Crónicas en la Distancia

Fases finales a lo rojiblanco

Sobre mi blog

Estas notas son probablemente gotas insignificantes en un océano. Pero saben a sal rojiblanca, a la playa del expatriado, y a la fortuna de vivir in situ de nuevo la fase final de un campeonato de fútbol de naciones. No son por tanto mucho, pero son las nuestras. O al menos sólo tendrán sentido si así consigo que las sientas.

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Crónicas Helvéticas

En el último viaje desde Madrid me he traído un par de fotos antiguas, unos calcetines que no son míos y el encargo, asumido voluntariamente, de escribir mis impresiones sobre la Eurocopa para unos amigos.

Acometiendo esta tarea me siento como un donador de semen: ahora mismo me toca esperar 72 horas hasta poder entregarme, otra vez y a la vez, al placer y al compromiso, a la notoriedad privada y al anonimato, a la obra creadora y al gesto insignificante. Pero lo hago con ilusión, con la sensación de que me divertiré y volveré a cogerle vicio, y de que dentro de dos o cuatro años miraré hacia atrás y pensaré: debería haberlo hecho mejor; o bien ¿volveré a alcanzar ese nivel, por pequeño que sea?. Todo depende de lo que me quieran las musas, de lo que me respete este clima alpino tan húmedo como cambiante y de lo que me acerque a un ordenador sin más presión que la de soltar lo que llevo dentro, que la edad ya va dejándose notar.

La vida, que tiene estas vueltas, o más bien estas idas y venidas, me vuelve a colocar en un país sede de fútbol en junio. Esta vez no es el segundo acontecimiento deportivo más visto del mundo, sino el tercero. Esta vez no es con treinta y dos naciones, sino con dieciséis. Esta vez no es con doce sedes, sino con ocho. Esta vez ni siquiera hay partido por el tercer y el cuarto puesto, y los estadios en general no alcanzan la mitad de asientos que sus predecesores teutones.

Y sin embargo este torneo presenta una emoción intensa de la que no me puedo sustraer, y tengo las mismas ganas que hace dos años de que comience a rodar el balón. Esta vez será el sábado en el Sankt Jakob-Park de Basilea, de Bâle, de Basel, y Gloria, que así se llama el cuero, emprenderá entonces un viaje con diecinueve paradas y fin de trayecto en el Ernst Happel de Viena, cuando los días sean tan largos que en Austria y Suiza clareará hacia las cuatro de la madrugada, y no anochecerá hasta bien entradas las diez de la noche.

Nosotros, si queréis, nos vemos por el camino. A esta primera invita la casa.

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