campo del Gas, por la mañana, con aquel perfume del gas entre las tapias hendidas todavía por las balas de la guerra civil.
 
Madrid ya no era una ciudad de un millón de cadáveres sino que las niñas olían a fresa y el ruido de los automóviles parecía un allegro en mitad del asfalto. Pero aún era posible imaginar un crimen en Calvario o Miraelsol, una casa de putas con brasero, un estampita en la estación de Atocha.
 
Digo que salía Rodri con las manos desnudas y Luis con cara de haber dormido mal. Eran domingos gris perla y también dorados, domingos varón dandy; no como los domingos del Madrid, de un sol blanco y romano en las terrazas de la Castellana. Entonces sonaba un himno del que nadie se acuerda y que empezaba diciendo "En pos de la victoria marcha el A t l e t i de Madrid" y alguien nos ofrecía vino en una bota y aquel estadio gris y enorme ya empezaba a educarnos, a llamarnos secretamente con una voz macho y tierna a la vez.
 
Yo jugaba al fútbol en los jardines del Prado, amparado por la estatua de Velázquez. Regateaba como Ufarte y celebraba los goles como Luis, saltando y, en el aire, abatiendo violentamente el brazo derecho de atrás adelante. En mayo, los viernes, al anochecer, venía a buscarnos mi padre y al regresar a casa los patios y las pensiones de Atocha olían a tortilla, a pollo y a adulterio y crepitaba el aceite en las cocinas y cantaba Rosita junto a la ventana, que su voz era exacta a la de Rocío Durcal.
Posted: mar 21 2007, 12:00 por SDHEditor
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