Estuvieron ahí durante muchos partidos, durante bastantes temporadas. Era habitual verlas en uno y otro fondo, en lateral y en tribuna, salpicando casi todos los sectores de ese estadio a la orilla del río erigido con los sacrificios de los socios hace ya más de tres décadas. No eran ni mucho menos mayoría, pero se veían con facilidad gracias a sus colores, muy llamativos en medio de un mar rojiblanco con toques azules. Durante un tiempo se hicieron tan populares que hasta los chiringuitos de Pirámides y Melancólicos vieron el filón y las vendieron junto a las demás, a cinco euros la pieza.
Esas bufandas, a priori, no tenían absolutamente nada que ver con el Atleti. A muchos incluso les chocaban, les parecían feas, ajenas a la identidad de la casa. Pero sus franjas verde y oro tenían una carga simbólica innegable. La idea estaba copiada directamente de Inglaterra, donde un grupo de seguidores de los diablos rojos bastante descontentos con el nuevo propietario (un magnate estadounidense apellidado Glazer) reivindicó la pureza original de la entidad usando como emblema trapos con los colores originales de la fundación, hace ya más de 130 años, y se escindió para formar el FC United of Manchester en categorías inferiores. Es el club de la gente, de los aficionados, no de ningún advenedizo que quiera aprovecharse del nombre y el escudo para sus propios negocios.
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