REPORTAJE: FÚTBOL - El 'milagro' de un modesto
De Vila-real a China
El conjunto amarillo pasa en 15 años de competir con los pueblos
vecinos a convertirse en una marca global que aspira a entrar en el
mercado asiático
CAYETANO ROS / JAVIER PÉREZ - Vila-real - 04/04/2011
A los 73 años, Paquito (al que tuvimos nosotros en el Madrileño) trajina por las oficinas, los
vestuarios y la cafetería de la ciudad deportiva del Villarreal. Esta es
la primera particularidad: la gestión deportiva y la económica van
unidas, centralizadas en los terrenos a las afueras de esta localidad
castellonense de 50.000 habitantes. Paquito arrastra el corpachón del
fino centrocampista del Valencia que fue en los años sesenta antes de
convertirse en uno de los ideólogos del Villarreal en los noventa,
puente entre el equipo de pueblo que competía con sus vecinos y una
marca global aspirante ahora a abrirse camino en el mercado chino.
"¡Madre mía, esto no para de crecer!", suspira al observar los ocho
campos de entrenamiento y, al fondo, las obras de un nuevo edificio para
la secretaría técnica. Desde la terraza, a unos 500 metros, se ven los
tejados del estadio El Madrigal, en el centro de la ciudad. "Aquí huele a
balón", apunta Paquito, en contraste con otra época en la que el único
vestuario, conocido como la caseta amarilla, apestaba a la acequia
colindante. "Era muy pequeño. Solo había dos duchas para 20 jugadores y
los técnicos. El campo de entrenamiento estaba rodeado de naranjos". Esa
caseta, convertida ahora en almacén, es un guiño a los viejos tiempos.
Fernando Roig compró los campos de naranjas de alrededor, unos 60.000
metros cuadrados, para levantar la ciudad deportiva. Catorce años
después, la pasión sigue viva. El presidente Roig y su hijo, Fernando,
consejero delegado, no faltan, ni fuera ni en casa, a los partidos del
filial, el único en Segunda junto al del Barcelona, aunque eso suponga
ausentarse de la expedición del primer equipo. El sábado pasado, por
ejemplo, el menú fue variado: primero, el equipo infantil; después, el
cadete; más tarde, la comida con los directivos del Barça; a
continuación, el duelo entre los dos filiales y, de postre, el
Villarreal-Barça.
"Somos unos locos del fútbol", remata José
Manuel Llaneza, vicepresidente y alma máter de la transformación. A su
cuidado están 43 equipos y 750 niños. Uno de ellos, Ureña, delantero del
juvenil A, entró en la escuela hace seis años procedente del equipo de
su pueblo, el Bolaños de Calatrava (Ciudad Real), y hoy está ilusionado
por retratarse con Senna, el capitán del Villarreal. "Aquí la gente va
subiendo p'arriba", dice Ureña, uno del centenar de residentes en
la ciudad deportiva, cinco extranjeros. "Nos entrenamos a las diez,
comemos y vamos a las seis al Bachillerato nocturno en el colegio
público Tàrrega, de Vila-real. Nos obligan a estudiar. Un día me entrené
con Rossi, mi ídolo. El club nos da dinero para caprichos desde los 12
años", describe.
Llaneza posa orgulloso junto al mapa de Europa
con los destinos visitados por el Villarreal, presente nueve años
seguidos en las competiciones continentales. "Antes jugábamos con el
Onda, el Burriana y el Vinaròs y teníamos una sola peña que le pegaba al
porro y a la cerveza. Y cantaba: ¡'Llaneza, paga cerveza!", explica el
vicepresidente. Ahora hay peñas en Glasgow, Bélgica, Finlandia,
Eslovaquia, Estados Unidos, Holanda y Ucrania. El club prepara "un
desembarco en serio" en China. Y, en sustitución de Puma, las camisetas
lucirán un patrocinador del país asiático, donde quieren ir en
pretemporada. "La selección española nos ha ayudado mucho en este
aspecto", dice Llaneza sobre sus internacionales: Senna, Cazorla,
Capdevila, Bruno y Marchena.
Dueño de la empresa de cerámica
Pamesa, Roig compró el Villarreal en 1997 a una compañía rival,
Porcelanosa, y al entonces presidente del club, Pascual Font de Mora.
Pagó 600.000 euros, la mayoría del capital social (700.000). Lo primero
fue visitar El Madrigal y concluir que el estadio no estaba preparado
para Primera. Llaneza arqueó las cejas y pensó que un iluminado acababa
de comprar la sociedad. "En otra ocasión, viendo un Valencia-Inter de Champions,
Roig me dijo que quería jugar en Europa". Las promesas se fueron
cumpliendo. Y el equipo, de la mano de José Antonio Irulegui, subió en
la primera temporada, sin las estructuras necesarias, para bajar a la
siguiente. Ya con Paquito en el banquillo, volvió a ascender, esta vez
para quedarse. Coincidió con la llegada de un joven Juan Carlos Garrido,
hoy técnico del primer equipo, responsable de la cantera durante 10
años. Todos se entrenarían de la misma forma y con un rey absolutista:
el balón.
En la última visita del Villarreal a San Mamés, ocho
jugadores de los que vencieron al Athletic habían salido de la escuela.
Dos de ellos, Musacchio y Marco Ruben, del convenio con el River Plate.
El club amarillo siempre tuvo buen ojo para el mercado sudamericano. En
la pretemporada, 10 chicos dieron el salto al primer equipo. Por la
crisis, Roig redujo el presupuesto de los 85 millones de hace dos cursos
a 68, única manera de cuadrar las cuentas.
El Madrigal,
completamente rehabilitado, tiene un aforo de 25.000 plazas, 3.000 para
los visitantes. Aunque municipal, las reformas las ha pagado la entidad.
Para llenarlo, Roig ha sudado tinta. No había tradición. "Es mucho más
fácil hacer a los niños del Villarreal que a los adultos", piensa
Llaneza. De ahí, un convenio con las escuelas de fútbol de la provincia:
el club regala dos pases a cada niño, uno para el chico y otro para el
padre, a cambio de asistir al 80% de los partidos como mínimo. La
escuela, además, recibe dinero. Otro guiño: los campeonatos escolares
llenan de niños y bullicio las mañanas de la ciudad deportiva. La máxima
es acercarse a los aficionados y, en los viajes por Europa, los
periodistas y los seguidores comparten hotel con los futbolistas y
técnicos.
El antiguo Madrigal era otra cosa. "El techo del
vestuario eran las vigas de la tribuna. El frío y la humedad te
calaban", recuerda el exjugador Javi Sanchis. El césped no drenaba y,
cuando llovía, había que esperar cinco días para pisarlo. Fue justo
antes de la llegada de Roig, cuando el Villarreal, en Segunda, ni
siquiera tenía donde entrenarse. "Lo hacíamos en un campo de una empresa
de cerámica", abunda el ex goleador Paco Salillas; "íbamos cambiados en
coche con los balones, los conos, los petos... Y, al regresar, poníamos
toallas en los asientos para no mancharlos". Salillas recuerda cómo iba
a cobrar "en mano" a una casa del club en el centro de Vila-real. Allí
estaba el difunto Manuel Parra, administrativo, que escribía en una
libreta de hule con una caligrafía gótica perfecta. La leyenda cuenta
que Font de Mora firmaba contratos en servilletas.
Hoy el club
tiene 100 empleados y presume de pagar al día a sus jugadores y en 11
mensualidades, nada de fichas. En aquellos tiempos de penurias, el
Valencia le echó un salvavidas gracias a la mediación de Pepe Claramunt.
Les cedió a Albelda, Palop y Angulo, artífices del segundo ascenso.
Hoy, el Valencia y el Villarreal son rivales enconados. Aunque el club
castellonense se siente más fuerte, cabecilla del grupo que pretende un
reparto más equitativo de los derechos de televisión en contra del
Madrid y el Barça.
El Madrigal es hoy un lugar muy apetecible para
los futbolistas. En el pasado, no. Víctor, el pequeño punta del
Valladolid, se llevó un chasco cuando se enteró de que el más interesado
en él era el Villarreal. Para convencerlo, le compraron un apartamento
en la playa a su padre. A Arruabarrena, el lateral izquierdo argentino,
le prometieron un clima paradisiaco. "Y con las lluvias siempre venía a
pedirnos la baja", cuenta Llaneza. A Nilmar, el fichaje más caro (unos
14 millones), todas las maravillas que le contó su compatriota Senna se
le cayeron al suelo en los primeros meses del ejercicio pasado: llovía,
el césped pilló un virus, el equipo era el último y, para colmo, el club
se retrasó tres meses en el pago. "Ahora está encantado", se ríe Senna.
Los dos viven con sus familias en la playa de Benicàssim, a unos 20
kilómetros de Vila-real, en un ambiente relajado. "Salgo en bici con mi
hijo, vamos al cine, jugamos al fútbol en el jardín y, si queremos una
ciudad grande, vamos a Valencia. En nueve años no he escuchado ni un
insulto por parte de un aficionado", cuenta el capitán.
No siempre
fueron fichajes de perfil bajo. "Me llamó un amigo de Portugal y me
dijo: 'En la radio están diciendo una animalada: que habéis fichado a
Palermo", sonríe Llaneza ante la repercusión mediática del fichaje del
argentino, que venía de ganar con Boca la Copa Intercontinental al
Madrid. Fue un golpe de efecto, aunque de escaso rendimiento deportivo.
El salto cualitativo se lo dio Riquelme. El volante argentino llevó al
Villarreal, dirigido por Pellegrini, a las semifinales de la Champions en 2006. Tras el éxtasis, Riquelme se desentendió y Roig le enseñó la puerta de salida.
Paquito
nació en un bar frecuentado por los futbolistas del Oviedo. "Calvet me
dio unas botas que eran unos guantes. Y Lángara me cogía del cuello". Y
ahora, 73 años después, come cada día con los chavales del Villarreal.
"Mirad este chico, Cámara; maneja las dos piernas y no pierde la pelota.
Ven aquí". Y el chico, de Jaén, se presenta mientras se come una
manzana: "Soy interior y mi ídolo es Cazorla". Los centrocampistas, la
esencia del Villarreal, son los favoritos de Paquito: "Cazorla era
pequeñito y ambidiestro. Aquí nunca importó la altura, sino la
habilidad. Odio los pelotazos".
Los viernes toca cine. Paquito
reúne a los más pequeños, de 12 años, y les pone una película sobre
Pelé, Maradona o el día en que Puskas marcó en Wembley con Hungría en la
primera derrota en su estadio de Inglaterra. "Todo es para los
chavales. Cada día, algo nuevo".
Y nosotros, que tenemos tantas cosas que ellos nunca podrán tener (historia, tradición, títulos, afición), perdiendo nuestra cultura y nuestro orgullo.
Ya casi ni me queda coraje, ni me queda corazón.