Columnas del Foro

Las Perlas del Foro de Señales de Humo

Sobre las Columnas

El Foro de Señales de Humo, a lo largo de su historia en múltiples formatos, siempre ha sido sinónimo, entre otras cosas, de calidad en los escritos de sus participantes. Aquí se ofrece el histórico de aquellos escritos que merecieron el "¡¡A Columnas!!" por parte del resto de foristas.

Recursos Sindicaciones

Dias de Escuela

Bien abrigado, llegaba al colegio. Sería allá por finales de los 70, hace no mucho tiempo. Entonces, o los inviernos eran más fríos, o las pellizas no valían más que para diferenciar a unos críos de otros. Las había de herencia, sobadas por toda la ascendencia de hermanos mayores; con parches y zurcidos hasta en las etiquetas. Feas hasta decir basta. Bastas como la padre que las parió. Y aún así, sentías como el frío te ponía un nido de buitre negro en mitad de los pulmones. ¿Es posible que no recuerde si comencé a fumar por calentarlos...? Los pantalones, de pana. O de tergal. Con dos inmensos ojos de sky, o cuero de pastel, a la altura de las rodillas, que duraban cuatro partidas de chapas y una de canicas. Los vaqueros, estaban en las telefunken de blanco y negro (asomaban ya las de technicolor), pues no habían tomado aún la calle de cintura para abajo. Lois, no era nadie por estos pagos. Y Lee, quedaba para los más cultos; como un general de los confederados... ¿Levis?, sí, sí, muy gracioso... Pero ése era su apellido; ¿no se llamaba Jerry, y ponía unos caretos mu raros?...

Bufandita de punto de cruz. O la cruz de la bufandita. Agarrando como cadenas de lana a colorines el collar de una prenda que suponía la mayor de las humillaciones. La indignidad hecha gorro de buzo. Tejido en azul, gris o verde despolle. La prenda de crío-crío, que madre ponía por montera por los siglos de los siglos. Una especie de chupete, llevado sobre la cabeza, con el que deberías de buscar los primeros escarceos pseudo-amorosos. Así, con esas pintas. Los verdugos han llenado más carteras que los propios libros...

Los zapatos, cualquiera valía siempre y cuando estuviera confeccionado en sucedáneo de piel. Que no fueran unos castellanos encargados para la boda del siglo, o unos de charol arrastrados desde las cavernas de la comunión. El zapatero, tenía un curro de pelotas con aquellas fundas de pie destrozadas sistemáticamente. Las conocía al pie de la letra; por dónde solían abrir, en qué lugar convenía reforzar y el tufillo peculiar que cada una despedía. Porque entonces, los calcetines llevaban sistema de refrigeración asistida. Con cierto tiempo de rodaje, que era lo propio, tendían a evacuar el gas por unos orificios o compuertas que se abrían a demanda sobre la acumulación atmosférica en el interior. La hostia, vamos. De patente y tírate a vivir de lamarca. Y sin NASA de por medio. Otros, simplemente le llamaban “tomates”. Los muy catetos.

Allá íbamos. Agarrados por descomunales carteras de sobre, con un única forma que tenían las muy jodías de meterles mano: por la chepa, y del asa. No sé como aquellos zagales no salieron torcíos según fueran diestros o zocatos... O lo que es lo mismo, zurdos. Esos que una vez dentro, el maestro se preocupaba de ahostiar con cierta cadencia. La justa hasta que cambiara de mano. Como Dios en su extensión escolar mandaba. Cruzando por semáforos donde un par de coches seguidos suponía toda una novedad. Una sinfonía de mayores y bajitos, acumulados a la puerta del colegio, mientras el conserje esperaba vestido de contramaestre del almirante Gravina. Tirando de los portones de la cancela, a lo guardia de Buckingham. Santiguandose por la sordi ante una avalancha de chavales y mozas que se le venía encima sin haber tomao aún el café. “Tres minutillos, y se los dejo a los de dentro”, pensaba el amo del calabozo en tanto pretendía poner un algo de orden en las filas. “Los de Dentro”. Esos, sí que tenían un infierno a la carta...

Sentados frente a una cruz, y cierto retrato. De dos en dos; sobre pupitres que igual valían para un parvulario que para un “licenciao”, para el gordito que para el tirillas. Alineados frente a un gran general vestido de luto riguroso. Más rectangular que cuadrado. Mudo. Con cientos de medallas en tiza que iban y venían de su uniforme negro, plano, como condecoraciones de sumas y restas, sujetos y predicados. La pizarra, podía ser el objeto más terrible e implacable de todos los terrenales. Incluso, que las mismas notas. Ahí, no cabían falsificaciones.

Escorado a su derecha, sobre un trono de tapiz descolorido, don José. Don sobre dones. Aún recuerdo su vaso de agua jalonado de huellas dactilares descansando sobre el escritorio de madera chapada en miedo. Igual le servía para echarse un trago tras la explicación, que para enjuagarse la dentadura postiza. Agua y madera, a dos palmos. La de la regla de la altura de una carabina que descansaba de plano, con más batallas que los milímetros que marcaba. Muchas más. Corría la leyenda, que aún colgaba de su anverso jirones de piel de niño. Si te acercabas lo suficiente, podías verlos.

Y el periódico deportivo, haciendo de tercer elemento. El fuego. Interior que despertaba entre los chavales de la clase. Todos sabíamos que, en su hoja central, venía cada mañana con un desplegable a todo color. Una foto en formación de un equipo de Primera, antes de disputarse el partido. Podía tratarse de cualquiera, desde el Betis de Esnaola al Sevilla de Biri-Biri; del Athletic de Dani al Valencia de Carrete, del Barcelona de Asensi al Sporting de Mesa... Pero, el que en realidad se convertía en sueño absoluto, en cielo hecho papel, de un mozalbete rubio, ojos achinados y pequeña alma rojiblanca, era el de Navarro, Marcelino, Eusebio, Pereira, Arteche, Capón, Marcial, Leal, Leivinha, Ayala, Rubio, Rubén Cano... Joder, que trofeo. ¡Cómo lucía el jodío, expuesto cual bufanda entre las manos huesudas del maestro...!.

Amigo...Costaría sangre, sudor y lágrimas. Entonces, los profes eran los que soltaban la mano, o su extensión en madera; y los alumnos recibían. Como esteras. El poder judicial y el ejecutivo, en cero coma, cogiditos de la mano y sin airearse mucho. Que las madres de más tenían con las coladas, las planchas, los bibes y demás SL, como para preocuparlas por el cabrón del crío. Don José, ponía el trofeo en el escaparate, entre los puños de sus camisa blanco-gior. Luego, doblándolo ceremoniosamente, trincaba con la misma parsimonia una tiza del descansillo de la pizarra, para escribir sobre ella una serie de preguntas. Breves y directas. Del tipo: “Tres reyes godos”. O “Nombre del caballo del Cid”. “El río de más caudal de España”... Las repasaba de espaldas, verificando cada letra, para terminar sentándose sobre su trono escolar. Cruzar los pies sobre la mesa, y desempaquetar una pera de agua de su flamante pañuelo blanco-moco. Antes de lanzarle el primer bocado, llamaba al sentenciado:

-         Fulanito.

Y fulanito saltaba cual resorte de su asiento. Como si el mismo belcebú hubiera pinchado su culete con una aguja de coser albardas. El tramo que iba del pupitre a la pizarra, debiera de ser bastante parecido al que siguió Cristo del juicio al Gólgota...

Don Jesús, ya armado con su regla para varear nueces, señalaba hacia la primera pregunta del encerado. Fulanito, se retorcía desde su dignidad de poco más de un metro.

-         Babieca- susurraba.

Y el maestro, anotaba sobre su cuartilla algo que debía de ser una “X”. A cámara lenta, volvía a repetir la liturgia de la regla alzada para la segunda cuestión.

-         El Tajo- se decidió por fin el muchacho.

Era entonces, cuando don José, negaba con la cabeza. Y pronunciaba su palabra más lapidaria: “penalty”. Marronazo en superlativo. A la que fulanito, ya sabía cómo habría de responder; extendiendo su mano y colocando la yema de los dedos en racimo, vueltas hacia arriba.

-         Santillana se perfila. Deja el balón sobre el punto fatídico. Coje carrerilla y...- El maestro, levantaba entonces su arma de destrucción masiva al techo desconchado de la escuela, para descargarla con un golpe seco.

El zagal, con más miedo que vergüenza, retiraba a la sazón su mano, y la regla golpeaba en vacío con un bufido,  mitad aire, mitad letra. Que con sangre entraba. Contrariado, miraba con incredulidad al osado crío. Mas nada era capaz de interrumpir la ceremonia. Acaso algún “huy” entre la grada de pupitres.

-         Se repite el penalty- sentenciaba.

A la segunda, su regla contenía más arco. Más furia. Y se iba a estampar con fuerza sobre las puntas de los dedos del fallón. Del portero de tergal y rodilleras de sky. “¡¡Zas!!”.

Y toda la clase, al unísono, se levantaba de sus asientos a la voz de “¡¡¡Gooooool!!!”.

Suena el timbre, al fin. Bocadillo, recreo... evasión. Una manada de enanos y enanas, soltando con premura los lápices, entonando un murmullo de victoria que nos perseguía en tropel hasta la misma puerta del aula. Dónde el cerco se convertía en un embudo de ilusiones, por el que íbamos desfilando a borbotones, hasta alcanzar toda esa largura tachonada de dibujos, poesías y otras manualidades menores que conformaba el pasillo. Una legión de símbolos precursores del Cobi del 92, que escondían entre su simpleza de líneas y colores, la misma pureza de la infancia. Las fotos de la vida que nunca pudimos revelar en la tienda del barrio. A través de su formación en horizontal, se acababa por ganar a la carrera el último esquinazo, donde las tórtola derrapaban cual derbi del Nieto, y te relanzaban a la bocana acristalada que daba permiso al patio. ¡El patio!. ¿Qué patio no suponía el jardín del edén?. Desde el patio del Moya, o el patio del Bomba, allá en el barrio, al patio del colegio. Todos los patios debieran de haberse declarado parques naturales para canijos. Cada patio que se despoblaba de críos, o pasaba a formar parte de la reconversión urbana, era una puñalada en mitad de divertilandia. ¿Qué coño hacían los sindicatos y las APAs, que no los defendían?. Hasta en los sueños más idílicos; acabado el Un, Dos, Tres, donde el edificio del colegio caía por cualquier intercesión de algún olvidado dios de infantería de infantes, el patio se salvaba. Era como la chica americana de las pelis.

¡Cómo estaba el patio!. Con su mercadeo de cromos, sus grupitos de niñas en leotardos y coletas organizando una timba de comba y goma, los dómines de las chapas partiendo equipos, los supporters de la olla echando a pares o nones... Y los capis de turno, jugandose al monta y cabe una de caballeros contra villanos. Con un balón de por medio. “¿Me pedirá?”, imploraba para sus adentros el malillo. “¿Jugaré con Zutanito?”, pretendía augurar el chanante. “A ver si me toca contra Menganito...”, aventuraba el macarrilla. “Joer, como se nota que son del mismo equipo”, iba radiando en sus pensamientos el que ni chicha ni limoná. Ya estaba el tinglao montao. Se habían levantao, como era precepto, cuatro pilas de jarseis sobre el terreno. Separados en parejas, que no arrimaban cebolleta por aquellos seis pasos que marcaba el reglamento interno infantil. Esos mismos, que valdrían en un momento dao para colocar con precisión de GPS el punto de penalty sobre el inmenso espacio que rodeaba la vida de los bajitos.

El balón, en el centro semigeométrico del Vaisapillar Arena. Como árbitro, el empollón, que era odiado por los unos y por los otros. Un leve gesto de brazo, hacía de triple pitido y, como años después diría el ínclito Joaquín Prats, ¡a jugar!. Los del otro equipo grande de la capital, contra los del Atleti. Sí, salíamos once. Y teníamos hasta reservas. Y otros desarraigaos que preferían acoplarse al rescate pa ligar con la princesita de turno que nos le hacía ni pvto caso. Y alguno que volvía emocionao con el verano de Laguía, y se había perdido en pistas de arena surcadas de curvas y puertos a dos manos y una de rodilleras. El Atleti de los críos, ganaba, perdía y hasta empataba. Hacía cuatro días que Vicente Calderón había pronunciado al término del partido de Bruselas aquella frase que no tenía sentido entonces. Nadie la pronunciaba. Ni propios, ni extraños. Blancos y Rojiblancos nos temíamos como dos lobos de enormes fauces, compartiendo el mismo corral. No existían gallinas. Ni complejos. El Equipo, era tanto o más fuerte que la misma Afición. El Club era nuestro. De todos y cada uno de los corazones que latían en sangre y nieve. No, no es que fuera un deseo de niño. Era real como las galopadas de Ayala. Como la Copa que Adelardo abrazó entre sus brazos.

Enseña a tu hijo. Oh, enseña a tu hijo a amar...

Al Atleti.

S I E M P R E   A T L E T I.- 

Posted: 09 abr 2008, 11:40 por admin
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Fechas, glóbulos, nuevos tiempos (y IV)

El día 20 de Septiembre de 2010, domingo soleado de cielo azul de Madrid, empezaba la liga municipal de fútbol aficionado. Como todos los años, equipos de treintañeros fondones, viejas glorias futbolísticas y jóvenes impetuosos iniciaban una liga destinada a mantener a los jugadores en forma, a alejarles de sus mujeres durante un rato, a juntar a los amigos, a dar una excusa para tomar cañas luego sin sentimiento de culpa, a aliviar resacas.  Como todos los años, plantillas con equipaciones de oferta de las tiendas del barrio coincidían en el campo de fútbol de la Chopera, en el corazón del Retiro.

No obstante, ese año algo había cambiado. Entre las sonrisas generalizadas, un equipo no sonreía. Los jugadores tenían las caras serias de los que se juegan algo importante. No estaban allí para sudar la paella del día anterior, ni para tener una excusa para ver a sus amigos.  Tenían una misión que les ilusionaba y les pesaba. El equipo había nacido la primavera anterior, en un bar irlandés del centro de Madrid, en el seno de una reunión de amigos. La misión había sido definida en ese mismo sitio, ese mismo día, aunque se preparaba desde hacía meses. El equipo vestía camiseta de rayas rojas y blancas, pantalón azul y medias rojas con la vuelta blanca.

Unos meses antes, a finales del mes de Mayo de 2010, el Club Atlético de Madrid anunciaba oficialmente su desaparición. Las deudas que arrastraba desde hacía unos años impedían su viabilidad económica, a pesar de la venta del estadio, su único patrimonio. Los auditores habían revelado que el estadio había sido vendido mucho antes a un entramado de empresas fantasma con sede en diferentes paraísos fiscales. Cuando se vendió definitivamente al Ayuntamiento de Madrid, el club ya no era el propietario y no tenían nada que ofrecer a sus acreedores. Los nuevos dueños, empresarios del sector inmobiliario, habían acelerado la demolición del campo, que voló por los aires un día de agosto de ese mismo año para evitar disturbios, aprovechando la ciudad desierta. El día que el Calderón se convirtió en un solar, según el periódico local, unos tres mil quinientos seguidores vestidos con los colores del club habían asistido, impotentes y rabiosos, al sacrilegio.

Un mes y medio antes, algunos de los que asistían a la voladura habían creado otro club de fútbol, al que llamaron Atlético de Madrid 1903, Club de Socios. Surgió como un delirio tras varias pintas de cerveza negra, pero iba tomando forma. Se inscribiría en una liga local para ir subiendo posiciones en las divisiones federativas. Si todo iba bien subirían una categoría por año, y en siete o a lo sumo diez podrían estar pensando en un ascenso a segunda división. Ya había algún precedente, no tendría por qué no funcionar. No tenían dinero, ni jugadores ni fondo físico, pero tenían fe, y ganas, y rabia. Dos cosas se prometieron: la primera, jugar con botas negras, sin marcas, en señal de duelo; la segunda, en caso de ganar el campeonato no lo celebrarían porque, se dijeron, el Atleti no celebra ascensos.

El día 20 de Septiembre de 2010, domingo, el Atlético de Madrid 1903, Club de Socios, debutaba en la liga municipal del distrito de Retiro. Debutaba a las 13.00 contra otro equipo del que nada sabían, salvo que ya había jugado algún año en esa misma competición. Los jugadores, también treintañeros, canosos, fuera de forma y nerviosos, sabían lo que se jugaban.

Cuando terminó el partido anterior prematuramente por una lesión del portero, los nervios se transformaron en pánico. Cuando los jugadores del Atlético de Madrid 1903, Club de Socios, saltaron al campo a calentar, repararon en que alguien les miraba. Dejaron de estirar y se juntaron cerca del centro del campo para ver cómo, por los accesos al polideportivo de la Chopera, se acercaban cientos, miles de personas vestidas de rojo y blanco.

Señores, niños, bebés, pandillas de adolescentes, familias con sus niños, grupos de jubilados, señoras solas se acercaban al campo. No sabían cómo se habían enterado, pero allí estaban. Había profesores de instituto, catedráticos de sociología, informáticos, parados, taxistas y diplomáticos. Llegaron periodistas, fontaneros, ricos ociosos, pobres de solemnidad. Vino gente de Tarragona, de Asturias, de Canarias y de Cádiz; vinieron alemanes, búlgaros, ecuatorianos y escoceses, quienes llamaban por sus dispositivos móviles audiovisuales a otros de Portugal, Extremadura y Galicia. Vinieron muchos de Valencia, y muchos y muy ruidosos argentinos. Venían de Chamberí, de Carabanchel, de Villaverde, de Arganzuela, y de Retiro, de Getafe, de Alcorcón, de Patones y Segovia. Altos, bajos, melenudos, calvos, fuertes, flojos, ultras, tranquilos, rockandrolleros,  hooligans, aficionados a Bukowski, a Tolkien, a Cervantes y a Carlos Fuentes. Socios del Estudiantes, micólogos, novilleros, famosos, músicos, triatletas y celíacos. Llevaban camisetas del Doblete, del Centenario, camisetas Puma, Meyba, Nike y Toft's. Camisetas rojiblancas, rojas, azules, blanquiazules y amarillas. Según el periódico local, tres mil setecientas personas llenaron las bandas del campo de la Chopera para ver un partido de aficionados fondones. Como suele pasar en estos casos, en realidad fueron más.

Los jugadores del Atlético de Madrid 1903, Club de Socios estaban paralizados cuando el árbitro pitó el inicio del partido. No daban una a derechas, no podían con la responsabilidad. No eran profesionales, no querían fallar a esa multitud vociferante y no sabían si serían capaces. Cuando el extremo derecha se tropezó torpemente y fue a aterrizar contra una señora con bufanda que llevaba dos niños de la mano y que minutos antes había colocado un ramo de rosas rojiblancas junto al corner, ésta le miró con una calma contagiosa y le dijo: "Tranquilo. Y gracias". Y sonrió. Sonrió también el extremo derecha y volvió al campo con una confianza extrañamente renovada.

Se soltó, jugó mejor, llegó a controlar un balón y forzó un corner. La defensa subió, la delantera tomó posiciones. El extremo derecha golpeó con rosca y el balón describió la trayectoria soñada por cualquier cabeceador. Entre la maraña de cabezas y camisetas surgió potente la figura del portero rival, quien se hizo con el balón con facilidad. Al aterrizar, entre un murmullo de decepción de la hinchada, pronunció estas palabras:

  • - A ver si nos tranquilizamos y hacemos bien las cosas. Así no le metéis un gol ni al arco-iris y tenemos que subir de categoría por cojones. Sois, somos el Atleti. No lo olvidéis. Así que tranquilos y a divertirse.

A tres minutos del final, el Atlético de Madrid 1903, Club de Socios, ganaba cómodamente por tres a cero. Las palabras del portero del equipo rival habían tranquilizado a los jugadores. Por alguna extraña conjunción astral todos entendieron en el mismo momento que era mejor esperar al contrario, recuperar el balón y buscar a los extremos. Así habían conseguido tres goles y una fe ilimitada en ellos mismos. Sin saber por qué, el Atlético de Madrid 1903, Club de Socios, jugaba al contraataque. Así llegaron los goles, el creciente aliento de los espectadores, el gusto por jugar, el orgullo por llevar la camiseta.

Y entonces, a tres minutos del final, volvieron a paralizarse. No fue un gol rival, ni una expulsión, ni una entrada escalofriante. Fue un sonido grave, profundo y lejano que se fue haciendo más cercano, más presente y más intenso. Al principio creían que era el ruido que hacía un enorme camión que hacía temblar la tierra, o una de las tuneladoras que empleadas en las recurrentes obras iniciadas por el alcalde.  No era eso. Se paralizaron cuando comprendieron que, a tres minutos del final, tres mil setecientas personas según el periódico local, seguramente más, cantaban a voz en grito el himno del Metropolitano. También se quedaron de piedra los jugadores rivales, el árbitro y los que jugaban en los campos vecinos. Se petrificaron los que paseaban por el lago, los que bebían horchata en las terrazas y los que empujaban a sus hijos en los columpios. Se quedaron de piedra también los agentes de movilidad, los libreros de la Cuesta de Moyano y los visitantes del museo del Prado. El único que reaccionó desde su cercana fuente, según cuentan algunos, fue Neptuno. En medio del himno, cuentan, levantó el tridente y lanzó un bramido tal que hizo pararse el reloj de Correos y aterrorizó a los leones de la carroza de la Cibeles, quienes sólo alcanzaron a lanzar dos timidísimos maullidos mininos: el primero fue de miedo; el segundo, de envidia.

Terminado el partido y consumada la victoria, la gente se fue, sonriente y silenciosa, camino de la puerta de la calle Ibiza. Mientras cruzaban el Retiro pensaban en la paradoja que habían vivido: en un equipo nuevo que nacía ya con tradiciones. En el nacimiento de una nueva época que era, no obstante, la recuperación de los viejos tiempos. En lo que iban a disfrutar durante los años siguientes viendo a equipos pequeños en campos malos.

Entretenidos iban en estos pensamientos los que habían asistido al prodigio cuando, espontáneamente y sin decir nada, muchos empezaron a colocarse en una larga cola.

La cola se formaba delante de dos grandes autobuses de donación de sangre.

FIN

Posted: 24 mar 2008, 03:23 por admin |
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Fechas, glóbulos, nuevos tiempos (III)

El 21 de Septiembre de 2012,  Adelardo Molina Torres salió por primera vez en meses a dar un paseo. Dos años antes, por esas mismas fechas, había sufrido un accidente ridículo que cambió su vida.

Aquel día, justo cuando pasaba por debajo del Teatro Alcalá, en la calle Alcalá esquina Jorge Juan, cerca del Retiro, un operario sufrió un descuido. El operario trabajaba junto con otros compañeros instalando el cartel anunciador de la sexta secuela de la saga musical que contaba las tribulaciones del grupo Mecano. Mientras intentaba ajustar parte de la cartelería, hecha en madera y plástico rígido, algo le hizo desviar su atención y la cincha que sujetaba resbaló de sus manos. Cuando le preguntó la policía, el operario argumentó que se descuidó por estar inmerso en diferentes pensamientos abstractos.

Cuando la cincha resbaló, las tres últimas letras del letrero principal y una de las figuras del cartel cayeron al suelo desde una altura de ocho metros. Cuando los bomberos consiguieron retirar lo que había caído, repararon en el cuerpo inconsciente de Adelardo Molina Torres. Por un cúmulo de circunstancias, éste se hallaba justo debajo del voladizo del teatro hablando por su dispositivo audiovisual portátil cuando se vió sepultado simultáneamente por la enorme figura de un teclista que tocaba dos sintetizadores a la vez, uno con cada mano, y las letras A, N y O, todas ellas mayúsculas.

Trasladado de urgencia a la vecina clínica de El Rosario, en la calle Príncipe de Vergara, cerca del Retiro, los médicos diagnosticaron varias contusiones, dos fracturas en cada pierna y varios cortes profundos en brazos y espalda. Nada más. Un milagro. Aunque no practicaba ni le gustaba ningún deporte, Adelardo Molina Torres tenía una masa muscular notable que preservó sus órganos vitales. El único contratiempo serio, causado por el tiempo que pasó bajo las letras y el peso de las mismas, fue que Adelardo Molina Torres perdió mucha sangre. Fueron necesarias varias transfusiones para que recuperara el tono vital. Reducidas las fracturas, anduvo en silla de ruedas y posteriormente con muletas durante muchos meses. Después de muchas horas de rehabilitación, podía por fin andar tranquilamente, sin ayuda.

Andaba por fin sólo y sin ayuda por el bulevar de la calle Sáinz de Baranda, cerca del Retiro, cuando reparó en que se sentía distinto. Tenía ganas de hacer cosas que nunca antes le habían interesado. Se movía por impulsos, giraba por calles que nunca hasta ahora le habían llamado la atención. Se notaba diferente, y eso le asustaba y le gustaba a partes iguales.

Paró en el antiguo bar Domínguez, en la esquina con la calle Narváez. El bar acababa de recuperar su nombre y aspecto tradicional después de haber sido convertido por unos nuevos dueños en lo que llamaron un "espacio eno-gastronómico". El nuevo negocio había quebrado, no había resistido los nueve años de obras que el Ayuntamiento había tenido a bien mantener en su misma puerta. Ahora, el negocio había vuelto a manos de los hijos gemelos del primer propietario, quienes habían recuperado el antiguo cartel rojo, la antigua barra y el antiguo sabor a bar antiguo.

Sin saber muy bien por qué, Adelardo Molina Torres entró en el bar Domínguez. Se sentía bien, muy bien. Pidió un café con leche, e insistió en que ni la leche fuera desnatada ni el azúcar fuera sucedáneo. Se tomó el café y le supo mejor que nunca. Pidió otro e hizo lo propio. Al ir a pagar, una idea le asaltó la mente como un rayo.

  • - Cóbreme los dos cafés. Bueno, no, cóbreme tres. Con el dinero del tercero invite usted al próximo cliente que entre, siempre y cuando tenga cara de que no le van bien las cosas.

El camarero puso cara de sorpresa. No de extrañeza, sino de sorpresa. Antes de que pudiera decir nada, Adelardo Molina Torres explicó su repentina e impulsiva decisión.

  • - Es que me encuentro bien. Quiero pasarle algo de mi bienestar al siguiente que entre. Quiero compartir el buen momento que vivo. Si entra alguien con mala cara y le invita usted a un café le dará una alegría y yo me alegraré por ello.

El camarero no salía de su asombro. Dudó si decir algo. No conocía a aquel cliente que le pedía algo que le resultaba familiar. Cogió los 14 euros justos que el cliente dejaba sobre el mostrador  y no pudo resistir la tentación de preguntar, inclinando su cuerpo sobre la barra.

  • - Oiga, ¿usted es del Atleti?

Adelardo Molina Torres se asombró con la pregunta. Nunca había sido de ningún equipo. Nunca había tenido ningún interés por ningún deporte, mucho menos por el fútbol. Nunca había dado pie a una pregunta similar, sencillamente se notaba que no era el tipo de persona a quien el fútbol pudiera interesarle.

  • - En absoluto, ¿por qué lo dice?
  • - ¿Por qué ha hecho eso?
  • - ¿El qué?
  • - ¿Por qué ha invitado a un café a un desconocido?
  • - No lo sé, creí que era una buena idea....
  • - ¿De dónde ha sacado esa idea?

Adelardo Molina Torres empezaba a irritarse...

  • - ¿Y a usted qué coño le importa? No sé, se me ha ocurrido, así, no sé...

El camarero se dio cuenta de que estaba patinando. Decidió explicarlo.

  • - Verá. Tiene que disculparme por mi curiosidad, he sido un indiscreto. Pero es que su petición es del todo inusual, pero no es nueva en este bar. Durante años, un familiar nuestro, de Segovia, solía hacer lo mismo cuando venía al bar. Invitaba a un café a un desconocido, al próximo que llegara a la barra, para así transmitirle buena suerte, o alegría, o compartir la suya. Lo mismo que ha hecho usted hoy. Nunca nadie lo había repetido, por eso me he quedado tan asombrado. Nuestro familiar, como nosotros, era del Atleti y lo hacía cuando ganaba el Atleti. Así, decía, dejaba claro que los del Atleti éramos distintos.

Adelardo Molina Torres estaba turbado. Nunca había oído algo así, pero en cierto modo le resultaba familiar lo que escuchaba. No sabía bien qué decir. El camarero siguió:

  • - Eso fue, claro, antes de que el Atleti desapareciera. Ahora ya nadie lo hace... bueno, o sí, a lo mejor vuelve a hacerlo pronto si es verdad lo que dicen por ahí. A lo mejor está más contento ahora y vuelve a invitar a cafés.

El camarero se giró y guardó los catorce euros. Sacó los cincuenta céntimos de la vuelta de la caja y los puso sobre un platito. Cuando se giró, el cliente se había ido. Echó la moneda al bote y lavó un vaso.

Al salir de nuevo al bulevar, Adelardo Molina Torres seguía turbado. Pero ya no era por el acontecimiento asombroso que acababa de vivir. Era otra cosa. De forma súbita, imparable y arrolladora, nacía en él un inesperado interés por el balonmano.

*

Posted: 24 mar 2008, 03:20 por admin |
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Fechas, glóbulos, nuevos tiempos (II)

El día 25 de Septiembre de 2016 Ana Quiteria Narváez Escudero acudió a la cita que le había propuesto el director del colegio de sus hijos, los gemelos Pablo y Mario Caminero Narváez, de cinco años y tres días de edad. Era una visita rutinaria, cumpliendo con el turno que a todos los padres asignaba el colegio para hablar de los alumnos recién llegados.  Los gemelos acababan de volver a  las clases hacía poco más de dos semanas y aún así el director quería verles. Algo le resultaba raro.

Ana Quiteria Narváez Escudero dio a luz a los gemelos Pablo y Mario Caminero Narváez el día 22 de Septiembre de 2010 en la Maternidad de la calle O'Donnell, cerca del Retiro. Al ser gemelos y nacer sin cesárea, el parto despertó el interés de varios médicos, que se arremolinaron en torno a la madre en el momento del parto. Ana Quiteria Narváez Escudero miraba los rostros de la docena de especialistas que, sin ningún pudor y sin pedir permiso, clavaban sus ojos en su zona más íntima durante el momento más íntimo de su vida. Nerviosa, Ana Quiteria Narváez Escudero empezó a sentirse mal, a perder la conciencia, a marearse. Una complicación del parto unida a la ansiedad de la madre derivó en una complicación aún mayor. El parto fue aparatoso y muchos de los médicos que acudieron a ver el inusual acontecimiento terminaron por ayudar al doctor que lideraba la operación. Ana Quiteria Narváez Escudero dio finalmente a luz a dos niños robustos y pelones que gritaban con fuerza mientras a su madre le abandonaba el sentido, pero antes fue necesaria una copiosa transfusión de sangre que insuflara vigor a los que venían al mundo. La madre quedó exhausta y fueron necesarios varios días de reposo hasta que Ana Quiteria Narváez Escudero pudiera sujetar por sí misma a los niños cuyo futuro se discutía ahora en el despacho del director del colegio.

Al entrar en el despacho del director, Ana Quiteria Narváez Escudero estaba algo más calmada. Algo en el gesto del director le decía que las cosas no iban mal, pero sabía que algo preocupante, o al menos sorprendente, le iban a decir. Así fue. El director tenía algo que decirle, ni malo ni bueno, sólo algo que decirle.

Desde su entrada en el colegio, los gemelos Pablo y Mario Caminero Narváez se mostraron distintos a los demás niños. No hacían lo que todos, no les gustaba lo que a todos. No eran conflictivos pero sí distintos: no les gustaba ir por donde iba el resto, no querían las mismas cosas, su personalidad era poco común. No se llevaban mal con los demás pero tampoco se llevaban todo lo bien que cabría esperar. Los profesores tenían la curiosa impresión de que esos niños tan pequeños con esas personalidades tan definidas sentían que el resto de niños no les comprendían. Más aún, era evidente que eso no les importaba lo más mínimo.

Al final del curso anterior, primero de pre-escolar según el nuevo plan adoptado por el flamante gobierno del partido Ciudadanos Hartos Aunque Tranquilos, ya habían advertido una aceleración en la definición de su curiosa personalidad. Habían decidido esperar a la vuelta del verano para ver si habían vuelto a la normalidad.  No era así. Sus peculiares rasgos se habían acentuado. En clase hacían preguntas pertinentes en el fondo pero impertinentes en la forma y el momento, que incomodaban a los profesores en un grado insólito para niños de esa edad. Reflexionaban sobre lo que les explicaban en términos poco comunes para las preocupaciones del resto de niños de su clase: lo justo y lo injusto, lo digno y lo indigno, lo noble, lo mezquino, lo admirable, lo triste, lo merecido y lo injustamente regalado, el porqué lo fácil no siempre es preferible a lo difícil. 

Ana Quiteria Narváez Escudero escuchó atentamente al director. Cuando éste hubo acabado, le preguntó si aquello era un problema. El director dijo que no, pero que al ser tan inusual querían comentarlo a los padres, al menos para advertirles. Le preguntó si éste era un rasgo común en su familia o en la del padre de los niños. Ana Quiteria Narváez Escudero respondió:

  • - En absoluto. Tanto su padre como yo tenemos una personalidad totalmente distinta a la de los niños, a quienes, por otro lado, conocemos perfectamente. Y además nos gusta mucho cómo son. Adiós.

Ana Quiteria Narváez Escudero se despidió amablemente del director y se fue a buscar a sus gemelos. Cuando los encontró estaban pintando letras rojas en un gran trozo de tela blanca.

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Posted: 24 mar 2008, 03:15 por admin |
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Fechas, glóbulos, nuevos tiempos (I)

El 23 de Septiembre de 2017, el Dr Anófeles de Brito Ocampo, natural de Baurú, estado de São Paulo, Brasil, daba los últimos toques a la mesa en la que habría de ofrecer un banquete a sus familiares y allegados. Celebraba su retorno definitivo a su ciudad natal y su completa recuperación después de un transplante de hígado.

Brasileño de nacimiento, tenía la nacionalidad española gracias a su madre, una gallega de ojos tristes pero risa contagiosa. Una vez hubo acabado sus estudios de medicina emigró al país materno a ejercer su profesión. Trabajó muchos años en el Hospital Gregorio Marañón, en la calle Doctor Esquerdo esquina Ibiza, cerca del Retiro. Lo hizo como especialista en la Unidad de Trastornos del Sueño; durante años concentró sus esfuerzos en dar una dimensión científica al acto de contar ovejas.

Tras casi 20 años en el hospital, le diagnosticaron una insuficiencia hepática irreversible que obligaba a los médicos a hacerle un transplante. Tras mucho esperar, el día 21 de Septiembre de 2010 apareció un donante con un órgano compatible y tras varias horas de quirófano y varias transfusiones, el Doctor Anófeles de Brito Ocampo inició una nueva vida. Más nueva de lo que él pensaba.

Como suelen decir todos los beneficiarios de un transplante, el Dr Anófeles de Brito Ocampo volvió a nacer. En su caso, más que otros, si cabe. Desde que vivía con un hígado y una sangre nueva se notaba distinto, reparaba en cosas en las que antes no caía, veía virtudes donde antes veía defectos, despreciaba lo fácil, admiraba a quien se resistía a seguir la corriente. "Será el transplante", pensaba el Dr Anófeles de Brito Ocampo. Equipado con su nuevo hígado, flamantes plaquetas y recién estrenados glóbulos rojos y blancos, decidió volver a su casa, con su familia, tras años y años en España. Lo hizo unos años después del transplante, un día de 2016, cuando se encontraba ya en plena forma - o al menos para lo que la expresión "plena forma" significa para un hombre de mediana edad con un hígado ajeno y tres litros de sangre prestada.

El día que nos ocupa, el Dr Anófeles de Brito Ocampo preparaba un asado para reunir a su familia y festejar su vuelta y su mejoría, ambas definitivas. Vendrían sus hermanos, sus hijos, sus sobrinos, sus nietos y algunos amigos. Celebraba su nueva salud, también su nueva forma de ver las cosas.

Los familiares y amigos del Dr Anófeles de Brito Ocampo acudieron puntuales a la invitación. Llevaron regalos, postres, vino y flores. Se sorprendieron al ver que el Dr Anófeles de Brito Ocampo había pintado la valla de la vieja casa de sus padres de rayas rojas y blancas. Se sorprendieron aún más cuando el Dr Anófeles de Brito Ocampo inquirió con insistencia y entusiasmo a sus hermanos, los gemelos Sócrates y Sófocles, sobre la suerte de su primo lejano Ricardo, ex futbolista que había jugado en el equipo local y en Europa. Hasta ese día, el Dr Anófeles de Brito Ocampo no había mostrado interés alguno por el fútbol.

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Posted: 24 mar 2008, 02:27 por admin |
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Carta a un amigo: Fernando. (y III)

30 de Diciembre de 2007


Esta es la tercera parte de una carta que algunos foreros me pidieron en su día y que hasta hoy no he tenido ganas de escribir. Es algo que, a pocas horas para que el 2007 nos deje, me ha parecido de justicia dejarlo plasmado aquí. Y es que ha sido este un año en el que a nosotros los atléticos se nos ha escapado un pedacito de nuestra historia. Ojalá el mes de Enero nos traiga la buena nueva de que los saqueadores de nuestro amado Atlético de Madrid pierden definitivamente la mayoría del accionariado y por consiguiente el control de la sociedad. Ojalá vengan tiempos mejores, que ya nos toca.
 

TERCERA PARTE (Nunca caminarás solo) 

Mi imaginación se traslada a esos últimos días de junio de este 2007 que ya se nos escapa entre los dedos. Además viaja a miles de kilómetros para detenerse en la Polinesia. Imagino a un chico de 23 años con el mundo en sus manos. Su novia, un marco paradisíaco a su alrededor y todo el dinero del mundo para hacer lo que se le antoje. Todos los ingredientes para construir algo muy parecido a la felicidad en lo mas extenso de la palabra. Pero no, tu mente estaba a medio camino entre Madrid y Liverpool. ¿Qué hacer?

Tu corazón seguía aferrado a seguir luchando por una causa ya casi perdida, pero tu cabeza empezaba, por primera vez, a decirte que tu futuro estaba lejos de Madrid. Tu familia, amigos, representantes, etc... te aconsejaban que ya estaba bien, que lo mejor para ti era marcharte. Aún en los últimos momentos tú te resistías a dar el paso, pero lo que terminó por decantar la balanza fue el comprobar como tu propios “jefes” estaban deseando que dieras el visto bueno a la operación para poder venderte y poder así embolsarse una cantidad ingente de dinero. En siete años en la primera plantilla te habían dado innumerables motivos para decir basta, pero eso fue la gota que colmó el vaso y, a pesar de haber dicho semanas antes que no te marcharías del equipo, diste vía libre a todos para llevar a cabo la tan anhelada operación.

No quisiste montar una escena. No quisiste hacer de aquello algo que diera la vuelta al mundo. Saliste del club de tu vida sin hacer ruido, sin un mal gesto. Saliste como sólo lo hubiera hecho Fernando Torres. Saliste con la tristeza de no ser querido y reconocido por todos los atléticos, dejando 38 millones de euros en la caja registradora, mas de 100 goles con la rojiblanca y ni una sola lágrima de cara a la galería. Una vez más, grande Fernando.

Y ese mismo día aterrizaste en Liverpool. Llegaste a esa ciudad que casi nunca ve el sol, que tiene muchas más fábricas que bares y que tiene un estadio que respira fútbol, que tiene un césped que huele a otros tiempos, que vacío no impresiona, pero que en día de partido se le mete a uno por dentro de las carnes para decirle al mas pintado que allí se ganan Copas de Europa a fuerza de querer ganarlas. El sitio perfecto para ti, Fernando.

Han pasado los meses y cada día que pasa haces que aquí en Madrid muchos nos sintamos más orgullosos de ti. Los que decían que estabas sobrevalorado están escondidos debajo de las piedras. Tú sigues haciendo lo que has hecho siempre, callar bocas con los pies. Y yo, que siempre he estado un poco loco, sé (y siempre he sabido) que algún día levantarás el Balón de Oro. Lástima que en España uno tenga que marcharse fuera para ser realmente reconocido amigo.

Aquí en Madrid la cosa pinta un poco mejor, en parte gracias a que tu salida ha hecho que los ineptos Gil Marin y compañía hayan fichado mejor de lo que acostumbran. En parte también a que el Kun, tras un año de adaptación está dando lo que se espera de él. Forlán es un buenísimo delantero, ¿qué te voy a contar? Simao o Raúl García tienen muchísima calidad y, a pesar de que el equipo defensivamente es una calamidad, la gente está disfrutando un poco más que otros años. Pero... ¿qué quieres que te diga, Fernando? Cuando vemos la tablilla del cuarto árbitro con el numero 9 y no estas tú... la mente a muchos se nos va a Anfield Road. A ese césped que ahora disfruta esos cambios de ritmo que solo tú eres capaz de realizar. Se te echa mucho de menos Fernando y, aunque hay mucho resentido como al que le deja la chica de su vida, en el fondo un millón de Atléticos te esperamos.

Nunca caminarás solo Fernando, ya lo sabes.
Posted: 13 mar 2008, 12:02 por admin
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Carta a un amigo. Fernando. (II)
2 de Julio de 2007

A estas horas a mí, al igual que a muchos de vosotros, el desánimo me invade y me apetece hacer pocas cosas, pero como me lo habéis pedido unos cuantos, ahí os dejo la segunda parte de la carta. Espero no resultar pesado, pero eso sí, os anuncio que hay una tercera y última parte.

 SEGUNDA PARTE (Capitán de un barco a la deriva) 

... Al año siguiente, y de la mano de un Luis Aragonés, que te las hizo pasar canutas, al final se consumó el ascenso. Por fin ibas a jugar en primera. Tu debut en la máxima categoría fue en un escenario propio de tu nivel, el Nou Camp. Aquella noche empatamos en Barcelona y no pudiste marcar. Hubo que esperar una semana más para verte marcar tu primer gol entre los grandes. Fueron los cincuenta mil de siempre los que pudieron gritar con aquel gol ante el Sevilla de Caparrós.

Aquel año pasó sin mucho que reseñar en lo deportivo. El equipo hizo una temporada discreta en su retorno a primera. Luis y Futre se marcharon al finalizar el campeonato y tú hiciste trece goles. ¿Te acuerdas aquel que le metiste a Molina? Naybet, el pobre, no lo ha podido superar. Pero aquel era el año de nuestro centenario. Cómo te hubiera gustado estar en Neptuno aquel sábado de abril en que nuestro Atleti cumplía, se dice pronto, cien añitos. Cómo te hubiera gustado estar con los tuyos llevando aquella kilométrica bandera. Esa bandera significaba tanto para nosotros, Fernando... Significaban miles de momentos vividos por miles de atléticos como tú y como yo a lo largo de cien años. Cada uno de los hilitos de los que estaba compuesta olía a domingo por la tarde, a sobresaltos escuchando a un locutor de radio que te mantenía en vilo noventa minutos, olía también a grandes gestas que cada uno de nosotros vivimos como aquella final de copa del 92, o como aquel doblete que tu pudiste vivir a pie de campo, olía a millones de lágrimas derramadas por gentes distintas unidas por un mismo sentimiento. Gentes como tú y como yo Fernando. O como el abuelo Eulalio, ese hombre de Valdeabero que te inyectó en vena esta droga de la que no se puede escapar uno nunca por más que quiera. Y cómo te hubiera gustado estar sobre el césped ese día también, pero una lesión te dejó en la grada sufriendo al ver como tus compañeros eran incapaces de ganar a Osasuna precisamente en aquel día. Es paradójico que tuvieras que ver aquel partido, que sobre todo tenía importancia para el aficionado, precisamente como lo que eres, un atlético más. Un atlético más con el corazón infartado en esas gradas que tanto saben de cardiología. Una vez más no pudo ser.

Y así, como que no quiere la cosa, fueron pasando los años. Fueron pasando compañeros nuevos y pronto tuviste que ver cómo en el vestuario cuando mirabas a tu alrededor ya no quedaba nadie de los que estaban aquella tarde en Albacete. El club era pura inestabilidad y a los diecinueve años te viste con el brazalete de capitán en el brazo. Ese mismo brazalete que en otros tiempos llevaba Adelardo y otros míticos como él a los que tú y yo nunca pudimos ver, aunque los conozcamos de sobra porque siempre hay un abuelo Eulalio para contárnoslo. Ese mismo brazalete que, cuando éramos más niños que ahora, veíamos en el brazo de Futre, y después de Solozábal, y más tarde de Aguilera. Te viste demasiado pronto siendo el capitán de uno de los clubes mas grandes de la historia. Y no sólo eras el capitán, también eras el buque insignia, la bandera, el referente para los niños más niños que tú y que yo. Eras además de todo eso, la esperanza de una afición que se empezaba a acostumbrar al fracaso. Una afición maltratada por sus dirigentes que veía en ti la posibilidad de volver a ser como antes. De volver a ser grandes. Todo el peso del club recaía sobre tus espaldas y eso en ocasiones resultaba una presión demasiado grande para un chico aún en formación. Cuando el equipo ganaba, ganaba Torres. Cuando el equipo perdía, también era Torres el que perdía. Yo eso nunca lo consideré justo, pero tú asumiste ese rol con una naturalidad fuera de lo normal. Sin darte cuenta estabas sacrificando el completar tu formación como futbolista, por las exigencias sociales de un barco a la deriva que solo se mantenía a flote gracias a ti. Pero como este país es así, no tardaron en salir como ratas los ventajistas detractores a los que tú no tardabas mucho tiempo en mandar callar con goles y grandes partidos. Si había que tirar un penalti, ahí estabas tú el primero para lanzarlo. Si había que darse una carrera de cincuenta metros para recuperar un balón ahí estabas tú. Si era necesario presionar hasta la extenuación ahí estabas tú. Si había que defender medio millón de corners aún a costa de perjudicar tus cifras anotadoras ahí estabas tú. Si había que salir a rueda de prensa para explicar un nuevo fracaso, ahí estabas tú siempre. Siempre tú y no otro. Todo y más por tu Atleti. Faltaría más.

Como te decía. Seguían pasando más y más compañeros nuevos. Y también pasaban entrenadores. Manzano, Ferrando, Bianchi, Pepe Murcia... y el equipo nunca cumplía los objetivos. Todos tus esfuerzos nunca eran suficientes y eso en ocasiones te hacía sentirte frustrado. Se hizo habitual verte en los finales de temporada cabizbajo por el césped. Pero tú siempre volvías. Volvías tú y nos hacías volver a los demás. Nos hacías renovar ilusión cada verano. Por cierto... ¡qué veranos eh!. Se hizo normal ver cómo en cada uno de ellos te colocaban fuera del club. Siempre había rumores que decían que te marchabas, que no aguantabas más. Y aunque razones no te faltaban, siempre salías con la boca llena de Atleti a decir que tú no te marchabas. Como por ejemplo hiciste el año pasado cuando todos daban por echo que te ibas. Venías de jugar aquel mundial en que nos hiciste sentir orgullosos y los rumores se volvieron a disparar. “Que digan lo que quieran” dijiste. Y renovaste tu contrato. Continuará...
Posted: 13 mar 2008, 12:01 por admin
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Carta a un amigo: Fernando. (I)
29 de Junio del 2007.

Hola amigo. Vaya la que has liado ¿no?. Los dos sabemos que ya no hay vuelta atrás. Lo tienes decidido. Te vas. Con todo el dolor de tu corazón, pero te vas. Y bien que haces, Fernando.
    
PRIMERA PARTE (Comienza la leyenda)
  
Recuerdo perfectamente la primera vez que te vi. Era la primavera del 99 y por aquel entonces nuestro Atleti acababa de jugar el partido de ida de semifinales de copa contra el Deportivo de la Coruña. Tú eras el vecino de mi novia, el hijo de la Flori. Un pecoso larguirucho que acababa de cumplir 15 añitos. Decían en el barrio los que sabían algo de fútbol que no ibas a ser uno más, que tú llegarías lejos, cosa que yo dudaba mucho pues es lo que se suele decir de cualquier chaval que despunta a esas edades en la cantera de un grande como nuestro Atleti.

La segunda vez que te vi fue a los pocos días. Era temprano. Tú salías del portal de tu casa para ir al instituto y yo iba a buscar a mi chica para llevarla a la facultad. Me miraste fijamente y me saludaste levemente hasta donde tu timidez te permitió hacerlo, pero en esa mirada noté una gran complicidad, pues yo llevaba la camiseta rojiblanca puesta, venía de Coruña (sitio muy especial para ti) de ver ganar a los nuestros con un golazo de Serena. Estábamos en la final y tú sabías que la noche anterior yo había estado allí disfrutando de la victoria. Con aquella mirada me quisiste decir que ojalá hubieras podido estar la noche anterior allí conmigo. Aquella final la perdimos en la Cartuja de Sevilla ante el Valencia y allí empezó el principio del fin. Un año mas tarde descendimos a segunda.

El tiempo fue pasando, y un día nos enteramos en el barrio que había estado Valdano personalmente en tu casa. Quería convencerte de que te marchases al Madrid. Fue entonces cuando me di cuenta de que eras realmente bueno. Pensé que ya lo tendrías cerrado con ellos entonces, pero... qué grata sorpresa. Le habías dicho a aquel argentino que hablaba como los ángeles que no ibas a jugar nunca en ese equipo, que tú eras del Atleti. Desde ese día me ganaste por completo, Fernando.

Poco tardó la prensa en hacerse eco de el filón que había encontrado la cantera rojiblanca. El equipo estaba arrastrándose por los campos de segunda y era necesario vender ilusión como fuese. Y en esto llego el Europeo sub-17, ese en el cual el nombre de Fernando Torres irrumpía en el panorama futbolístico nacional e internacional de forma definitiva. Empezaba la leyenda. El club se agarro a ti como a un clavo ardiendo y a falta de pocas jornadas le impusieron a Cantarero que te subieran directamente del juvenil A para entrenar con el primer equipo. Al mister no le gustó mucho que le impusieran tu presencia en el entreno jugándose lo que se jugaba el equipo, pero fíjate por dónde, en aquel primer partidillo dejaste a Cantarero y a todos con la boca abierta, creo que hiciste cuatro goles y eso te abrió directamente las puertas de la convocatoria.

Estabas ante el gran día. Ese que uno siempre sueña cuando es niño de debutar con esa camiseta de rayas rojas y blancas, de salir por esa bocana de vestuarios por la que antes habías visto salir a los Simeone, Caminero, Pantic... Cómo estaba “la Flori” (siempre comedida y serena ella) de ancha ese viernes en el cual ya sabía que ibas a debutar el domingo a las 12 contra el Leganés. Igual de ancho que estaba yo que ya llevaba hablando muchos meses a mis amigos de un mocoso de Fuenlabrada que iba a ser como mínimo el sucesor de Van Basten. El Calderón, lleno como de costumbre, empezó a pedir que saliera 'el niño' y, lo pidió tan fuerte, que al final Cantarero te llamó para darte entrada en el campo. Ibas a cumplir tu sueño y el de cincuenta mil almas que parecían presentir ante qué clase de jugador estaban.

Saltaste al campo en la segunda parte y yo me alegré como si fuera tu padre o tu hermano, estaba muy nervioso. Se ganó aquel partido y tú hiciste una buena jugada de las tuyas con un desparpajo insultante. ¿A que lo recuerdas Fernando? El disparo se te fue alto. Y a la siguiente jugada expulsaste a un rival que no le quedó más remedio que tirarte al suelo. Se ganó aquel partido 1-0 y aún podíamos soñar con ascender. El siguiente partido era en Albacete y allí me fui con mi chica. A ver al Atleti. A verte a ti meter tu primer gol. De nuevo en la segunda parte Cantarero te llamaba para saltar al campo. De repente se iluminó la tablilla del cuarto árbitro la cual mostraba un número 19 que se veía mal debido al impresionante sol de aquella tarde primaveral. Pero aquel no era un número cualquiera, era el dorsal de tu ídolo, era Kiko el que corría hacia ti. Parecía como si el destino no quisiera que coincidierais nunca en el campo a modo de relevo generacional. Y así fue.

A los pocos minutos Iván Amaya colgó un balón sin mucho sentido desde la derecha y allí apareció tu cabeza para enviar aquel mal centro a la red. Yo grité y grité enloquecido desde el fondo de la portería contraria, al igual que todos. Era real, habías marcado el gol de la victoria. Qué bonito recuerdo tengo de aquel día. Aún conservo aquella entrada del Carlos Belmonte y la guardo como oro en paño. A la semana siguiente no se pudo consumar el ascenso, pues aunque ganamos al Getafe en su campo, el Tenerife hacía lo propio en Leganés. Ese fue uno de los dos días en que el fútbol me ha hecho llorar hasta el día de hoy. Era demasiado duro pensar que otro año lo pasaríamos jugando en segunda. A las pocas semanas me enteré que aquella noche no pudiste dormir, que tú también lloraste, que llorastes y lloraste. Como un niño. Como lo que eras. Tu madre dijo que nunca te había visto así. Continuará...
Posted: 13 mar 2008, 11:58 por admin
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El fútbol

Se quedó mi nombre en el silencio. Lo quisieron los hados, las redes invisibles, esa extraña mecánica que otros llaman olvido. Pugné por él con la paciente espera, lo convoqué como si fuera espíritu, o forma, dejando que el azar obrase su milagro. Hélo aquí: otro nombre, tan recién nacido. No habré de reprochárselo, que el azar es a veces más benévolo que el designio, ni habré de celebrarlo, pues es inexorable que quien hace un hijo hace un muerto. 

Pero lo que de verdad cuenta es el paisaje, las cosas, la gente. Las mañanas de los domingos, las aceras del Paseo de las Acacias, sobre todo a la altura del campo del Gas, estaban atestadas. Los coches aparcados en batería, con una hoja de cuaderno cuadriculado en el parabrisas donde se establecía un precio escrito en tinta de rotulador azul. Dauphines, Dos Caballos, Mil Quinientos, algún Dodge antiguo. Había una alegría muy cierta allí, la del negocio y la transacción, la de la ganga y el hurto, esa dicha dominical un poco seca que es la dicha del pícaro, que lleva en el bolsillo la navaja con sangre todavía caliente de la noche anterior. Yo olía esa sangre como olía el perfume de jazmines de una mujer al pasar, entre el humo denso de los cigarros. Iban los chulos y los padres de familia y los pintas y los de la secreta con los trajes recién planchados, marrones o grises, el pelo corto, negro y húmedo, bien peinado, y un bigotito fino que ya empezaba a verse antiguo. Los últimos años de Franco fueron el encarnizamiento de una nostalgia sólida y profunda de algo que todavía no se había muerto, fue un tiempo de abismo donde casi no había nada más que el vacío y el polvo. Se oía por el patio cantar a una vecina joven como Juanita Reina o como Concha Piquer, en el Rastro estaban Los Tamara junto al I Wanna Be Your Man, se mezclaba el Chanel con Varón Dandy y aún firmaba Pemán muchas terceras en abc mientras otros, con barbas y desencanto estudiado, adoraban a Rosa Luxemburgo.

Pasábamos por allí a diez por hora para no atropellar a nadie, tranquilos, camino del Manzanares. A las doce, con rocío todavía en la hierba y la lateral hasta arriba, ese hermoso regalo que fue el Madrileño: Domingo, Muñoz, Peter, Morón y Abarca. O sea, el Atleti. O sea, el fútbol.

Posted: 12 feb 2008, 09:11 por admin |
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Al Atleti, sepultado en sus ruinas

En los geniales versos de Quevedo, el peregrino busca a Roma y en Roma misma a Roma no la halla. De igual modo, en la grandeza, en la hermosura del Atleti, huyó lo que era firme, y solamente lo fugitivo permanece y dura.
 
Permanecen las palabras de Pelé: “si yo era el rey del fútbol, Ben Barek fue su dios”. Olvidadas, llegaron al Olimpo donde habitan Carlsson, Marcel Domingo, Vavá, Ramiro, Mendoza, Griffa, Ayala, Pantic, Leivinha, Dirceu, Heredia o Pereira.
 
Duran los diecinueve títulos nacionales, la Intercontinental y la Recopa, efímeros como el hockey (masculino y femenino), el boxeo, el voleibol y el glorioso balonmano: Juan de Dios Román, Lorenzo Rico, Cecilio Alonso y tantos otros.
 
Se agigantan las figuras de Aparicio, Gabilondo, Escudero, Silva y Mújica, Verde, Collar, Rivilla y Calleja, Peiró y Adelardo, Ufarte, Luis y Gárate, Rodri, Salcedo, Capón, Martínez Jayo y Jabo Irureta.
 
Permanecen los nombres de los presidentes que engrandecieron al Atleti: Luis Navarro, Cesáreo Galíndez, Javier Barroso y Vicente Calderón, junto a los de sus entrenadores y directivos más atléticos.
 
Pero huyó lo que era firme: el espíritu que nació a principios del siglo XX de la mano de mineros vasco-madrileños. El calor de un barrio, el del Stadium Metropolitano inolvidable, irrepetible, compendio de una ciudad y de un tiempo.
 
Huyó lo más valioso de la historia colchonera: la pasión, el orgullo, las manos limpias, la preferencia a los barcos de la honra, el valor del esfuerzo, la lucha ante la arrogancia, el cocidito madrileño.
 
Se ha diluido el quijotismo de creer que el mundo es como nosotros queremos que sea: los molinos gigantes, y las rameras princesas; no perdura la utopía de pensar que se puede derrotar al Imperio Galáctico por siempre jamás amén.
 
Se llevó el viento los sueños de un mayo del 68 adelantado a su época: estudiantes junto a obreros; se borró la senda de los elefantes de una avenida de la Reina Victoria (tan impostora como su hermana la Derrota) rojiblanca para siempre.
 
Y volviendo a nuestro clásico, la corriente del aprendiz de río, como si fuese la del Tíber caudaloso, ya sepultura, llora a su paso bajo los puentes de San Isidro y de Toledo, con funesto son doliente. Son de la loma, son de La Habana.

Posted: 09 ene 2008, 06:56 por SDHEditor |
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Nostálgicos

Nostálgicos, que palabra tan curiosa, lo mismo se utiliza para hablar de unos tipos que echan de menos épocas dictatoriales que para otros que anhelan recuperar épocas de ideales que nunca llegaron a existir.

"Nostálgicos" vale para todo, es como el anuncio de la Coca-Cola y el argentino, recuerdan... "Para los rojos, para los azules, para los viejos, para los jóvenes, para los que ven Cuéntame, para los que no lo ven, para los rojiblancos de siempre, para los de nuevo cuño..." Nostálgicos.

Pero en este editorial en concreto me resulta mucho más curioso aún que se utilice la palabra “nostálgico”. Miren ustedes, que nos llamen malos atléticos, resentidos, renegados, muertos de hambre, mal peinados y hasta mal vestidos me resulta normal y ya me he acostumbrado a ello. Que nos lo llamen en una editorial de esa pseudo ¿revista?/panfletillo, como dice MLPD hasta lógico y sería para estar muy jodidos si no fuera así, pero..., ¿nostálgicos?

La nostalgia sólo se tiene de algo que en su día se tuvo, ya no se tiene y se supone fue mejor (salvo en algunos casos de severo masoquismo que se han llegado a dar). Es indudable que este Aleti actual que nos duele parecer y vivir carece de muchas cosas que tuvieron otros "Aletis" que la historia conoció. Un equipo sin señas de identidad, que pulula por la Liga española con más pena que gloria, o sin más gloria y con mucha pena, que ha olvidado lo que un día fue, y los valores que le alzaron hasta convertirse en el equipo del que todos nos enamoramos. Una nada en un mar de nadas, vamos.

Los tiempos cambian, eso está claro, y con los tiempos cambian las cosas, y hay que adaptarse, pero los valores no, los valores de siempre siguen siendo eternos, y este equipo ya no tiene ninguno de esos valores eternos que un día tuvo. Ergo, sí, soy un nostálgico de aquel Atlético que un día conocí y que ya no existe y será imposible que exista mientras existan ésos que hoy me llaman nostálgico. Y no, no estoy en contra de los cambios y de que las cosas evolucionen debido, o gracias, a esos cambios, pero sí, estoy en contra de perder los valores universales, los verdaderos, lo que hacen que las cosas perduren a pesar del tiempo y de los cambios. Y sí, desconfío y me niego al cambio cuando éste viene promovido por el que me ha provocado que esos valores se pierdan. Y sí, vuelvo a desconfiar cuando al final esos aires de modernismo y futuro esconden una simple operación especulativa y monetaria y los que la van a gestionar son aquéllos que lapidaron anteriormente todo nuestro patrimonio, del que se apropiaron indebidamente y por todo el morro, y arruinaron, no sé si de manera irreversible, pero me temo que sí, todos esos valores que hoy me convierten en un nostálgico.

La nostalgia se me pasaría si pudiera vislumbrar uno sólo de aquellos valores en el actual devenir de nuestro equipo e incluso me volvería un valiente y sería el primero en pedir el cambio si ello significara agrandar esos valores para hacernos más grandes y poder crecer sin perderlos.

Que después de dos o tres victorias seguidas y tras veinte años de vergüenza se haya escrito esa editorial sólo sirve para que hoy esté todavía un poquito más nostálgico y para que ellos estuvieran un poquito, aunque sólo fuera un poquito, avergonzados, algo que realmente es imposible porque la ausencia de valores, de los de verdad, va siempre acompañada de una ausencia total de vergüenza.

Posted: 04 nov 2007, 11:00 por SDHEditor
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Carta abierta a Joserra

Estimado Joserra

Espero que esta carta abierta, llegue a tus manos y una vez leída, remueva tu conciencia labrada con muchos años de radio y te des cuenta del flaco favor que haces al mundo del deporte en general, y del fútbol en particular.

Tenía ganas de escribirte esta misiva, pero tu programa radiofónico de ayer día 29 de octubre fue el último empujón.

Se daba la circunstancia de que el Valencia, por medio de su dueño (¿no te gusta esta palabra?) Juan Soler, ponía a engrosar las colas del INEM a tu amigo Quique Sánchez Flores, ex colaborador de esa casa. Que faena, ¿eh Joserra? ¿Cómo es posible que hoy en día, un club de fútbol pueda despedir a un entrenador en mitad de temporada, con las consecuencias desastrosas que eso trae? Evidentemente, la cosa se agrava si ese entrenador es amigo de la casa. Pero claro, si ese entrenador no concede entrevistas, o no es de tu complacencia, entonces el despido se torna en procedente, ¿no Joserra? ¿Qué dirá Bianchi de todo esto? ¿Porqué aquel si era un despido procedente? ¿Porqué Lotina si tenía que caer? ¿Porqué Stoichkov si está bien despedido?.

Pero ayer llegaste más lejos. En tu particular caza de brujas, te rodeaste de buenos carroñeros en busca de carnaza, previamente les dejaste sin comer unos días para, por la noche, lanzarles a la carnaza. Ayer la carnaza se llamaba Juan Soler, dueño del Valencia y poseedor de más del 30% del accionariado del club (por cierto, poseedor legal, ya que compró las acciones).

Tus colaboradores de cámara exprimieron el google y comenzaron a sacar artillería pesada en forma de estadísticas:

- ¡Juan Soler en tres años no ha conseguido ningún título¡ exclamaba el tal Morata. Ha gastado más de 140 millones de € en fichajes, ha devorado entrenadores como Ranieri, Héctor Cuper, Rafael Benítez y el propio Flores, ha devorado secretarios técnicos, directores deportivos y ha fichado a más de 20 jugadores.

- Y si hablamos de “logros deportivos”, Juan Soler cometió el delito de:

    o       Caer con el Lleida en Copa del Rey, no llegar ni a cuartos en las otras ediciones
    o       NO clasificarse un año para la Champios al ser 7º clasificado y no pelear el título
    o       Caer en octavos de Champions y en primera ronda de UEFA

Que barbaridad verdad Joserra? Menudo palmarés para todo un Valencia.

Y claro, todo ello te llevó a cuestionarte, junto con tus magníficos colaboradores, sobre cuantas acciones posee el actual dueño del Valencia o el porqué COMPRÓ las acciones a más de 100.000 pts, cuando valían 8.000 pts.

Y claro, al final de todo esto, salió “el pelotazo de Mestalla”. Te estremecías al pensar que el pelotazo de Mestalla era vergonzoso, ya que todo iba a caer a una Sociedad Anónima, es decir a unos dueños con nombres y apellidos.

Todo ello estaría muy bien, estimado Joserra, si no tuvieras ese doble rasero, si no tuvieras esa doble vara de medir, si tu moralidad, esa de la que hacías gala en tus humildes comienzos, a la sombra García, haya quedado dónde le quedó a éste: en los intereses particulares.

Escuchándote ayer, escuchando tus contínuas denuncias a los desfalcos de la Federación Española de Fútbol, tus continuos monólogos descalificantes al más puro estilo de tu predecesor en esto del estrellato de las ondas nocturas sobre Piterman,  Lamikiz, Clemente o Laporta hacen que sienta por ti una gran repulsa cuando ante situaciones parecidas, incluso más sonrojantes, más cercanas a ti, guardas un silencio bochornoso, y en ocasiones cómplice.

Hace mucho tiempo que dejé de confiar en los medios de comunicación, porque vosotros, sois un mero instrumento de mediatización de la sociedad, y de vuestra posición os aprovecháis, generalmente con fines económicos. De hecho, hoy en día es fácil ver que dirá un periódico o un telediario, simplemente con saber a que grupo pertenece, así de simple y así de triste.

Estimado Joserra, todavía no he visto que dediques alguno de tus torpedo-monólogos nocturnos a dinamitar la estabilidad de los dueños ILEGÍTIMOS del Atlético de Madrid, su marcha económica, su marcha deportiva, ni su pelotazo urbanístico, el cual, curiosamente, guarda similitudes con el que ayer se te llenaba la boca al denunciarlo: Sus beneficiarios son dos señores, juzgados, condenados e incluso pendientes de juicio por estafa, simulación de contratos y apropiación indebida.

¿A que se debe ese silencio Joserra, dónde está tu espíritu denunciante Joserra?

Hacemos comparaciones con los equipos de aquellos a los que has torpedeado estos últimos años?

Quieres hitos deportivos Joserra?

- El Atlético de Madrid, en 20 años de Gilismo y herederos, ha conseguido 3 copas del rey y 1 liga. Pobre bagaje para el ex tercer equipo de España Joserra. Y no olvides que hablamos de 20 años.

- Descenso a 2ª División y permanencia en ella de dos años.

- Ridículos en Copa, ridículos en Liga, desaparición de Europa y vuelta a escena a través de una insulsa Intertoto. Goleadas escandalosas, saldadas en tu programa con comentarios jocosos.

¿Quieres hitos económicos Joserra?

- Aumento de la deuda de 12 millones de € a 400 millones de €.

- Los dos sujetos que ahora mismo poseen el club, le deben más de 60 millones de € por sentencias que todavía no han acatado.

- Cientos y cientos de millones en fichajes, la mayoría de ellos basura.

- Más de 500 jugadores y 50 entrenadores.  Todo ello saldado en tu programa con silencio total.

¿Quieres hitos de crónica negra Joserra?

- Están a punto de pegar eso que tu denominas “pelotazo”, derribando un estadio, del cual se han apropiado indebidamente (Tribunal Supremo dixit), para mandar al Atlético de Madrid a jugar de prestado a la Peineta por un periodo indeterminado.

- Se apropiaron de manera ilegal con las acciones del Atlético de Madrid, cosa que les diferencia de tus torpedeados Soler, Piterman y compañía.

- Tienen al club convertido en una comparsa deportiva debido a su nefasta gestión. Todo ello saldado en tu programa con más silencio y endulzado con miles de fichajes que nunca llegan.

Tu a todo esto callas. Esta vez, en vez de mandar carroñeros en busca de carnaza, mandas chirigoteros como Antoñito y Manolete.

Cuántas risas hay en el estudio cuando habláis de “vuestro” Glorioso, os mofais de los grandes fichajes que se harán, de lo bien o mal que va el equipo, de lo graciosos y fieles que somos, de cuán sufridores son los pupas… Que bien te lo pasas entrevistando al Cooperador Necesario para un delito de apropiación indebida, don Enrique, el cual, en tu mismo tono distendido balbucea estupideces acerca del equipo que maldirige.

Eso si, denunciar estafas, robos, pelotazos o gestiones nefastas, nada de nada. ¿Por qué Joserra? ¿Por qué cuando hablas del Aletico lo justificas diciendo que es lo que tienen las SAD´s pero en cambio cuando tratas de otros equipos, lanzas toda tu artillería verbal y a todos tus colaboradores?

Espero que esto te de una idea de lo que piensa una parte de la Sociedad sobre tu forma de actuar. Quizás una parte pequeña Joserra, pero una parte que considera que tu forma de actuar con micrófono en mano es tan deleznable como aquellos a los que defiendes con tu silencio.

No espero tu respuesta Joserra. Supongo que harás como que nunca te ha llegado esto y seguirás colaborando con tu silencio al circo en el que se ha montado MI Atle... de Madrid, no el tuyo.

Que siga la función.

Atentamente

 TXEMA

Posted: 29 oct 2007, 11:00 por SDHEditor
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La teta de la que mamé el Fútbol
No es que fuera de una leche limpia y cristalina. Ya empezaba a echar cuajarones, y perdía por momentos esa fluidez que le daba verse de la mano jugadores y aficionados, después de concluir un partido en el Metropolitano. Inundando Reina Victoria de rojiblancos colores, fundidos los unos con los otros, acompañandose hasta el portal. Cuando un pelotero tenía que tirar un penalty con un dedo roto. O volver a la Pradera con los hemisferios de la cabeza reunidos con un vendaje de lino...
 
 

En "mis" tiempos, ya se tiraba de réflex. Se simulaban caídas como si Neptuno les hubiera metido el tridente por el ojo ciego. Se comenzaba a trabajar la pizarra, y se recurrían a guerra de guerrillas para contrarrestar el potencial enemigo, más allá de la patada y tente en tieso. Se lo digan a la Bélgica del mítico Gerets, con escuadra y cartabón para tirar el fuera de juego, que luego incorporaría a su decálogo Sachi, vía Baressi.

Sí, que no era lo mismo. Existían prolongaciones, recogidas de testigos con sello, reencarnaciones, si se prefiere llamar así, como Griffa en Arteche. O como Collar en Futre. Hasta un tal Ben Barek, todo elegancia y magia que cuentan las crónicas y las memorias, en la figura de otro tal Kiko... Haberlas, haylas. La mente del atlético entrado en años, recorre caminos muy distintos, que pretende hacer coincidir con la forma de gambetear. De llevar el balón pegado al pie. De soltarlo y echarle un pulso al defensa rival en la carrera. De parar el balón como si el melón con nieve se convirtiera en un melocotón ralentizado en un momento matrix. De la perfecta ecuación de tronco-cuello-cabeza para resolver con brillantez una dejada con la frente al fondo de las mallas... Todo tuvo un principio, y sobre él se van sumando figuras, en vertiginosas comparativas. Los Ruete (jugador), Olaso, Elizalde, Fajardo, Triana...ya no poseen apenas ojos en vida para dar testimonios de ellos. Los mismos Mendonça, Juncosa, Vidal, Escudero, campos o Silva, van comprobando como las pupilas rebosantes de brillo infantil, se van apagando o usando vidrios de por medio. Aún suenan con fuerza los Adelardo, Luis, Gárate, Pereira; y con estruendo los Arteche, Marina, Ramos, Landáburu, Cabrera, Rubio, Navarro... Los Futre, Schuster, Kiko, Pantic, Simeone, Caminero, son de antesdeayer. Pasada la esquina.

Así es que, el camino colchonero continúa su peregrinaje. Los jugadores se extienden en otros a través de generaciones, como sellos de identidad que tienden a compararse entre nietos y abuelos. Las rayas rojas sobre el tejido albino, se reducen o se ensanchan; cambian últimamente cada temporada sobre aquellas genuinas venidas de Southampton. Una palabra de la pérfida albión, conocida como "marketing", las va estrujando hasta hacerlas dos mitades. Se pretende que vistamos como un club de Rotterdam. Madroños del Guadarrama. Que son más auténticos que las naranjas de la China.

Por aquél entonces, gustaba de celebrarse, justo antes del comienzo de la Temporada de Liga, un trofeo del que, como con Juncosa, se terminará perdiendo la memoria. Me refiero a la viva, a la que late, y no duerme en los libros o los recortes de prensa. Se llamaba "Villa de Madrid". Jugado por equipos de prestigio internacional. Con un oso y un madroño de plateadas formas y descomunales proporciones, que servía para honrar al que consiguiera la victoria en aquella Pradera, tan cercana a la de San Isidro. Tan próxima a los corazones... No lo busqueis ya, hace unos años que nos lo quitaron del folclore atlético. Debía de molestar. Casi tanto como el Escudo en la parte que la Camiseta toca el corazón.

El Estadio, también será carne de cañón. Con la de botes que ha aguantao, se vendrá abajo por la coordinación de cuatro excavadoras, y tres martillos pilones a lo bestia. ¡Hay que joderse!... Las lágrimas, se irán por el Río, junto a aquella penita-pena; aquella venganza en tareas pendientes que nunca cumplirá: ver a su Equipo campeón de Europa... ¡Cuánto hubieras fardao, Amigo de Cemento y Voces, con ese galardón en tu pechera de lobo!... Ya, claro; lo del de O,Donnell, el Metropolitano y todas esas leyes de vida. Sí, sí, qué ójala. Ójala se pueda ver Fútbol, en vez de hípica. Por los prismáticos, digo. Ójala se enjugue parte de la deuda "histórica" (Directiva dixit). Entendiendo por "histórica" desde que se fué el interventor (unos ¿400 millones?). Ójala se tenga en propiedad, y con un cartel que rezume rojiblanco en sus letras. Ójala sirva para atraer mediante el cadáver del Sagrado, jugadores acorde al nivel del Club. Ójala las plusvalías esas reviertan en el apellido de la división inmobiliaria. Atle... de Madrid, por más señas. Ójala nunca cambiemos Neptuno por un parque de nuevo cuño (aún con nuestro Nombre). Y que le visitemos bastante más a menudo. Ójala que desde el nuevo palco, ningún presidente insulte gravemente a un aficionado. Ni le pida meter goles... Ojalás, a mansalva.

La afición, desde toda la vida de dios, debe de ser custodio de los valores de un Club. De sus símbolos, sus rasgos, sus distintivos, su sentimiento, su tradición. Ninguna marca, ni ningún advenedizo al olor de la carroña monetaria o de escaparate, va a cumplir esa función. Es más, pretenderá pasarla por encima, si sus intereses comerciales o particulares verdaderos encuentran un obstáculo en ella.
Hasta que global y mayoritariamente, no cumplamos esa función dentro del seno del Club, me niego a escribir esa palabra con mayúsculas. Es una G...ipoyez, bastante significativa.
Que nos la han metío doblá SADs mediante.

El odio eterno al Fútbol moderno, no es una cuestión de carcas o pasaos de moda. En mi vida particular, también me enfundo unos Levis, me calzo unas Reebok o me gustaría tener el último modelo de la Mercedes. Es cuestión de que los pantacas sean de tela vaquera, y no de papel cebolla. Que las zapas estén tejidas en microfibra, y no en plástico sudoroso. O que el buga lleve un flamante volante en piel, en vez de un jostyck.

Que con esta excusa de la "modernez", se pueden deslizar rabos talla XXL, que cualquiera luego para sacarselos del culete...

S I E M P R E A T L E T I
Posted: 08 ago 2007, 12:00 por SDHEditor
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Chavalín espigado, fiel compañero
Pocas cosas son tan importates en esta mundo, en esta vida, en nuestro paso por este planeta, como la fidelidad.
La fidelidad es el espejo del amor.
El amor es el sentimiento máximo. No hay otro como él.
Nada más triste que un  amor que se muere, o se pierde, o se apaga.
Nada más melancólico que vernos en la obligación de abandonar algo o a alguien a quien realmente se ama.

Rubiales, mocoso lleno de pecas, sí, tú, ése que quiso como nadie esta camiseta rayada que tantos y tantos queremos.  Te vas y te echaremos de menos
Chavalín espigado, fiel compañero, que sepas que sabíamos que, en los momentos de la derrota, tu tristeza era comparable a la nuestra y ese convencimiento siempre alivió nuestro dolor. Que sepas, tronco, que cuando marcabas un gol, la indescriptible sensación que sentías corriendo por la banda hasta detenerte y recibir a tus compañeros,  era la misma que la que nos hacia a nosotros saltar en nuestros asientos y abrazarnos con el colega a nuestro lado, eufóricos en el tanto, plenos en la victoria, y que esa tristeza y también esa dicha,  nos hermana contigo para siempre.
 
Que sepas, también, que sentimos en el alma que te vayas sin haber levantado ninguna Copa, ningun título.
 
Pero has de saber, igualmente, que nadie como tú va en nuestros corazones, y recuerda que, cuando se muevan nuestra bufandas colchoneras de un lado a otro, cuando nuestras gargantas canten el himno alético, cuando choquemos nuestras manos en las gradas o cuando lloremos de alegría en el triunfo, tú estarás con nosotros, para siempre, compañero, cómo lo están aquellos que se fueron y no volverán nunca, aunque quisiéramos que así fuera, ésos colchoneros en el recuerdo. Este es tu verdadero Título y este no lo gana cualquiera por muy futbolista que sea, por mucha pasta que gane o por muchas camisetas que venda. Ese Título va bordado en esa camiseta invisible que todos los atléticos llevamos siempre puesta y que estará pegada a nuestra alma hasta el final.
 
Fernando, colega, amigo, compañero de viaje, que tengas mucha suerte, porque, además, nadie se la merece más que tú.  Por estar siempre ahí con los tuyos, que somos nosotros; porque, como nosotros, tener fe en el milagro que casi nunca se producía, por elegir entre gloria y dinero, portadas y adulación, y Gloria y Fidelidad,  aunque la elección no fuese nunca fácil para ti y recibiéses por ello tanto descrédito, críticas y desprecio. En nombre de la torcida colchonera, Fernando, gracias. Allí donde vayas, has de saber que cientos y cientos, miles de rojiblancos estarán a tu lado. Qué seremos felices con tus éxitos, que seguirás siendo espejo para nuestra hinchada, porque tú, chaval, eres un atlético de raza, fiel colchonero, rojiblanco de pro.
 
Te esperamos en el Fondo, en la Grada, en la Tribuna Cubierta y Descubierta, en el Anfiteatro de Fondo, Norte y Sur, en definitiva, en tu casa. 
 
Gato
Posted: 30 jun 2007, 12:00 por SDHEditor
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La Gran Via, Chicote y el Aleti
"Julia, arregla al niño que nos vamos a dar un paseo por la Gran Vía". Recordaba yo estas palabras, de mi padre a mi madre, cuando esta mañana enfilaba la carismática avenida por la plaza de España.
En aquella España plomiza, dar un paseo por allí era sugerente o, al menos, así lo recuerdo. Sería domingo o fiesta de guardar y había que arreglarse porque así se acostumbraba entonces, abandonando las vestimentas de diario. Justo al contrario que ahora cuando, habitualmente, dejamos para las fiestas nuestra ropa más informal, la casual wear que dicen los cursis. Y si se trataba de dar un garbeo por la Gran Vía, con mayor motivo, incluyendo, a la medida de las posibilidades, un mínimo de elegancia aunque sólo fuese para mimetizarse con la gente afortunada que acudía a sus cines y demás espectáculos.
Por la emblemática calle madrileña, cimbreaban sus cuerpos las chicas topolino, las modernas de la época que empezaban a representar a la futura sociedad de consumo, y los varones lucían chaqueta y corbata pues de otra manera no se les permitía acceder a los locales de entretenimiento. Cómo soñaba yo con hacerme mayor e ir de tal guisa al Coliseum, al Capitol, al Avenida, a todos, para poder ver las películas de estreno y abandonar los cines de sesión continúa.
¡Ay, la Gran Vía!, ideada como zona de ocio y negocio, como puerta de entrada a un Madrid cosmopolita con un toque muy a lo Broadway. Actualmente, las cafeterías, restaurantes y locales de ocio que no han desaparecido han perdido categoría, muchas salas de cine han desaparecido y otras agonizan lentamente. Notable cambio de paisaje y paisanaje, para peor en mi opinión. Cómo para peor también el cambio sufrido por el Aleti y su pérdida de categoría, pensaba yo. En cualquier caso, siento una inevitable atracción por un cierto embrujo de la Gran Vía, pues, para mí, perdura su esencia. Cómo hacia el Aleti. En esas estaba cuando había coronado Callao y me surgió una agradable idea que luego se tornó en lamentable. ¿Por qué no proseguir el camino nostálgico y, para evocar ahora mi juventud, no me regalo con un dry martini en Chicote? A ello, me dije. El ascenso hasta la Red de San Luís es casi imperceptible y luego, ya en franca bajada, cerca estaba la meta. A punto de entrar, en la famosa coctelería mi mirada se posó en una burda cartela, aunque discreta, como avergonzándose, anunciando un menú del día a 10 €. No me lo podía creer y volví a leer detenidamente el reclamo publicitario, confirmándome tal disparate. Por supuesto, ante inmenso horror no entré. Quiero conservar intactos los recuerdos de aquel bar en donde, entre otros menesteres, se dieron agasajos a la crema de la intelectualidad, se estraperleó con penicilina y se trapicheó con medias de nylon y con tabaco rubio americano. Como la mayoría sabéis lo regentó don Pedro, Perico para todos, cuyo espíritu liberal permitía la estancia en el bar de arriba a selectas benefactoras de la humanidad caliente. Por allí pasaron políticos como Eisenhower, escritores como Hemingway, estrellas de Hollywood como Ava Gadner, Charlton Heston, Orson Welles o Rita Hayworth; miembros de familias reales, científicos, premios Nobel, cantantes...
En la primera parte del bar tenían reserva las tertulias literarias y en la barra, entre la diversa clientela masculina se entremezclaban unas vistosas y, en lo posible, discretas chicas de alterne que, manejando un cigarrillo como seña de identidad, esperaban a una remunerada, ansiosa y breve amistad.
Ahora parece ser que el otrora afamado Chicote lo rige un desaprensivo que lo prostituye ofreciendo revenidas paellas a guiris de avalancha, y aquellos diligentes barmen expertos en la más exquisita coctelería, habrán dado paso, supongo, a unos oswalditos que temblarán ante la simple petición de un gin tonic.
¡Dios mío, qué cambio!, como el Aleti volví a pensar. Don Cesáreo, don Javier y don Vicente han dado paso primero a un mafiosillo hortera y después, empeorándolo, si cabe, a un par de cretinos, futbolísticamente analfabetos, carentes por completo del más esencial cariño por su club -su marca, mejor dicho-, sólo preocupados por su carácter mercantilista; los que desprecian a una parte de la afición -la mayoría consentidora- y a la otra -la minoría critica- la odian. Un par de malandrines que permiten que se mancille la gloria del equipo con una vejatoria y absurda publicidad, necia y derrotista de equipo perdedor y afición sufridora; lo peor es que mucho se lo creen y lo han asumido, por desgracia, hasta con placer.
En fin, lo que prometía ser un agradable y prometedor paseo acabó de forma desastrosa. Los tiempos cambian y ni la Gran Vía, ni Chicote recuperarán jamás su esplendor pero por imperativo social, económico, costumbrista o por lo que sea. Por ser positivo, no me parece que ningún condicionante insalvable puede impedir la vuelta a la normalidad del Aleti. ¿Juntos, podemos?  
Posted: 28 jun 2007, 12:00 por SDHEditor
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