No se trataba realmente del Club Atlético de Madrid, sino el “Club Deportivo Básico Balonmano Neptuno” -antes Club Balonmano Ciudad Real, que obtuvo 27 Títulos en sólo nueve años- trasladado a Madrid por su propietario, Domingo Díaz de Mera, debido a lo que calificó como “falta de apoyos, tanto institucionales como de aficionados” y, a cambio de un contrato de patrocinio, el equipo adoptó los colores, el escudo e incluso el nombre del Atlético de Madrid.
La auténtica sección atlética de Balonmano, disputó su primer partido oficial en 1947 y desapareció en 1994, y fue uno de los grandes equipos del balonmano español, especialmente entre los años Sesenta y los Ochenta, luchando por todos los Campeonatos, especialmente con el F.C. Barcelona, Calpisa y Granollers, y obteniendo 11 Ligas, 10 Copas y 2 Supercopas de España, además de dos Subcampeonatos europeos; dejando una lista interminable de nombres para el recuerdo: de Domingo Bárcenas a Harguindey o Loinaz, de Novales o Milián, a Uría, Parrilla, Novoa, Rico o Juanón De la Puente, y tanto quien, probablemente, sea el mejor jugador, no ya sólo de la Historia del Atlético de Madrid, sino del Balonmano español: Cecilio Alonso, como el legendario entrenador Juan de Dios Román.
Todos ellos forman parte de la Historia del Club y, como es natural, tantas décadas de lucha en la Élite, dejaron una profunda cultura balonmanista en la Afición del Atlético de Madrid, y la recuperación de esta Sección histórica, ha formado parte de las reivindicaciones de sus aficionados más implicados.
Sobre el papel era difícil ver que, el Balonmano Neptuno vestido de rojiblanco, fuera la respuesta a esos anhelos. Tampoco era posible sustraerse a la solidaridad con los aficionados de Ciudad Real, a quienes habían dejado sin equipo de un día para otro.
Sin embargo, cuando el equipo salió al campo por primera vez en partido oficial, concretamente para disputar la Supercopa 2011-12 con su rival histórico, el Barça, la Afición del Atlético de Madrid llenó el Palacio de Vistalegre, estableció el récord de asistencia a un partido de balonmano, levantó el primero de los cuatro títulos obtenidos en esta etapa y quedó claro que, en la práctica, un estimable porcentaje de aficionados no veía un extraño traslado de un Club, ni un acuerdo de patrocinio sin precedentes. Veía al Atleti.
Para ello, fue decisiva la presencia de José Javier Hombrados -“Jota” o “Joseja”- un sensacional portero, con 254 internacionalidades con España y 34 Títulos en su haber, que no sólo es uno de los Grandes de la historia del Balonmano, sino además un apasionado aficionado del Atlético de Madrid y un nexo de unión con la Sección histórica, de la que había formado parte entre 1990 y 1993.
Con Joseja a la cabeza, un estupendo equipo formado además por jugadores de gran categoría como Aginagalde, Cañellas, Lazarov, Balic y un largo etcétera, ha sido capaz de ganar el Mundial de Clubs de 2012, las Copas de 2012 y 2013 y la Supercopa de 2012; además de ser Subcampeón de la Champions League 2012, de las dos Ligas disputadas, de una Supercopa y una Copa ASOBAL.
Independientemente de su extraño origen, y visto desde la perspectiva de la S.A.D que detenta la propiedad del Club Atlético de Madrid, la cosa debería de haber estado muy clara: no sólo les había caído, como llovida del cielo, la posibilidad de recuperar la Sección de Balonmano a bajo coste; sino que además se trataba de un equipo Campeón, que había respondido a los profundos cambios con gran alegría e implicación, mucho más allá de la simple profesionalidad, colocando de nuevo el nombre y los colores del Atlético en lo más alto, con 4 Títulos logrados y 7 finales disputadas, en sólo dos temporadas.
Cualquiera, con tan sólo un mínimo de amor por los colores rojiblancos, habría visto una oportunidad de oro para ir integrando, de forma paulatina, a este equipo que “hereda los colores del conjunto que entre los 50 y los 80 ganó 11 Ligas y 10 Copas“, como aún figura en la página web de la SAD, hasta que finalmente se convirtiese en el verdadero Atlético de Madrid de Balonmano.
Por ahí parecían ir los tiros cuando, para los actos de la reciente celebración de la Copa del Rey lograda en fútbol, en el Estadio Santiago Bernabeu, fue invitada la plantilla del equipo de Balonmano, y todos pudimos ver a Jota Hombrados y a Aginagalde, junto a Falcao, Turan y demás componentes del equipo de fútbol, celebrando las victorias y levantando la Copa del Rey de Balonmano, junto a la de Fútbol.
Sin embargo, el sentimiento atlético es ajeno por completo a los Sres. Gil Marín y Cerezo Torres. Poco más de un mes después, los aficionados contemplamos, al margen una vez más, impotentes como siempre o casi siempre que, por la falta de una cantidad que oscila entre uno y tres millones de euros según versiones, nadie ha hecho nada por evitar la desaparición de este Club, oficialmente denominado “Balonmano Neptuno” pero mundialmente conocido como Balonmano Atlético de Madrid.
Los Sres. Gil y Cerezo pasan a la Historia, pues, como los responsables de la desaparición del balonmano atlético por tres veces: la primera, cuando decretaron la desaparición de la sección, coincidiendo con la transformación del Club en SAD, en 1.992; la segunda, cuando le negaron el apoyo a los aficionados y directivos que habían logrado la supervivencia del equipo entre el 92 y el 94, acuerdo con el Ayuntamiento de Alcobendas mediante, y la tercera, en el día de hoy.
Más allá de cómo hayamos percibido o sentido este equipo, cada uno de los aficionados atléticos a título individual, lo que está claro es que ni sus jugadores, ni los balonmanistas que les han acompañado durante estos dos años, deportivamente muy brillantes, merecían ésto.
Queremos, por lo tanto, manifestar nuestro más profundo agradecimiento a los deportistas, que han defendido y en muchos casos sentido la rojiblanca con honor y gloria y, en consecuencia, nuestra más enérgica repulsa a los responsables, por incompetencia y por dejación, de que desaparezca de nuestro Deporte un equipo Campeón, sin importarles en absoluto, ni haber jugado con el presente y futuro de los jugadores, ni haber manipulado otra vez los sentimientos de los aficionados.