En aquesto,
descubrieron en la lontananza un puñado de molinos de viento que hay en
aquella Ribera; y así como don Alonso los vió, dirigiose a su escudero
en estos términos:
- La
ventura va tomando cumplida guía de nuestras cosas en más providencia
de lo que acertáramos a desear. Pues has de ver allí, amigo Sanchio, do
se descubren a los ojos una camada de desaforados gilistas, con quien
pienso trabar singular batalla, y quitarles a todos ellos, si no la
vida, si la presa, con el afán de devolverla a sus legítimas gentes,
sus socios; que aquesta es buena guerra, y es gran servicio de Dios
cercenar tamaña cizaña malaya sobre la faz de la Tierra.
- ¿Qué gilistas?- preguntó a la sazón Sanchio Repanza, en tanto rascábase la mollera.
- Aquellos
que allí ves- respondió el Hidalgo- de los brazos largos, las manos en
más y níveos guanteletes. Que los suelen tener alguno de casi dos
leguas. De la misma guisa que el rostro. O que el morro, como veredes
bien, mi apreciado Sanchio...
- Mire
vuesa merced- contestó el escudero- que aquellos que sobre el horizonte
recortan no son gilistas, sino molinos de viento, y lo que en ellos dan
en parecer a vos brazos, son en realidad las aspas que, volteadas del
viento, han de poner en marcha la piedra del mesmo molino.
- Bien
parece- tomó la palabra el Quijano- que no estais ni cursado ni
licenciado en aquesta cuita de las aventuras: ellos, gilistas son, del
linaje más excelso; y si guardais temor o miedo, apartaros del trazar
de mi montura y poneros en oración, que mi lanza presta acude a trabar
fiero y desigual combate.
Y,
en diciendo aquesto, marcó de espuela a su caballo Puertacero, sin
atender a las protestas que su escudero le iba dando, advirtiéndole a
voz en grito que, sin duda alguna, eran molinos de viento y no giles de
los candiles aquellos a los que tenía en pretensión acometer. Mas
cabalgaba su dueño tan en la certeza de que aquellos desaforados que
enfrente hallaba eran gigantes, que no tomaba atención de las
advertencias del escudero, ni torcía su brazo a la par de su vista,
según acercábase a los enemigos, que él tomaba por gilistas del clan de
los gil, a grado tal, pues no paraba de hacer en voces:
- Non
fuyades, cobardes y prescritas criaturas, que un solo caballero de la
muy noble orden de los Mindundis, es el que os acomete.
Levantóse
en el momento un tanto de viento, e hizo que las aspas echaranse a
movimiento; todo lo cual, presenciado por el hidalgo a unas varas ya de
la punta de su lanza, provocó de segundas su exclamación.
- Daros
por caídos. Pues aunque movais más los brazos que pudiere hacerlo
vuestra ascendencia en las termas de telecinco, me los habreis de pagar
todos vuesos pecados en un mesmo plazo.- y en diciendo aquesto, en
tanto encomendábase de todo corazón a su señora doña Vicenta del
Manzanares, pidiéndole que en trance tal hallara de él socorro, bien
cubierto de su rodela VilladeMadrid, con su lanza Balonmanus en el
ristre, arremetió a todo el galope de Puertacero, embistiendo de tal
guisa al primero de los molinos que halló a su paso y, asestandole
lanzada tal en su peluca que, volviéndola el viento con igual ímpetu,
medró facer la lanza pedazos, llevándose en su impulso tras de sí tanto
a caballo como a caballero, y saliendo ambos trastabillados y rodados a
través de la costanilla del baldío.
Acudió
presto Sanchio Repanza a socorrello, a toda la priesa que daba su
rucio, y cuando llegó al escenario, halló que su amo non podía mover
hueso alguno, tal fue el golpe que jinete y montura se habían cobrado
de la hazaña.
-¡Valame
Dios!-dijo Sanchio- ¿No le advertí yo a vuesa merced que tomase buenos
ojos de lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no los
podía ignorar sino aquél que llevase otras majadurías en la cabeza?
- Calla,
amigo Sancho- tomó respuesta don Alonso- que las cosas de la guerra,
más que cualesquiera otras, hállanse sujetas a continua mudanza; cuanto
más, que dame por pensar, y ansí estoy en lo cierto, que aquél
voluminoso hombre de la Venezuela y el manzanares naveghable que robóme
aposento y libros, vuelto ha estos gilitos en seres de guiñol y peluca.
Y voto a Bríos, con pelos como escarpias, de acero y forja, de según
han volteadome.
Coño, Sanchio, que más que una peluca paice la piel de un jabalí medalla de oro.
S I E M P R E C A L V O S.
Una vez caídos los pelos de tonto.
En http://laosera-cochise.blogspot.com/ pa el que quiera seguir el rollo.